lunes, 23 de diciembre de 2024

La guerra de los mundos y el esperpento político

 

Opinión | Tribuna


Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 23 DIC 2024 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2024/12/23/guerra-mundos-esperpento-politico-112860311.html

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Aunque el título nos pueda recordar la novela de H. G. Wells, ‘La guerra de los mundos’, no se trata de una invasión marciana aunque lo parezca a veces. En todo caso de dos mundos diferentes que se enfrentan por ganar el futuro, o sea tener el poder sobre el mismo para orientarlo y dirigirlo como presente de un mañana con ventaja para esa parte. Lo que parecen escaramuzas de confrontación política, no son más que verdaderas batallas para gobernar el tránsito de una etapa a otra. La clave está en alcanzar el poder para orientar el proyecto de futuro partiendo de lo que hay y contando con lo que se avecina.

Lo que hay es una democracia, al menos en teoría y con algunos defectos, con una estructura económica liberal sometida a un Estado social y soberano, que legisla leyes y normas y regula su aplicación en beneficio de la sociedad mediante una estructura de gobierno representativo, al que parece que intentan deteriorar para instalar un sistema más autocrático o plutocrático.

Lo que viene es una era de tecnología punta, donde el poder basado en esa tecnología será inmenso. Porque el poder, que puede ser de diferentes tipos, siempre conlleva el dominio, directa o indirectamente, de los recursos o materias que necesita el otro, sobre todo en el mundo del mercado que es el motor de la economía, ya sea de recurso tangibles o intangibles. Si A tiene o controla aquello que necesita B, entonces, B ha de someterse, en gran medida, a las exigencias de A para conseguirlo. Esta es una forma simple de explicar donde se sustenta el poder en el mundo de las transacciones de cualquier tipo, aunque aparezca la competencia entre proveedores como moduladora.

No quiero entrar en ese debate más de aplicación empírica que teórica. Hablamos del poder en un hipotético mundo futuro, cuasi distópico, que se nos presenta como un reto organizativo y convivencial para la sociedad, encorsetada en métodos clásicos, que requieren cambios importantes para acoplarse a las nuevas tecnologías y procesos evolutivos de primera magnitud; léase cambio climático, crisis del ecosistema, necesidades energéticas, estructuras organizativas, envejecimiento poblacional, control del mercado, gestión tecnológica, etc.

Plutocracia versus democracia

En todo caso, podemos afirmar que el sistema de poder establecido anda en crisis, a la vista del galimatías que nos tienen montado los políticos incapaces de ponerse de acuerdo para gestionar el futuro, tal vez porque algunos anden jugando, soterradamente, a cambiarlo todo para beneficiar a determinados grupos que pretenden esa plutocracia, a la que me refería, en contraposición a la democracia.

Eso se entiende considerando que las ideologías son las que orientan un pensamiento, mientras los partidos confrontan sus modelos, en algunos casos irreconciliables, pasando del calificativo de competidores al de enemigos en la batalla por el poder, con lo que ya todo vale en esa guerra. Acabar con la democracia pasa por deteriorarla, denostando aquello que defiende, provocando un cambio de valores sociales, por ejemplo el concepto de solidaridad, de igualdad de oportunidades, de justicia social, de redistribución de la renta, de equidad, de respeto y tolerancia con el diferente, etc. que son factores intrínsecos a la propia democracia.

La aparición de sujetos que dicen que la justicia social es aberrante y los impuestos un robo, pero obvian el robo que conlleva la explotación en el mundo laboral, como Milei y su «anarcoliberalismo» de motosierra, junto al cultivo del odio hacia el socialismo, desinformando de su propia esencia y demonizándolo con falacias y argumentaciones tendenciosas y malintencionadas donde los «zurdos» son todos iguales, junto a un Trumpismo con su eslogan populista de ‘America First’, usado anteriormente por los nazis americanos de los años treinta, con un Elon Musk en la sombra como símbolo de la plutocracia (el gobierno de y para los ricos), asomando la cabeza detrás de la figura de Trump en sus mítines, son los principales valedores de un nuevo orden donde el Estado se empequeñece en favor de las grandes corporaciones y fortunas, que ven en la privatización de los servicios públicos la gallina de los huevos de oro.

La Cuarta Revolución Industrial

Pero yendo más al meollo de la cuestión, son importantes los cambios que se avecinan tras la irrupción de la Cuarta Revolución Industrial, definida en 2011 por el economista Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, caracterizada por la aparición de nuevas tecnologías que conllevará una profunda modificación en la estructura de la sociedad y en el modelo económico. Las redes sociales y el acceso a internet, junto al uso de otros dispositivos tecnológico y la influencia de la Inteligencia Artificial (IA), la robótica, la nanotecnología, la Big Data, etc. son los elementos más representativos de esa revolución que ya está caminando y que puede suponer un empoderamiento del ser humano mediante el uso de las máquinas. O lo que es lo mismo, el dominio y uso de esas tecnologías como instrumentos de apoyo para establecer un nuevo sistema de dominación social, cuasi un feudalismo controlado por las grandes corporaciones multinacionales dueñas de las mismas.

Por tanto, ante los ojos del observador avezado, ya están perfilados los dos mundos en guerra para hacerse con el poder, que se potenciará con la aplicación de las tecnologías de esa Cuarta Revolución Industrial. Las características esenciales de esos mundos son:

Por un lado un nuevo orden con un Estado con escaso poder de decisión en las cosas importantes del mercado, donde las grandes corporaciones lo acapararían todo. Regímenes cuasi plutocráticos o, en determinadas zonas, presidencialistas y absolutistas rodeados de oligarcas asociados al poder, donde todo se privatiza dando prioridad al negocio, con el incremento de la economía especulativa, incluyendo elementos intangibles como las criptomonedas para evadir el control fiscal. Pero, sobre todo, el uso y dominio de tecnologías innovadoras capaces de producir, social y económicamente, un desequilibrio aún mayor entre riqueza y pobreza, así como su incidencia en la creación de estados de opinión y alteración de la cultura social en beneficio propio.

Por otro un reforzamiento del Estado para realizar políticas de corte más humanista, dejando los servicios básicos bajo el control y administración de los gobiernos elegidos democráticamente por los ciudadanos soberanos, además del control normativo del propio mercado y del uso de las tecnologías, velando por la ética y la orientación social de los grandes avances tecnológicos, donde la inteligencia artificial va a desempeñar tan importante papel. Sostiene y mantiene los derechos y valores de solidaridad, igualdad y libertad soberana del ciudadano como ejes de su política social.

Concluyendo

Nos encontramos, por una parte un neoliberalismo que antepone la economía de mercado basada en el consumismo irracional, y por otra una economía humanista cuyo objeto principal es el ser humano y su supervivencia y desarrollo en un entorno sostenible. Concretando más: el primer caso se fomentarían ciudadanos súbditos sumisos al servicio de la economía y en el segundo ciudadanos soberanos libres a cuyo servicio estaría la economía.

Por ahí van los tiros de la disputa en esta guerra soterrada de dos mundos, que nos distrae de la realidad con fuegos de artificio esperpénticos, mientras se van fraguando los pasos para alcanzar los objetivos previstos. Al final acabarán alienando nuestras mentes hasta hacernos votar contra nuestros propios intereses. El ejercer el humanismo y el respeto parecen andar en decadencia, mientras la confrontación desleal y el insulto toman auge, pretendiendo instaurar el cambio por las buenas o por las malas. Para ello ya se anda cultivando el odio… por si fuera necesario apelar a la confrontación violenta. En estas circunstancias hemos de posicionarnos cada cual en uno u otro bando, con los matices que se crean convenientes: ciudadanos al servicio de la economía o economía al servicio de la ciudadanía.

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sábado, 21 de diciembre de 2024

Solsticio de invierno… ¡Feliz Navidad!

 

Reflexión de Navidad
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El 21 de diciembre, tiene lugar el solsticio de invierno. Es el día más corto de sol con la noche más largo del año. A partir de ahora, cada día tendremos más tiempo de luz y menos de oscuridad. Empieza la esperanza en una nueva primavera, en un renacer la vida, en brotar las plantas y volver las flores dentro de un tiempo. Se reforzará el árbol, se reconstituirá y, dentro de nada, volverá a circular con fuerza la savia para alimentarlo hasta su eclosión final, brotarán las hojas, y después las flores inundando el éter de fragancias a azahar para luego dar el tentador fruto que el árbol nos ofrece.

También nace el niño en Navidad, o lo que es lo mismo, nace el sol que empieza a crecer en la expansión en su dominio, el dios Ra de los antiguos egipcios. El ciclo de vida se reinicia, como cada año, con sus avatares, su bonanza y malicia, su felicidad y su dolor, su incierto futuro inmediato que escapa a nuestra voluntad. Por eso es momento de expresar deseos, de conjurarse para evitar el mal, de procurar la amistad y la alianza para recorrer el camino cogidos de la mano. Todo son parabienes y buenos votos expresados en postales, emails, WhatsApp y llamadas. Compartir viandas con mesa y mantel, cantos de alegría y besos y abrazos de felicidad… entramos en una etapa de esperanza y buena voluntad

Esta primavera, como siempre, crecerá la flor, los campos se inundarán de colorido y de fragancias, pero también nacerá la mala hierba. Se busca la paz, pero prevalece la guerra, se pretende el amor pero perdura el odio, se desea la convivencia pero persiste la confrontación. El ser humano guarda en su interior la absoluta bondad en conflicto con la cruel maldad. Somos bipolares, un polo positivo y otro negativo mueven nuestros impulsos y conductas en una sociedad dominada por ególatras carentes de empatía, megalómanos soberbios e histriónicos que potencian el caos en la gente para mayor ganancia en su propio interés. Crecerá la riqueza y la pobreza potenciando el desequilibrio entre ambas. Todos deseamos un buen año… el pobre para que no le falte pan y con qué cubrir sus necesidades básicas, pagar su casa, la luz, el agua y sostener su hogar alimentando a sus hijos; el buen año del rico será si incrementa su capital, sus dominios, su poder y sus ganancias, poder seguir disfrutando de lujos sin restricciones incrementando el flujo de dinero. Mientras tanto seguimos expresando buenas voluntades pero en ámbitos distintos.

No creo que esas buenas voluntades que hoy se expresan sirvan de mucho. En estas fechas estamos obligados por buenas intenciones. Es una cuestión de índole cultural, de tradición. ¡Feliz Navidad! se oye por doquier, pero es un formalismo que nos hace pensar que somos buenos que todo irá mejor, que la paz reinará en el mundo. Es un espejismo que sirve para limpiar conciencias, para autosatisfacción y reparación de la culpa acumulada a lo largo del año. Tal vez la Navidad sea una lavadora de conciencias que centrifuga, de momento, la maldad que forja nuestra mente, haciendo aparecer la bondad escondida en nuestras almas, pero que una vez concluida la colada, volverá a rezumar esa malicia, como lo hizo siempre.

En estas fechas se huele a limpio, a hipotética bondad, y eso es muy reconstituyente. Pero, entonces no veas la tele, porque en Alemania un sujeto acaba de arrollar a numerosas personas con su coche en un mercadillo de Navidad, dejando 5 muertos y decenas de heridos. No te enteres de la desgarradora historia de la señora Gisèle Pélicot a quien drogaba su monstruoso esposo para entregarla a otros desalmados… y otras muchas desalentadoras noticias más. Te advierto de que en Gaza sigue la hecatombe, muriendo todos los días decenas de inocentes a manos de un endiosado Israel, el pueblo elegido por Dios, que sigue pertinaz en su irracional venganza vicaria por los hechos terroristas de los asesinos de Hamás, tras lo que oculta su expansionismo sionista. Mientras, en Ucrania, lo que parecía una estrella que conduce a Belén con su cola luminosa y centelleante induce al error a todo el pueblo. No es una estrella que viene a anunciarnos la buena nueva, sino un misil hipersónico cuyo destino es destruir tu casa, tus bienes y tu vida. No lo envía el bondadoso Dios de los creyentes, sino el dios del mal encarnado en un sátrapa artero carente de empatía, que habita en su palacio rodeado de oligarcas aduladores, a quienes les importa un bledo tus bienes y tu vida.

La Feliz Navidad, o sea los buenos deseos, solo los cultivará la gente de bien, la gente sencilla, que no pretende el poder, sino la convivencia, que su lucha no es en el frente militar de batalla, sino en el desarrollo de la bonhomía, de la bondad y concordia entre los seres humanos.

Los otros, los arteros y ladinos, que nos pretenden manipular, seguirán a lo suyo, porque nosotros no les importamos, lo que les importa es su propio interés. ¿Ganarán ellos? Para ganar la bondad tiene que ser activa, la bondad pasiva no genera bondad, la activa la cultiva a través de la enseñanza, del ejemplo de actitudes y conductas que la nutren. La bondad en una sociedad empieza por ejercerla uno mismo, porque esa bondad social es el resultado de la interacción entre todas las bondades de los sujetos que la integran. Hemos de seguir sembrando la esperanza…

viernes, 13 de diciembre de 2024

The Economist dixit

 


 

Opinión | Tribuna

Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 13 DIC 2024 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2024/12/13/the-economist-dixit-112558103.html

https://www.laopinioncoruna.es/economia/2024/12/11/espana-mejor-economia-ocde-2024-the-economist-112531299.html

Se está produciendo una guerra soterrada, desde hace tiempo, por el dominio del poder…


La cosa está mal distribuida y persisten las diferencias, cada vez más amplias, entre pobreza y riqueza / ARCINIEGA

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En este mundo convulso de la política donde se priorizan cuestiones de puro partidismo como caballo de batalla de una confrontación fratricida en la lucha por el poder, a veces, surgen noticias que siembran sosiego y aportan cierta dosis de alegría.

Soy consciente de que se está produciendo una guerra soterrada, desde hace tiempo, por el dominio del poder, como es habitual en el mundo de la política, pues acceder al mismo es la esencia y motivación principal de todo partido político. Es un sano ejercicio en democracia presentar un proyecto al votante para que lo avale y poder llevarlo a efecto, si es posible, en función del resultado electoral. No siempre se puede implementar ese proyecto, pues ese resultado será determinante. Según la representatividad habrá que pactar o no con unos u otros y ceder a algunas pretensiones de acuerdo a la fuerza representativa que tenga cada cual. En el caso español, la irrupción de partidos más vehementes y escorados a los extremos está condicionando no solo la política, sino las formas y su repercusión en los demás partidos; muestra de ellos son los pactos del PP con Vox por un lado y por otro los del PSOE con Junts, ERC, PNV, Bildu, Podemos, Sumar para acceder al Gobierno. En todo caso se está demostrando la complejidad de conformar y mantener acuerdos, no ya de legislatura, sino para ir tirando en el día a día de la política nacional y local. Son pactos, en muchos casos de conveniencia partidista, donde cada uno negocia para sacar el máximo provecho para sus intereses de partido.

La mejor gobernanza

Las negociaciones y acuerdos deberían ser una práctica normal, madura y sensata desde el ejercicio democrático con la pretensión de alcanzar la mejor gobernanza. Pero en este país, de puro cainismo, se practica una política abyecta y desleal que tiene más intención de evitar la buena gobernanza del otro que el bienestar del ciudadano; es decir, hago fracasar al gobernante para que, en su desesperación, el votante me otorgue su gracia en las próximas elecciones y, además, que esa confianza sea tal que me deje manos libres para hacer lo que considere más oportuno sin compromiso previo.

En todo caso, la necesidad del pacto, el obstruccionismo, la descalificación y persecución incluso judicial y un sinfín de actitudes y conductas manifiestas, nos han llevado a esta situación de fango y lodo donde todo vale y lo importante es ganar el relato, en lugar de tener la razón. El uso de los medios de comunicación, de redes sociales, de estrategias de marketing y consignas generales desvirtúan el debate y, obviando lo esencial, se centran en lo secundario como elemento prioritario, tal vez con la intención de hurtarnos la discusión de lo interesante, de lo que se cuece entre bastidores.

En ese combate desleal todo cabe, incluso la judicialización de la política. Si bien los actos políticos deben someterse al imperio de la ley y, en caso de transgredirla, rendir cuentas, se están dando determinadas denuncias y procesos judiciales utilizados como forma de acoso y derribo por el oponente, que ya prejuzga la culpabilidad sin sentencia previa. Sorprende, por otro lado, la diligencia procesal para con unos y la menos diligente con otros… pero eso es cuestión del juez que es quien determina los tiempos, aunque ello sea criticable. La consecuencia de dilatar los procesos es la llamada ‘pena de telediario’, donde los venales acusan y condenan de antemano al presunto reo en función del interés político al que sirven o están atados.

Galimatías

En suma, todo este galimatías en que nos han metido los políticos desde sus intereses partiditas, parece que pretende llevarnos a la desafección, al desaliento, a la desesperanza y al convencimiento de que España es un desastre, un caos, que nos aboca al abismo y la ruina más absoluta, como ya planteó Feijóo cuando llegó, de rebote, a la presidencia del PP, dibujando un panorama económico tremendamente pesimista: «La situación es muy compleja. Ya no estamos hablando de síntomas, sino de hechos claros. Nos dirigimos, todavía con mayor intensidad, a una profundísima crisis económica», dijo. Estas palabras sembraron el desconcierto y la preocupación entre la ciudadanía, pero, por suerte, respondían más a un deseo que a un análisis racional de la situación real. Feijóo tiene poco futuro como profeta y una escasa capacidad de análisis. Era un mensaje desestabilizador que no se pudo sostener, aunque persista de forma soterrada en su discurso.

Oír las disertaciones que se prodigan en el Parlamento sí que nos lleva a la preocupación por la democracia. Cada miércoles ya sabemos que no se trata de aclarar nada sino de sembrar algo, implantar un relato de una realidad interesada, muy cuestionable, que consiga un propósito determinado. El discurso reiterativo del PP sobre la fragilidad de la coalición de gobierno, y los desencuentros con sus aliados, es ver la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio, pues sus gobiernos autonómicos ya han colapsado en su alianza con Vox que le anda a la caza y captura del voto, navegando, empujado en la popa, por los vientos del trumpismo que soplan desde allende el Atlántico. Mientras, en la cofa del mástil de mesana, Ayuso vigilante, observa la maniobra, e interviene según le interese, dando las orientaciones o advertencias oportunas, que el capitán asume sin rechistar y obra en consecuencia, no vaya a ser que acabe lanzado por la borda como ya le ocurriera al anterior.

Precipicio

Por tanto, el discurso sostiene que estamos al borde del precipicio, de la debacle inminente provocada por «el peor gobierno de los últimos 80 años», según diría un portavoz de Vox, aplaudido por el propio PP en esa guerra de asalto al poder. Todo va mal, todo es un desastre, todo es corrupción, el Gobierno es corrupto, etc. Yo no creo que el Gobierno de Sánchez sea más corrupto que el de Madrid, Andalucía, Valencia o cualquier otra comunidad autonómica. Habrá casos puntuales, no lo dudo y además están constatados, que ya andan en los juzgados, de los que esperamos una sentencia ejemplar, tanto en el ámbito central como autonómico.

Y de golpe, en este mar de desasosiego, confusión y tribulaciones, aparece un punto de luz que esclarece la pertinaz oscuridad. ‘The Economist’ sitúa a España como la mejor economía de la OCDE en 2024. La revista británica elabora esta clasificación a partir del PIB, la inflación, el retorno bursátil, el desempleo y el balance fiscal. Uno ya sospechaba, al tomar el pulso social, que aquel discurso no casaba con lo observado en nuestras calles. El consumo, los viajes, las calles, las terrazas, las ciudades tanto del interior como de la costa, llenas de turistas, etc. El flujo económico es considerable y cada vez se ven más españoles viajando por el mundo, cuestión que he constatado personalmente. Eso no quiere decir que no haya segmentos de la población que lo estén pasando mal, pues la macrocifras van bien pero la cosa está mal distribuida y persisten las diferencias, cada vez más amplias, entre pobreza y riqueza. Ahí están los problemas sobre los que hay que debatir…

Por eso hace falta una política donde la justicia social prevalezca, donde la distribución de la renta y los impuestos sea más razonable. Aquí es donde se da la clave. Sueldo bajos con menor coste de producción o sueldos altos con mayor capacidad de consumo. Una economía especulativa al servicio de grandes corporaciones o una economía humanista productiva al servicio de la ciudadanía. De eso se trata en el fondo, unos van por un lado y los otros por otro. De nuestro voto depende la dirección que se tome. Lo que se juega entre bastidores es el dominio del poder para reorientar la política en beneficio de unos cuantos o de todos.

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jueves, 5 de diciembre de 2024

La Constitución cumple 46 años…

 

Opinión | Tribuna

Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el día 05 DIC 2024 7:01

 https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2024/12/05/constitucion-cumple-46-anos-112333465.html

En los años 70 España estaba en una terrible diatriba. El tardofranquismo agonizaba y sabía que solo con un importante trasplante quirúrgico para desfalcar el pasado podría sobrevivir.

Los diputados, en pie, aplauden la aprobación de la Constitución en el Congreso el 31 de octubre de 1978. A la izquierda, en primer término, Leopoldo Calvo Sotelo; tras él, Felipe González. / EPE

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Ya hace 46 años… ¡Dios, como pasa el tiempo! Aquella mañana me levanté con otra cara, con otro humor, entonces yo tenía 27 años. Parece que al fin íbamos a poder decidir los españoles sobre nuestro futuro, aceptando el compromiso de convivencia de una Constitución Democrática, que permitiera cerrar el pasado y mirar al futuro. Digo cerrar, porque se admitió dejar el ayer en el cuarto oscuro, como si se olvidara el cubo de la basura que se debió tirar en su momento, con todas sus miserias e injusticias, pero sabiendo que allí seguía esa inmundicia. Tal vez, alguien, cuando viniera después queriendo limpiar la casa, se enfrentaría a esa mugre del pasado. Ahora no era conveniente despertar la ira y volver a las andadas, ahora había que permitir que la vieja generación se fuera extinguiendo para dar paso a otra que pudiera mirar atrás sin miedo ni culpa. Ya se buscaría la verdad con la maduración futura y pondría las cosas en su sitio, sin acritud pero con justicia; craso error, porque el pasado se proyecta siempre en el presente, y más si no fue bien cerrado.

Pasar página

A pesar de todo, la mayoría estábamos convencidos de que había que pasar página, aun a riesgo de volver a releer, más adelante, el libro de la historia. La historia la escribe el vencedor y luego deberán reescribirla los expertos, los doctos que la investigan sin apasionamiento partidista, sino con la sensatez y la racionalidad que permite aventarla para soltar el lastre y el polvo que fue acumulando, para que aflore la verdad por muy cruda que sea. Los pueblos, la gente, la ciencia, tienen derecho a conocer y vivir en la verdad de los hechos sin que nadie se la hurte.

El resultado de la Segunda Guerra Mundial había descolocado al régimen. En una “falsa” paz, quedaron dos bloques enfrentados, el mundo capitalista y el mundo comunista y, en medio, una España descolgada en tierra de nadie, pues habían sucumbido sus valedores. El general, fue hábil… ya lo creo que lo fue. Sabiendo que era un recalcitrante enemigo del comunismo y que la guerra fría le ofrecía la oportunidad de aliarse con el Tío Sam, todo poderoso, en contra de la tiranía estalinista, se ofreció como bastión de la lucha y le otorgó el poder de usar, y sufrir en nuestras carnes, las bases militares para intimidar al oso ruso. La cuestión era clara, y la condición precisa: que Zaragoza, Torrejón, Morón y Rota, junto a Gibraltar, fueran las bases donde occidente dispondría parte de sus huestes. Ya teníamos cinco “gibraltares”, uno inexpugnable inglés y los otros por acuerdo de sumisión a la potencia colonizadora, para que, a cambio, permitiera la supervivencia del régimen convertido en su lacayo.

En los años 70 España estaba en una terrible diatriba. El tardofranquismo agonizaba y sabía que solo con un importante trasplante quirúrgico para desfalcar el pasado podría sobrevivir. Ahora, las cosas estaban nítidas, volver atrás era imposible, una aventura involutiva de imposición militar semejante a la anterior, pero sin Hitler ni Mussolini, no tenía viabilidad alguna. Las fuerzas democráticas habían aguantado la descomposición del régimen esperando ver caer la fruta madura, apoyadas por Europa, las democracias de corte occidental y los movimientos sociales de oposición al régimen.

Trasplante

Entonces decidieron el gran trasplante, pero como no era posible, simularían la inserción de un corazón demócrata cambiándose la chaqueta; mas en el fondo persistiría en los adeptos al régimen el valor enraizado, troquelado por el pasado y la lealtad a su líder ya fallecido. Habían intentado la jugada del cambio sin cambiar, pero fue tan clara que no tragó nadie, ni de fuera ni de dentro. La jugada de Arias Navarro fue llamada “Espíritu del 12 de febrero”... ¿lo recuerdan?, pero no coló; el rey ya estaba adoctrinado y sabía lo que había si no quería perder el favor de occidente (sobre todo de USA), por tanto, abur a Arias Navarro que tanto nos impresionó con su doloroso llanto, y bienvenido a Suarez surgido del Glorioso Movimiento, pero consciente de que había que cambiar para seguir en el poder. Hábil sujeto que llevó a las Cortes del Régimen al harakiri en una trepidante sesión que acabó imponiendo la razón, pero preservando los derechos e influencias del pasado en el nuevo Estado… Cambia, camarada, para seguir ejerciendo el poder bajo otra camisa, dejando en el desván de los recuerdos la vieja camisa azul. Todavía colea…

En contraprestación, los otros, dejarían su bandera tricolor, su himno de Riego, sus muertos traicionados en las cunetas y su republicanismo para poder compartir ese poder de la nueva era en una monarquía parlamentaria. ¿Por qué no? En la vieja y pérfida Albión hacía siglos que funcionaba y en otros lugares de Europa también. De lo contrario, el fantasma de una nueva guerra, volvería a perturbar la vieja piel de toro; vale la pena renunciar a determinadas cosas antes de llevar a un pueblo a la muerte… Hubo que vencer muchas resistencias de la oligarquía, de los adeptos irreductibles en su lealtad al líder fallecido, de los militares y del catolicismo anacrónico que ya no podría llevar bajo palio al adalid de la cruzada.

La banca, con su dinero, y los políticos, sabiendo que el futuro estaba en Europa, comprendieron que había que saltar los Pirineos, integrarse en la CEE, insertarse en la OTAN, abrir las fronteras para subirse al carro del progreso y de la riqueza económica. Por tanto, había que pactar, neutralizar las pueriles y trasnochadas ideologías del ayer, sucumbir, controladamente, al empuje de las masas populares que, un día sí y otro también, clamaban en las calles por el cambio, por la libertad, por la justicia e igualdad entre los seres humanos, por el libre debate de las ideas, por la democracia y la soberanía popular idealizada… Hasta un amplio elenco de próceres religiosos, con el cardenal Tarancón a la cabeza, empujados, en buena medida, por aquellos llamados curas obreros, o curas comunistas para el régimen, apostaron claramente por el cambio en contraposición a los obispos amarrados al pasado del nacional-catolicismo (“Tarancón al paredón”, clamaban algunos nostálgicos de la incombustible fe católica).

Acuerdo

Había, pues, que llegar a un gran acuerdo, sí o sí, en un arreglo convergente para evitar males mayores. Entonces se gestó la Constitución a base de debate. Para mí, incluso visto ahora, fue una magnífica obra de consenso cargado de tensión, donde se echaban pulsos, se amenazaba con malos augurios y se negociaban puntos y comas, sentados en una mesa gente tan dispar como Gabriel Cisneros, Manuel Fraga, Miguel Herrero de Miñón, Jordi Solé Tura, José Pedro Pérez-Llorca, Miquel Roca y Gregorio Peces-Barba, los llamados padres de la Constitución, aunque fueron otros muchos los que directamente o entre bastidores marcaron el rumbo final. Pasar del Fuero de los españoles a una Constitución sólida, acordada y respetada por todos era complejo. No todos la votaron, algunos del viejo régimen la desecharon, la denostaron, creando tensión en Alianza Popular, la madre de nuestro actual PP tan constitucional, que estaba dividida respecto a apoyarla o no. Al final, salió el compromiso marcado por el interés del pasado, en un equilibrio casi inestable hasta que se consolidó tras el intento de Golpe de Estado de Tejero y la entrada en la CEE y la OTAN.

Ahora ya tiene 46 años y sigue prácticamente igual. Creo que habrá que llevarla al médico para tratar sus achaques. Tal vez tengamos que retocarla un poco para que se adapte a los nuevos tiempos, cambiarle la imagen, el ropaje y reconocer que su fisiología ya no es la misma, que a los 46 años y en otro contexto no se puede tener la misma mentalidad. Tiene que aprender a adaptarse a las nuevas tecnologías, al manejo de los nuevos instrumentos, responder a las nuevas necesidades y, sobre todo, darse cuenta de que sus hijos han crecido y que ya no puede hacer con ellos lo que le venga en gana, sino que debe tratar con ellos y consensuar cosas para seguir manteniendo la familia unida desde el respeto mutuo entre todos los miembros. Hablemos, pues, sin miedo y sin querer imponer, sino negociar cediendo para acercarse al consenso que justifica toda negociación.

Recuerdos

Hoy, en mi memoria, afloran los recuerdos de un ayer donde se fraguó el tránsito al futuro, al hoy, y se aprendió, por mi generación, que para entenderse no se ha de hablar con imposiciones, sino con el uso de argumentos que emanan del pensamiento racional, hasta convencerse de que “París bien vale una misa” siempre que no signifique la sumisión a alguien, la pérdida de la soberanía popular y los derechos que, como ciudadano, tiene todo ser humano… a veces hay que ceder algo para ganar uno y los demás. Valió la pena, sin duda valió la pena… y hoy, la pena, sería perder el sentido del encuentro, de la articulación de la interdependencia respetando esas diferencias que tanto enriquecen cuando se entienden como sinergias y no como elementos divergentes. Lo importante es no claudicar ante el absolutismo de los intransigentes, por mucho que alcen su VOX.

Por tanto, yo me atrevo a decir sin tapujos: ¡VIVA LA CONSTITUCIÓN! Pero, entendiendo, que una forma de cuidarla es no permitir que se haga vieja, renovándola y adecuándola a la realidad de cada momento, de lo contrario morirá de vejez y le faltará energía para dar respuestas de progreso a la vida social de nuestros pueblos… el espejo lo tenemos en otras constituciones de los países desarrollados y democráticos.

No se trata, pues, de articular la dependencia o independencia, sino la interdependencia. Esa es la palabra, el concepto, que hay que articular: INTERDEPENDENCIA, porque el mundo hace tiempo que dejó de ser una aldea para globalizar su interacción.

 

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