sábado, 9 de mayo de 2020

75 aniversario del fin de la II Guerra Mundial




La muela, Torre de la iglesia Kaiser Guillermo 
Hoy, 8 de mayo, se cumplen 75 años de la rendición incondicional de la Alemania Hitleriana. Durante más de 5 años el mundo fue sacudido por la más violenta guerra de toda la historia, donde murieron el mayor número de civiles jamás conocido en una contienda. La guerra seguía en oriente y aún quedaban muchos seres humanos por pasar a la tumba o la fosa común. Japón seguía resistiendo, con la heroicidad propia del tozudo irracional anclado a la idea única, como antes habían hecho sus aliados alemanes de ideología nazi. A Japón le quedaba la inmensa desgracia de Hiroshima y Nagasaki, donde con solo dos bombas mataron a decenas de miles de civiles inocentes a modo de escarmiento, para hacer sucumbir al gobierno del imperio del sol naciente.

Pero la Alemania donde Adolf Hitler, el cabo de la primera guerra mundial, había impuesto un régimen totalitario, racista, imperialista y especialmente hostil con judíos, gitanos y todo tipo de marginados “dignos de exterminio”, caía tras el suicidio cobarde de su jefe, el máximo responsable de la tragedia mundial (respecto al suicidio me llegó el otro día una foto de la portada del diario ABC del día 2 de mayo de 1945, donde se le adjudicaba una muerte honrosa con este texto: “ADOLFO HITLER MURIÓ AYER TARDE EN LA CANCILLERÍA DE BERLÍN, LUCHANDO HASTA EL ÚLTIMO MOMENTO CONTRA LAS FUERZAS COMUNISTAS. SU SUCESOR, EL GRAN ALMIRANTE DOENITZ, ANUNCIA QUE LA LUCHA CONTINÚA”.   

El ascenso al poder de Hitler no estuvo exento de manipulación, de falsedades y bulos, de desinformación y llamadas emocionales al sentido de patria, raza y prestigio del pueblo alemán, rubio, alto y ario, pues esa fue su divisa. En la primera guerra mundial habían sido derrotados, humillados y obligados a firmar el armisticio en la madrugada del 11 de noviembre de 1918, en un vagón de tren en el bosque de Compiègne. Allí, los representantes de las potencias aliadas firmaron el armisticio con Alemania. El líder guerrero y vengador de la afrenta supo envolver a un pueblo humillado y sumido en su baja autoestima por la pérdida de la contienda, en un halo de ilusión y de futura grandeza, un delirio megalómano del führer cultivando la fantasía liberadora de un Tercer Reich como imperio de Europa hasta llegar a los Urales. 


La exaltación de la gloria venidera, la venganza sobre los vencedores del pasado que les llevó a la humillación, la recuperación del honor y la honra perdida en la contienda, abrió la mágica puerta de un demencial hechizo hacia la gloria, que resultó el más terrible de los infiernos.  Hitler, un cabo que vivió en sus carnes la humillación de la primera guerra, definió el camino en su libro Mein Kampf (Mi lucha). Requirió identificar enemigos a batir, exaltando los valores guerreros y la creación de un ambiente de eufórica venganza contra aquellos que les humillaron en la primera gran guerra, que facilitó el enganche de fanáticos insensibles a la singularidad del ser humano libre, para integrarlo en un complejo organizativo donde debía servir a Reich, porque de lo contrario, serían eliminados con enemigos del mismo. 

Esa ideología nazi, junto al fascismo italiano y al nacionalismo japonés, germinado en el socialismo nacionalista de Ikki Kita en contraposición a socialismo marxista, fraguaron el eje imperialista que inició la guerra y que, al final, sucumbió ante los aliados y el comunismo estalinista.

Las consecuencias fueron desastrosas, traumáticas, horrorosas… Destrucción y muerte por doquier, cambios importantísimos a nivel económico, estratégico y geopolítico, miseria y pobreza, enfermedades y violencia… la ruina y pérdida definitiva de la supremacía europea en el mundo, con la consolidación de primera potencia de los EE. UU.

Vista aérea de Berlin
Según algunos cálculos murieron más de 19 millones de soldados (especialmente alemanes (3.3 millones) y rusos (9.3 millones)), además de 47 millones de civiles (14 millones en China, 3.6 en Alemania, 1.3 en Yugoslavia, 3.5 en Polonia, 23 en la URRS y, entre ellos, 6 millones de judíos, la mayoría en campos de concentración y exterminio). Sumemos a estos los mutilados, humillados, un millón de mujeres violadas por los rusos, según algunos cronistas… Una verdadera calamidad, un horror.

Puerta de Brandeburgo
Pero todo fue consecuencia de un delirio megalómano de un sujeto, que supo embaucar a un pueblo para llevarlo a la gloria de un poder omnímodo, por falaces caminos de promesas, que acabaron en desastre. Con bulos y mentiras, los de Goebbels, a fuer de repetirlas hiciéronlas verdades, para que el pueblo alemán, siempre pensante, científico y filósofo, cayera en la barbarie. Fanáticos sembraron el odio a judíos y a gitanos, a negros africanos, diciendo que su raza aria era la predestinada para reinar en la Tierra, sobre gente inferior que marginaron.

No estamos exentos de volver a tropezar de nuevo con la piedra, pues ello es muy humano… pero una piedra es una piedra que puede pasar inadvertida, y un muro de roca es un muro que acaba convirtiéndose en lamentaciones, en muros de Berlín, murallas chinas, en muros que separan a los pueblos, como pide Trump con México, Israel con Palestina, y tantos otros que forjan las fronteras a caballo de mucha paranoia, que te hace pensar que en poco tiempo, tu vecino o hermano será el odiado enemigo al que tirarás a muerte, como pasó en Yugoslavia, si cultivas el odio que siembran el megalómano líder en tu mente.

Hoy precisamente, cuando volvemos a confrontar, con tanta vehemencia, ideas y principios contra otros, cuando el debate ha perdido el sosiego requerido, cuando el político olvidó lo sucedido, cuando, incluso, pretenden levantar viejas ideologías, rompiendo la Europa de hoy día, para volver al desencuentro y al conflicto, pueden sembrar de nuevo la semilla del odio que siempre provocó la guerra. Con todo eso, volvemos a divisar en la contienda política una dura confrontación casi prebélica. Algunos reclaman que volvamos a dictados excluyente de otros tiempos, incluso, reclaman, como antaño, su rebelión militar de los años 30. Mas no hemos de caer en esa trampa sabiendo lo que desde aquella maldita guerra todos sabemos.

¿Será que el hombre no aprende de la historia? ¿O acaso será que no se asombra hasta que no la vive, pensando que en la guerra está la gloria? No es lo mismo, amigo mío, verla en la tele, jugar en la consola, ver la muerte de lejos, indiferente, con la frialdad que hoy se siembra entre la gente, sabiendo que hasta ti no ha de llegar, o vivir la gloria de la victoria en la pantalla, elegir hacerte parte del vencedor y no del vencido, no pasar miedo sentado en el sofá. Los héroes, asesinos de batallas, criminales de aureola, paranoicos con delirios de grandeza, sembradores de odio, tan valientes, nos llevan al desastre si no somos conscientes de defender lo que tenemos, de confraternizar con el vecino, de poner la amistad sobre el prejuicio, de comprender al divergente y verlo como un complemento que puede aportarte otra visión desde un punto diferente. ¿Es posible, pues, escarmentar en cabeza ajena, o se ha de vivir lo ya vivido por el otro, para descubrir el amargor de la violencia?

Hace unos años fui a Berlín, visité el muro, fui descubriendo lo que fue tras la contienda y tomé conciencia de lo que debió ser el destrozo de la guerra. Tal vez, haya dos testigos importantes, o al menos a mí me parecieron, uno es el Reichstag destrozado que lo fue, primero por el fuego en tiempos de Hitler, de sospechosa autoría, después por la guerra. Quedó en tierra de nadie y no se pudo rehacer hasta la unificación. Una cúpula de acero y cristal completa lo destrozado para dar testimonio de los hechos a la vez que, con luz y transparencia, se puede imaginar, sobre el Berlín actual, el otro del pasado. Norman Foster supo conjugar el maldito ayer con el presente, dando a la gente, una visión impresionante de lo que ahora es y lo de antes.

Reichstag
Hay otro lugar, dejado exprofeso como quedó en su momento, a modo de testigo. La torre de la iglesia neorrománica Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche (iglesia en recuerdo del emperador Guillermo). La iglesia no fue un edificio de especial importancia hasta que quedó destrozada por las bombas de los ataques aliados durante la II Guerra Mundial. En 1950 se hicieron planes para su demolición, pero los ciudadanos se negaron y se tomó la decisión de crear un monumento conmemorativo con los restos de la iglesia.

Berlín es una amalgama entre un pasado de guerra a olvidar, otro de división como vencidos y un presente de una Alemania unida, viviendo bajo la losa del ayer y temerosa de volver, de regresar, a cometer los errores que la destrozaron.  

Nosotros, que también sufrimos la contienda en nuestra casa, destrozando las ciudades, con cientos de miles de muertos, donde los vencedores fueron apoyados por aquellos megalómanos que usaron a este pobre país cono campo de prácticas, nosotros, digo, también deberíamos centrarnos un poco, racionalizar las situaciones, para comprender y procurar el cultivo de la convivencia mediante políticas racionales, leales al pueblo español, que busquen remar en el mismo sentido ante la adversidad y la tormenta. Para seguir navegando se ha de salvar, con todas las energías, el barco apoyando al capitán… cuando se llegue a la mar calma, con el barco a flote, hablaremos de cuál ha  de ser el mejor rumbo y quien ha de ejercer el mando para mejor bogar hacia el futuro.

 Fotos actuales.

Muro de Berlin: beso de Erich Honecker y Leonidas Breznev,

Restaurante en Berlin

Marx y Hengel

Lugar de ocio nocturno

Museo Puerta de Istar. Museo de Pérgamo, Berlin

Catedral

Puerta de Brandeburgo

Interior cúpula de Reichstag

Interior cúpula de Reichstag

Interior cúpula de Reichstag

Vista frontal del Reichstag







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