Yo, si fuera Felipe, pediría un referéndum.
Sí, sin dudarlo. No se puede gobernar a un país al amparo de la soberanía
popular obviando esa soberanía. De entrada, plantearía un nuevo marco de
convivencia, donde quedara atrás todo lo obsoleto que tiene el sistema actual.
Se cerró en falso la primera transición, tal vez porque no había otra forma de
cerrarla. Pero ahora, cuando la perspectiva histórica es otra, cuando los
intereses personales de gente implicada en un pasado marcado por la guerra, por
la muerte, el asesinato y el desprecio a la vida de los considerados enemigos, cuando
no queda nadie del ayer, de los
manchados de sangre directamente, y muchos del mañana, es conveniente pensar en
los que quedan, en los de un nuevo ciclo, en los que tienen derecho a vivir su
vida y estructurar su sistema de relación como demanda del sentir de una moderna
generación.
Cada generación tiene derecho a
vivirla en función del momento, del espíritu de los tiempos, de no verse
condicionados por el pasado de sus antecesores que andan a la defensiva y que
pretenden perpetuar un sistema anacrónico para el momento presente, un lastre
insoportable al no ser presentable ese pasado desde la mentalidad del presente,
vergonzoso pasado del que se ha de pasar página, dejando para la historia la
verdad, reivindicando que cada cual quede donde ha de quedar, honrando a los muertos,
pues los asesinos ya están desenmascarados.
El rey ha abdicado y con él debería
hacerlo toda una generación marcada por la primera transición. Ahora, cuando Podemos
y otros movimientos nacientes se reivindican políticamente, cuando aflora la
demanda de esa juventud de la que forma parte el mismo príncipe, cuando han
sufrido el desengaño en tanto su perspectiva de vida era halagüeña, con grandes
esperanza en sus estudios y niveles de conocimiento, con su desarrollo en el
dominio de las tecnologías, esa juventud, digo, que acabó en ser forzados al
exilio o trabajar en situación de semiesclavitud, solo cabe darle el
protagonismo que reclaman para fraguar un mañana sólido, su mañana. Lo de ayer
ha dejado de ser el elemento sobre el que ha de pivotar la vida y, sin olvidar
sus enseñanzas, se ha de pasar a una nueva dimensión.
Sé que el asunto es complejo, que
hay diferentes y muy variadas posiciones, que los intereses económicos, políticos,
ideológicos y de poder condicionan todo cambio, puesto que nadie está en
disposición de perder nada y sí de ganar muchos; pero si se quiere buscar la
convivencia, la gobernanza y la adecuación al momento y sus circunstancias, se
ha de empezar a dar el relevo, sin límite, desde el tan cacareado reconocimiento
de la soberanía popular. No podemos andar en la disonancia cognitiva de hablar
de soberanía popular y ejercer dictadura solapada desde el manejo y la
manipulación de los medios de comunicación, desde el adoctrinamiento y
aborregamiento de la ciudadanía.
Si creemos en esa soberanía ¿qué
mejor forma de confirmar o afianzar al rey o la república que preguntando al
pueblo? ¿Podrá este u otro rey, ejercer su reinado en confrontación con las
masas populares que lo rechazan si antes no ha tenido el respaldo democrático
del conjunto del Estado? Evidentemente no. Por tanto, si yo fuera Felipe,
pediría el referéndum…
Claro, que ya puesto, también
buscaría un consenso previo, como una oferta de un marco de convivencia nuevo,
donde cupieran todos y cada uno de esos ciudadanos. Analizaría los problemas
que verdaderamente afectan al Estado en su conjunto y especialmente a los
ciudadanos que, al ser soberanos, deben entender, comprender y compartir ese
marco donde no haya vencedores y vencidos, cosa tan poco habitual en esta
España nuestra. Esa sería mi aportación, mi tarjeta de presentación para
merecer la confianza de la gente… Pero ¿es ello posible?
Dicho esto, pienso que este país
tiene muchos frentes abiertos, y no hablo solo de la cuestión separatista de
vascos y catalanes, que son para mí de vital trascendencia, sino de justicia y
contrato social, mafia y corrupción, nepotismo, vileza y falta de calidad en
los que ejercen la política, rearme ideológico, manipulación, adoctrinamiento
anacrónico basado en un pretérito no muy lejano, heridas supurantes de un
pasado no superado, democracia real…
Hoy día, da la sensación de que el poder
no está para servir al pueblo sino a quienes lo ejercen. Cuando se pagan los
impuestos se queda uno con la impresión de que es un tributo para sostener al
entramado que conforma la estructura de ese poder, para pagar salarios, prebendas
y privilegios de una casta política que cada vez se aleja más de la realidad
social. Hacienda no somos todos. Es esa amarga sensación de que hemos dejado de
ser soberanos para convertirnos de nuevo en súbditos de su graciosa majestad y su
gobierno, que paga sus impuestos para mantener el estatus quo piramidal que nos
gobierna.
A esto se le ha de dar la vuelta.
No sé si será con rey o sin rey, pero lo verdaderamente importante es que el
pueblo se defina, que determine cómo se ha de instrumentalizar la gobernanza
del país. Si hablamos de república, que se nos diga de qué tipo de república,
de cómo se estructura, de cómo ha de ser su funcionalidad. No quiero una república
bananera, más bien una que se acerque a postulados de la ideología de base
donde se sustenta la idea de la república verdadera. La monarquía debe tener su
chance, pero ¿cómo justificarla en una era donde lo que se exige es el respeto
a la soberanía popular? Solo cabe, bajo mi punto de vista, que sea aglutinadora
y capaz de ofertar ese marco de convivencia que convenza a la mayoría de la ciudadanía.
En conclusión, que si el nuevo rey
quiere reinar en paz, ha de someterse al criterio y aprobación de los
ciudadanos y, de camino, ofertarles esta segunda transición hacia la verdadera democracia.
De lo contrario será más de lo mismo y persistirá el desencuentro entre las dos
Españas, como viene siendo habitual.
Referendum, pues, y un proceso de
revisión de la Constitución para adaptarla a los nuevos tiempos pensando en el
ciudadano en su conjunto y no en los territorios, el dinero y en el beneficio
de la banca y las multinacionales a los que se les está entregando la llave del
futuro económico y social de este jodido mundo que nos quieren implantar.
Pida Sr. Príncipe que le refrenden,
con el voto, la mayoría de los españoles y, de lo contrario, dé paso a la III
República, al fin y al cabo su principal preocupación es España y su gente,
supongo…