La verdad es que se nos está
desmontando todo. Los años de lucha por la democracia, la fe en el mundo
político, las ilusiones de igualdad y equidad, los derechos ciudadanos
conquistados, el Estado del Bienestar, la sanidad y la escuela pública, la
cohesión social y un amplio etc. de conquistas que se están viendo cuestionadas
por la llamada crisis, provocada por los poderes económicos y gestionada en su
propio beneficio. Pero, no nos engañemos, esto tiene pinta de estar
perfectamente orquestado para establecer un nuevo orden mundial donde el poder
del mundo económico anule el sistema democrático, donde todo ser humano esté
sometido a la tiranía del mercado, donde todo se vende y se compra. La
globalización es la base sobre la que se fundamente este movimiento, que se
escapa al poder de los Estados, ya que al desaparecer las fronteras y el
control de las transacciones económicas, al existir los paraísos fiscales y el
flujo libre de capital, acaban descapitalizando a un país, cuando no lo someten
a la opresión del mercado de la deuda y le hace doblegar la cerviz si no se
humilla voluntariamente. Pero vayamos por partes. Para comprender lo que está
pasando no estaría de más que analizáramos los últimos movimientos habidos en
el mundo en materia económica y política. ¿Por tanto, qué ha pasado en los
últimos años?
Hasta hace bien poco, antes de la
desaparición de la Unión Soviética, había dos mundos enfrentados, con dos
modelos sociales diferentes. Por un lado el modelo capitalista, de libre
mercado, amparado por un sistema político de democracia universal. Por otro el
modelo comunista, dictatorial, donde el Estado lo era todo, padre, madre y
protector, mientras el ciudadano, en lugar de soberano era súbdito de ese
Estado. Allí la necesidad y el hambre estaban repartidas, mientras ahora la
abundancia está arriba y la miseria abajo. Por tanto el poder económico del sistema
capitalista está en manos privadas, mientras que en el sistema comunista está
en manos del Estado. Eso es clave para comprender lo que ha de venir después.
¿Cómo se desmonta el Estado Comunista?
Fácilmente. Lo único que se ha de conseguir es una caterva de políticos corruptos,
que abandone el ideario comunista, donde el Estado es el referente de la
sociedad, tanto en lo económico como en lo social, capaces de desmantelarlo y privatizándolo
todo. El señuelo es la posibilidad de crear grupos económicos al estilo
occidental, encabezados por los poderes fácticos del régimen (léase cargos del
partido, afines al mismo, KGB, etc.) que se acaban adueñando, en plan mafioso,
de la economía del Estado, sobre todo de las empresas importantes en sectores
estratégicos como la energía, las comunicaciones, la sanidad, la industria,
etc. Esto hace que se caiga el telón y empiece otra obra en otro escenario,
donde todo el esfuerzo realizado por la masa trabajadora, explotada por el
Estado, acabe en manos privadas a precios irrisorios.
Desaparecida la URSS, desaparece el
valedor y la alternativa al mundo obrero en su sentido clásico, donde un Estado
poderoso garantizaba la igualdad y la justicia social, al menos en teoría. Por
tanto, el miedo o la intimidación que pudiera ejercer la masa trabajadora sobre
el sistema capitalista, al amparo de la filosofía comunista, se desmorona, el
capitalismo se queda sin alternativa política. Por otro lado, el flujo de la
tendencia privatizadora iniciada en esos estados se expande, se propaga la idea
de la ineficiencia de lo público y la eficiencia de lo privado, con la intención
de relegar al Estado a mero gestor de servicios mientras lo privado ejerce de
proveedor. Ello implica desplazar el poder económico desde el Estado al capital
privado, pero con garantía de que el sistema funcionará siempre en tanto el
Estado es un cliente fijo y seguro y cuando haya pérdidas las absorberá este con
los impuestos que pagamos todos los ciudadanos. De ahí viene lo de privatizar
los beneficios y socializar las pérdidas, hecho que estamos viviendo en la
actualidad con la banca, que no deja de tener una connotación de servicio
público en tanto el dinero es la base del progreso económico de cualquier país.
Para conseguir esto, el sistema
tiene que modificarse, pues si bien hasta ahora la democracia, con su soberanía
popular, era una fuerza ideológica de primera magnitud para oponerse a la
dictadura comunista, lo que garantizaba la exclusión de occidente de esa
influencia con base en la participación ciudadana, deja de tener su valor y se
plantea corromperla desde el poder del dinero, como ya se corrompió el sistema
oligárquico del comunismo, llevándolos a adueñarse del entramado empresarial
del Estado al que servían. En este sentido, los partidos políticos, que son las
estructuras donde se representan las ideologías del pueblo, se apartan de su
propio modelo ideológico y se ajustan al sistema capitalista sin demasiada
distinción entre izquierda o derecha, entre política económico favorecedora del
poder financiero o de la masa social. Por tanto se enfrentan, al menos para mí,
dos modelos de priorización económica. Uno basado en el desarrollo del capital
como motor del mundo, al que se ha de servir pleitesía, regentado por los
poderes clásicos, donde se entiende el progreso como material y al ser humano
como actor en la producción y el consumo, que le llevan a la alienación
personal, lo que le hace más manipulable y servicial. Por otro lado, la minoría
intelectual, entiende que la economía ha de tener un componente humanista, ha
de entender el desarrollo como el progreso personal en todas sus dimensiones,
tanto desde el punto de vista económico, como intelectual y/o espiritual y
social, con valores fundamentados en la concepción humanista de la vida; en
este sentido de vida abarco todo el sistema, el contexto, el medio ambiente y
el ecosistema en su sentido más amplio.
De fondo tenemos una concepción neoliberal,
al amparo de las políticas que iniciaron los neoconservadores, desde el mismo Ronald Reagan en los EE.
UU. y su homónima Margaret
Thatcher en Inglaterra. Es un nuevo proyecto de marco universal, donde la
economía será el motor del mundo y las empresas los agentes del desarrollo
mediante el mercado libre, siguiendo los planteamientos de Milton Friedman. En
este sentido, y retomando el desmantelamiento de la URSS, se actúa, desde
Reagan, en connivencia con Gorbachov y su perestroika, para modificar, en un
principio mediante una apertura, el sistema comunista, pero que acaba liderado
por un sujeto extraño, como era el extravagante Boris Yeltsin, en
cuya etapa se generalizó la corrupción en el desmantelamiento de la URSS.
En contraposición a esta tendencia
existe otra filosofía económica, en la que el Estado tiene mayor protagonismo
mediante la inversión pública, a través de ella da trabajo al mundo
empresarial, mediante grandes obras e infraestructuras que consolidan el
entramado de servicios, vías de comunicación, etc. más en la línea del
pensamiento económico de John Maynard Keynes
y la teoría del keynesianismo.
Pero, en fin, esto forma parte de los axiomas de las teorías económicas, que no
vienen al caso. De todas formas sí es importante establecer estas líneas de
diferenciación teórica para ver hacía donde debemos orientar nuestra tendencia
económica.
En
resumen, podemos decir que el mundo está girando desde una soberanía popular
hacia una soberanía del mundo financiero, desde el poder del Estado y sus
gobiernos elegidos democráticamente y bajo principios relacionados con
ideologías y programas de trabajo, a un poder de corruptos que engañan al
pueblo, que presentan un programa y hacen otro, que en el fondo están al
servicio de intereses espurios, propios y de su adláteres, o sea, de la gente que
integra el partido y de los poderes financieros que les favorecen personalmente,
bien de forma directa o indirecta. Es patético ver a expresidentes del
gobierno, a exministros y demás representantes políticos, la cantidad de
imbecilidades que dicen al amparo de lo que fueron, pero que no resisten la más
mínima argumentación lógica. Pero también es deslumbrante ver como hay gran cantidad
de gente que, por servilismo gregario, es decir por pertenecer ideológicamente
a esa tendencia, acaba dando pábulo o crédito a tanta necedad. Ese es el tipo
de sujeto que le interesa a ese nuevo marco mundial.
Por
tanto, podemos decir que hubo un momento en que en la balanza había, por un
lado el comunismo y por otro el capitalismo democrático. Que el capitalismo
democrático era más idóneo para el desarrollo de las personas, en tanto se
respetaba su soberanía, pero que una vez
desaparecido el contrapeso de la balanza, el capitalismo busca perder el
calificativo de democrático y caminar por sendas de imposición, bien
manipulando a través de sus medios de comunicación o a través de su poder y
chantaje económico, pero en todo caso relegando el poder de los Estados y tomando
ellos el protagonismo.
Luego
surgen otras cuestiones a nivel internacional que son dignas de tener en cuenta
para justificar la pérdida de libertad y privacidad de los ciudadanos, lo que
facilita su control. Pero ese es otro trema que merece una reflexión
pormenorizada aparte.