Absorto anda uno. El
mundo no cambia, pero conforme avanza el conocimiento y la libertad, la libre
comunicación y la capacidad de discernimiento de los pueblos, se van
descubriendo y contrastando situaciones insostenibles, alarmantes, escandalosas,
que hasta ahora habían persistido a lo largo de la historia, pero que no
estamos dispuestos a seguir tolerando.
No nos engañemos. La corrupción era una práctica habitual, alegal si se quiere,
y en muchos casos las comisiones por obras o actividades ligadas a los
servicios públicos eran consentidas y protegidas por la práctica gubernamental.
Quiero decir que no estamos descubriendo nada nuevo, sino que estamos constatando
algo que no estamos predispuestos a seguir consintiendo cuando se nos dice que
hacienda somos todos. Si quieren que tengamos conciencia de Estado, deberán
entender que el Estado somos todos y que el servidor público es un bien público
y no un gestor arbitrario de las instituciones. Estamos en un país donde existe
una sentencia refranesca que lo dice todo: “No me des dinero, ponme donde
haya”. Ello sin entrar en otro de los deportes favoritos a nivel nacional, como
es el nepotismo (RAE: Desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las
concesiones o empleos públicos), que esa es otra. Si eres de mi partido te abro
la puerta y si no te la cierro. O sea, esto no es nuevo, pero ya no es
tolerable… No se soporta el cinismo con que algunos políticos, que están en
partidos pringados hasta el cuello, vayan de salvapatrias, de solución para los
problemas que ellos mismos han provocado directa o indirectamente, como puede
ser el de la burbuja inmobiliaria creada a finales de los 90. Su discurso da
nauseas por mucha argumentación que ostenten en plan eslogan.
El asunto es que el sistema está obsoleto, corrompido,
inviable, putrefacto para un nuevo orden democrático. Pero se quiere salvar la
parte matriz que lo corrompe: el dinero. El problema no está solo en los
corrompidos, sino en los corrompedores, en los que tienen el dominio del dinero.
Le metemos mano a los primeros mientras los segundos se van de rositas. Hay que
atajar los dos bandos para que un nuevo orden moral empiece a germinar. El
corruptor es el instrumento y el corrupto el objetivo. El uno sin el otro no
puede existir, pero sí puede crear al otro si existe el uno.
Esta sociedad, este sistema, se ha fraguado y sostenido en
varios pilares fundamentales. Los llamaremos los pilares de la tierra, del
mundo donde vivimos. Esos pilares se consolidaron al amparo de la injusticia,
de la desigualdad, del clasismo y de la ignorancia. Se adueñaron del saber y
del poder y ejercieron el mando y ordeno como mejor les plugo. Dueños del
conocimiento, controlando la ciencia y la educación, todo era factible. Establecieron
clases, sumisas y dominantes, que estructuraron en una sociedad donde la política
quedaba a cargo de unos y el trabajo a cargo de otros, donde el de arriba
mandaba y hacia lo que le parecía mejor para sus intereses y el de abajo,
convencido de su incapacidad para tomar mayores decisiones, y al amparo del
analfabetismo, asumía su destino, que era obedecer al que sabe y manda,
pensando que obraría velando por el bienestar de quien le servía. Todo ello se
conjugaba en una estructura de poder formada en varios pilares, en distintas
fuentes que tenían intereses similares y alianzas.
Pero la ciencia avanza, el conocimiento salta las fronteras y
escapa al control de los antiguos adoctrinadores y surge un espíritu crítico en
el pueblo, que deja de ser analfabeto para desarrollar su capacidad de
discernimiento, de razonar en justicia y de reivindicar principios y acciones
que se enfoquen al bien común, a la evolución de las personas como seres
humanos y no como máquinas al servicio del señor, del capital, del dinero y la
producción de bienes materiales y la especulación del mercado. Todo esto hace
aparecer una masa crítica que busca otro sistema alternativo, que cuestiona la
esencia de esos pilares morbosos que sostienen una sociedad injusta, alienante
y deshumanizada. Se abren los ojos y ya no se tolera y asume el abuso, la arbitrariedad,
la injusticia social, la iniquidad y el atropello. Se cuestionan esos pilares y
se destapa su verdadera esencia, su perversidad, su inmoralidad, su corrupción
e indignidad.
Y permítaseme enumerarlos:
1. Los reyes. Hoy conviven con el
descrédito forjado en la familia real, con la sospecha y la presunción, con el
cuestionamiento de su funcionalidad. A pesar de gozar de inmunidad (qué curioso,
eso de la inmunidad y su tinte totalitario) los asuntos sucios de la casa real,
el urdangarinazo, les deja en muy precaria situación a nivel popular.
2. El Gobierno. Mentiroso e incumplidor
de sus promesas, falaz en sus apreciaciones, con sospecha de corrupción por
doquier y sus cínicas explicaciones, le lleva a tener un presidente con una
puntuación de aceptabilidad ridícula, menor que la propia oposición en todas
sus manifestaciones.
3. Los políticos. Sálvese quien pueda. Forjados
en partidos totalitarios, de nula o poca democracia interna, donde el líder y
su camarilla decide y quien se mueve no sale en la foto. Extrañas cuentas
internas, sobres, corrupción, financiación ilegal o alegal, etc… Prebendas,
placeres, dominio, estatus, corazas y privilegios…por no decir más.
4. La justicia. Politizada en sus
órganos de poder, sometida a viejas prácticas con leyes anticuadas y acciones
sospechosas apartando a jueces que le meten mano a asuntos intocables. Lenta,
pesada y excesivamente burocratizada, con pocos recursos en esta era
tecnológica… de medida fiabilidad en su operatividad.
5. Las finanzas. Ese mundo especulativo,
codicioso y avariento donde el dinero está por encima de cualquier otra cosa.
Que se saben poseedores del poder de comprar cualquier voluntad, del chantaje
económico, de la capacidad de frenar o hacer andar la economía de un país…
Acorralan a los gobiernos y a la ciudadanía con sus préstamos y sus hipotecas e
hincan de rodillas al más pintado.
6. La empresa. Que siendo un medio de
desarrollo, de producción de bienes para servir al ciudadano, un lugar de
encuentro de esfuerzo común de gente e inversores, acaba siendo un lugar de
explotación, desalmado y deshumanizado donde el dinero está por encima de
cualquier otro interés.
7. La religión. De la religión no hablo
mucho, solo os remito a esta dirección: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/02/21/actualidad/1361475495_345880.html
Podréis ver como sigue latente y en forma el sistema tradicional de
funcionamiento del Vaticano, con sus corrupciones y sus perversiones, con el
dinero, el sexo y la lujuria dominante, con sus alianzas por mantener el poder
y sus tejemanejes, sus conspiraciones, etc. Léanse algunos libros que circulan
por ahí y que dejan malparado al papado y su estructura en su historia más extensa,
como La Puta de Babilonia o Biografía no Autorizada del Vaticano y otros. Pero
párense un momento a ver, por otro lado, su papel en el adoctrinamiento y en la
sumisión, en el sufrimiento y el deber, en el sometimiento y la gloria que
conlleva, en la fe en el dogma y el acatamiento total y absoluto a los padres
de la iglesia, a la doctrina incuestionable e infalible del papa y sus manifestaciones
dogmáticas. En todo caso, las religiones a nivel general son la amalgama que
fragua una sociedad y si esta es injusta la religión que la moldea lo es también.
Los católicos son cristianos y antes que la religión y sus manifestaciones
terrenales, está el mensaje de Cristo, y ese no se practica, sino que se ha
manipulado y tergiversado hasta enfocarlo al interés de la estructura dominante.
Arduo trabajo les quedan a los verdaderamente creyentes en la doctrina cristina
hasta purgar a su iglesia, si es purgable y si es su iglesia de verdad y no la
engañifa.
8. El ejército. El ejército es de su
amo. Trabajó para quien lo mandó y en su esencia está la obediencia al mando
sin rechistar. ¿Quién lo domina, quien lo manda? Esa es la cuestión, que tiene
un poder inmenso de persuasión a base de fuerza y que puede ser lanzado y usado
a conveniencia. El 23F de 1981, hoy hace 32 años, fue un día memorable. Estuvimos
a punto de sucumbir ante energúmenos que entendían que la patria era el
territorio y los valores antidemocráticos que ellos defendían. Que la gente no
es patria sino servidores de ella y que el ciudadano no es soberano sino
súbdito. Puede que el ejército no sea el de antes, no lo dudo, pero las tornas
en él cambian con mucha facilidad, como pasó el 18 de julio de 1936.
Bien, y dicho todo esto, queridos amigos lectores, ¿no os
parece que estos pilares de la tierra se están desmoronando y que sería bueno
que al menos algunos se desmoronaran, para poder reconstruir el edificio de la convivencia
ciudadana? ¿Que este sistema es insostenible si no se le da al ciudadano el
papel que requiere en los nuevos tiempos? ¿Que hay que regenerarlo todo,
limpiarlo y extirpar lo inservible? ¿Qué tenemos que fraguar a los ciudadanos
del mañana desde otra perspectiva más humana, racional y libre para que ellos
puedan asumir el papel de responsables y dinamizadores de la sociedad?
Podría seguir planteando cuestiones, pero creo que cada cual
ya tiene en su mente un sin fin de ellas. La mayoría estamos de acuerdo en que
este sistema está muerto y debe cambiar sus pilares antes de que nos arrastre a
la debacle final, al caos y a la destrucción de los recursos naturales, a la
propia desaparición de la especie. En todo caso, lo que pretendo es acercarme a
una realidad y compartir con vosotros esta reflexión para ver si mis hijos y nietos
pueden tener una vida digna, al igual que los vuestros. Pido excusas, porque hoy
también se me fue el dedo en la extensión, pero todo lo dicho era necesario
manifestarlo para dar sentido a las ideas que os muestro y analizar los hechos.