sábado, 1 de noviembre de 2025

El fantasma del pasado

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado por el diario La Opinión de Málaga el día 01 NOV 2025 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/11/01/fantasma-pasado-123239735.html

Hemos de estar alerta para evitar la confrontación irracional entre los hombres y mujeres de este mundo

Sobrevuela el fantasma de la Segunda Guerra Mundial. / l.o.

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Hoy vuelven a aflorar los aduladores de aquellos dictadores que asolaron el mundo el pasado siglo. Piden mirar hacia adelante, pretendiendo pasar página y olvidar lo sucedido, tergiversando los hechos, mientras intentan sembrar y cultivar la semilla de aquellas ideas que nos llevaron a la hecatombe. Es bueno pararse a recordar para tomar conciencia del peligro, para evitar que vuelva a suceder aquel desastre que costó al mundo 60 millones vidas, para que tomen conciencia las nuevas generaciones que son el relevo social y la previsible carne de cañón, si se da pie a ello.

Por tanto, hemos de estar alerta para evitar la confrontación irracional entre los hombres y mujeres de este mundo, para reivindicar el uso de la palabra como instrumento de resolución de problemas y la libertad responsable de todos y cada uno de los ciudadanos del orbe, para apagar el odio, para andar nuestro camino cogidos de la mano a caballo del verbo y la esperanza.

El fantasma de la Segunda Guerra Mundial

Hace casi un siglo, en determinadas zonas de este mundo, se creó un ignominioso monstruo que se fue imponiendo con malas artes. Era intolerante, prepotente y provocador, de ideas fijas, donde el dogma elimina el pensamiento libre. Se sentía con el poder de someter a los otros pueblos de inferior raza, según ellos, que incluía a los desarrapados y miserables marginados por la historia y el sistema.

Poco a poco fue ‘comiendo el coco’ a los cándidos ciudadanos, sembrando entre ellos sentimientos e ilusiones irracionales, desde un nacionalsocialismo egocéntrico, alimentado por el odio y estructurado en torno a la figura de un Mesías, un líder todopoderoso al que había que obedecer sobre todas las cosas, jurando cumplir sus órdenes hasta la muerte, sin rechistar ni cuestionarlas.

El pueblo cayó en la trampa, como había caído en otros momentos de la historia. Los ciudadanos, por convicción, miedo, dejación o seguir el camino de Vicente, yendo donde va la gente, renunciaron a su libre pensamiento para seguir el sendero marcado por su ‘führer’. Dejaron, en parte, de ser seres pensantes para convertirse en seres obedientes, sumisos y gregarios como borregos de un rebaño.

Su inteligencia la pusieron al servicio del falaz supremacismo de su raza, hasta convencerse de que había que conquistar el mundo e imponer el dominio de esa raza superior, que ejercería el mando supremo desde su sistema de poder despectivo y endiosado. Serían el padre protector y, a la vez, crítico con las inferiores razas, arrogándose el derecho a reprimirlas para educarlas en el marco de la nueva era, donde ellos decidirían todo, incluso quién y cómo vive en función de su pureza de raza y su obediencia. Gestionarían el futuro en nombre de la nueva civilización. Tal vez habría que destruir la existente para facilitar la construcción de la otra desde la nada. A ello se pusieron. Fueron alienando al pueblo. Señalaron claramente al enemigo, a quienes había que eliminar, destruir o vencer.

El dogmatismo del pensamiento único

Todos estaban equivocados menos ellos, todos eran traidores a la patria menos ellos, todos iban en ‘contradirección’ menos ellos que velaban por el interés de su pueblo. Tras desarrollar un inmenso poderío militar, en septiembre de 1939, traspasaron la línea roja de la frontera polaca con la pretensión de derrotar y eliminar al potencial enemigo, con la benevolencia del otro gran dictador ruso, con quien firmó un acuerdo de no agresión por 10 años, en el pacto Ribbentrop-Molotov. Desde este momento empezaron a extenderse ejerciendo la rapiña de las tierras conquistadas, a la par que eliminaban sin piedad a quienes eran la escoria para ellos. La gente enardecida de pasión y de gloria brincaba de alegría ante las conquistas, que reafirmaban su supremacía, y se lanzaron locamente, gritando y saludando con ardor guerrero al incuestionable líder que los llevaría a la gloriosa victoria final, sin pensar en la sangre derramada por su pérfido propósito. La nación, que diera al mundo grandes cerebros, científicos, filósofos y pensadores de trascendencia universal, acabó sometida a un demagogo cabo frustrado de la primera guerra mundial... ¡vaya paradoja!

Dejaron de ser ellos para ser parte de un aparato donde ejercían de eslabón de la cadena que eliminaba la libertad de los demás sacrificando, también, la propia. Aquel hermanamiento de un grupo egoísta, con su entrega a la causa, convirtió al ser humano en inhumano perdiendo los valores que determinan esa humanidad.

El horror de la guerra

Durante cinco años se sembró de sangre y muerte, de destrucción y terror, los campos de la tierra. Poco a poco, con los años y el transcurrir de la guerra, algunos, se fueron percatando del error; la gloria y el entusiasmo inicial se convirtió en sufrimiento y miseria, en muerte y desolación. Decenas de millones de muertos alimentaban la máquina imparable de la contienda. Mayores, mujeres y niños sucumbían amargamente ante los avatares que la confrontación les traía; los soberbios jóvenes, cargados de vitalidad, que otrora saludaran con su brazo en alto en acto de obediencia al líder hasta la muerte, fueron cayendo de forma pavorosa y con ellos, murió su soberbia y orgullo.

El juramento de ‘obediencia debida al führer’ los amarraba, mientras este, encerrado en su bunker, se entregaba a su locura negando la evidente derrota y permitiendo que, desde el este, avanzaran hordas clamando venganza por el sufrimiento que se les infligiera a ellos previamente… destrucción, muerte, violación, rapiña y humillación conformaban el desagravio del ejército rojo. Por el oeste los bombardeos asolaban las ciudades causando daños irreparables y miles de muertes inocentes. La pinza se cerraba y aquella nación orgullosa de su supremacismo era aniquilada junto a sus aliados, humillada y amputada su idea de raza superior.

¿La sociedad tiene memoria histórica?

Pero ahora, después de todo ello, con los testimonios históricos que lo avalan, uno se pregunta si la sociedad tiene memoria. Si el sufrimiento y el drama vividos por esa generación pueden inmunizar a las generaciones venideras (en el caso de España ese sufrimiento se infringió antes, con la guerra civil, y se mantuvo durante cuarenta años). Lamentablemente, creo que no. Cada generación mantiene una débil memoria del ayer, donde se diluyen los recuerdos de la dramática historia vivida por la generación anterior. Tal vez esta civilización, donde la manipulación lo ha tergiversado todo, dándole un carácter banal al pasado, hace que la juventud no le otorgue el valor real a lo ocurrido. En ese caso, serán presa fácil para volver a caer en los mismos errores. Sería bueno que a todos aquellos ‘heroicos guerreros’ se les convirtiera en villanos, en favor de la concordia.

¿Habremos perdido la conciencia? Nuestra frialdad ante el sufrimiento ajeno, nuestra indolencia para la gestión pacífica de los conflictos, nuestra oposición a resecar viejas heridas, nuestra connivencia con el odio y la confrontación, o nuestra falta de sensibilidad ante la destrucción y muerte que conlleva el conflicto; en suma, nuestra carencia de espíritu crítico para valorar la historia, sus dramas y consecuencias, nos deja en disposición de volver a tropezar con la misma piedra. Nuestro sistema educativo sigue siendo ineficaz para formar a los ciudadanos en la democracia.

Hay que rechazar ese pasado

No me dejaré arrastrar por cantos de sirena, porque si lo hago, posiblemente caiga en servir a los intereses de otro, amarrado como un eslabón más de la cadena…

Mi reflexión, por tanto, va contra toda imposición de la idea única, contra quien pretenda someter al ser humano para sus propios fines, arrebatándole el derecho a ejercer su responsable libertad. Va contra los pájaros de mal agüero, los falsos profetas, los intoxicadores mentales, los ideólogos de tres al cuarto, los pseudointelectuales que, a caballo de las redes, confunden y manipulan a la gente ofreciendo nuevas eras diluidas en la falaz penumbra de la nada o, en todo caso, lo que es aún peor, en el dogma político y religioso del pasado. En suma, contra el adoctrinamiento para la sumisión y el acatamiento irracional y contra todos aquellos que anteponen los intereses de grupo a los intereses generales de la ciudadanía y en lugar de potenciar el desarrollo, el bienestar y la felicidad de la gente, pretenden amarrarlos al mercado en una alienación carente de principios y valores, en el que prima el egoísmo, donde siempre gana el que más tiene… y pierde, como estamos viendo, el que tiene menos.

sábado, 25 de octubre de 2025

¿La tauromaquia es un anacronismo?

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el día 25 OCT 2025 7:01

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/10/25/tauromaquia-anacronismo-123000711.html

Viñeta de El Roto

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Todo aquel que es cruel con los animales, no puede ser un hombre bueno

(Arthur Schopenhauer)

 

Pleno del Ayuntamiento de Lora del Río, 16 de octubre, un vecino grita: «viva la sanidad pública», aplausos y un segundo viva… después, el alcalde de la localidad (del PP), Antonio Miguel Enamorado, suponemos que de los toros, abre su micrófono y dice: «sí, y viva Morante, Morante de la Puebla». Subrepticiamente plantea una diatriba, en plan Torrente: «Salud pública versus tauromaquia», que no sabemos hasta qué punto se ancla en la ideología de su propio partido. Sobre el tema de la salud pública ya he escrito. Hoy toca, pues, hablar de los toros. Solo he ido en dos ocasiones a ver un festejo taurino y quedé con mal sabor de boca.

Drama y muerte de ‘El Yiyo’

Tampoco soy de ver corridas por la tele, pero tuve la desagradable experiencia de ver en directo la cogida a El Yiyo (José Cubero), que le costó la vida al instante, cuando un toro le partió el corazón de una cornada hace ya 40 años, dejándome impactado. No sé si el lector recuerda aquellas desgraciadas y funestas imágenes. Aunque soy ‘antitaurino’ no solo por eso, sino por convicción, por mi ética y principios. El espectáculo de los toros, cuando hay sangre, maltrato y tanta agresividad me causa un absoluto rechazo.

Es claro que desde tiempos inmemoriales el hombre se ha enfrentado a la bestia como forma de mostrar su dominio sobre ella. Estos retos podrían ser asumibles, para mí, cuando no hay un deleitoso maltrato y el combate se hace en buena lid, imponiéndose la inteligencia, como por ejemplo, los retos con requiebros a cuerpo descubierto, forcados, garrocha y otros donde juega la pura habilidad y el engaño sin derramamiento de sangre, aunque he de reconocer que me ponen nervioso y me estresan dado el riesgo de una cogida, por lo que no suelo verlos. En todo caso, me causa gran pesar ver cómo un bravo animal es picado, banderilleado, burlado y estocado a muerte con una aparatosa parafernalia que embriaga a un público chillón, arrebatado de entusiasmo, que disfruta de tan sanguinario espectáculo. Pero, aceptemos que cada cual, en función de su propia personalidad, principios y valores tiene sus gustos.

La cultura popular del toreo

Hay quien dice que los toros forman parte de nuestra cultura. Pero, tal vez, deberían tener más claro de qué cultura se habla. La cultura, entendida en su sentido clásico, es una cosa y la cultura popular o de masas es otra. La RAE (sigo recurriendo a ella) determina cuatro acepciones de cultura como: 1. f. cultivo; 2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico; 3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. y 4. f. desus. Culto religioso.

Como puede verse, a primera vista, el toreo no cabría nítidamente en ninguna de ellas. Pero sí podría encajar en la llamada cultura popular, que no es en sí misma una cultura esencial desde el punto de vista intelectual, sino como hábito o costumbre; o sea, según la propia RAE, sería una especie de subcultura definida como «Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo». Aquí si cabe incluirla.

Pero, ¿todos los hábitos y costumbres de un pueblo, adquiridos a través de la historia, son inamovibles?, ¿son respetables y lógicos dentro del proceso evolutivo de las sociedades que transitan desde el pasado al futuro? La evolución de una sociedad incluye cambios de principios y valores en consonancia con un mayor desarrollo intelectual en la doble dimensión de individuo y sociedad.

Cada vez, a través del pensamiento lógico, se va imponiendo más la concepción holística, esa visión del cosmos como un todo, que se aplica a la propia naturaleza y los seres que la habitan en comunión de intereses y bajo conductas acordes con tal percepción. Ello genera una actitud de respeto hacia los otros, tanto del mundo animal como vegetal, que nos lleva a modificar los parámetros que definen nuestra propia cultura popular hacia otra más afín a esos nuevos principios.

Anacronismo en la cultura popular

Por tanto, siempre es buen momento para cuestionarse determinados hábitos o costumbres que enmarcan esa cultura popular y que son claramente rechazables y anacrónicos, dentro de un humanismo emergente, que va más allá de la propia persona, para imbricarse en el todo que nos contiene. Uno de los elementos definitorios de la nueva era ha de ser la aparición de la compasión como forma de entender la relación con los demás, extensible a todo ser viviente. Lo que implica una sensibilidad especial, que trasciende la prepotencia y soberbia del ser humano, para llevarlo a la sabia razón de quien piensa y crece a través de un criterio evolutivo propio, pero inmerso en la nueva y responsable sociedad del respeto. Decía Paul McCartney que «Se puede juzgar el verdadero carácter de un humano por la forma en la que trata a sus compañeros animales».

No es de recibo que una persona, sensible, racional y emotiva a la vez, se deje llevar por el placer de la violencia, la sangre y el sufrimiento de cualquier ser vivo. Si disfruta con ello habría que plantearse si sus valores son los adecuados o abriga en su interior un componente sádico enmascarado. Lo que me lleva a preguntarme: ¿existe un instinto agresivo en el ser humano, una tendencia a inferir daño a otros como forma de reafirmar el propio poder y, por ende, su ego y anhelada deidad? Tal vez esa sea una explicación a tales conductas, proyectado nuestra agresividad social en el animal que ejerce de chivo, en este caso toro, expiatorio donde sublimar nuestros instintos.

Tradición y maltrato animal

Ampliando la visión, en España, hay muchas y variadas tradiciones donde prevalece la violencia sobre los animales, si bien ya se ha conseguido eliminar algunas especialmente crueles. Traigo a colación: Bous al carrer, bous a la mar, toros embolados, ensogados o enmaromados. El famoso toro de la Vega en Tordesillas, perseguido y alanceado por caballistas ufanos de su hazaña, que en la actualidad se celebra como un encierro: sin muerte ni arponcillos. Dentro de estos crueles ‘divertimentos’, a veces con competición incluida, tenemos el ya reconducido ‘Antzar Eguna’ (día del ganso) en Lekeitio, donde hasta 1984 se arrancaba la cabeza a gansos vivos, actualmente se les sacrifica antes, o se usan unos de goma. Del lanzamiento de una cabra desde una torre, ya prohibida desde el año 2000, ni hablo.

Que las sociedades y su sensibilidad en el trato con el mundo animal cambian es una evidencia. En mi infancia, a mediados del pasado siglo, los niños apedreaban a los perros y gatos callejeros, actos totalmente censurables en la actualidad.

Defender estas conductas en base a la tradición y la cultura popular es más que cuestionable y, bajo mi opinión, innoble. La mayoría de estas, «llamadas tradiciones», son arcaicas, que ya se deberían haber superado… La tradición se quebranta cuando sus actos no encajan en la evolución de la sociedad. Los seres humanos evolucionamos y cuando hay gente que frena esa evolución, que pone palos en las ruedas y reivindica estas «animaladas» (propias de los humanos y no de los animales) solo cabe considerarlas extemporáneas y cruentas, que, posiblemente, anclen sus instintos ominosos en una cultura popular del pasado.

Un futuro de respeto a los seres vivos

Se le adjudica a Leonardo da Vinci una interesante y premonitoria frase: «Llegará un día en que los hombres conocerán el alma de los animales y entonces, matar a un animal será considerado un delito, como matar a un hombre. Ese día la civilización habrán avanzado».

En esta España nuestra, cargada de tradiciones anacrónicas, no podremos prohibir las corridas de toros, pero sí sembrar la semilla de la crítica racional a tal barbaridad, bajo mi criterio, para que, en un futuro, se acabe rechazando esa práctica como ya está pasando en muchos lugares, en pos de una mejor y más evolucionada sociedad. Mientras tanto… yo seguiré sin ir a los toros, a no verlos por la tele, aunque cada vez sean televisados con más frecuencia por Canal Sur. Concluyo con una frase atribuida a Charles Darwin: «El amor a todas las criaturas vivientes, es el más noble atributo del hombre».

 

sábado, 18 de octubre de 2025

La verdadera paz viene del consenso

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el día 18 OCT 2025 7:01

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/10/18/paz-viene-consenso-122741039.html


La paz impuesta no es paz, sino sumisión del vencido. La paz verdadera es la que consensúa la convivencia en libertad.

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En estos días convulsos, acumulando miles de muertos en Gaza a manos del ejército israelí, tras el atentado de Hamás el 7 de octubre de hace dos años, se vislumbra un alto al fuego, un dejar de matar y destruir Palestina, al menos eso se pretende. Lo ocurrido en Gaza es un genocidio, una forma de hacer pagar a un pueblo, indiscriminadamente, lo que ha hecho su gobierno, en este caso de Hamás, con el deleznable acto terrorista de 2023.

Mas, el Gobierno israelí, formado mayoritariamente por iluminados y fanáticos sionistas, defensores del Gran Israel bíblico, pretenden reproducir la situación de la conquista de la Tierra Prometida por su dios, en la forma que describe el libro sagrado del Deuteronomio, bajo el convencimiento de ser el pueblo elegido por él entre todos los pueblos de la tierra. Ellos tomarán en propiedad esa tierra prometida, sometiendo a sus habitantes o exterminándolos si se resisten, tal como dice su dios, y así lo expresé en mi reciente artículo Genocidio en Tierra Santa.

El lunes trece, asistimos a la firma de un tratado de paz entre Israel y Hamás algo extraño, pues sin contar con la presencia y firma de los interesados, se rubricó en Egipto un acuerdo de paz casi impuesto por el señor Trump para su mayor gloria. Es una paz a conveniencia del pacificador, más que a satisfacción de los interesados y, además, buscada desde la ególatra megalomanía del ‘emperador’ americano. Una vez destrozada Gaza, llena de cadáveres de niños inocentes, sometida a la hambruna y a la humillación continua por un ejército todopoderoso ávido de venganza y destrucción del enemigo, ayudado hasta el final por el gobierno americano de Trump, solo cabe claudicar antes que proseguir con la debacle.

Trump el faraón en Egipto

Trump se baña en multitudes en Israel y se corona rey del mundo en el país de los faraones, donde un nutrido ramillete de jefes de estado y de gobierno asiste al evento en señal de pleitesía. Ya construyó su pirámide virtual para pasar a la historia y se rodeó de la corte faraónica para hacerle grande, autoproclamándose ‘El pacificador’ con poder universal.

Pero en el fondo, este Trump no deja de ser un producto de una opulenta sociedad norteamericana, con una infancia que le marcó y fraguó su cuestionable personalidad, según explica su sobrina Mary Trump, en su libro ‘Siempre demasiado y nunca suficiente: cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo’, cuyo título ya pone los pelos como escarpias. En todo caso, como mando mayor de la OTAN, se permite dictar a los gobiernos cómo han de gobernar a su conveniencia, bajo la amenaza de los aranceles, pasándose por el arco del triunfo los derechos soberanos de los pueblos. Es decir, que no habiéndole votado para conformar el gobierno de un país, se permite marcar sus políticas económicas con la exigencia del 5% de gasto en defensa.

La paz no se decreta, la paz se cultiva

Pero vayamos a reflexionar sobre el tema de la paz, que es el caso. La paz no es algo que se decreta, sino que se siembra y cultiva en el sistema social, a través de la educación y formación ciudadana, creando hábitos de concordia y empatía. Es algo que arraiga en la mente de cada cual y presenta resistencia a ser subvertida por los beligerantes agresores. Existe una orientación, una actitud de paz, que permite crear el ambiente adecuado para que se desarrolle dentro de un contexto cultural. Mientras más conciencia se tenga de la importancia de la paz, más se establecerán los medios para cultivarla y mantenerla.

Sin embargo, es tremendamente complicado mantener una paz justa entre los pueblos. Las estrategias geopolíticas, los intereses comerciales, la historia y la cultura del poder establecido y el darwinismo social del neoliberalismo, hacen imposible una gobernanza mundial desde la bonhomía, llevándonos a la perversión de la confrontación que beneficia a grupos dominantes.

Estamos sometidos a una cultura belicosa, donde el poderoso es temido y admirado dados los mitos y leyendas, donde los héroes son grandes guerreros, conquistadores y forjadores de imperios. En esta cultura aceptamos la crueldad y el dominio, la imposición y la ambición, como expresión natural del ser humano, asociados al éxito. Pero nuestros héroes han de ser, «aquellos que construyen y trabajan por la paz», como defendía Nelson Mandela, y no los sanguinarios guerreros.

El ‘zeitgeist’ o espíritu del tiempo

La paz debe ser el elemento esencial dominante en el ‘zeitgeist’, el concepto hegeliano del ‘espíritu del tiempo’, que hace referencia al clima, ambiente o atmósfera intelectual y cultural de una determinada era. Quiero decir que el entorno, la filosofía y pensamiento imperante es clave para mantener o dinamitar la paz. Los hechos, que venimos viviendo en los últimos años, nos muestran un proceso evolutivo, o tal vez debería decir involutivo, donde la violencia y la guerra afloran por doquier ante la indiferencia de la sociedad camino de la deshumanización. Soportamos el horror de la guerra de Ucrania y el genocidio de Gaza, donde Israel actúa con absoluta impunidad. Por tanto, para cultivar la paz, hemos de luchar por establecer un espíritu de los tiempos donde se busque esta como un objetivo imprescindible para convivir y conseguir la felicidad de nuestra sociedad.

Decía en el epígrafe: «La paz impuesta no es paz, sino sumisión del vencido. La paz verdadera es la que consensúa la convivencia en libertad». Mientras la paz sea fruto de la imposición bélica, del dominio por las armas, no habrá paz sino odio subyacente del sometido, que es el cultivo de una futura guerra. Solo en un entorno de convivencia consensuada, de equilibrio justo entre las partes, podrá aflorar la paz en libertad y no en sumisión. La paz tiene su fundamento en el equilibrio interior de cada sujeto, en un estado emocional sosegado, de justicia, libertad y bienestar. Todo ello junto a una disposición para cultivarla desde la empatía, el amor y el respeto, mediante actitudes y conductas de colaboración que aboquen en sinergias positivas.

La paz es el camino

No puedo estar más de acuerdo con la frase de Mahatma Gandhi: «No hay camino hacia la paz, la paz es el camino». La vivencia en paz es la mejor forma de mantenerla y cultivarla. Si nos dejamos llevar por la violencia, por el odio, y vemos al semejante como enemigo en lugar de diferente, estamos cultivando el espíritu de la guerra. Hoy, la política irresponsable, siembra ese odio y desencuentro, en el que no debe caer la gente de bien.

Por desgracia, esa conducta canallesca, también se proyecta en algunos medios de comunicación, en los vehementes debates de tertulianos donde se observa el periodismo venal y partidista, pues no buscan el acercamiento y la clarificación de ideas, sino arrimar el ascua a su sardina. Por otro lado, la aparición de las redes sociales (RRSS) ha creado un campo de confrontación, en muchos casos irracional, basado en argumentación poco o nada sólida. En ese caso, es cuando más hace falta criterio preciso para discernir y separar el grano de la paja. Lamentablemente se puede acabar dando el mismo crédito a un científico que a un idiota. Eso crea opiniones poco fundadas en sujetos donde prevalece el deseo de confrontar, defendiendo lo absurdo frente a lo racional, lo que lleva a un irracional desencuentro, donde el dogmatismo del necio se cierra a otras ideas. Por tanto, las RRSS son un campo de cultivo ideal para sujetos de pensamientos enquistados resistentes a la argumentación lógica, provocando el desencuentro en lugar de un acercamiento y la tendencia al conflicto, en lugar de a la paz.

En estas circunstancias, pese al acuerdo, el camino hacia la paz en Palestina es aún complejo. Siguen en el poder demasiados sociópatas, a los que no les importa el sufrimiento humano, sino el beneficio y negocio que deja una guerra ganada para mayor gloria y riqueza del poder y los objetivos del sionismo integrista. Creo que la mejor solución es la creación de los dos Estados, Israel y Palestina, dejando a Jerusalén como ciudad autónoma, bajo mandato internacional, donde cohabiten las tres religiones en paz y libertad. La paz se fragua en la actitud de los pueblos.

 


sábado, 11 de octubre de 2025

El razonamiento contrafáctico

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario la Opinión de Málaga el día 11 OCT 2025 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/10/11/razonamiento-contrafactico-122501863.html

“Nuestra vida está cargada de cruces de caminos en los que hemos tenido que decidir cuál de ellos tomar”

Cruce de caminos. / James Wheeler

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La psicología tiene la mala costumbre de ponerle nombres raros a las cosas. Bueno, aclarémoslo, se trata de ese razonamiento hipotético que hacemos cuando decimos ¿Qué habría sido de mí, o habría pasado en mi vida, si en lugar de tomar aquella decisión hubiera tomado otra resolución alternativa en aquel momento? Es decir, si en lugar de casarme con mi esposa o esposo lo hubiera hecho con aquel o aquella chavala tan maja que me andaba a la zaga, por poner un ejemplo. Aunque podemos hablar de todo tipo de decisiones importantes que marcan la existencia. Por tanto es un razonamiento contra un hecho determinado que condicionó tu vida, ya que podría haber sido diferente si hubieras tomado otra decisión o actitud, si se hubiera producido otro hecho, que tenías como alternativo en ese momento.

Nuestra vida está cargada de cruces de caminos en los que hemos tenido que decidir cuál de ellos tomar. Nos casamos con una persona, estudiamos o no una carrera, resolvemos coger un trabajo u oficio, optamos por vivir en una ciudad, nos rodeamos de amigos, etc. En suma, diseñamos y elegimos un proyecto de vida que, a la larga, nos gratifica, o no lo hace; estamos contentos con la evolución de las cosas, o no lo estamos; nos sentimos felices con nuestra existencia o desgraciados… o, en todo caso, podemos estarlo a medias tintas.

¿Qué habría pasado si…?

Ciertamente, cuando nos hacemos esa pregunta sobre cómo habría sido nuestra vida si tal cosa se hubiera dado… nos podemos imaginar una evolución de los hechos que vamos controlando o imaginando, puesto que nuestra mente es la encargada de montarse la película que nos interesa, partiendo de la situación ideal o añorada que se daba en ese momento. En este caso, somos nosotros los dueños y gestores del pensamiento y lo modulamos y orientamos hacia donde nos pueda interesar, tal vez idealizando el proceso alternativo que vamos fraguando in mente. Asunto falaz, pues no es objetivo ni puede serlo, aunque podamos, incluso, valorar otras informaciones complementarias. Por ejemplo, en el caso del novio o la novia que se quedó en la estacada, podemos recabar información y analizarla, cruzándola con nuestra propia evolución, y deducir cómo hubieran ido las cosas. Pero seguimos idealizando el asunto, sobre todo cuando la vida no nos va todo lo bien que quisiéramos, aunque también puede ser un sano ejercicio comparativo inducido y producido por la mera curiosidad especulativa, sin más.

El hecho es que, ese razonamiento, es totalmente falsario y, por ende, escapa a la realidad que pudiera haberse dado en las circunstancias que imaginamos. Parece como si, anclados en aquel momento, diseñamos y manipulamos nuestra hipotética historia para llevarla a donde nos interesa colocarla y satisfacer esa curiosidad. Pero no la sometemos al crudo contacto del día a día, a la necesidad de confrontación de ideas, de evolución personal, de resolución de conflictos… en suma a la convivencia diaria, o sea a la prueba del nueve. Y es ahí donde está la clave, en la gestión de esa convivencia diaria. No podemos establecer una hipótesis con garantía de veracidad sobre un supuesto que no se ha vivido. El proceso evolutivo en la relación de pareja, por seguir con el ejemplo, es desconocido y sometido a vaivenes inimaginables dada la gran diversidad de casos y causas que podemos vivir concatenando una relación, en cierto sentido, bastante imprevisible y sujeta al azar y el influjo de circunstancias muy vinculadas al entorno y a la propia personalidad de cada cual.

Proceso evolutivo convergente versus divergente

Es decir que el proceso evolutivo personal y de pareja, si bien deberían ir de la mano, no han de ser forzosamente equiparable, pues cada cual debe fraguar su propia evolución en base a sus expectativas existenciales personales y a su propia idiosincrasia, aunque si es en pareja bien avenida, puede ser paralelo o convergente, mientras que si se dan conflictos y choques conlleva divergencias que pueden deshacer la pareja o llevar a una convivencia menos gratificante o a la infelicidad. Es aquí cuando puede aflorar ese razonamiento contrafáctico que busca, desde un punto de vista imaginario, una presumible alternativa gratificante que se desechó en su día, como forma de escape de la desagradable situación presente, que no deja de ser producto de una determinada gestión de la relación habida, tal vez, poco inteligente.

Lo curioso es que solemos recurrir, por lo general, a ese ensayo imaginario cuando las cosas no van bien, cuando esa gestión no ha dado sus frutos y parece que buscáramos en nuestro interior otra oportunidad fantaseada para, inconscientemente, escapar de esa situación, inventando alternativas falaces o ficticias. Craso error. Si nuestra vida empezó a fraguarse en el ayer, ese ayer ya no existe, ni somos los que éramos, ni estamos donde estábamos, ni las otras personas siguen esperándonos. Nuestra vida es la actual, con nuestras bondades y miserias, con los resultados obtenidos a lo largo del tiempo, nuestra casa, nuestra familia, nuestros amigos, nuestro trabajo, nuestros errores y nuestros aciertos… nuestra esencia como ser humano evolucionado a través de las vivencias; en suma, nuestra evolución personal en interacción con el entorno que nos fue dado. En contraposición está otra imaginaria evolución que, como tal, es irreal y fantasiosa.

Valora lo que tienes

Mirar hacia atrás en plan anhelante es puramente ilusorio. La clave, bajo mi punto de vista, está en saber valorar lo que se tiene, donde se está en este momento y cuáles son las alternativas que se pueden estimar en la toma de decisiones, si de ello se trata, incluso la ruptura, pues no siempre el gratificante, digna y respetuosa la situación. En todo caso, cualquier buena evaluación de una situación pasa por apreciar lo positivo y como reconducirla hacia el lugar adecuado. Hacer hipótesis de fantasías ilusorias es contraproducente, pues, en todo caso, lo que hará será separarnos más de la realidad que nos rodea y situarnos en un mundo irreal, ficticio y carente de solidez para resolver el conflicto o la cuestión que nos planteemos.

Es cierto que la fantasía es una forma de vivir la vida en plan “sueño despierto”, de sublimar el trauma que castiga al inconsciente. O bien un sistema íntimo de llenar los espacios vacíos, que nuestras vivencias nos han ido dejando, después de haberse abierto la puerta a esa experiencia. Es bueno porque hay que matar el deseo y satisfacer esa fantasía para abolirla, pero el riesgo está en que no la dominemos y nos lancemos a una búsqueda imaginaria de situaciones idílicas que nos separe de nuestra vida real, con su cierto nivel de insatisfacción y descontento.

La ilusoria fantasía

Por tanto, piensa en tu viejo amor si quieres, pero no fantasees con que las cosas te habrían ido mejor, pues no tienes ni idea de cómo habrían resultado las interacciones que la convivencia te hubiera deparado. Valora lo que tienes y obra en consecuencia, porque puede que sea tu incompetencia, en el devenir diario, la que te ha llevado a esta situación de insatisfacción personal o fracaso. Si es así, también es posible un fracaso en el próximo intento y solo te resultará satisfactorio el imaginario y fantasioso, el inventado, porque tú dominas tu pensamiento y lo diriges hacia el resultado que te apetece, y eso es jugar con trampa. No mires para atrás, salvo para aprender y usarlo en el futuro. Desde el presente, mira hacia delante, que es lo que te espera y lo que has de gestionar… hoy, como ayer, la decisión es básica en cualquier cruce de caminos.



domingo, 5 de octubre de 2025

Ceder el asiento y otras menudencias

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el día 04 OCT 2025 7:01

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/10/04/ceder-asiento-menudencias-122252790.html

Autobús con historia. / Álex Zea

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Hoy ando hastiado de las actitudes y conductas que se nos ofrecen en el mundo de la política. Estoy muy preocupado por cómo se van desarrollando determinados acontecimientos, sometidos a la manipulación y tergiversación, que se nos vienen planteando por sujetos y sujetas afines al ‘trumpismo’, así como la inseminación del odio y el caos como forma de llevarnos al conflicto y la deconstrucción del sistema. A la vista de ello, hoy, he decidido escribir sobre cosas más cercanas, más vulgares y triviales, aunque no exentas de importancia social, como es ceder el asiento y otras menudencias.

Cuando me desplazo por la ciudad suelo hacerlo en los medios de transporte municipales. Tenemos, bajo mi punto de vista, un buen servicio de transporte público en Málaga, ya sea bus o el propio metro que nos ofrece un buen nivel de diligencia y puntualidad. Recuerdo que de joven, cuando habitaban en Barcelona y viajaba en el bus, el tranvía o metro, no solía sentarme, dejando los asientos a las personas mayores, a mujeres embarazadas o que tuvieran alguna dificultad. Eso me enseñaron mis padres y así lo asumí. Es un acto solidario y de justicia dejar el asiento a quienes lo necesitan más que uno.

Habilidades que se van perdiendo

Luego, mientras circulaba, iba haciendo equilibrios, sin agarrarme a sujeción alguna, retando al movimiento más o menos imprevisible de un bus sometido a las leyes de la circulación, con sus frenazos, giros y demás inesperadas incidencias. Lo tenía como una especie de deporte intentando acompasarme con el azaroso circular por la vía pública. Después, con el tiempo, estas habilidades se fueron perdiendo y empecé a preferir viajar sentado para evitar incidentes desagradables, dada mi inestabilidad.

Un día, ya mayor y usando un bastón, una joven me ofreció su asiento. Me supo mal, lo reconozco, porque, con su gesto, me decía que era mayor y yo me resistía a serlo. Le agradecí el detalle y seguí de pie asido a la barra. Mas, con el tiempo, me fui concienciando de la realidad; mi incapacidad para mantener el equilibrio, mi deficiente tono muscular para asirme con firmeza a la barra y otros detalles, dejaban de manifiesto que mejor ir sentado que de pie y sometido al vaivén del vehículo. Desde entonces prefiero el asiento y agradezco que alguien me lo ceda.

Ello hace que me fije en esos detalles, en quiénes tienen la amabilidad de ceder su asiento a las personas mayores. La realidad es que no todos los jóvenes suelen hacerlo, aunque te vean con un bastón y cierta dificultad para mantenerte en pie, pero muchos lo siguen practicando. Hoy, viajando en el metro, me lo cedió una señora de mediana edad, que me insistió en que lo usara. Alrededor había un buen número de jóvenes, posiblemente estudiantes, dado que circulaba por la línea que atraviesa el campus universitario. La mayoría de los que estaban sentados mantenía la mirada fija en su móvil, abducidos por aquello que reclamaba su atención, y esquivos a ver el entorno, lo que le eximía de culpa a su distraída conciencia. Puede ser una buena estrategia: yo voy viendo mi móvil y, si acaso, ya alguno, no distraído en este quehacer, se percatará de cuando aparece alguien con necesidad de ir sentado para cederle el lugar. En realidad, casi en todo lugar, es muy habitual que los individuos sentado o de pie anden manipulando el móvil, absortos en su mundo.

Viaje a Uzbequistán

En ese trance recordé mi viaje a Uzbequistán con un grupo español de edad media. Estando en la capital, Taskent, tomamos el metro. Nada más entrar al vagón, como un resorte, se levantaron unos jóvenes para cedernos amablemente el asiento con una sonrisa y ruego de que ocupáramos su lugar, iniciando una conversación sobre nuestra procedencia, preocupados porque la estancia nos fuera agradable.

Indudablemente, existen variables educacionales muy significativas y también actitudinales; es decir, muchos jóvenes se han formado en casa bajo la hiperprotección de los padres y abuelos, hasta tal punto que sus mayores han sido sus servidores, dándole o permitiéndole caprichos y tolerando conductas insolidarias. Eso los ha hecho cómodos y con sentido del derecho a ser servidos en lugar de servir.

Echamos en falta, por qué no decirlo, una educación ciudadana básica. Se nota hasta en el ejercicio profesional, donde muchas veces un trabajador o servidor público no tiene, o no quiere tener, conciencia de la cola de gente que mantiene, mientras su actitud indolente le hace perder tiempo en nimiedades, o el propio cliente le distrae con minucias, sin considerar a quienes están esperando detrás de él. Yo suelo calcular que cada minuto que se pierde en fruslerías se ha de multiplicar por el número de clientes que hay en la cola de espera, dado que todos ellos tienen otras cosas para ocupar su tiempo.

Hay detalles que te irritan y solo la tolerancia y represión del impulso hace que no entres en colisión con la persona maleducada, pensando que no vale la pena. Sin embargo he visto en determinados lugares cómo un ciudadano le llama la atención a otro por su conducta incívica. En Viena, por no ir más lejos, subiendo en una escalera mecánica del metro la gente pasiva se coloca a la derecha dejando el lado izquierdo para aquellos que quieren ir más rápido y subiendo por sí mismos. En una ocasión vi cómo un señor con prisa apartaba, con cierta violencia, a otro que ocupaba, parado, el lado izquierdo.

Ensuciar menos

Por otro lado, hablando de otra cuestión cívica, mantener la ciudad limpia no es limpiar más, que también, sino ensuciar menos. Eso forma parte de la cultura de los pueblos y se ve en cada lugar que visitas, incluso se diferencian barrios, en algunos casos semiabandonados por el servicio de limpieza… y ya se sabe, la suciedad llama a la suciedad y la limpieza genera conductas de limpieza: «Donde fueres haz lo que vieres». Sin ir más lejos, en nuestra ciudad podemos ver ese fenómeno; un centro limpio y cuidado y determinados barrios en casi abandono. En los últimos tiempos venimos observando, en Málaga, algunos movimientos ciudadanos de barrio que reivindican con firmeza una mayor dedicación del servicio de limpieza municipal.

Aun siendo complejo conseguir una homogeneidad de actitudes y conductas, ya que cada cual «es hijo de sus padres», o sea tiene su nivel de educación, cabría, a la par que mejorar el servicio de limpieza, elaborar y llevar a término programas educativos, sin desalentarse por fracasos, hasta conseguir el objetivo de crear actitudes ciudadanas de conductas cívica.

La educación ciudadana es un compendio de conductas y actitudes que se dan en una sociedad determinada, a la que no es ajena su idiosincrasia, donde se incluye desde dejar el asiento a los mayores hasta no tirar una colilla al suelo o recoger los excrementos de los animales de compañía, apoyados por un buen servicio público de limpieza que ejerce de ejemplo y exigencia.

Decía Herzberg en su teoría ‘bifactorial’ sobre la motivación laboral, que el trabajo bien hecho, y el reconocimiento consiguiente, era uno de los principales elementos motivacionales. Esa misma teoría creo que es aplicable a la conducta ciudadana. Solo hace falta reconocer y premiar las conductas adecuadas de todo ciudadano, entendidas como ejemplares, sin olvidar actuaciones educativas y algunas acciones punitivas. Yo, cuando hago las cosas bien me siento reconfortado y supongo que eso le ocurre a todo el mundo, o… tal vez no. En todo caso, deberíamos tomar conciencia de que compartimos espacios con los demás y hemos de respetarlos, pues son la casa común que nos acoge.



 

sábado, 27 de septiembre de 2025

Genocidio en Tierra Santa

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el día 27 SEPT 2025 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/09/27/genocidio-tierra-santa-121997095.html

Los libros sagrados de los judíos son la coartada perfecta para los integristas del gobierno de Netanyahu

Palestinos en el Hospital Al Auda del campamento de refugiados de Nuseirat junto a un muerto por los ataques del Ejército de Israel contra la Franja de Gaza. / Europa Press

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He de reconocer que aquel 7 de octubre de 2023, viendo la masacre que produjo Hamás entre la población de Israel, con 1195 personas asesinadas a sangre fría y el secuestro de 251 israelitas, me causó, no solo espanto y dolor, sino rabia, desprecio y el más absoluto rechazo hacia unos criminales terroristas que se cebaban con la población civil, canalizando un odio secular que sigue tan arraigado en Tierra Santa.

En aquel momento pensé, y lo sigo pensando, que Hamás debe desaparecer como organización y que Israel tenía derecho a defenderse de esos ataques irracionales y terroríficos, aunque se desarrollaran en un marco histórico complejo de violencia y confrontación al que Israel no es ajeno. Esperaba, expectante, la reacción de Netanyahu y su gobierno. El hecho de que el propio Netanyahu estuviera sometido a una presión judicial importante en su país, por presumibles prácticas delictivas, me llevaba a esa expectación. ¿Podría utilizar este acto terrorista para iniciar acciones de castigo contra la propia Gaza, como era habitual?

La Biblia y la violencia

Mas nunca imaginé hasta donde sería capaz de llegar este sujeto sin escrúpulos, de bajos instintos humanos y carente de compasión y sentido de la equidad que predica su propia religión en la Ley del Talión: “Ojo por ojo y diente por diente”. Claro que, el Antiguo Testamento, también alienta la destrucción y muerte del enemigo por mandato divino con objeto de ocupar la Tierra Prometida. Lo deja claro en el capítulo 20 del Deuteronomio, cuando indica cómo ha de actuar Israel en el asedio de una ciudad, en los versículos del 10 al 20.

Hablando del Deuteronomio, libro sagrado que integra el Antiguo Testamento, solo citaré algunos versículos, del referido capítulo 20. Si bien el versículo 10 alude a que antes de entrar en combate ha de ofrecer la rendición y paz, el 11 predica que, una vez sometidos, ha de hacerlos tributarios y serviles; en los versículos 16 y 17 dice: «¹⁶ En cuanto a las ciudades de estas naciones que Yavé, tu Dios, te da como heredad, no dejarás en ella un alma con vida, ¹⁷ sino que las consagrarás al anatema, a los jeteos, amorreos, cananeos, fereceos, jeveos y jebuseos, como te ha mandado Yavé, tu Dios». También, en la toma de Jericó, Yavé ordena a Josué (Josué: 6, 17): «La ciudad será dada por anatema a Yavé con todo lo que hay en ella; solo quedarán con vida Rahab la prostituta y los que estén en su casa, por haber escondido a los exploradores que habíamos enviado”. Esta falta de compasión, con carácter exterminador y de sometimiento del rendido, ¿conlleva el supremacismo del pueblo elegido y su pureza de sangre?, me pregunto.

Los libros sagrados de los judíos son la coartada perfecta para los integristas del gobierno de Netanyahu, que se anclan a un anacronismo religioso ajeno al espíritu de los tiempos actuales. Con una fe ciega y un ajuste al pie de la letra de lo que dicen esos textos, son incapaces de comprender el sentido universal del ser humano. Aceptan como dogma ser el pueblo elegido por Dios, por encima de cualquier otro pueblo, lo que les otorga carta blanca para actuar según su interpretación y aplicación del mensaje bíblico.

Conducta y credo religioso

Esa visión o concepción de la vida y las relaciones humanas, entre ellos mismos y con el resto del mundo, es la que determina su conducta en Gaza, bajo mi punto de vista. La llegada al poder del sionismo dogmático que pretende la instauración del Estado del Gran Israel en los territorios prometidos, conlleva una actitud cercana a lo que ya he descrito como forma de actuar para ocupar de nuevo la Tierra Prometida y eliminar a los seres humanos que la habitan.

Ellos no consideran lo ocurrido después, desde el advenimiento de Cristo, la instauración del cristianismo, y el surgimiento del Islam. Dos religiones que brotan del Libro Sagrado a las que se les llama, junto al judaísmo, las religiones del libro o abrahámicas. El hecho es que todas ellas tienen relación con la llamada Tierra Santa. Según el credo musulmán, Mahoma ascendió a los cielos desde la Piedra Angular ubicada en la Mezquita de la Roca de Jerusalén. Para los cristianos es un lugar sagrado en tanto Jesucristo nació, vivió y murió allí, desarrollando toda su vida y prédica en esos lugares. Por tanto, esa tierra, en sentido estricto, debe ser patrimonio de las tres religiones si consideramos el discurso semita, pues las tres son descendientes de la misma Biblia, de la misma historia religiosa.

Tal vez por eso se haya convertido, en muchas ocasiones, en tierra de sangre y muerte. Las religiones, que, en su credo y fe, se reivindican como las verdaderas, han sido excluyentes, calificando de infieles a los no creyentes en su dogma. Las tres, a la vez, se sienten con derecho sobre Tierra Santa, por lo que el dominio y control de la misma siempre ha sido una necesidad de tipo religioso para facilitar el culto a sus creyentes. Convertida en un campo de batalla secular desde la antigüedad, vivió, en nuestra era, la ocupación romana, la expulsión de los judíos o diáspora, las cruzadas cristianas y finalmente la ocupación del imperio otomano hasta su caída tras la primera guerra mundial, dejando el lugar en una situación muy comprometida y más aún tras la descolonización inglesa.

Por otro lado, del impacto que produjo el holocausto y la compasión que generó, llevó a la ONU a dar una solución de “habitabilidad” política al pueblo judío, apadrinando el Estado de Israel casi en línea con el sionismo fundado por Theodor Herzl a finales del XIX, y planteó la solución de los dos Estados, uno judío y otro palestino. No fue posible y la confrontación llevó a varias guerras, en las que Israel fue ganando terreno, haciendo caso omiso a la ONU.

La Tierra Santa ya no es santa

Tras tanta muerte y desolación, el apelativo de Tierra Santa pierde su sentido, ya que, este lugar cargado de historia, ha sido un espacio continuo de confrontación, sufrimiento y sangre derramada a lo largo de los siglos. Puede que, en tres milenios, no exista otro lugar donde se haya derramado más sangre en nombre de dioses que predican el amor. Lo que no deja de ser una incongruencia, una paradoja entre el amor y el odio. Mas en estos tiempos no es solo eso, pues se conjuga ese integrismo religioso encapsulado y resistente a la argumentación lógica, como suele ocurrir con toda religión basada en el dogma incuestionable de la fe, con una geoestrategia política y de intereses comerciales donde la zona tiene un especial protagonismo.

Ahora, ante lo que está sucediendo tras el ataque de Hamás, el alma se queda helada. Es incomprensible cómo se ha producido todo y hacia donde nos lleva, con un visionario como Trump detrás pensando en resorts y campos de golf, construidos sobre las ruinas, la sangre y la muerte de miles de inocentes.

Hay preguntas carentes de respuesta: ¿Cómo es posible que el servicio de inteligencia de Israel, con la tecnología que tiene a su disposición, no se enterara de la planificación del asalto de Hamas, con la dimensión que tuvo? ¿Por qué el ejército estaba desprevenido? Podemos elaborar extrañas conclusiones.

El ataque de Hamás y los secuestros, merecedores de justicia, han sido excusas o argumentos perfectos para perpetrar el genocidio. El gobierno israelita se está pasando. Mata indiscriminadamente, siembra el terror, la muerte y destrucción entre la población civil, arrasa ciudades y pueblos, provoca la hambruna y la muerte de niños y mayores, humilla al inocente y sigue sembrando y cultivando el odio ancestral que reina en la zona.

Y… ¿cómo se resuelve esto? Tal vez apartando del poder a los sociópatas insensibles, alejando a los integrismos religiosos o políticos de la mesa de decisiones, reconduciendo a la gente de buena voluntad hacia la mesa de la negociación y del encuentro, creando dos Estados en paz e igualdad. La paz impuesta no es paz verdadera, es sumisión del vencido, la verdadera paz es la consensuada desde la igualdad y el respeto.

El pueblo judío no es culpable, es el gobierno de Israel. Pero el estigma de la historia amenaza a los judíos con su trascendencia. Ojalá reaccionen cambiando este gobierno por uno de paz y humanismo.



sábado, 20 de septiembre de 2025

¿Hacia dónde nos arrastran?

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 20 SEPT 2025 7:01

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/09/20/arrastran-121760637.html

No podemos caer en la trampa. No podemos renunciar a nuestra capacidad de discernir, de pensar y elaborar ideas propias razonables y razonadas

Isabel Díaz Ayuso saluda al italiano Marco Frigo, en la salida de la última etapa de la Vuelta. / l.o.

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Cada vez es más patético el mundo político que nos envuelve. Estamos inmersos en un proceso que nos arrastra irremisiblemente hacia el abismo. Nosotros, los cándidos y bienintencionados ciudadanos de a pie, los que no queremos esta vehemente confrontación que nos ofrecen los políticos irresponsables e interesados, acabaremos siguiendo sus pasos y dinamitaremos amistades, valores democráticos, sentido de la responsabilidad, respeto y consideración hacia el diferente. Potenciaremos el desencuentro hasta llegar a la confrontación irracional del conflicto bélico.

Los sujetos tóxicos a los que les importa un bledo la patria y su gente, a los que solo les interesa la defensa de sus arcaicos pensamientos, siguen sembrando en un campo de cultivo joven y virginal las perversas ideas que otrora nos llevaron a la debacle.

Estamos perdiendo el rumbo

Hemos perdido el rumbo, hemos perdido el norte. Bogar en este mundo sin un horizonte utópico, anclado al humanismo solidario y justo, es ir a la deriva y al amparo de piratas que roban conciencias y alienan al ser humano en beneficio propio.

No podemos caer en la trampa. No podemos renunciar a nuestra capacidad de discernir, de pensar y elaborar ideas propias razonables y razonadas. Son muchos los cantos de sirenas que se escuchan en las redes sociales, demasiadas las ideas alienantes que nos presentan, la forma de sembrar odio y desencuentro, para dar pábulo a sujetos frustrados y necesitados de protagonismo. No se acabó la fiesta, porque la fiesta es la vida. En todo caso, dado el descontento que andan sembrando, lo que se ha de hacer es reconducir la fiesta, desde los propios valores democráticos, para armonizar la vida en paz y progreso buscando el desarrollo individual y social de esta comunidad tan rica en matices humanos. La fiesta, la vida, hay que preservarla sin dejarse arrastrar por los agoreros que nos la quieren amargar llevándonos a lo más terrible, que puede acabar con la propia vida, pues terminarán pidiéndote que la entregues a la causa. Eso os debe sonar de tiempos pasados, no muy lejanos, que pregonaban un amanecer entre muerte y sangre, donde el sol luciría para unos pocos en detrimento de la mayoría. No cabe ponernos cara al sol en mangas de camisa.

Nuestro juicio es esencial, nuestra libre forma de interpretar las cosas, desde la razón, ha de prevalecer ante los intentos de manipulación de grupos extraños y sectarios, que usan el insulto y la descalificación como instrumento para colonizar nuestro propio pensamiento. Que nos muestran la paja en el ojo ajeno y esconde la viga del suyo.

Estos predicadores y sus prédicas rompen todo esquema racional. Exigen a los demás lo que ellos no se exigen a sí mismos. Su maldad la ven en el otro y la rechazan y denuncian con dedo acusador difamatorio. Tal vez, quien indica con su dedo al otro anda desviando la atención para que no le mires a él. Ahí ha de aparecer la razón, el discernimiento, la inteligencia suficiente para separar la paja del trigo desde un sano y justo criterio personal.

Thanks for watching!

Porque no se trata de confrontar vehementemente, de usar la beligerancia exacerbada, de tratar de imponer dogmas y criterios inalienables a los demás, de instaurar un modelo singular y excluyente de patria, sino de hacer buen uso de los valores de la democracia, que son el respeto, el diálogo, el acuerdo y pacto para beneficiar a la gente creando una sociedad de paz y consenso.

Ya nos falta empatía y compasión

Creo que necesitamos un poco de empatía para ponernos en el lugar de los otros sin dejarnos arrastrar por nadie, sin ejercer de correa de trasmisión de abyectos sujetos que se mueven a caballo de la falacia y de la manipulación para alcanzar sus objetivos.

Ante la amenaza de un nuevo conflicto, nos jugamos mucho más que en otras guerras, nos jugamos la supervivencia, no solo de la especie, sino del maravilloso entorno que nos envuelve. Nos jugamos la vida en el planeta, el futuro de nuestros hijos y nietos y de todo ser vivo… ¿Quiénes somos nosotros para arrogarnos el perverso derecho de destruir el mundo, de aniquilar a nuestros hermanos, de matar el futuro de nuestros descendientes? ¿Por qué no tenemos la sensatez de frenar a los inductores del conflicto, a los cultivadores del odio y a los que nos marcan enemigos artificiosos a batir? ¿Por qué no somos capaces de acabar con las guerras, de una puñetera vez, dado el nivel de desarrollo intelectual que hemos alcanzado?

Estamos en un infame proceso de deterioro de valores humanos, que parece orquestado por quienes ocultan sus intereses contrarios a una sociedad solidaria, empática y compasiva. El alma se nos está encalleciendo y nos deshumanizamos manipulados por sentimientos egoístas, cuando no ególatras, hasta tal punto que elevamos al poder a sujetos insensibles con el sufrimiento humano en función de intereses inconfesables, a peligrosos demagogos y sociópatas con armas de destrucción masiva. Nos dejamos atrapar en discursos inconexos, desalmados y generadores de odio hacia quienes propagan una justa convivencia democrática, para entregarnos a los populismos trasnochados que han brotado de esporas enquistadas hace un siglo.

El mundo de la información, navegando en un mar de desinformación, se ha convertido en un campo de batalla donde se dirime el relato, dado que se abandona, en muchos casos, la ética informativa y el ejercicio profesional del periodismo sensato, objetivo y responsable. El tsunami de las redes sociales nos arrastra a través de la simpleza del mensaje y la noticia, que no trata lo esencial que nos aproximaría a la realidad, tan necesaria para ejercer un juicio crítico.

El declive de la intelectualidad

Otrora, el mundo intelectual contaba con el reconocimiento de la gente y se les daba crédito a sus aportaciones cualificadas, científicas y argumentadas. Ahora, en las redes sociales, se le da el mismo crédito a un cantamañanas que a un científico, lo que demuestra el nivel del receptor del mensaje. Nos dejamos llevar por eslóganes, por consignas políticas e ideas que nos pretenden inculcar por medio de las emociones, como son el odio, el miedo, el rechazo. Algunos reclaman los valores anacrónicos de viejas concepciones de patrias excluyentes con sus hijos, que no encajan con los principios que deberían prevalecer en este momento histórico.

En este contexto, y como ejemplo: ¿Cómo es posible que haya tanta gente indiferente ante la masacre y destrucción de Palestina? Todos deberíamos sentir, al igual que lo experimentamos con los atentados perpetrados por Hamas el 7 de octubre, escalofríos al ver Gaza destruida por otros ataques extremistas más terribles aún, cómo dinamitan a conciencia los edificios de la ciudad y las casas de sus habitantes mediante una demolición sistemática, los niños hambrientos, los heridos y muertos por la acción de un ejército excelentemente dotado para guerrear con otros ejércitos. Pero esto no es una guerra, por mucho que lo digan, estos es la masacre de un ejército bien pertrechado sobre una población civil indefensa, a la que tratan como ganado, humillándola y llevándolos de un sitio a otro para preservar su vida, con el miedo a perderla.

Se nos congeló el alma

Mientras tanto vemos a políticos hipócritas defendiendo con artificio la actuación de Israel, negando el genocidio que la propia ONU ya ha calificado como tal. No nombraré a nadie porque ellos mismos se identifican con sus actos, con su cinismo y extravagantes comparaciones. Dejo al lector esa función, pero tengan en cuenta que quien apoya o justifica a un asesino es también culpable. Decía Julio Anguita: “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”, y yo añado: “y los que las apoyan y justifican”.

Si a cualquier ser humano se le presentan las imágenes de lo que ocurre y no se inmuta o lo justifica, si no siente repelús, desasosiego, rabia, Impotencia y deseos de actuar y condenar estos hechos, creo que ha dejado de ser humano y debería hacer un examen de conciencia.

Lo que ocurre nos es culpa del pueblo judío, sino de sus gobernantes, pero dado que defienden que son una democracia, quienes los han votado son sus cómplices como colaboradores necesarios. Creo que estos hechos, que juzgará la historia, acabarán estigmatizando al conjunto del pueblo judío, como una lacra bien documentada que arrastrarán por siempre. Han atenuado el sentimiento de compasión y apoyo que generó el holocausto en la población mundial.



 

El fantasma del pasado

Opinión | Tribuna Por: Antonio Porras Cabrera Publicado por el diario La Opinión de Málaga el día 01 NOV 2025 7:00 https://www.laopin...