El 25 de
noviembre de 2020. Día Internacional contra la Violencia de Género, es un
excelente momento para reflexionar sobre el tema, pero como debe haber grandes
expertos expresando con mayor profundidad y conocimiento sus argumentaciones y
consideraciones sobre el asunto, yo me limitaré a plasmar otra visión desde la
perspectiva de un machista residual.
Pero ¿qué
es un machista residual? os preguntaréis. Pues veréis; yo acuño este término
para aquellos que fuimos educados en el más puro machismo del franquismo; los
que fuimos sometidos y formados en un endiosamiento del hombre como ser
superior a la mujer, relegándole a ella a tareas de orden y responsabilidad
inferior en relación al matrimonio, aunque se venerara a la solícita madre que
ejerciendo esa sumisión nos colmaba de atenciones. Por tanto, se elevaba a la
mujer a instrumento o complementariedad al hombre, dado que ejercía de mujer
objeto de deseo y satisfacción sexual, criada, cuidadora de los hijos,
transmisora de virtud y de ejemplaridad en sus conductas domésticas, sociales,
religiosas y morales que, indudablemente, no
es poco, si no fuera porque era una exigencia e imposición social y
moral de un mundo machista.
El machismo
viene marcando al mundo desde tiempo inmemorial, dado que el hombre ocupó casi siempre
los lugares de poder (lo de Cleopatra y otros casos fueron excepcionales). La
mujer fue un elemento secundario en la vida y en el ejercicio de ese poder. Las
religiones ya la enmarcan y marcan como de segundo orden. El propio Génesis le
otorga un tratamiento… confuso e impreciso se podría decir; veamos lo que dice
el Génesis:
- “1:27 Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer”. Podríamos deducir que la primera alusión al hombre lo hace en sentido genérico y que los crea al unísono, varón y mujer, pero luego dice:
- “2:18
Después dijo el Señor Dios: No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle
una ayuda adecuada”. Hay aquí, desde mi condición de inexperto en estudios
bíblicos, una contradicción o, tal vez, una aclaración del procedimiento cronológico
de esa creación… es decir, que primero crea al hombre y luego a la mujer para
que este no esté solo.
- Los siguientes versículos, siempre transcritos desde la Biblia Católica, nos indican el procedimiento seguido: “2:21 Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío”; “2:22 Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre”; 2:23 El hombre exclamó: "¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre".
Es esta última
interpretación la que yo siempre oí en mi infancia y formación religiosa, por
lo que se deducía que, de algún modo, la mujer era del hombre pues había salido
de él y fue creada para que no estuviera solo, o sea como un complemente al
hombre para su felicidad o compañía. Curiosamente el cura, cuando celebraba el
matrimonio, decía: “Esposa te doy y no esclava...” era una aclaración necesaria
para que el marido no la sometiera a abusos y la tratara bien. En aquellos
tiempos de los años 50 y 60, recuerdo la canción del preso número 9, que era
una exaltación del varón que mataba a su mujer por haberla encontrado en la cama
con otro hombre… porque era suya y no del otro.
Hecho este
paréntesis de alusión bíblica, que creo de especial importancia por la
influencia que ha tenido en el mundo judeocristiano, volvemos al tema del
análisis del rol de la mujer en aquella época del nacional catolicismo. La esposa estaba sometida a ese halo que
enmarcaba a la mujer ejemplar donde se incluía, de forma muy especial, la
fidelidad, hasta el punto de que una mujer adúltera perdía toda consideración y
era desposeída del hogar y de la patria potestad de los hijos. Sin embargo, el
hombre escapa a ello y se podía permitir ir de putas, tener amantes, presumir
de ello públicamente y se le consideraba un macho ibérico, un hombre envidiado
y presumido. La mujer llegaba a tal estado de sumisión que, por ejemplo, no
podía abrir cuentas bancarias por sí misma. Para que tengáis una idea de la
filosofía del rol de la mujer en el matrimonio solo tenéis que ver el
adoctrinamiento a que eran sometidas mediante las ideas que se difundían desde
la Sección Femenina dirigida por la hermana de José Antonio, Pilar Primo de
Rivera.
Begoña Barrera
realiza un exhaustivo estudio sobre la Sección Femenina, que publica Bajo el
título: La Sección Femenina (1934-1977). Historia de una tutela emocional; un
libro para entender cómo se adoctrinó a las mujeres durante el franquismo,
donde Begoña sustenta que: “Las
identidades que fabricaba la Sección Femenina eran sumisas y dóciles. “Respecto
al régimen, por supuesto. Y, también, respecto a la masculinidad”. El propósito
de la sección femenina era “devolver a las mujeres al hogar”. También,
desmontar la cultura política republicana que había permitido el reconocimiento
de sus derechos”. Begoña, resume todo este proceso de adoctrinamiento en el
concepto: Tutelar… de eso se trataba, de tutelar a la mujer en el proceso de
adoctrinamiento orientado a la sumisión al régimen, a la iglesia y al marido.
Se cuenta
la anécdota de un sujeto que teniendo una mujer de considerable belleza,
visitaba burdeles; un amigo le preguntó cómo teniendo una mujer tan bella
acudía a casas de lenocinio, y este le respondió: “Porque respeto a mi mujer y
yo no voy a pedirle ni permitirle hacer lo que yo hago con esas perdidas”.
Por tanto
teníamos dos tipologías bien diferenciadas, que se podrían resumir en: el
hombre dominante y la mujer sumisa. Luego en la intimidad, las cosas podían
cambiar, pero en las conductas sociales estaba mal visto que este orden se
alterara, degenerando en el concepto de machorras y calzonazos. Es más, se
educaba a la mujer para que fuera transmisora de esa cultura de sumisión y
servilismo a la familia, para formar en ello a sus hijas.
En este
contexto, los varones también éramos educados en esta forma de pensar desde
niño. O sea, ya nos instalaba, metafóricamente, un software o programa con el
machismo incorporado. Luego, la evolución social, cultural y educativa nos
acercó, a muchos de nosotros, al concepto de igualdad de género, por tanto al
de feminismo. Para quien no lo sepa y ande con dudas e interpretaciones del
significado de feminismo, les diré que la RAE, nuestra Real Academia de la
Lengua, define el feminismo con dos acepciones: “1) Principio de igualdad de
derechos de la mujer y el hombre y 2) Movimiento que lucha por la realización
efectiva en todos los órdenes del feminismo”. Por tanto, feminismo no
es el polo opuesto del machismo, ni es comparable en los términos de objetivo contrapuesto,
como se nos quiere hacer creer por algunas ideologías de corte machista, sino
el derecho de la mujer a ser tratada como igual al hombre en todos los sentidos
y el movimiento social que lo reivindica, sean mujeres u hombres quienes lo integren.
El
feminismo militante fue la reacción natural para la exigencia de esa igualdad
que describe la RAE referida al concepto. Lo que implicó cambiar, en muchos
aspectos, el chip que se nos había introducido con la educación infantil. El
feminismo, pues, no ha de ser una lucha o posicionamiento solo de las mujeres
sino de todos aquellos que busquen la cumplimentación de la idea de igualdad
real entre hombre y mujeres.
Pero
centremos el tema en el constructo machista
residual, como ya mencioné. Cuando a uno le introducen en el coco programas
o formación circunscritos a un pensamiento machista, y luego aparece la razón
crítica y el discernimiento personal, integrado en un proceso evolutivo donde
el concepto de igualdad de género prevalece como justo objetivo a conseguir,
nos sometemos a un hándicap importante, como es la ruptura con los esquemas del
pasado, que subyacen en el subconsciente, instalados por la educación recibida
en la infancia, y puede aparecer un conflicto interno entre estos y lo deseado
racionalmente para ajustarnos a los nuevos tiempos y a la lógicas de la razón
justa.
La cuestión
es que, en la mayoría de los casos, hemos tenido que ir modificando nuestras
conductas y actitudes anacrónicas para adaptarnos a esa igualdad que se manifiesta
como justa. El proceso ha pasado en muchos casos, por acoplamientos a lo largo
de la relación matrimonial y la redefinición de roles intrafamiliares. Por tanto, persiste un machismo residual, en
tanto subyace en nuestro subconsciente los esquemas del pasado, aunque estén
escondidos en las abisales profundidades de nuestra memoria, tapados con la
pesada losa de la razón que los descalifica y rechaza… eso explica que a veces
surja el ramalazo de la estructura machista en muchos de nuestra generación,
tanto en hombres como en mujeres, puesto que persisten una subliminal aceptación
de los viejos roles de género, al menos de los menos conflictivos con el
compromiso de tareas y su distribución. En cada matrimonio se ha producido un
proceso de adaptación, mediante un acuerdo tácito y/o verbal, que ha llevado a
consolidar la convivencia en este nuevo orden relacional. Luego, según cada
caso y la disposición crítica de cada sujeto, los cambios habidos serán
variables, dependiendo da la capacidad de cada cual para adaptarse o no a esa demanda
de igualdad de género, en la línea que ya estableció la propia ley, aunque no
se haya conseguido en su integridad.
Machistas residuales, en mayor o menor grado, somos los hombres de mi generación (incluso las mujeres que asumieron sus roles del pasado). Prefiero pensar así porque me facilita la autocrítica y el análisis con mayor profundidad de mis propias actitudes y conductas. El feedback es una buena herramienta para tomar conciencia de las realidades ocultas que siguen persistiendo al analizar nuestras conductas. Esperemos que con nuestra partida al otro barrio se acabe el machismo residual, pero me temo que se sigue sembrando en la juventud actual y que va a costar algo más erradicarlo. Solo la constancia y perseverancia en la consecución del objetivo permitirá alcanzarlo...