Hemos vivido tiempos difíciles, de enfermedad y
muerte, que persisten y mantienen su amenaza, aunque más atenuada. Es posible su
vuelta con la misma o más virulencia. Por si eso es poco, el mundo político, en
un acto de pura irresponsabilidad, no ha sido capaz de afrontar compactamente
la acometida. Se enfrascaron en luchas de poder, posiblemente sabedores de que
tras la crisis sanitaria vendría la económica y allí se jugaban los dineros. Mi
impresión es que, tras esa incapacidad de acuerdo para afrontar la pandemia, se
esconde una estrategia de lucha social y política para ver cómo y quién paga la
crisis. Es doloroso ver estos juegos maquiavélicos, estas mentiras y bulos,
esas insinuaciones y argumentos falaces, para deteriorar al contrincante buscando
estar en buena posición para la poscrisis sanitaria, para la crisis económica,
que es la importante en determinadas esferas de poder. Aquí mienten todos y
todos se equivocan, pero nadie lo admite. Gritan libertad muchos de los que defienden
un pasado que la cercenó. Hablan de libertad si sentir la verdadera libertad de
un pueblo o sociedad. Creo que cuando un defensor de dictadores pide libertad
no lo hace para el pueblo, sino para ellos poder someterlo a su albedrío y seguir
disfrutando de sus prebendas. La libertad es un derecho compartido,
responsable, comprometido con los otros seres libres. Nunca se ha de confiar en
quien pide cuando no la siembra, y menos si la pide desde un Ferrari que puede
inducir a la idea de injusticia distributiva. El patriota de verdad no es el
que empuña una bandera en una manifestación con auto de alta gama, sino el que
defiende a los habitantes de su patria, a los ciudadanos que la conforman. La
patria no es solamente el territorio, sino, por encima de todo, los habitantes
de ese territorio, al menos desde la filosofía de la soberanía popular, de la
democracia.
Por eso, hoy, estamos muy preocupados por saber
quién va a gestionar la crisis económica y cómo. Y creo, sinceramente, que
ahora es cuando han de surgir los estadistas, aquellos que defienden los
derechos y libertades que garantiza el Estado, para dar una solución justa, de
la que no surja más miseria, en la que no haya quien se enriquezca con la
pobreza ajena, donde entre todos, de forma alícuota, hagamos el esfuerzo para
salir con la solidez y la sinergia que requiere el caso. Sabemos que durante
este tiempo ha habido grupos de poder tóxicos, incluso partidos, creadores de bulos,
de mentiras, jugando sucio y no apoyando a la gestión de la pandemia, tal vez
esperando que todo fuera mal para hacer de Mesías salvador (Ya sabemos aquello
de que “mientras peor mejor” cuando se busca derrocar a alguien y ocupar su
sitio), pero ahora, ante la insensatez y la demagogia, ante la manipulación de
la opinión pública y la siembra y cultivo del odio ancestral que domina en nuestra
historia, solo nos vale el acercamiento y acuerdo.
El “guerracivilismo”, el cainísmo, la dos Españas, el
egoísmo insolidario, solo nos llevaran al desastre. Vivimos en una sociedad
democrática, con sus litaciones, con sus leyes mejorables desde la libre
decisión de la ciudadanía, que merece ser respetada aceptando sus normas, donde
todo debería poder cambiar si responde a la voluntad de los ciudadanos. Tenemos
un Gobierno legítimo, un Parlamento legítimo, una Oposición legítima y de esta
legitimidad no puede surgir, o pretenderse, la ilegitimidad. Toca remar todos
en la misma dirección y debatir con el capitán, si es necesario, leal y
sinceramente, el rumbo adecuado. Si comete errores los deberá pagar ante
aquellos que le eligieron cuando sea menester. Así es la ley, así es la norma y
así se debe actuar, criticándola si así se estima, pero cumpliéndola hasta que
esa crítica fructifique para modificarla.
Es de una imbecilidad absoluta pensar que con la
imposición se pueda resolver justamente esta crisis. Es de una idiotez supina creer
que se puede preservar un Estado democrático desde esa imposición. Pero es más necedad
llamar a una especie de “Golpe de Estado” para cambiar el poder sin contar con
quien lo ejerce democráticamente. En todo caso cabe una llamada al diálogo para
consensuar un acuerdo general que permita elaborar un programa de choque para
salir de la crisis. Pero hoy, lo que vemos
en la política, es una pelea irracional por el poder para gestionar la crisis
en beneficio de los adláteres de cada partido, de los suyos.
No podemos permitirnos salidas de la crisis económica
dejando en la cuneta a los ciudadanos menos favorecidos, pues acabarán en la
miseria y pobreza. ¿Qué país, medianamente civilizado y solidario, deja
abandonados a sus ciudadanos a los pies de los caballos? No puede ser que unos
salgan impolutos de ella, con su Ferrari, fincas, gran patrimonio y riqueza
acumulada y otro se quede en la calle, sin sueldo, sin casa ni bocado que
llevarse a la boca. Indigno es quien pretenda salir de la crisis por la
derecha, olvidando la otra parte, o viceversa.
Ahora es el momento de la sensatez del pueblo. De
ejercer la libertad responsable y sentir que tus compatriotas, y todos los
seres humanos, han de gozar de sus derechos sociales y libertades. Si los
políticos no están a la altura debemos exigírselo. Pero nunca dejarnos llevar
por la siembra de odios y desencuentros entre la ciudadanía, porque si cuaja
ese odio acabaremos otra vez en contienda, y quien hoy es tu amigo mañana podrá
ser tu enemigo. De eso sabemos mucho, aquí y en todo el mundo, solo hay que mirar
alrededor nuestro. En estos casos la mejor solución puede ser un mal acuerdo,
pero, en todo caso, es acuerdo.
Nuestra sensatez, el sentido común, nos debe llevar
a exigirles que dejen de vociferar y hablen con respeto a quienes les votaron, sin
levantarse la voz. Las voces nunca establecieron consensos. Siéntense de una
vez y hablen para llegar a una solución lo más justa posible para todos, pero
no griten. Hablen de las cosas serias, “a calzón quitado” como se dice en nuestra
tierra, no se nos vayan por los cerros de Úbeda para despistar o esconder su
verdadero interés.
4 comentarios:
Bien dicho, Antonio. Por las noticias que veo, los irresponsables, los que no quieren diálogo, son los de siempre. Los que quieren mantener este país sumiso y bajo su control. No los voy a nombrar. Los dos sabemos quienes son. Un abrazo.
Apelo a la sensatez, sentido común y responsabilidad de los que hablas.
Amén.
Los extraño mucho y abrazo fuerte a ambos. ❤️ 🌹 ❤️
Amigo Prudencio, el diálogo para algunso es la imposición de sus ideas, no es ceder sino imponer. Abrazos.
Hola Myriam. Me alegra saludarte. Un abrazo y celebro ocmpartir ideas contigo.
Publicar un comentario