He de reconocer que ando contrariado, por no decir
cabreado. Pero no solo con Sánchez, sino con todos los políticos del arco
electoral.
No necesito más propagando. No quiero más engañifas.
No acepto guerras de relatos descalificadoras de mi sentido común y mi capacidad
analítica personal, para venderme culpas ajenas y exonerar las propias. Todos,
sin excepción, se han equivocado, unos más y otros menos, llevando esto al
límite, cerrando las puertas del acuerdo. No negaré nunca los duros procesos de
negociación, los desencuentros en tales situaciones, las controversias y demás
avatares de dicho proceso, eso es estrategia política. Pero cuando tras el
inicio de un proceso negociador, que pretende llegar a acuerdos de gobernanza,
se concluye sin ellos, acaban mostrando su incompetencia política, su incapacidad
para acordar democráticamente las soluciones a los problemas de la ciudadanía
que deben asumir esos gobiernos. Entonces el político pasa a ser parte del
problema, en lugar de parte de la solución.
Tremendo el espectáculo entre PSOE y Unidas Podemos
en todo el procedimiento negociador. Error tras error, suspicacias, desconfianzas,
filtraciones, vetos, cuerdas demasiado tensadas, descalificaciones,
manipulaciones y juegos malabares, que acaban mostrando la imposibilidad de
acuerdo con estos mimbres. PSOE y UP, que parecían estar muy cerca, acaban demostrando
lo lejos que se hallan… y lo que es más, la lucha soterrada por el espacio
político que siguen manteniendo y, tal vez, ese pudiera ser el miedo de
Sánchez, que esa lucha entrara en el Consejo de ministros y dinamitara su
liderazgo. Les ha faltado sosiego, templanza, respeto mutuo. No han sabido, o
querido, crear un clima que facilitara las cosas, que permitiera el encuentro.
Mal, muy mal…
La derecha, en minoría, ha ido a lo suyo, no le
pidan sentido de Estado, son minoría y eso los ubica en una posición de poca
carga de responsabilidad. Las han ido viendo pasar… las peticiones de Sánchez,
posiblemente enmarcadas en la lógica de los poderes fácticos, han sido la voz
que clama en el desierto. ¿Quién se va a abstener? El que lo haga será
anatemizado como indigno de representar a la derecha.
Al PP, destrozado en las elecciones anteriores y
temeroso del “sorpasso” de Ciudadanos, se le han ido aclarando las expectativas
de futuro, sobre todo, por la torpeza de un Rivera veleta e irracional, que pide
lo imposible para reclamar su espacio en la derecha más recalcitrante, renunciando
a la esencia del partido, que se fundó para evitar precisamente lo que ahora está
pasando. Además, se erigió en defensor de la limpieza, en el blanqueador de la política
española, en la alternativa a la corrupción y al despilfarro, y ahora resulta
que pacta con un PP marcado por esa corrupción, que apoya a Ayuso en Madrid, cuando
ya estaba bajo sospecha, que sostiene a gobiernos regionales con tanto o más
lastre de corrupción que el PSOE andaluz al que sí tumba.
El ego de Albert Rivera le ha llevado a traicionar a
su propio partido desde antes de las propias elecciones, cerrando el paso al
PSOE, que es una de las partes con las que, por principio, estaría obligado a acordar.
Ha empujando para provocar un acuerdo del PSOE con aquellos a los que él
esperaba tildar de antipatriotas, de extremistas peligrosos, de bolivarianos hijos
de Marx, de defensores del terrorismo etarra, etc. para justificar ese veto, sin
comprender que si están en el Parlamento es porque la Constitución los ampara.
Lo curioso, y eso va en beneficio de Casado, es que
se ha aglutinado en el propio PP la significancia política del proyecto de
derechas en el que han ido confluyendo. Ha sido el eje de los acuerdos de la
trinidad, lo que da un mensaje claro respecto a dónde se ubica el centro de la
derecha (he dicho centro de la derecha, que sería el percentil 75 del espectro
político real, siendo 100 el extremo final de la derecha), lo que le permitirá
emitir un claro mensaje de eficacia para todo el conjunto de los tres partidos,
aglutinando el voto útil. Eso, a estas alturas, Rivera, lo sabe y en su torpeza
no se percató de que estaba pasando ese fenómeno, lo que le llevará a un
trasvase de votos a diestra y siniestra; a la diestra porque será un voto útil y
a la siniestra por su identificación con la derecha corrupta del PP a la que
tanto habían cuestionado y por lo que ya se han ido importantes militantes
históricos y fundadores y por su tolerancia o pacto tácito con VOX.
El PSOE, que no ha pactado, por mucho que insista el
señor Rivera, con los independentistas, que no ha llegado a acuerdos con
Podemos, será una alternativa para determinadas capas de votantes de Ciudadanos
ubicadas en el centro. El problema de Rivera es que, tras mostrar su
desagradable forma de ejercer la política, insultante y descalificadora (la
banda, el peligro del cuarto oscuro, el reparto de sillones y su teatro y otras
lindezas), poniendo cordones sanitarios a partidos de tanta o mayor solvencia democrática
que el suyo, negando el diálogo al que califica de traición, y no respondiendo,
de forma insultante, a las citas del candidato a la presidencia según establece
la propia constitución, a la que tanto dice defender, acaba acorralado por sí mismo.
Es patético ver, primero, su demanda para pactar con los líderes regionales en
las comunidades autónomas, a los que les piden que renuncien a su jefe y asuman
el 155… vaya estupidez irracional, solo entendible si se trata de un iletrado
constitucional. Y segundo, esta salida de última hora, donde, en plan de absoluta
veleta, resuelve abrirse a pactar con su satanás privado, con el demonio de
Sánchez como él lo ha ido definiendo, y le pone tres condiciones para salvar su
cara ante la debacle que se le avecina. Este hombre, con todo el respeto que
pueda merecer, me parece trastornado por su propia incongruencia, cosa que, posiblemente,
hará frotarse las manos al resucitado Casado.
VOX, por otro lado, sabe que, reconstruidas las
fuerzas de su referente, o sea del PP, sus resultados pueden ser muy inferiores
a los que tiene ahora, si los de Casado saben vender la moto y ganarse los
votos que se le fueron a VOX.
El independentismo ha sido sensato. Sabedores de que
nadie iba a pactar con ellos, han mantenido una posición poco beligerante, incluso
facilitadora del acuerdos entre la izquierda, que podría ser la menos lesiva
para sus intereses de sosegar las cosas, de momento.
Yo me pregunto: ¿Ha fallado el multipartidismo? ¿Cuánta
gente añora el bipartidismo? ¿Tenderemos de nuevo al viejo sistema dual de reparto
de poder? Creo que sería un error y que, exigiendo a los incompetentes
políticos actuales, que aprendan a pactar desde la policromía ideológica que
sustenta el multipartidismo, sería interesante esa mayor presencia de la
diversidad enriquecedora, al menos resultaría más democrática por una
representatividad más extensa.
Concluyo, como empecé: No quiero propaganda, no
quiero engañifas, no quiero oír a los planteamientos tóxicos que siembran odio
y confrontación irracional. Tengo derecho a que me dejen pensar tranquilo sobre
la orientación de mi voto, que, por supuesto, va a entrar en la urna, como siempre.
Nunca renunciaré a mi “derecho a decidir”, ese que ejerzo cada vez que
introduzco mi papeleta en la urna. El sobre esté preparado, la papeleta con el sentido
de mi voto será introducido cuando estime conveniente. No te dejes engañar, vota
y ejerce tu derecho a decidir libremente.