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Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 29 OCT 2024
7:00
Es un
crimen el aprovecharse del llamado mercado libre para amañar precios, la
improductiva ingeniería financiera, la especulación en bolsa, etc.
Es un crimen el enriquecerse a costa de otros, el explotarlos, engañarlos... /
RICHARD
VOGEL
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Ahora que está tan en boga, como
casi siempre, los asuntos de corrupción y el pelotazo económico,
los chanchullos, manipuleos, tejemanejes, componendas, engañifas, artimañas, fraudes,
estafas y abusos en general, que llenan los bolsillos de unos cuantos
privilegiados desde el poder político o económico, cabe una reflexión profunda
sobre la moralidad y ética humana.
Quiero hacer mención a Honoré
de Balzac, que fue un escritor singular del siglo XIX francés y principal
exponente del realismo en la literatura europea. Digo singular no solo por su
interesante historia cargada de éxitos y contratiempos, sino por su propia
evolución profesional. Cuando murió, su amigo Víctor Hugo pronunció
las siguientes palabras: «A partir de ahora los ojos de los hombres se
volverán a mirar los rostros, no de aquellos que han gobernado, sino de
aquellos que han pensado». Ojalá fuera así, porque el gran valor del ser
humano es su capacidad de pensar y obrar en consecuencia.
Para mí uno de sus grandes
pensamientos o sentencias de Balzac fue: «Detrás de toda gran fortuna siempre
hay un crimen» (si le parece dura la palabra crimen, cámbiela por
injusticia). Cuando uno ve lo que está pasando no le cabe la menor duda. Desde
un punto de vista moral y de justicia social, es un crimen el enriquecerse a
costa de otros, el explotarlos, engañarlos y manipularlos para hacerse con sus
bienes y arrebatarles sus derechos con artimañas. En mi último libro publicado
sobre aforismos y apotegmas digo que: «Robar no es, solamente, hacerse con lo
que ya tiene otro, sino evitar que consiga lo que se merece».
Especulación
Es un crimen el aprovecharse del
llamado mercado libre para amañar precios, la improductiva ingeniería financiera,
la especulación en bolsa, etc. Es un crimen producir unos zapatos en
Vietnam por 10 euros y venderlos aquí por 100. Es un crimen llenarse
los bolsillos desde la especulación y no desde la producción. Por eso, cuando
veo una gran fortuna, siempre acabo preguntándome: ¿A quién engañó este
vendiendo a 100 lo que le costó 10? ¿Cómo especuló para multiplicar, no ya los
panes y los peces que son alimento a repartir, sino los millones? ¿Habrá algo
más detestable que deslocalizar una industria, llevarla a un país de sueldos
infames y mandar al paro a conciudadanos para sacar un mayor beneficio
personal, abusando del trabajador extraño, incluso niños, al que no se le
otorgan los derechos laborales que merece? ¿Habrá algo más indigno que un
político que concede contratos a una empresa a cambio de beneficios propios y
de su partido? Se ha globalizado el movimiento de capitales, pero
no de personas y de derechos laborales. En todo caso, la ética no es un
marchamo del capital y, por lo general, queda ausente de los principios que
rigen sus actuaciones. Si consideramos la exigua confianza que queda en la
justicia, debería aclarar esas cuestiones… pero la justicia es ciega, no solo
para garantizar su neutralidad, también puede serlo para ver lo que le interesa
ver, o sea ciega selectiva.
Pero, volviendo al tema, creo que
nadie tiene derecho a poseer en esta vida más de lo que fue capaz de crear, con
algunas correcciones razonables e importantes. Esa es la mayor garantía de que,
de partida, todos somos iguales, nacemos en cueros y evolucionamos según
nuestras capacidades. En contrapartida, los Estados deben garantizarnos
la cobertura de nuestros derechos constitucionales y humanos: educación,
sanidad, vivienda, etc. Pero, aclaremos, capaz de crear se refiere a bienes materiales
e intelectuales y recursos que faciliten la vida a los seres humanos y al
sostenimiento del planeta.
Porque las diferencias tan
terribles entre el pobre y el rico solo pueden venir de un ejercicio rayando en
lo criminal bajo un código ético y moral avieso. Este modelo amoral, cuando no
inmoral, está haciendo prevalecer los valores codiciosos sobre los humanos. Eso
acredita las tropelías y abusos que padecemos y la dinámica de conflicto y
confrontación, de guerra, botín, saqueo y despojo que se ejerce desde el poder
y la fuerza no solo de las armas sino de los instrumentos que las leyes
consienten. A modo de conclusión, la reflexión de Balzac, no deja de hacernos
pensar en que el excesivo enriquecimiento es injusto por definición.
Sistema más justo
Dejemos a un lado el mundo de los
políticos corruptos y empecemos a mirar a aquellos que nos traen ideas y
pensamientos enfocados a cambiar el sistema hacia otro mejor y más justo.
Debemos reemplazar a los políticos corruptos y desleales por otros que sean
capaces de gobernar desde la moralidad, la justicia social y los
derechos humanos. Apoyemos a aquellos que lo hagan desde la ética y los
principios de justicia social pensando en los intereses de la ciudadanía.
Necesitamos a los que antepongan los intereses generales a los particulares,
las personas al dinero, el desarrollo humano e intelectual a lo material. El
objetivo de la política ha de ser la felicidad del ciudadano, su evolución
intelectual compartida socialmente para facilitar el crecimiento del colectivo
conjugando la libre creatividad de cada uno. Esos deben ser nuestros héroes,
los que merezcan nuestra consideración y apoyo. Si queremos una sociedad
responsable y comprometida con la salvaguarda del ser humano, debemos hacerlo a
través de la educación y la concienciación en valores humanistas.
Pero, esperemos que, a estos
héroes, no nos los crucifiquen, como hicieron con Cristo los prebostes del
poder establecido, tanto en lo civil como en lo religioso, de la Judea romana…
Lo importante siempre ha de ser el ser humano y no las estructuras que lo
gobiernan, que solo son herramientas para conseguirlo, pues han de estar a su
servicio y no al revés.
Para que el mensaje, o la idea, se
entiendan desde otra dimensión, la que sustenta el credo religioso de tanta
gente, hay una frase: «Todo rico es un ladrón o hijo de un ladrón»,
que no he conseguido adjudicar, pues algunos se la imputan a San Agustín, otros
a San Juan Crisóstomo, o, incluso, a San Jerónimo, pero que tiene su referente
en los propios evangelios, Mateo 19, 23-30: «es más fácil que un camello pase
por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos». Entre
esta reflexión con sentido religioso y Balzac hay mucha similitud y muestra que
el espíritu humano se siembra en distintas campos de cultivo; lo malo es que se
insiste en enfrentarlos para que las ideas no cobren tanta fuerza. Un cristiano
y un revolucionario están muy cerca, pero dejando de lado la iglesia
representada en su jerarquía aliada con el poder y cuestionando el ejercicio de
su dominio…
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