Parece que mi blog se ande secando, cual árbol que en otoño se deshoja; mas, a veces, surgen brotes en atemporales primaveras que recuerdan la existencia de la vida en eclosión. Hoy vengo a publicar mi conferencia, dictada en el 17º Encuentro de poetas y narradores, en Punta del Este, Uruguay, titulada: “ABRIENDO PUERTAS EN EL XIX. Gertrudis Gómez de Avellaneda“. Aproximación a su vida y obra.
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Buenas
tardes: Ante todo quiero agradecer la invitación de los organizadores de este
destacable encuentro que, en su magno objetivo, pretende enlazar las dos
orillas de ese grandioso océano que separa nuestros continentes, a los que besa
con la caricia de sus olas mientras trae lejanos ecos de hermanamiento entre
los hombres y mujeres de ambos lados. Quiero agradecer también, la presencia de
todos ustedes; para mí es un placer poder compartir mis humildes conocimientos
con tan doctos contertulios.
He
de manifestar, previamente, que no soy, ni me considero, autoridad literaria,
puesto que mi actividad intelectual en la docencia universitaria y en mi propia
profesión, va más enfocada a los aspectos de la psicología social y la salud
mental, siendo la literatura, y mi proyección de escritor, consecuencia de un
interés especial por el libre pensamiento.
En
este sentido, mi singular atracción hacia Gertrudis Gómez de Avellaneda, viene
dada por su figura como mujer luchadora, preclara, escritora en su sentido más
amplio, en un mundo de hombres, en la España convulsa del siglo XIX, donde dejó
su impronta, su impacto en una sociedad misógina en gran medida, y anacrónica
en muchos de sus planteamientos, si bien en esa sociedad convulsa se sembraba
la semilla del progreso intelectual importada de otros lares, que fue cuajando profundamente
en parte del mundo intelectual.
Para
su presentación tomo las palabras de M.ª Ángeles Ayala Aracil (Universidad de
Alicante): “ Gertrudis Gómez de Avellaneda fue considerada en su tiempo como una
de las mejores expresiones del movimiento romántico. Su vida y su obra siguen
interesando a los estudiosos actuales, tal como se aprecia en los numerosos
trabajos de investigación publicados en estos últimos años. Sus personales
circunstancias biográficas, su apasionado carácter, su generosidad y su marcada
rebeldía frente a los convencionalismos sociales, que la llevó a vivir de
acuerdo con sus propias convicciones, la apartan de la mayoría de las
escritoras de su época, convirtiéndola en precursora del movimiento feminista
en España. Escritora con un corpus literario amplio en el que se alternan
poemas, leyendas, novelas, dramas y artículos periodísticos de indiscutible
calidad…”
Por
tanto, me interesa también, sobremanera, su personalidad y su forma de vivir la
vida desde su concepción romántica de la existencia, modulada por su espíritu
luchador y reivindicativo de la igualdad y la justicia. De ello quiero
hablarles en estos minutos: de su vida y obra, de su personalidad y avatares en
aquel mundo machista y misógino del siglo XIX, al que debió hacer frente con su
indómito carácter y temperamento, lo que le ocasionó no pocos problemas.
La España del XIX
Tal
vez, sea conveniente, para hacernos una idea de qué se encontró ella cuando
llegó a la metrópolis, hablar de esa España, agónica en su imperio y rebelde e
idealista, iluminada en sus movimientos liberales por el Siglo de las Luces.
Mi
admirado Benito Pérez Galdós, en sus Episodios Nacionales, nos deja novelada
la historia e idiosincrasia de su tiempo. Una España, a la vez, mezquina y
generosa, libertaria y absolutista, progresista y retrógrada; donde se batían a
muerte en guerras fratricidas defendiendo derechos dinásticos que implicaban
posicionamientos ideológicos, políticos y religiosos.
En
1805, tras la batalla de Trafalgar, España pierde su poderío naval y sigue en
decadencia militar. La llamada Guerra de la Independencia la pierde España,
quedando en ruina y destrozada, puesto que los intereses de ingleses y
franceses entraban en colisión con los de España.
Fernando
VII, el deseado en 1814, el año en que nace Gertrudis, es un fiasco y pasa a
ser el rey Felón. Traiciona su juramente de acatar la constitución de Cádiz, al
que se había visto empujado por el levantamiento de Riego, y, tras el trienio
liberal, reclama ayuda a Francia, que le mando los 100.000 hijos de San Luis,
para restaurar su absolutismo. Durante 10 años, hasta la muerte del rey, se
produce una atroz persecución de los liberales y todos aquellos que fueran
considerados enemigos del rey. A esta etapa se le llama la década ominosa.
Este
rey felón, cuando muere deja la cuestión sucesoria más complicada aún. Su
hermano Carlos reclama el trono por derecho en base a la ley Sálica de 1713;
mas Fernando promulga la Pragmática Sanción para anularla, al no tener
descendencia masculina, lo que coloca a su hija Isabel, con tres años aún, como
heredera al trono, por lo que su esposa, madre de la futura reina, María
Cristina de Borbón, ejerce como regenta hasta la mayoría de edad.
Estalla
una guerra civil, en la que los defensores de la monarquía tradicional
absolutista, el catolicismo conservador y el foralismo, al grito de “Dios,
Patria y Rey”, van a la lucha contra los “Cristinos”, llamados así por ser
partidarios de la reina regente Cristina de Borbón, de ideología más abierta o
liberal.
La
primera guerra se inicia en 1833 y concluye en 1840 con el abrazo de Vergara
entre los generales Maroto y Espartero, quedando relativamente rendidos los
Carlistas, aunque muchos de sus militares se integraron en el ejército liberal
con su grado y sueldo.
Después
habrá dos guerras más, aunque menos virulentas y más cortas; (1946-49),
(1872-76), y varios alzamientos carlistas (1855, 1860, 1869 y 1900).
Este
es el panorama que se encuentra Gertrudis a su llegada a España en 1836 desde
un punto de vista político y social. Una guerra civil, inestabilidad en los
gobiernos que cambian con frecuencia y un gran debate social entre liberales,
con sus adláteres, enfrentados a conservadores y absolutistas.
No
obstante el mundo cultural y de la literatura es fructífero, como consecuencia,
entre otros, del proceso social que se vive y de las inquietudes literarias del
momento. La década ominosa exilió a grandes personajes de la intelectualidad
española y estos trajeron, con la muerte del rey felón, las nuevas tendencias y
corrientes que se daban en Europa, sobre todo el romanticismo como expresión
literaria.
Pero
volviendo al tema, para dejar constancia de la marginación e infravaloración de
la mujer en el mundo literario, a lo largo de los últimos siglos, me he
permitido extraer estos datos de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes,
donde se relacionan los autores fundamentales de la Literatura Castellana:
Siglo
|
Hombres
|
Mujeres
|
%
|
Nombres
de mujeres
|
XI-XV
|
12
|
0
|
0
|
|
XVI
|
17
|
1
|
5%
|
Santa
Teresa de Jesús
|
XVII
|
21
|
0
|
0
|
|
XVIII
|
13
|
1
|
7%
|
María
Rosa de Gálvez
|
XIX
|
20
|
5
|
20%
|
Tula
Avellaneda, Concepción Arenal, Rosalía de Castro, Rosario de Acuña y Emilia
Pardo Bazán.
|
XX
|
26
|
4
|
13%
|
Carmen
Conde, la primera mujer en la RAE, Carmen Laforet, Soledad Carrasco y Ana
María Matute
|
Aproximación a la biografía de Gertrudis Gómez de Avellaneda
La
figura de María Gertrudis de los Dolores Gómez de Avellaneda y Arteaga
(1814-1873) es singular. En el contexto de esa España referida, Gertrudis
(Tula) es un ejemplo del poder reivindicativo de la creatividad y la libertad
femenina. Una voz que clama contra las costumbres anacrónicas de una España misógina
y decadente que relega a la mujer al papel de madre y esposa. Fue una de las
mejores expresiones del movimiento romántico. Pero se le identifica también
como precursora del feminismo, abolicionista y rebelde, crítica con la sociedad
imperante.
Su
biografía ha sido recogida por numerosos escritores y escritoras, incluso por
ella misma en la autobiografía que le envía a Ignacio de Cepeda al comenzar con
él su intercambio epistolar allá por 1839 y otra que escribe para publicar en
el periódico La Ilustración, el año 1850. Por tanto, me limitaré a dar unas
pinceladas sobre ella.
Su infancia
Gertrudis
nace el año 1814 en la localidad cubana de Puerto Príncipe, hoy Camagüey. Era
hija de Don Manuel Gómez de Avellaneda (1764-1823), un capitán de navío
español, nacido en Constantina (Sevilla), y de Doña Francisca de Arteaga y
Bentacourt (1790-1854), respetable dama de abolengo, descendiente de vascos españoles
y canarios (Obsérvese la considerable diferencia de edad entre ambos, 26 años).
Su
infancia transcurre felizmente hasta que muere su padre en 1823 causándole gran
dolor y quebranto dados los lazos afectivos que les unen. Se sentía orgullosa
de los altos valores morales de su padre y de la alcurnia de su madre, lo que
le permitía sentirse superior. Tuvo la oportunidad de recibir una educación
esmerada y de desenvolverse en un ambiente cultural muy superior al habitual.
Creció pensando en el teatro, interpretando con sus amiguitas, leyendo obras
dramáticas como si fuera una adicción.
A
resaltar su relación con las hermanas Carmona, de las que ella misma comenta:
“Nuestros juegos eran representar comedias, hacer cuentos, rivalizando a quien
los hacía más bonitos, adivinar charadas y dibujar en competencia flores y
pajaritos.”
Otro
gran quebranto le produce el casamiento de su madre, en ese mismo año, con el
militar español, de ascendencia gallega, destinado en Cuba, D. Gaspar de
Escalada y López de la Peña, matrimonio que Tula nunca acabará de aceptar.
Su
familia le preparó matrimonio con un pariente hacendado que, tras un tiempo,
ella rechazó, causando un importante conflicto familiar. Durante este tiempo se
producen los flirteos con Loynaz, un joven al que alude en sus cartas a Cepeda.
La partida de Cuba
En
1836 decide la familia trasladarse a España. Desembarcan en Burdeos y de allá
se trasladan a Galicia. A su salida de Cuba escribe el soneto Al partir cargado
de añoranza, que reproduzco a continuación:
¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
la noche cubre con su opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.
¡Voy a partir!... La chusma diligente,
para arrancarme del nativo suelo
las velas iza, y pronta a su desvelo
la brisa acude de tu zona ardiente.
¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
tu dulce nombre halagará mi oído!
¡Adiós!... Ya cruje la turgente vela...
el ancla se alza... el buque, estremecido,
las olas corta y silencioso vuela.
Instalados
en Galicia, surgen desencuentros con la familia de su padrastro, que la
consideran una señorita mal criada, irreverente y poco hacendosa, le llaman la
Doctora y la llegan a acusar de atea por leer a Rousseau y sabihonda con
ínfulas de grandeza, cuestión que ella misma transcribe en su autobiografía a
Cepeda.
Se
refugia en el amor de Francisco Ricafort, hijo del Capitán General de Galicia D.
Mariano Ricafort Palacín y Abarca, al que se refiere como “noble, sensible, desinteresado, lleno de honor y delicadeza.” Pero
la asimetría de sus talentos y las exigencias de este para que abandonara el
mundo de las letras le llevan a romper la relación, oportunidad que le da la
partida de Ricafort a la Guerra Carlista.
Estancia en Sevilla
Agobiada
por la problemática familiar y la dificultad en la convivencia, decide
trasladarse con su hermano Manuel a Sevilla, la tierra de su padre, a la que
él, en vida, ya tenía la intención de volver.
Era 1839 y empezó a destacar en los círculos literarios de Sevilla,
Cádiz e incluso Málaga, apoyada por Alberto Lista y Manuel Cañete.
Conoce
a Ignacio de Cepeda y Alcalde, joven estudiante de leyes con quien vive una
atormentada relación amorosa de la que hablaremos más adelante de forma más
precisa.
En
Sevilla es donde da a conocer su drama teatral Leoncia.
|
Alberto Lista |
Marcha a Madrid y a la fama
En
1840 se trasladó a Madrid y pronto comenzó a frecuentar los círculos literarios
a los que concurrían los poetas románticos más conocidos: José de Espronceda,
José Zorrilla, José Quintana, Juan Nicasio Gallego, Fernán Caballero; con los
que entabló duradera amistad. En aquellas tertulias, como señala María Luz
Morales en su Libro de oro de la poesía en lengua castellana, fue
"desaforadamente elogiada por los críticos de su época".
En
ese mismo año de 1841 vio la luz su novela Sab, aunque según la propia
Gertrudis se escribe en Galicia entre 1836 y 1838, que es considerada por
muchos como la primera novela de la literatura castellana en la que se hace
presente el tema de la esclavitud, a la que critica abiertamente.
Para
José María de Cepeda, tataranieto de Ignacio de Cepeda, con esta obra “… la
Avellaneda aportó, además, a la novela española y europea del siglo XIX el
ambiente caribeño, bastante desconocido en estas tierras… un tono melancólico y
lánguido…”. En todo caso muchos la consideraban poseedora de un romanticismo
ecléctico.
Llamó
la atención en los círculos madrileños, donde se cultivaba el romanticismo, la
belleza y ademanes de "Tula" siendo la admiración de todos,
sorprendidos por la profundidad e independencia de sus juicios y el dinamismo y
actividad que mostraba. Bretón de los Herreros llegó a exclamar: "¡Es
mucho hombre esta mujer!".
Aparece Tassara
En
1844 publica numerosos artículos en periódicos y revistas, y, también, su novela
Espatolino, así como estrena su drama
Munio Alfonso. En este tiempo aparece Gabriel García Tassara, un poeta
sevillano afincado en Madrid, al que se entrega, tal vez dando fluidez al amor
contenido por Cepeda, que dejó en Sevilla (es más, ella, en la carta nº 31, le solicita
a Cepeda que indague sobre la familia y el prestigio de Tassara en Sevilla,
pues una amiga suya está interesada en conocer esa información; algo debió
hacerle dudar sobre la personalidad e intenciones de su pretendiente).
A
pesar de ello, la Avellaneda queda embarazada, él se marcha sin querer saber
nada, pues, puede que su soberbio objetivo fuera solo conquistar a la diva.
Ella queda sola, y es vilipendiada como madre soltera, mientras da a luz a su
hija María (Brenhilde para ella). Su hija muere a los pocos meses y Tassara no
se digna acudir a conocerla, a pesar de las cartas desgarradoras que ella le
remite pidiéndole venga a conocer a su hija. Es cuando escribe a Cepeda: “Envejecida a los treinta años, siento que
me cabrá la suerte de sobrevivirme a mí propia, si en un momento de absoluto
fastidio no salgo de súbito de este mundo tan pequeño, tan insignificante para
dar felicidad, y tan grande y tan fecundo para llenarse y verter amarguras.” Yo
denoto aquí una actitud depresiva con pensamiento suicida.
En
1851, cuando Tula ya es viuda, aparece Tassara y mantienen una relación como si
antes no hubiera pasado nada entre ellos, intercambiándose libros con total
naturalizad, pero la conducta de Tassara marcó esa relación. El orgullo herido de
Tula le lleva a prohibir a Cepeda que mencione su nombre a Tassara, cuando este
le dice que quiere hablar de ella con su antiguo amante.
|
Gabriel García Tassara |
Primer matrimonio
Ante
las mil adversidades que la causó Tassara es receptiva a la propuesta
matrimonial que recibe de un hombre respetado y político prestigioso,
gobernador de Madrid, D. Pedro Sabater. Era 1846 y la Avellaneda decide
contraer matrimonio con él buscando la serenidad y el sosiego de su espíritu.
Mas la felicidad dura poco, a los tres meses, cuando realizaban un viaje por
Francia, fallece en Burdeos de una enfermedad que ya acarreaba.
En
su desespero se retira a un centro espiritual y allí escribe el Manual del
Cristiano y posteriormente compuso dos elegías que son de lo más destacado de
su obra poética.
Elegía I
(Después
de la muerte de mi marido)
Otra
vez llanto, soledad, tinieblas...
¡Huyó
cual humo la ilusión querida!
¡La
luz amada que alumbró mi vida
un relámpago fue!
Brilló
para probar sombra pasada;
brilló
para anunciar sombra futura;
brilló
para morir... y en noche oscura
para
siempre quedé...
De nuevo a Madrid
Repuesta
su fuerza regresa a Madrid, siendo recibida con cariño y entusiasmo por sus
amigos de los círculos literarios. Entre 1849 y 1853 estrena siete obras
dramáticas: Saúl (1949), Flavio Recaredo (1851), La verdad vence apariencias,
Errores del corazón, El donativo del diablo y La hija de las flores (1852); La
aventura (1853), reedita sus poesías y en el Seminario Pintoresco Español
aparecen dos nuevas leyendas: La velada del helecho y La montaña maldita.
Candidata a la RAE
En
1853, a la muerte de su mentor, Juan Nicasio Gallego, y movida por el éxito de
sus producciones, presenta su candidatura a la RAE, pero el sillón Q mayúscula
fue ocupado por un hombre, rechazando su candidatura los misóginos académicos
de entonces, siendo otorgado a Antonio Ferrer del Río. Se dice que Juan Valera,
a pesar de ser su seguidor y que sería académico en 1862, puso como excusa que
“su enorme culo gordo no cabría en ninguna de las sillas”, curiosa misoginia
para un sujeto que vivía con su madre. Incluso, al escritor José Zorrilla, se
le adjudica una frase más contundente donde dice que la mujer que escribe era
“un error de la naturaleza”.
Y
no fue hasta 1979 que una mujer pudiera entrar en la RAE, Carmen Conde. Antes
había quedado también desechada Emilia Pardo Bazán. Y María Molinier,
lexicógrafa y autora de su diccionario, tampoco lo fue, pues optando a la letra
B mayúscula, se la otorgaron a Emilio Alarcos en 1973. En la actualidad son 8
las mujeres de 44 miembros (18%)
Tras
ser rechazada su candidatura a la RAE, y ya apagada la relación epistolar con
Cepeda, inicia un intercambio de cartas con Antonio Romero Ortiz, cargado de
enigma al inicio (le escribió bajo el pseudónimo de Armand Carrol). Concluido
el vínculo amoroso en la primavera de 1853, esta relación se diluye ante la dificultad
de entenderse tal como muestra Rosalía Rexach en el estudio de estas cartas.
|
Juan Nicasio Gallego |
Nuevo matrimonio
En
1856 contrae matrimonio con el coronel y diputado a Cortes, Domingo Verdugo y
Massieu. La boda fue apadrinada por los reyes de España. Sigue prolífica en sus
obras: Simpatía y antipatía (1855), La hija del rey René (1855), Oráculo de
Talía o los duendes de palacio (1855),
Los tres amores (1858) y Baltasar (1858) su mejor obra dramática según
la crítica.
En
el estreno de Los tres amores (otros dicen que Baltasar) su marido es herido tras
una disputa con Antonio Rivera, al que acusa de haber arrojado un gato al
escenario. Le produjeron dos heridas por arma blanca mediante un estilete que
extrajo de un bastón el agresor… lo cierto es que su pulmón quedó perforado y
eso, a la larga, le acarreó la muerte. Tomamos referencia de la nota donde se
refiere en 1858 la noticia de un «atentado» a Domingo Verdugo, que ocupo
grandes titulares en la prensa de España. El 15 de abril se dice: «Todo Madrid, todos los periódicos se
presentan hoy preocupados con el crimen cometido ayer en esta Corte […] A las
dos menos cuarto de la tarde de ayer, D. Domingo Verdugo, diputado a Cortes por
Canarias, coronel de caballería, ayudante que fue de órdenes de S.M. el Rey
persona que figuró al lado del general O’Donell en el movimiento de Vicálvaro y
esposo de la distinguida poetisa Dª Gertrudis Gómez de Avellaneda, se dirigía a
la redacción de la Monarquía Española situada en la calle del Carmen. […] Un
hombre bien portado que le había seguido hasta allí […] acometió al Sr. Verdugo
y le hizo dos heridas con un estoque triangular de bastón». Perseguido y
reducido el agresor por la guardia civil resultó ser el susodicho Antonio
Rivera, subteniente responsable de otros altercados de violencia, relacionado
con el conflicto ya mencionado del estreno teatral.
Vuelta a Cuba
Para
sanar mejor de sus heridas, contando con el nombramiento de su esposo como
agregado al gobernador en la isla, por parte de la reina Isabel II, marchan a
Cuba en 1859. Allí la recibieron unos con entusiasmo y otros con recelo. Mas
todos como una triunfadora en la metrópolis, cargada de personalidad y esposa
del adjunto al gobernador. En el Liceo de la Habana es nombrada poetisa
nacional y se relaciona con los líricos cubanos más notables, y funda la
revista: Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello, si bien, otro sector la rechaza
en el Areópago Literario, donde no incluyen ninguna de sus composiciones en el
libro La Lira Cubana.
¿Es
cubana o española? Las dos cosas, nace en Cuba pero desarrolla su carrera en
España, donde triunfa, vive y madura su arte literario, para volver a su Cuba
natal por un tiempo. Un interesante artículo titulado “La Cubanidad de la
Avellaneda” de Antonio Martínez Bello, publicado en la revista Carteles,
edición que circuló el 31 de agosto de 1947, hace un análisis relevante sobre
los sentimientos de la Avellaneda sobre su cubanidad y como se debate entre su
Cuba natal y la metrópolis que le dio la fama y el reconocimiento hasta sentir
su hispanización.
Segunda viudedad, regreso a España y muerte.
Su
marido muere 1863, sin haberse recuperado de las heridas, y se acentúa su
espiritualidad y entrega mística a una severa y espartana devoción religiosa.
En 1864 vuelve a Madrid, tras pasar por Nueva York, Londres, París y Sevilla.
Muere en Madrid el 1º de febrero de 1873, a los 58 años, enferma de diabetes y
sola, ordenando en su testamente sea enterrada en el panteón familiar de
Sevilla, y que sean traídos los restos de su esposo desde Cuba para que reposen
con ella. Se cuenta que solo 6 poetas fueron a su sepelio.
Su autobiografía y cartas a Cepeda
En
la autobiografía y las cartas, que a lo largo de 16 años, le remite a Ignacio
Cepeda y Alcalde, podemos encontrar un sinfín de datos para mejor conocerla; la
expresión de su intimidad sentimental y amorosa, su estilo con una prosa
florida, la expresión de sus celos, su altanería y sumisión. Creo que vale la
pena dedicar unos párrafos a conocer y estudiar ese material, aunque sea
someramente.
Empecemos
por decir que a su llegada a Sevilla, como ya se ha mencionado, conoce a
Ignacio de Cepeda y Alcalde, un joven estudiante de derecho, natural de Osuna,
de familia de abolengo y nobleza de sangre, familiares descendientes de Santa
Teresa de Jesús, y dos años más joven que ella. Al parecer se produjo una
intensa atracción entre ambos que desembocó en una relación tormentosa en la
que Cepeda se veía sobrepasado por la pasión y fogosidad de Tula. Cepeda era un
joven romántico, a la vez que “sensato”, y esa situación le produjo un
conflicto entre una vivencia de idílico amor y la realidad social que requería
otra compostura para su vida matrimonial. La preclara inteligencia de
Gertrudis, su asertividad y “acoso”, con su romanticismo y brillantez, y una
cautivadora expresión en su prosa, le atosiga y acobarda… aquella mujer era
mucha mujer para exigirle conductas que encajaran en su sociedad familiar.
Llegando a decir algunos biógrafos que “la
temía tanto como la amaba”.
En
estas circunstancias se inicia, en 1939, una relación epistolar entre Gertrudis
y Cepeda, que continua al menos hasta 1854. Por esas fechas de 1854, contrajo
nupcias Cepeda con su sobrina María del Rosario de Córdova y Govantes.
En
ella se incluye una amplia autobiografía donde Tula le va describiendo a Cepeda
los avatares de su vida desde su infancia hasta el presente. Recoge, así mismo, 53 cartas cargadas de
pasión, de enamoramiento romántico, de dudas, afectos y desafectos, de
encuentros y desencuentros, de confesiones amorosas en una relación epistolar
tormentosa expresada pasionalmente por una Tula magistral expresando su sentir.
Curiosamente, estas cartas y la autobiografía fueron conservadas por Cepeda
hasta su muerte en noviembre de 1906, siendo publicadas al año siguiente, por
Lorenzo Cruz de Fuentes, con el beneplácito de su viuda, que ya tenía el
consentimiento de Cepeda para hacerlo tras su muerte.
Sin
embargo, la pasión que destilaban las primeras cartas de la Avellaneda fue
disolviéndose paulatinamente y las misivas se convirtieron en meros
intercambios de temas intrascendentes basados en una cordial relación de
amistad, dedicados a su "compañero de desilusión", como alguna vez le
llamara.
No
voy a entrar en el análisis profundo de las cartas, porque exigiría más tiempo
del que disponemos, pero sí quiero hace algunas precisiones.
La
primera se refiere a la apreciación de Beatriz Ferrús, en su estudio crítico
“El yo imposible: Gertrudis Gómez de Avellaneda”, donde expresa algunas observaciones,
relacionadas con la autobiografía, muy interesantes. Identifica en ella cuatro
elementos significativos en la autoconciencia desfigurativa del discurso de la
Avellaneda, es decir, cuatro planos diferentes en inestable equilibrio que
condicionan su discurso, como son:
1. lo
que se cree ser, (autoconciencia)
2. lo
que se quiere ser, (deseo)
3. lo
que se debe ser y (obligación)
4. lo
que se cree que Cepeda quiere que se sea. (dependencia)
Estas
manifestaciones del yo desfigurado por intereses, o suposiciones interesadas,
crean una inestabilidad emocional cargada de ambivalencia, al comunicar el ego,
en función de los cuatro planos referidos, incluso, pueden aflorar gestos de
puro narcisismo como forma de enaltecer el yo para impresionar a la persona
amada.
Esta
forma introspectiva de analizar la autobiografía de la Avellaneda que presenta,
Beatriz Ferrús, pretende, a mi modesta opinión, mostrar el conflicto entre el
deseo y la realidad; entre lo que se es, lo que se quiere ser, lo que se debe
ser, lo que se cree ser y lo que debería ser para conseguir los objetivos de
seducción.
A
lo largo de todas sus cartas, hay altibajos, momentos de gloria y de seducción
y otros de penas y desconsuelos, pero siempre prevalece la figura de Cepeda
como referente y desencadenante de su labilidad emocional, con expresiva pasión
amorosa o conformidad con una amistad singular e inquebrantable, para volver al
ataque posteriormente en una recurrente actitud cíclica.
Recojo,
escuetamente, algunas citas leales a su propio texto que hablan por sí solas:
·
Cepeda! ¡Cepeda! Debes gozarte y
estar orgulloso, porque este poder absoluto que ejerces en mi voluntad debe
envanecerte. ¿Quién eres? ¿qué poder es ese? ¿quién te lo ha dado?... Tú no
eres un hombre, no, a mis ojos. Eres el Ángel de mi destino, y pienso muchas
veces que te ha dado Dios el poder supremo de dispensarme los bienes y los
males, que debo gozar y sufrir en este suelo.
Obsérvese que reduce a Cepeda toda su vida, sus goces y sufrimientos.
·
¿Sabes que a veces me pregunto a mí
misma, por qué he de querer a un hombre tan poco complaciente, tan poco asiduo,
tan poco apasionado como tú? Tal vez podamos encontrar
la respuesta a esta pregunta en una de sus mejores obras, la novela histórica
“Guatimozín, último emperador”, cuando dice, refiriéndose al amor imposible
entre Cacumatzin y Tecuixpa:
1. “Nunca
el amor enciende al amor. La máxima si quieres ser amado ama, consigue un
resultado contrario...”
2. “El
amor recíproco es un comercio de mutua conveniencia; el amor solitario es un
culto generoso y santo”. Ella ejerce ese amor solitario y santo (¿Narcisismo
o ajuste cognitivo?), y por ende, me trae a la memoria la fábula de Esopo sobre
la zorra y las uvas, que al no conseguirlas razonó que estaban verdes.
·
“… me dice usted que no debo ser
celosa, porque tengo demasiado talento, y que con celos me pongo al nivel de
mujeres vulgares.” “… ¿Crees tú que el talento sea un antídoto contra la
sensibilidad?” “…Yo nunca he sido celosa, nunca; pero era porque no amaba”.
Quiero
terminar esta alusión a sus cartas con una transcripción de una declaración en
su última carta a Cerpeda, fechada el 26 de marzo de 1854:
·
“Te quiero, pues, todavía; todavía
creo, a pesar de todo, en tu amistad; y todavía anhelo que tengas alguna parte
en la decisión de mi destino futuro.”
Obsérvese
que, tal como ya he mencionado, en la primavera de 1853 se produce una corta e
intensa relación epistolar con Antonio Romero Ortiz, relación que persiste en
el tiempo, aunque ya más apagada y casi protocolaria.
|
Antonio Romero Ortiz |
Su personalidad
Es
indudable que su personalidad dejó huella, sorprendió al misógino mundo de la
corte y sobrepasó los esquemas habituales de la mujer del momento, que estaba sometida
a un rol maternal y social de obediencia al marido, donde la lucha y el reclamo
de la libertad e igualdad con el hombre era un atentado a las costumbres.
Veamos,
en este sentido, lo que refieren algunos coetáneos que la trataron y autores
que estudiaron su biografía, lo que nos ayudará a comprender mejor la
importancia y trascendencia de su figura:
·
José Zorrilla, hace una interesante
descripción de su figura física, destacando su belleza, ademanes, feminidad y
fuerza expresiva, para concluir: Nada había de áspero, de anguloso, de
masculino, en fin, en aquel cuerpo de mujer, y de mujer atractiva… era una
mujer. Pero lo era, sin duda, por error de la naturaleza, que había metido por
distracción un alma de hombre en aquella envoltura femenina. Es interesante
ver como su personalidad desentonaba en aquella sociedad
·
Lorenzo Cruz, en la presentación del libro
La Avellaneda (Autobiografía y cartas)
hace alusión a algunos insulsos apotegmas que perfilan su fuerza de carácter: ¡Es
mucho hombre esta mujer! (A Bretón de los Herreros se le adjudica esta
frase). O bien, ¡No es una poetisa, es un poeta!
Sin embargo, Lorenzo Cruz, sostiene que “… era una mujer y muy mujer, y precisamente
lo mejor que hay en su poesía son sentimientos de mujer, así en las efusiones
del amor humano como en las del amor divino”.
·
Emilia Bernal, refiere que está: “…su
genio extraordinario, enfermo de megalomanía”. Deducimos que no se
refiere al trastorno patológico de la personalidad, sino a un exceso de
autoconcepto y autoestima, pues lo aplica como una característica de los
camagüeyanos: Los que no la entienden es porque no conocen su tierra”. En
todo caso denota una prepotencia fundamentada en su propia conciencia de una
inteligencia superior.
·
Marcelino Menéndez y Pelayo, refiere una
cierta labilidad emocional cuando escribe: "Lo femenino eterno es lo que ella ha
expresado, y es lo característico de su arte, y lo que la hace inmortal, no
sólo en la poesía lírica española, sino en la de cualquier otro país y tiempo;
es la expresión, ya indómita y soberbia, ya mansa y resignada, ya ardiente e
impetuosa, ya mística y profunda, de todos los anhelos, tristezas, pasiones,
desencantos, tormentas y naufragios del alma femenina".
·
Ella misma en su autobiografía publicada
en La Ilustración, periódico universal, el año 1850, refiere: que
no peca de dulce. En su primera juventud fue impetuosa, violenta, incapaz de
sufrir resistencia. Respecto a sus sentimientos refiere: “grandes
facultades de sentimiento, pero con más pasión que ternura. Don Juan Nicasio
Gallego ha dicho de mis poesías que sus calidades sobresalientes eran la altura
y la energía de los pensamientos y el varonil rigor de la expresión. Otros
dijeron que no era poetisa, sino poeta: de talento eminentemente varonil. Pero
ella recalca: “ningún hombre ve ciertas cosas como ya las veo, ni las comprende
como yo las comprendo; pero… no descollé por cualidades femeninas. Se define
como: sincera, indulgente, desinteresada, pero se reconoce defectuosa, por su
carácter exaltado, con orgullo, a veces perezosa, etc.”.
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Imagen aparecida en periódico La Ilustración junto a su biografía |
No
obstante existe cierta coincidencia en dotarla de un temperamento vehemente,
mujer arrolladora, apasionada, entusiasta y tal vez invasiva; inteligente,
segura, asertiva y en muchos aspectos transgresora, pero a la par arrastrada
por su pasión por la vida, por la vivencia de sus amores y por el espíritu
romántico que la condicionaba, con su dosis de histrionismo en sus conductas
existenciales. Por otro lado las trabas de una sociedad misógina y machista la
intentan encorsetar en su pensar y vivir, creándole conflictos internos y
externos ante la disparidad de expresiones emocionales y afectivas entre su
Cuba natal y una España estricta que, culturalmente, establecía unas normas de
conducta social anacrónicas, que chocan frontalmente con su espontaneidad y
frescura de carácter, con sus conductas que rayan en lo frívolo, como le
recriminaba el propio Tassara en los momentos de sus juegos seductores.
En
este sentido, en la autobiografía entregada a Cepeda en 1839, comenta que, tras
romper con Ricafort y sentirse libre, se persuadió de que no debía casarse pues
el amor da más penas que placeres; entonces dice: “Quise que la vanidad reemplazase
al sentimiento y me pareció que valía más agradar generalmente que ser amada de
uno solo…” “Yo había perdido la
esperanza de encontrar un hombre según mi corazón…”. Este pensamiento
puede sustentar sus actos de coquetería o frivolidad, sus juegos de seducción
que tanto cautivaban en Sevilla y, posteriormente, en Madrid, su endiosamiento manifestado
en algunos momentos, o su culto a la fama, que luego podía abocar a una apatía
compensatoria. Cabe también que solo pretendiera, con esa expresión, seducir al
propio Cepeda a través de su última observación relativa a su pérdida de
esperanza para encontrar al hombre ideal, que podía ser el propio Cepeda si se
lo proponía, con lo que ella renunciaría a esa vanidad. No obstante, yo veo la
expresión de su narcisismo en esta aseveración.
Mas,
ciertamente, era rebelde y libre en su pensar y hacer, reivindica en su obra la
libertad, no solo en sus poemas líricos y dramáticos o en su repulsa a la
tiranía, sino también en su prosa. Sorprende su personalidad, su sensibilidad
poética y literaria, su intensidad vital, su pasión y rebeldía ante una estructura
social que condicionaba el desarrollo personal de las mujeres del siglo XIX.
Bajo
mi opinión, es un exponente de primera magnitud en la lucha por la igualdad, la
libertad de la mujer y la justicia a través de su obra, no exentan del espíritu
propio de un romanticismo donde los sentimientos rompen la razón parta vivir la
vida a caballo del deseo y la expresión emocional, a veces cargada del dramatismo
que coadyuva a la máxima expresión de su estilo literario.
Al
ir concluyendo, permítanme una cierta “frivolidad” intelectual propia de un
pensamiento interpretativo asociado al ejercicio de la psicología. El desarrollo de su vida me hace pensar en la
profecía autocumplidora. ¿Cómo? Se dirán ustedes… Pues verán el razonamiento de
este humilde psicólogo. Ante el conflicto generado en su familia, al romper
ella el compromiso de su boda con el consiguiente malestar de su abuelo, que
marcha a casa de su tío Manuel, ella se siente tan mal que desea la muerte, o
ser igual que las otras mujeres sumisas (sensatas) y sin problemas. Es aquí
cuando escribe en su autobiografía a Cepeda (era el año 1839): “Abrumada
por el instinto de mi superioridad, yo sospeché entonces lo que después he
conocido muy bien: que no he nacido para ser dichosa y que mi vida sobre la
tierra será corta y borrascosa”.
Murió
a los 58 años en soledad, su vida fue borrascosa, sus amores tormentosos… Leyendo
su frase nos preguntamos: ¿ya lo sospechaba ella a sus pocos años, o fue
fraguando el camino desde esa profecía autocumplidora que asumió en su
juventud? Lo dejo en el aire…
Su obra:
La
obra de doña Gertrudis Gómez de Avellaneda ha sido y sigue siendo motivo de
estudio e investigación. Son muchísimos los autores que han publicado sobre
ella, su vida y su intensa productividad, están más que juzgadas por la crítica
literaria y con buena nota, tal como refiera, a principios del siglo XX, el
propio Lorenzo Cruz: “ocupa lugar preeminente entre los más
esclarecidos poetas que brillaron en el Parnaso español, y como el primero
entre las poetisas que hablaron la lengua de Cervantes”. Tal como “…dejaron
consignado en luminosos artículos periodísticos, en cartas laudatorias o en
eruditos prólogos, varones tan preciados como don Juan Nicasio Gallego, don
Alberto Lista, don Nicomedes Pastor Díaz, don Juan Valera, don Pedro Antonio
Alarcón, don Severo Catalina y el Duque de Frías, por no citar más, que
sobresalen en la república de las letras, unos como poetas, otros como
críticos, otros como novelistas, y todos como maestros consumados del bien
decir”. Ello implica un gran reconocimiento de su obra ya en vida y en
las esferas del mundo literario de mediados del XIX.
Es
evidente y de general reconocimiento, que llegó a ser una de las más destacadas
plumas del romanticismo español, y aún permanece entre las escritoras más
distinguidas de nuestra lengua. Dominó la poesía con pasión, donde manifiesta
su análisis de los estados emocionales derivados de la experiencia amorosa y
existencialista, hasta orientarse, finalmente, a la espiritualidad. Sus
dramas llenaron los teatros de la Península. Sus obras se discutieron el primer
y segundo premio, a la vez, en los Juegos Florales más selectos de Madrid.
En
la biblioteca virtual Miguel de Cervantes, he encontrado 32 autores de estudios
sobre nuestra escritora. Es más, en los últimos tiempos ha tomado mayor
protagonismo su obra y figura en tanto precursora y luchadora por los derechos
y libertades de la mujer.
La
asociación cultural y literaria La Avellaneda ha recogido más de cien mil
firmas para pedir que Gertrudis Gómez de Avellaneda sea admitida en la Real
Academia de la Lengua como miembro a título póstumo, dado que fue rechazada por
ser mujer y no por criterios cualitativos de justicia.
Poesía:
Cada vez deriva
más a temática de contenido místico y religioso, como ya he mencionado, sobre
todo después de la muerte de su esposo Pedro Sabater. En este sentido destacan
los poemas:
·
Dedicación de
la lira de Dios
·
Soledad del
alma.
·
La cruz
Métrica muy
variada. En la obra poética de Avellaneda se encuentran:
· Versos de trece
sílabas con cesura tras la cuarta.
· De quince y de
dieciséis sílabas (poco frecuentes en la poesía española).
· Utilizó también
el verso alejandrino (14 sílabas) con el primer hemistiquio octosílabo y el
segundo hexasílabo, o bien el primero pentasílabo y el segundo eneasílabo.
Destaca el soneto: Al partir, marcado por
el desgarro existencial, A él, La vuelta a la Patria, Amor y orgullo, A la
muerte de Heredia, La pesca en el mar y numerosos poemas más, recogidos en
varios volúmenes.
Novela.
•
Sab (1841). Trata temática
esclavista y de amores no correspondidos, considerada por algunos como la
primera novela antiesclavista de la historia, si bien es el contexto donde se
desarrolla ese drama del amor imposible.
•
Dos mujeres (1842).Una invectiva contra el matrimonio, defendiendo el divorcio ante
una unión no deseada, donde la amante y el adulterio juegan un papel
importante.
•
Guatimozín (1853). Situada en el México de la etapa de la conquista. Gran cantidad de
erudición histórica con tintes de epopeya.
•
En sus restantes obras narrativas sigue
presente la crítica a la sociedad convencional; Espatolino, Dolores, La mano de
Dios, El artista barquero, etc.
Teatro.
- Leoncia
(1840). Tuvo buena acogida en Sevilla y poseía
cierta originalidad. Drama esencialmente romántico en torno a un triángulo
amoroso conformado por tres figurantes, don Carlos Maldonado, su novia
doña Elena de Castro, y Leoncia, una bella y misteriosa mujer madura,
hacia quien Carlos siente una atracción fatal.
- Munio
Alfonso (1844). Ambientada en la corte de Alfonso VII de
León y Berenguela de Barcelona, que nos ofrece el dramatismo del asesinato
de Fronilde, que muere a manos de su propio padre, quien desea lavar con
su sangre la supuesta deshonra familiar. Es por tanto, un drama histórico
que reúne casi todas las cualidades de la tragedia, al mismo tiempo que se
aproxima al drama de honor calderoniano.
- El
príncipe de Viana (1844) donde es “envenenado” Carlos IV
de Navarra, príncipe de Viana, hijo y heredero de Juan II de Aragón.
- Egilona (1846).
Lucha de moros y cristianos, de amor y drama. Esposa de Rodrigo, muerto en
la batalla, es raptado por Abdalaziz y ella se entrega al Emir…
Además dos dramas bíblicos (romanticismo
religioso):
•
Saul (1849), representa la
rebeldía y la tragedia, donde Saúl mata a su propio hijo Jonathas
•
Baltasar (1858) considerada su
obra cumbre en el ámbito dramático, ambientada en la Babilonia asiria.
Otras obras
importantes, son:
· Flavio
Recaredo, Errores del corazón, La hija de las flores o Todos están locos, La
verdad vence apariencias, La aventurera, La hija del rey René, Los duendes de
Palacio, Simpatía y antipatía, Catilina, Los tres amores.
Su último poema
Quiero
finalizar declamando algunas estrofas de su último poema, titulado El último acento de mi arpa, dedicado a
su amiga Leocadia de Zamora:
Lo
siento ¡oh amiga! mi mente
Ya pliega sus alas,
Marchitas sus galas,
Pasado su abril.
El
tiempo en su rápido giro
Se lleva veloces
Mis plácidos goces
De edad juvenil.
No
hay ya para mi poesía
De vagos dolores,
De ardientes amores,
De inmenso anhelar.
La
luz de mi genio se vela,
Se apaga mi acento,
No admiro, no invento,
No puedo cantar.
Ya
mustia la flor de mi vida
No vierte fragancia:
Su antigua arrogancia
Perdió el corazón.
Mas
antes que rompa las cuerdas
De mi arpa sonora,
Por ti tiene ahora
Fugaz vibración
A
ti, mi Leocadia, dedico
Su canto postrero,
Cual leve y sincero
Tributo de amor.
¡Tal
vez, como el cisne, mi genio
Dará en su agonía
Más dulce armonía,
Sonido mejor!
¡Tal
vez como el sol, que en ocaso
Más bello parece,
La voz que enmudece
Más grata será!
Yo
al viento de otoño la entrego,
Cual la hoja caída
Que en su ala mecida
Volando se va.
Enlaces de interés a Internet:
Sobre la vida y obra de Gertrudis
Gómez de Avellaneda existe infinidad de información en la red; solo con teclear
su nombre en Google se nos abren multitud de enlaces relacionados con su
biografía, sus obras y distintos estudios y publicaciones alusivas a ella.
Pero, tal vez, una de las fuentes más completas y rigurosas sea la Biblioteca
Virtual Miguel de Cervantes, donde se puede consultar, y en muchos casos
descargar, un amplio abanico documental.
El enlace que reflejo a continuación, es un portal exclusivo que le
dedica la citada biblioteca, donde podemos encontrar una excelente presentación
a cargo de Mª Ángeles Ayala Aracil (Universidad de Alicante), junto a apartados
sobre la autora, su obra, diferentes estudios realizados sobre ella, imágenes y enlaces a otros portales que
tratan sobre la Tula: