Entiendo
que cada uno tiene sus habilidades. Yo escribo. Y escribo para mí, básicamente
para mí. Pero publico lo que escribo porque puede haber gente que comparta
gustos conmigo, porque mi forma de escribir le permita sentir cosas, porque mi
expresión la pueda hacer suya y, no teniendo habilidad para expresarlo, se
sientan identificados con mi texto.
Escribir
es pensar. Y pensar es crecer, porque el que piensa deduce y saca conclusiones
y al hacerlo aprende y crece. El ser humano ha venido al mundo para crecer,
para pensar, por eso se diferencia de los otros animales. Cada uno tiene una
obligación consigo mismo y con la sociedad. Esa obligación es el ejercer de ser
humano, de pensar y aportar su pensamiento al conjunto de la ciudadanía… pero
sin estridencias, sin querer que el pensamiento propio sea el definitivo, el
único válido, el que se ha de imponer, sino entenderlo como un pensamiento
complementario a los demás, como otra visión del mundo, de la verdad cósmica, que
suma desde otra perspectiva, desde otro lugar donde solo está ubicado el
pensador.
No
obstante, eso no quiere decir que uno no defienda como verdad su pensamiento
por encima de los otros, sino que, estando seguro de que su idea es la
verdadera, está dispuesto a modificarla si se le demuestra que está equivocado,
y eso requiere una mente abierta. En todo caso, hablamos de una actitud
asertiva, en la defensa de los principios, derechos o ideas propios (La
asertividad implica una estrategia y estilo de comunicación que la sitúa en un
punto intermedio entre otras dos conductas polares: la pasividad, que consiste
en permitir que terceros decidan por nosotros, o pasen por alto nuestros
derechos; y por otro lado tenemos la agresividad, que se presenta cuando no
somos capaces de ser objetivos y respetar las ideas de los demás).
Para
pensar libremente, sin estar sometido al pensamiento impositivo ajeno y su
dominio manipulador, se ha de apartar uno del mundanal ruido, de las
influencias interesadas de los grupos y sus líderes, de la imposición del
pensamiento de sujetos ijnmaduros que no comprenden que el pensamiento del otro
es el fruto de otro huerto que ha hecho crecer la perspectiva del mundo, la
realidad existente aunque no nos guste. El librepensador, a veces, se siente
solo, porque es lógico que así sea, porque no se somete al grupo que le pueda
acompañar con su alabanza, utilizada a modo conductista de su propia actitud, conducta
y razón.
El
poder o el dominio y adaptación al entorno, intrínsecamente reside en el
pensar, en la capacidad de razonar, de concluir, de tener clara conciencia de
la realidad y de las variables que la condicionan. La evolución del ser humano
como tal se da por el pensamiento, por la comprensión del entorno, de sus leyes
y de la interacción de la propia naturaleza. El ser humano tiene su hándicap en
comprender su mundo, porque todo está en el mundo, solo ha de descubrir lo que ya
existe para desarrollarlo, conseguir la técnica para sacar a flote lo
existente. ¿Cómo iban a imaginar los filósofos griegos los vuelos de aviones,
los teléfonos móviles, la tele, la robótica y mil cosas que hoy parecen juegos
de niños? Sin embargo orientaron el pensamiento filosófico, el desarrollo de la
capacidad de pensar racionalmente, sin dejarse llevar por las apariencias, sino
por el profundo conocimiento desde la competencia en la materia del
razonamiento.
Pero
no quiero perderme en disquisiciones filosóficas, que no es mi tema, sino
centrarme en que, con mayor o menor competencia o capacidad para razonar según
los conocimientos, todos estamos obligados a pensar para realizarnos como seres
humanos libres. Pero pensar sin ataduras, sin subordinaciones, sin sumisiones,
sino desde el propio e independiente criterio. Con creatividad e imaginación,
viendo más allá de la realidad visible. Luego lo contrastaremos, lo validaremos,
si ello es posible, en relación al pensamiento ajeno y sus aportaciones que
clarifiquen el nuestro.
Yo
he pensado desde tiempo lejano, que el ser humano tiene dos referentes de
desarrollo personal, dos parámetros para medir y comparar la evolución de su
propio desarrollo. Hay una valoración intrapersonal, donde se analiza los
cambios que se van desarrollan con respecto a uno mismo, a los estadios
anteriores, a lo que éramos antes y somos ahora. Antes no sabía esto, pero
ahora lo sé; antes no conocía aquello, pero ahora sí… me he superado, he crecido respecto a lo que
era. Eso es la evaluación intrasujeto, comparándose con uno mismo. Puede ser
muy gratificante en función de los objetivos que nos vayamos poniendo, porque
nunca debemos ponernos objetivos inalcanzables para no frustrarnos. Los
objetivos de desarrollo personal deben ser asequibles y realizables,
escalonados, para subir seguro la escalera que nos lleva a la cima.
Luego
está la evaluación intersujetos. Eso quiere decir que nos comparamos con los
demás. De aquí puede surgir lo verdaderamente frustrante, la que nos lleva, por
lo general, a sentirnos más o menos que los otros. Cuando somos vencidos, es posible
que huyamos del combate, que nos apartemos de la lucha y que renunciemos a
crecer en ese terreno donde los demás son superiores (yo no sirvo para ello,
nos diremos). En esta actitud de competencia se nos suele educar. Competimos,
confrontamos, porque lo importante es ganar, es quedar por encima del otro,
para elevar la autoestima y adquirir poder y dominio. Es la filosofía de que la
vida es una lucha con los otros, lucha por el dominio y el poder, por ser más,
por ubicarnos en la clase social que deseamos. En el fondo, este pensamiento,
no se sustentaría sobre la propia evolución (eso de valoración intrasujeto),
sino sobre la comparativa con el otro, porque lo importante no es que yo
alcanza los mejores niveles que pueda alcanzar, sino que supere al otro… soy
más alto porque el otro es más bajo; soy más guapo por que el otro es más feo;
si le rompo la cara no seré más guapo de lo que era, pero seré más guapo que él
y le ganaré en el mercado de la belleza. Error, craso error, casi siempre del
entorno, de los propios padres, que nos quieren líderes y los mejores del mundo.
Pero
si antes vemos y analizamos nuestras posibilidades y establecemos un
diagnóstico preciso con relación a los otros, sabremos donde no podemos
competir en la comparación intersujetos, pero sí mejorar en la comparación
intrasujeto. Pensar por mí mismo y mejorar mi pensamiento. Conocer el de los
demás pero para conseguir llegar a su nivel de entendimiento si es posible,
aceptando donde estoy, mis limitaciones y mi necesidad de seguir creciendo.
Cada
ser humano tiene un camino distinto, su propio camino, su karma, que lo ha de
recorrer solo, aceptando ayuda para orientarse pero nunca para evitar hacerlo,
ni que se lo hagan otros o hacer el camino que marque el otro, ese será el de
ellos, pero no el tuyo. No envidies el
camino ajeno, que no lo conoces. No renuncias al tuyo que es el que tienes la
obligación de recorrer. Pero el tuyo no es un sino, es el camino que se hace al
andar, como decía el poeta, es el que te es permitido recorrer en función de tu
propio aprendizaje, de tu capacidad para verlo y transitarlo.
Por
eso, amigo, yo puedo ser catedrático, médico, ingeniero, arquitecto u obispo… y
tú campesino, carpintero o albañil, pero entre ambos no hay mucha diferencia,
solo está el lugar y el camino a recorrer. En cada uno de ellos seguiremos
caminando hasta llegar al final, que, al fin y al cabo, será el mismo, la
muerte. Y en la muerte, un buen carpintero o campesino, es igual de importante
que un buen ingeniero o catedrático… cada cual dejó su impronta en el mundo, si
supo hacer bien su trabajo, si supo recorrer el camino que le fue dado hasta el
final… y para conseguirlo ambos debieron utilizar su pensamiento, su
creatividad, su razonamiento para hacer bien su cometido, que siempre implica
la motivación para crecer, estés donde estés. El que no piensa, el que se
entrega al pensamiento de otro, por ideología o religión, quien renuncia al
intento de comprender, incluso, lo incomprensible, está renunciando y
esquivando su camino evolutivo.
Duda,
piensa, analiza, razona, comprende y crece… porque si tú creces crecen los
demás contigo, porque tu crecimiento se queda aquí como la herencia mayor del
ser pensante para sus hijos y semejantes, para la sociedad madura en proceso
evolutivo.
Cuando
naces se te regala un capital. Ese capital es tu inteligencia. Durante la vida,
haciendo el camino, lo has de gestionar. Cuando mueres deberías dar cuenta de
lo que has hecho con ella. Si tenías para dar 100 y diste 60 mereces menos
reconocimiento que el que tenía 10 y dio 9. Dio menos que tú, pero tú diste un
60% y él un 90%. Todo es relativo en ese sentido, en función de donde partas.
Piensa
amigo, piensa… y si te he hecho pensar con mi propio pensamiento, me sentiré
contento porque ejercerás la suma libertad de la persona, que está en su
pensamiento. El que piensa ha de ser libre y cultiva el camino de la libertad, y sobre todo el de la creatividad, que no es otra cosa que el descubrir potenciales ocultos y realidades ignotas que estando ahí no sabemos llegar a ellas.