jueves, 15 de septiembre de 2016

80 aniversario de un desastre humano en mi pueblo


Tumba con los restos de los fusilados 
Hoy 15 de septiembre, se cumplen 80 años de uno de los hechos más lamentables y luctuosos que se dieron en la historia de mi pueblo (Cuevas de San Marcos). Las tropas, por decir algo, pues eran una banda de caballistas organizada por falangistas y otros voluntarios, acompañados de un capitán, dos oficiales y tres soldados, entraron en el pueblo en una segunda intentona (la primera fue fallida resultando dos muertos por las defensas milicianas en la zona del puente Armiñán). La entrada, ya sin resistencia, fue de extremada violencia y se produjeron asesinatos que aún hoy pesan en la memoria de los pocos supervivientes que quedan. La represión posterior duró tiempo y fueron "eliminados" muchos otros sospechosos y opositores a la ideología de los rebeldes.

Como mi intención no es otra que dejar constancia histórica de los hechos y rendir homenaje a los vilmente asesinados por las tropas rebeldes y sus acólitos, no encuentro nada mejor que recurrir a un testigo excepcional que en su memoria sin sombra relata valientemente los hechos.

Todos los años, por estas fechas, me vienen a la mente aquellos sucesos trágicos, que mi madre, viva aún, con el miedo metido en la piel, me relataba. Por eso y a modo de homenaje, en 2010 colgué en mi blog un recordatorio (cliquea aquí para ver el enlaces) para que no se olviden las barbaridades que pueden  acometer los seres humanos, sean del bando que sean, pues en los dos se dieron, aunque en mi pueblo no hubo muertes producidas por los republicanos gracias al buen hacer de algunos vecinos, con el alcalde socialista a la cabeza (Francisco Pérez Sánchez), que supieron controlar la ira de algunos dispuestos a ello. Ojalá nunca se vuelvan a repetir aquellos nefastos hechos y jamás se dé otra guerra cargada de tanto odio como aquella…

Dejo, pues, la palabra a José Terrón Arjona que, no habiendo cumplido aún los 12 años, vivió aquellos momentos tan trascendentes.
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-ENTRADA DE LAS TROPAS GOLPISTAS:
ETAPA DE VENGANZA Y SANGRE-

(Nota: Copia textual y fiel del libro: MOMERIA SIN SOMBRA (Relato vivido de hechos y aconteceres en cuatro décadas de la historia de Cuevas de San Marcos) de José Terrón  Arjona, páginas 81, 82 y 83.)
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El día 15 de Septiembre de 1936 las tropas nacionales, como ellos se definían, no encontraron resistencia para entrar en el pueblo. Todos los de alrededor ya estaban bajo su mando, solo quedaba éste y estaba medio vacío, casi todo el mundo se había ido a los campos. Ya silbaban las balas por el pueblo cuando salían los últimos milicianos del cuartel; fueron Manuel López Martos "el Casarón" y José Arroyo, los dos iban con sus fusiles; mi madre les preguntó que adonde iban, y le dijeron que a la Sierra, que allí tenían un mortero. Nosotros nos fuimos a la casa de "la Pintá" (hoy la tienda de Alberto), pues esta parte del paseo era muy peligrosa y las tropas buscaban el centro del pueblo.

Entre las 10 y las 11 de la mañana ya estaba el pueblo en manos de los invasores; las fuerzas eran casi todas de Caballería y el resto venían en camiones, ya estaban informados de que no habría defensores. Al mando de las fuerzas venían el capitán López Tiendas, dos oficiales y tres soldados (la única quinta en activo era la del 35), todos los demás eran voluntarios del régimen que se habían organizado en Lucena, Cabra y algunos pueblos cercanos. Fueron los que más daño hicieron, para vengar a sus dos compañeros muertos en el tiroteo del Puente.

El primer asesinado fue Bautista Burgos, que vivía a la entrada de la calle del Pozo, fue abrir la puerta de su casa y dispararle. El segundo fue Juan Ramón "el de los Climas" en la calle San Juan. Dos casas por debajo de éste mataron a "los Guitarros" padre e hijo, de 75 y 41 años, éste soltero, dejando solas a dos mujeres de avanzada edad (posteriormente dijeron que había sido una equivocación).

El mando militar se alojaba en casa de Dolores Luque Prado – “la Sacristana", y el cuartel quedó como puesto de mando con los seis guardes civiles que se habían llevado dos meses antes, que se habían pasado de bando y vinieron a la toma del pueblo (las mujeres, que se habían quedado aquí también volvieron al cuartel). Los jefes estuvieron 5 o 6 días, y siempre contaron con la información de unos pocos chivatos del pueblo, comenzando una etapa muy sangrienta.

Recuerdo que eran sobre las dos del mediodía cuando vino al cuartel una mujer con un brazalete blanco. Estaba en mi puerta y le contaba a mi madre que venía para que le dieran un papel para poder traerse a sus familiares que estaban en La Membrilla. Esta mujer era Concepción Hidalgo Martínez "la Canaria", de 33 años, y en el cortijo estaban también su marido José Benítez Campos y los tres hermanos "Pesares", marido y cuñados de una hermana suya. Enfrente de ella se encontraba un pequeño grupo de Caballería, con los caballos amarrados en la baranda de la Iglesia, estaban desmontados charlando de sus fechorías; con ellos estaba "el Pollo", de Encinas Reales, casado con una mujer del pueblo y que había sido municipal con el régimen republicano. "La Canaria" habló con él y le informó de todo lo que pretendía. "El Pollo” le dijo: ¡Vete tú tranquila que nosotros los traeremos al cuartel! La mujer marchó y "el Pollo" le dijo a sus compañeros: ¡Por Revientacostales llegaremos muy pronto! ¡Sí! Llegaron y los mataron a todos, incluida Concepción que estaba embarazada. Ninguno de los asesinados tenía por qué temer, el mayor de ellos era Francisco Senciales de 59 años, y el más joven Emilio Carrasco Burgueño de 16 años. ¡Qué héroes! ¡Que hazaña más cruel e indigna! ¡Matar a un grupo de personas sin que puedan defenderse!

Ese mismo día en la Cruz Roja, metido en cama y herido por la bomba lanzada días antes, estaba Antonio Benítez "Patasa". Esos días no había médico ni practicante, el mancebo de la botica era el encargado de curarle, pero eran tan pocos los medicamentos que tenían que la herida de la pierna se gangrenó. Era el único que se encontraba en el local; desde el cuartel fueron allí cuatro o cinco "valientes" que lo sacaron de la cama y lo mataron a golpes en el patio, sin disparos. Yo no fui testigo, pero por el patio de la casa contigua, de la casa de "los Sandungos", que estaba separado por una pared muy deteriorada y con agujeros, y además era más alto (con lo que era difícil ver que estaban vigilando), la hermana de "Patasa" y Prudencia "Sandungo" lo estuvieron viendo todo. Esto lo sé porque estuve muy ligado a esta familia, de aprendiz de carpintería, y casi todos los días se refería este episodio tan dramático y cruel.

No quiero dejar en el olvido a otro joven que también murió en esos primeros días víctima de la Caballería; solo tenía 16 años, su nombre José López Pérez "Fajablanca". Ese día se encontraba en el campo guardando cabras: después de unos días de búsqueda su familia lo encontró muerto, había sido fusilado.

Y así continuaron en los días siguientes; todos los que encontraban en el campo y otros que sacaban de sus casas, en la pared de la Torre que da al cuartel, de pie y esperando un juicio que era muy corto: el trayecto del cuartel al cementerio.
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Lápida con el nombre de los 15 fusilados
 el día 15 de septiembre de 1936
Gracias, José, por dar fe de lo ocurrido y visto por ti. Hay algunos matices, como el segundo apellidos de Concepción Hidalgo, que creo que era Porras según la lápida del cementerio, u otras nimiedades que no le restan importancia o crédito al relato. Yo aconsejo la lectura de tu libro para que la gente sepa algo más de nuestra historia desde la crónica de una persona que vivió esos momentos. Cuevas tiene derecho a conocer su pasado, ya sin acritud, pero con la necesidad de la verdad de los hechos. Hoy debemos llorar todos, desde el recuerdo, las muertes causadas en nuestro pueblo de la mano del dogmatismo y el totalitarismo ideológico, hace ya 80 años. Se perdona, pero no se olvida, porque el olvido es la peor de las injusticias, sobre todo cuando aún viven familiares de los asesinados que guardan celosamente el recuerdo de esas muertos y el sufrimiento posterior, cuando ser familia de los represaliados ya era de por sí una marginación y un señalamiento vergonzoso en una sociedad que criminalizaba al vencido.


lunes, 12 de septiembre de 2016

La Tormenta y la alianza con la luna


(Relato poético en remembranza)


Allá por 2009, en pleno invierno y estando en mi casa del pueblo, se desencadenó una tormenta con gran aparato eléctrico, viento y lluvia torrencial. Ello sirvió de inspiración para este poema descriptivo de esa vivencia, al que titulé La Tormenta. Después escribí un pequeño relato en prosa poética aludiendo a la alianza con la luna, aquella que me permitió derrotar a la tormenta y volver a gozar de la plácida lectura y el sosiego de la chimenea.


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El gélido viento en la calle,
ruge una amenaza,
cabalga incesante sobre los tejados
y araña las tejas con su desvergüenza.

Tocando en la puerta, de forma insistente,
pretende que caiga en su trampa,
mientras yo, plácidamente, me doy a la lectura,
al amparo del cálido fuego de mi chimenea,
y al ver su bravata,
busco refugio en mi bodeguilla,
esperando, a ver lo que pasa.

Se siente burlado y apremia,
se busca aliados y ataca con fuerza,
la lluvia torrencial le apoya
golpeando insidiosa sobre la ventana.

Por unos momentos
la estancia cae presa de un rayo de fuego,
que ilumina la suave penumbra,
en una promesa de luz engañosa
que lleva a la farsa.

El viento y la lluvia se escudan en ella,
para espiarme desde la ventana.
el trueno arrogante ruge con firmeza
pidiendo que le abra la puerta.

¡Qué extraña alianza!
¡El viento, la lluvia,
el rayo y el trueno en una partida
me buscan la cara,
queriendo pasar dentro de mi casa!

Más yo, precavido, atranco la puerta,
cierro la ventana, corro las cortinas
y pido resguardo al ardiente fuego;
y para matarles y ahogar sus gritos,
su insidiosa ira y colérica rabia
busco otra alianza,
elijo la suave ternura y melódica savia
que cure mi miedo desde una guitarra,
al final conformo una colosal fuerza
que atruena en el aire a lomos de un aria.

La plácida mano,
dada por la voz de soprano,
de la Sarah Brigthman,
me empieza a dar alas,
retomo la fuerza y le planto cara,
a ritmo de “Winter in July”
me enfrento de nuevo a tanta amenaza.

En último esfuerzo reclamo a la luna,
que está en las montañas,
dominando el cielo,
sobre la tormenta,
para que destruya y espante su saña.

La luna,
escuchando a Sarah en “figlio perduto”,
se siente sensible y apoya la causa;
con un soplo inmenso le rompe las alas al viento,
que herido de muerte, dando un alarido,
vuelve a la montaña.
Y todos cansados de no lograr nada,
se rinden a esa extraña danza que vuela en el aire,
que les amenaza.

El viento se ha ido,
el trueno no clama,
la luz cegadora del rayo se apaga
y el agua se alía y empieza una danza
llevada por las suaves notas que salen del aria.

La paz vuelve luego y reina el sosiego
sembrándose una dulce calma.
Mientras Sarah canta,
la lluvia le crea una melodía de música sacra,
el fuego palpita en una extraña danza
elevando al cielo su cálida llama,
como si quisiera llegar a la luna a darles las gracias,
y la hija del viento,
en brisa montada,
roza suavemente sobre la ventana
queriendo pasar a compartir cama.

En la bodeguilla entra la bonanza,
la rítmica lluvia me canta,
la brisa acompaña,
el fuego me arropa y Sarah,
con voz de soprano, me da su compaña
y calma mis miedos
haciendo de madre benigna y afable.
Y vuelvo a mis sueños montado en mi libro,
volando de nuevo hacia la utopía
mediante las alas de mi fantasía.

Para celebrarlo me sirvo una copa
y, en brindis al aire, voy dando las gracias
por haber vivido en estos momentos,
por sentirme libre,
por haber logrado imponer la calma ante la amenaza.

¡Ay! si la luna, con Sarah y mi libro, me dieran la fuerza
para darle fin a tanta bravata,
a tanta patraña,
a tanta injusticia que hoy nos espanta
y nos arrebata la esencia del ser,
de su fina alma,
que amenaza al mundo y la convivencia
desde la avaricia junto a la jactancia.

Cuevas de San Marcos, 1 de febrero de 2009



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Mi alianza con la luna

Te preguntarás cómo conseguí el apoyo de la luna para vencer a la tormenta del poema. Veras, estaba, en mi bodeguilla, leyendo un libro de Eduardo Punset, titulado “El alma está en el cerebro”. Con fondo musical de Sarah Brightman interpretando “Hijo de la Luna”, merodeaba alrededor de una frase: “Puede que a usted le resulte doloroso, pero debemos darle una mala noticia: está usted lleno de prejuicios”, pensando hasta qué punto esos prejuicios condicionaban mi visión de la vida, mis reflexiones y conclusiones sobre cualquier materia, evitando mi asepsia analítica. En esto estalló la tormenta.

La luna dormitaba plácidamente sobre esponjosas nubes, escrutando las estrellas, mientras escuchaba a la Brightman. Todo era paz y armonía y el flujo de la melodía la transportaba a sus fantasías en un vuelo imaginario sobre la voz suave que surgía de la bodeguilla. Ya sabéis lo sensible y sentimentaloide que es la luna. Ella protege y ampara a los enamorados, respeta su amor en la sombra, se amaga entre los árboles y juega, vergonzosamente, al escondite dando una suave luz que hace todo más bello y excitante. Desde su soledad, siempre soñó con ser madre, por lo que ampara el amor en una proyección armoniosa de sus deseos más frustrados.

Aquella vieja historia sobre la infidelidad de Zeus con Alcmena, con la que se identificó (sabéis que Alcmena significa “poder de la luna” en griego antiguo), engañando a Hera, de la que nació Heracles, le había traumatizado. Hermes se lo había arrebatado violentamente a Alcmena de su regazo y anduvo buscando a Hera para que le amamantara, pero la leche de esta se derramó y formó la Vía Láctea. Desde entonces, la luna, andaba triste y afligida buscando a Heracles en los lugares más recónditos del universo para alimentarlo como si fuera su hijo. Por ello estaba tocada. La Brightman, con “Hijo de la Luna”, le estaba llegando al alma y la tormenta torpemente interfería el flujo de la melodía. Su resignación era evidente, y comprendía que era una circunstancia normal en pleno invierno.

Y yo, ahí, fui más listo. Le puse “Winter in July” (Invierno en Julio) y quedó descentrada. Sin darse cuenta cayó en el engaño y pensó que no era febrero, que era julio, que estaba siendo usurpada la noche veraniega y que la tormenta había roto el pacto rasgando la plácida noche con su exabrupto estruendoso de locura.

No se percató de que tras ella no vigilaba la Vía Láctea con sus millones de ojos nocturnos, con su polvo de estrellas, con su maternal disposición a orientar y dirigir al caminante en las cálidas noches veraniegas, esperando paciente a que Heracles pudiera nutrirse. Incluso llegó a pensar que Heracles, el hijo ilegítimo de Zeus, llevado por Hermes, había succionado la leche esparcida de Hera desvaneciéndola, lo cual le agradaba pensando que al fin se nutría.

Entonces empezó a enfadarse con la perturbada tormenta y, poco a poco, hinchó su pecho de cólera y le gritó que se fuera, que no era su tiempo y que ahora tocaban las plácidas noches, que guardara su energía para el crudo invierno. Al sentir el grito imperativo de la luna entendí su disposición a prestarme su ayuda. Esta alianza sería definitiva para derrotar a la tormenta, para ahuyentarla junto al viento, la lluvia y el trueno, para conseguir la calma y el sosiego que le diera serenidad a mi íntima noche y poder seguir mi lectura y reflexión con el Punset.

Entonces, en un momento de inspiración, le puse “Figlio perduto”. Su reacción fue inmediata. Estando tocada por “Hijo de la Luna” y engañada por “Winter in July”, este último impacto le fue irresistible. Su enojo subió de tono considerablemente y en un arrebato de ira, rayando en la locura, arremetió contra el viento quebrándole las alas. El viento ofuscado y confuso, pensando que no era respetado su tiempo, nada pudo hacer contra ella y le abrió camino hasta mi ventana. Luego se marchó esperando aflorar en otra ocasión, clamando venganza. Lo demás ya lo sabes, ya te lo he contado, te lo dije antes.

Desde entonces, al mirar la luna, me siento su cómplice en un tácito acuerdo, en el que le pongo música y ella fantasía cuando me la encuentro. Ahora, en las noches claras, me voy de paseo y por el camino nos lanzamos guiños por entre las nubes, nos tiramos besos en plena armonía, como enamorados esperando que no llegue el día. Y te juro que, si yo pudiera, la acompañaría durante la noche, a buscar a Heracles, pensando que posiblemente se encuentre en Tartessos, abriendo el camino a las naves, que permita el paso a esa extraña tierra que mentaran tanto Timeo y Critias, esa tierra ignota, la de los atlantes.




sábado, 10 de septiembre de 2016

La Aceña


Vista de la Aceña desde Montenegro
(Relato en remembranza de los años 50)

Mirar hacia atrás es revivir la vida; tal vez por eso exista la nostalgia, que es esa tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida, pero que, mirándolo en su parte positiva, desde la madurez, permite reactivar las emociones que ya se vivenciaron en su día. Además la remembranza tiene un valor muy importante, pues uno elige la parte de la vida que quiere recordar y revivir, que suele ser siempre algo agradable, aunque lo desagradable, que también puede ser recordado y, siguiendo las propuestas psicoanalíticas, pretendería superar el trauma que lo causó a través de la evocación del pasado, es como si quedara pendiente la liquidación de un conflicto del ayer que debió superarse en su día. Pero yo voy al primer caso, es decir a recordar mi infancia con sus partes bellas y gratificantes o, al menos, aquellas que prevalezcan sobre las lamentables.

Noria actual que riega la parte baja de la Aceña
La foto primera de las huertas de la Aceña, tomada desde la cumbre de Montenegro, ha sido el revulsivo que me ha llevado al recuerdo. Fue tomada hace algunos años, cuando solía hacer senderismo y buscar lugares con vistas panorámicas, intentando descubrir la espectacularidad de las imágenes y perspectivas desconocidas. Como puede verse, el río Genil abraza la zona a modo de protección, como si fuera una herradura, tal vez la de la suerte, que con su brazo de agua la nutre y alimenta. La noria canaliza el agua sustraída al caudal del río para fusionarse con la tierra dando vida a los frutos de la huerta.

Pero la casa y huertas de mi familia no estaban en ese entorno, sino en la parte abierta de la herradura, elevadas sobre el río, lo que impedía usar el agua para el riego, del que disfrutaban las huertas de los Bernardos, Lara y compañía. Las otras familias, como los Cosarios, se nutrían de albercas alimentadas por veneros, sometidas a acuerdos de uso y propiedad del agua. Tal día le tocaba el riego a uno y tal otro a otro. Recuerdo la alberca nutrida por un caño de agua fresca que era fuente de vida, pues proporcionaba agua potable a los habitantes del entorno mediante el uso de cántaros y recipientes para transportarla a casa, a la vez que su embalsamiento permitía el riego sistemático de las huertas del lugar.

Las huertas… la huerta era para mí un paraíso pues yo vivía en una aldea de la Roda, donde no tenía acceso a espacios similares, por lo que cuando visitaba a mi familia (allí vivian mis tías Dolores y Brígida, mi tío Mariano y mi tía Teresa con mi abuelo hasta que murió, rodeados de mis primos y primas) era todo una fantástica experiencia. Cambiaba la forma y el fondo de vida, el cariño y afecto de la familia, la alimentación, el juego y diversión, los baños en el río, los paseos por la tierra, el trillo de la era con su parva y los hombres aventando las mieses. Qué experiencia más alucinante era dormir en la era en las noches de verano. Jamás volví a ver un cielo tan claro y poblado de estrellas, con su vía Láctea, o Caminito de Santiago como refiere el Códice Calixtino. En aquellos tiempos uno no sabía casi nada del firmamento y cómo, en todas las culturas, fue un motivo mágico para interpretar el cosmos y su influjo en la vida de los seres humanos. Qué belleza y fantasía hay en la interpretación de la mitología, cuando dice que la vía Láctea se formó con el reguero de leche de la diosa Hera desparramada por el cielo cuando se negó a amamantar a Hércules niño, producto de la infidelidad de su esposo Zeus con la mortal Alcmena. Con estas cosas, te tumbas bocarriba, miras el cielo y le das rienda suelta a tu imaginación, liberándote de las presiones de este mundo, refugiado en las estrellas por unos instantes con un vuelo prodigioso y mítico.
 
Sentado en el borde de la vieja alberca
Pero vuelvo a la huerta y dejo la era. La huerta me recordaba, dentro de mi candidez, al paraíso terrenal. Había frutales variados como cerezas, peras, membrillos, granadas, ciruelas, cermeñas, manzanas y una linda higuera sobre el brocal, que temerariamente se asomaba al agua dando sombra casi a la totalidad de la alberca. Esa higuera era lugar común de juegos mientras nos deleitábamos comiendo higos a horcajadas de sus ramas con el riesgo, no consciente, de caer sobre el agua y darnos un baño forzoso, nada desechable en pleno y caluroso verano. Los frutos tropicales, tan de moda hoy día, no se conocían ni cosechaban en aquellos tiempos.
 
Excelentes tomates cultivados por mi primo José
En las eras crecían, alimentadas por el riego, un interesante número de hortalizas. Como tomates, berenjenas, pimientos, melones, sandias, ajos, cebollas, lechugas, zanahorias, calabacín, pepino, etc… Pero uno de los productos más deseados era el tomate, que al abrirse por la mitad y ponerle sal refregando las partes para la disolución, era un bocado exquisito. Si a ello sumamos la accesibilidad al consumo de fruta, ya me dirás si aquello no era un paraíso para los críos, que no veíamos el esfuerzo y el trabajo que requería el cultivo y cuidado de la huerta.

Recuerdo la vereda que llevaba de las casas a la alberca, estrecha y siempre amenazada por el zarzal indómito, escoltada por frutales en sus bordes y acariciada melosamente por la acequia a cuyo borde pugnaba por sobrevivir la mata del TE. Era dificultoso transitar en algunos tramos del camino ya que frutales y zarazas, en su pugna por dominar la zona, ocupaban el espacio obligando al transeúnte a inclinar la cerviz a modo de sometimiento ante la lucha de la naturaleza.

Desde la perspectiva actual se ve claramente que no eran tiempos fáciles, sin agua en las casas, sin servicios sanitarios que te remitían al uso del muladar, sin acomodos y confortabilidad y escasez de enseres del hogar. Eran tiempos difíciles, pero el niño, en su inocencia, no llegaba a comprender el agobio que tanta dificultad producía en sus padres. A pesar de todo, la vida tenía su encanto, la casa encalada y blanca, su suelo empedrado con cantos rodados del cercano río, la chimenea encendida y adornada con morcillas ahumándose, el corral con las gallinas dando huevos y carne, mientras que la cabra aportaba leche, los conejos carne y el cerdo era un gran reciclador pues hacía de los desperdicios excelentes jamones y demás derivados; el burro pacía en la cuadra a la espera de su turno de trabajo, mientras perros y gatos merodeaban en continuas esquivas para evitar encontrarse en conflicto… era un conjunto ecológico donde compartían espacio y hogar los seres humanos y los otros seres que, en su alianza, nos hacían la viuda más fácil desde su arcaica connivencia.

Casas de la familia en la actualidad
El calor en las noches de verano te arrojaba de la casa y buscabas en la puerta, sentado en la silla de aneja, una ligera brisa que paliara el sofoco. Mientras los mayores charlaban y fumaban, los críos jugábamos o nos quedábamos embelesados con las historietas y cuentos que nos relataba un espontáneo con vocación de narrador, o más bien narradora, pues eran las mujeres las que, desvinculándose de la charla de los mayores, se aliaba con nosotros con su voluntad de asombrarnos con sus relatos de tradición oral. Eran temas de fábulas, de amores, bandoleros, pugnas y reyertas, o de cuentos, que nos hacían interesarnos por el pasado y la historia permaneciendo con la boca abierta. ¡Cuánta bondad había en aquellas relatoras!

La casa de mi abuelo tenía una explanada empedrada delante; una parra escuálida, a juego con la penuria de aquellos tiempos, que se esforzaba denodadamente en ofrecer unas escasas hojas que nos protegieran de las agresiones del sol, adornando unos raquíticos racimos de uvas que eran más un ornamento que un fruto comestible, en un intento de ganar el favor de mi abuelo para no ser eliminada por incompetente. El botijo de agua fresca, del que había que beber a chorro… y pobre del que chupara el pitorro, se ofrecía como forma de apagar la sed y las amenazas del calor. Todo ello a la espera de que una ligera brisa suavizara la calurosa noche, que una vez superada invitaba al descanso en un catre con colchón, en algunos casos, relleno de crujientes panochas, o de lana de borra.


Yo, hoy, a la vista de esta foto, volé buscando en el pasado reflejos diferentes de un humanismo tan ausente, de una forma de vida en valores distintos. La tecnología nos apartó de la naturaleza, le volvimos la cara y le mostramos un desprecio que nos puede costar caro, pues la tierra es la madre de todo nuestro sustento. Nos satisfará hasta su último aliento, pero si no somos capaces de encontrar la belleza y las emociones que conlleva su trato, si el amor a la “Pacha mama” se diluye y muere, también será nuestra sentencia de muerte. El hombre forma parte de un todo, y si no lo respetamos y conservamos no seremos nada, porque “el todo” nos habrá abandonado y entregado a la nimiedad.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Si hay que ir se va, pero… ir “pa na” es tontería.


(Una propuesta para desbloquear la situación)

Ir a terceras elecciones solo tiene sentido si tuviéramos la garantía de que de ellas surgiera la solución final, pero es posible que ello no se dé, ya que volveríamos a tener los mismos actores, posiblemente enrocados también. El asunto es complejo en tanto hay tres bandos irreconciliables, que se han ido fraguando a lo largo de los últimos meses con esa promesa de pluralidad en el Parlamento y de “acabose el bipartidismo”.

Por un lado está el PP marcado por una trayectoria que lo avoca al aislamiento, salvo el apoyo condicionado y desconfiado, según Rivera, de Ciudadanos. Han sido años de intransigencia, de absolutismo, de falta de diálogo, de prepotencia, de manipulación de datos, de falsa solución a la crisis, de descontento popular, que le ha llevado a perder millones de votos y quedar a merced de aquellos a los que despreció. Pero además, hay un factor determinante en cualquier país democrático, como es la sombra de corrupción, no digo la sombra sino la evidencia que se transmite desde la propia justicia. Es complicado para cualquier partido explicar el apoyo a un candidato salpicado y manchado por tanta putrefacción en su entorno. Rajoy se muestra ya como un posible cadáver político tras su fracaso en la investidura.

Por otro un PSOE con un entorno ambiguo, con su patio interior inquieto y sometido a continuas interferencias de los “popes”, como González, que se resiste a tirar la toalla de su vieja autoridad. Al borde del camino esta agazapado Podemos, esperando el menor fallo para arrebatarle el electorado en una circunstancias de descontento social por la derechización de la socialdemocracia, que no ha reaccionado en defensa de los pueblos ante la crisis. El gato escaldado del agua fría huye, y Sánchez salió escaldado de la anterior investidura fallida y no se fía de Iglesias.

Por otro lado, el propio Podemos está enlazado con los  intereses de los independentistas y su apoyo al referéndum de autodeterminación, cosa que pone de los nervios a un PSOE constitucionalista con el que, tal vez, cabría negociar una reforma constitucional con una ley de claridad sobre el tema antes de tirarse al barro. El PSOE no tiene claro si Iglesias puede ser su aliado leal o un Caballo de Troya que le arrebate el reino de Priamo.

Luego, los nacionalistas e independentistas. Los catalanes ya no hablan de derechas o izquierdas, sino de referéndum e independencia. Pueden romperse, como ya pareció suceder en la elección de la mesa del Congreso, pero eso tal vez fue un espejismo. Mientras, los vascos andan resentidos con un Rajoy, que los ignoró en la legislatura anterior y, como siempre, pidiendo contrapartidas, como es lógico.

Ciudadanos, ya dejó claro que es la bisagra, pero bisagra que gira hasta cierto tope para el que fueron creados. Sus condiciones las determina la imposibilidad de mezclar agua con aceite. Pero en un recipiente puede haber agua con aceite sin mezclarse para elevar al corcho que flota y acercarlo al nivel requerido. Es posible si no hay marejada de fondo. Ciudadanos es un enigma en sus giros de bisagra, por no decir de veleta en función de los vientos que reinen.

Y uno se pregunta: ¿Con este galimatías es posible una salida sin tener que ir a otras elecciones con posibilidad de más de lo mismo? ¿Y ahora qué? Veamos: Bajo mi modesta opinión la vuelta a la candidatura de Rajoy ya no tiene sentido. Ha sido rechazado en su investidura y, siendo democráticamente consecuente, debería dar un paso atrás y permitir opciones diferentes. En primer lugar, como es natural, apoyando a otro candidato de su propio partido que pudiera reunir los avales necesarios. La solución en este caso pasaría por negociar un acuerdo mucho más amplio, que permitiera fraguar un programa de gobierno, que recogiera parte de los compromisos electorales de los partidos que lo apoyaran. Tal vez aquí, bajo la presión del Comité Federal, claudicaría el PSOE intentando, antes, el lavado de cara.

La alternativa fallida en la investidura de Sánchez la pasada minilegislatura sería otra opción, pero veo muy poco probable la coexistencia pacífica entre Podemos y Ciudadanos, salvo que asuman la teoría de la no mezcla del agua y el aceite, sirviendo solo como elevador del corcho hasta el nivel requerido, pero sin mezclarse.

Por otro lado, no creo que el PSOE se avenga a pactar una alianza con Podemos y los independentistas si ellos no aparcan hasta mejor ocasión su reivindicación, cosa poco probable, bajo mi criterio. Para ello tendría que ofrecer, al menos, promesas para un mañana y eso cargaría los dardos envenenados que le lanzarían las derechas constitucionalistas, sembrando entre sus filas el desconcierto y la posible sedición de Susanas, García Pages, Fernández Varas, etc. Como dice la canción: “Hace falta valor”…

Difícil me lo fiáis; pero si estamos en un sistema democrático donde hay independencia de poderes entre el judicial, legislativo y ejecutivo y, además, el señor Rivera ha declarado que Montesquieu ha vuelto con su Espíritu de las Leyes, no sería  malo que esa independencia se mostrara en todo su esplendor, o sea en todos sus sentidos. El Judicial juzga, el Parlamento legisla y el Gobierno gobierna sin interferencias no como hasta ahora, pues el Parlamento no ha dejado de ser la voz de su amo, máxime si el amo del partido mayoritario era el Presidente del Gobierno.

En este sentido creo que hay una solución meridianamente clara: Un Gobierno sin ninguno de los líderes de los diferentes partidos, que deberían dedicar su tiempo a resolver los problemas de España desde la discusión en el Parlamento, como parlamentarios que son, pactando soluciones y emitiendo leyes que resolvieran los distintos conflictos que nos atosigan, y así dar solidez a un sistema de convivencia entre los pueblos de España, incluido el debate referido a la  modificación constitucional, y los términos en que debe hacerse, para canalizar la demanda de esa segunda transición tan necesaria, sin el peso de la losa que supuso el quebrar la voluntad de los seguidores del viejo régimen.

Un nuevo rey y una nueva etapa, con una nueva juventud, requiere una nueva transición o acoplamiento constitucional desde la soberanía popular, que consolide cuarenta años más de convivencia, donde se consensue la educación, la sanidad, la política exterior, la estructuración de Estado e, incluso, el tratamiento a nuestra historia reciente. Hay que romper el anacronismo y el anclaje al pasado para mirar al futuro trabajando en el presente.

Así pues, propongo un Gobierno presidido por una persona solvente, con capacidad de diálogo, equilibrado y razonable, capaz de gestionar y aglutinar opiniones desde las divergencias y de implementar las leyes que emanen del Parlamento. Tal vez alguien con capacidad de abstracción para elevarse sobre el actual bloqueo y ver las cosas con más claridad, donde la premisa mayor este por encima de las otras. Tal vez un metafísico con actitud filosófica ante la vida centrada en el ser humano. Propongo se invista para presidente a un sujeto de la talla de Ángel Gabilondo, o similar, que encaja a la perfección, bajo mi punto de vista, en este planteamiento que hago.

Esta es la opinión de un ciudadano de a pie, ya jubilado, que vio con ilusión como se rompía el bipartidismo, pensando que se podría controlar y corregir el absolutismo de las mayorías mediante el diálogo y que ha visto la incompetencia de los líderes políticos para ejercer el noble oficio de la política desde la concepción y el respeto democrático. Yo no quiero volver a repetir mi voto, porque será el mismo, pero si se ha de ir se va, aunque ir “pa na” sea tontería…




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