domingo, 28 de enero de 2024

La suerte de Espaminondo

 


Era otubre, y Espaminondo del Pozo acababa de llegar al apartotel tras conducir 500 kilómetros siguiendo las instrucciones de su GPS. El sorteo le había favorecido con una semana de asueto en aquella espléndida playa del sur. 

El portero al llegar le dijo: Norabuenaño, por el premio. Le agradeció el detalle y, tras subir a la habitación y dejar sus cosas, bajo al bar a tomarse un güisqui para celebrarlo, que al final fueron tres conversando con una joven solitaria, Dolores Delano se llamaba, antes de irse a la cama. Su agílibus se manifestó en el diálogo y estaba seguro de que, de no estar tan cansado, la habría llevado al catre esa misma noche, pues le pareció que su suerte le había conducido a una serendipia al encontrar a aquella ababolada criatura.

Amaneció “embotao”, si bien ese conceto no lo acababa de encajar, asín que decidió darse un baño. Llenó la bañera de agua caliente y, con cierta dificultad, se introdujo en ella, capuzó como pudo en el agua para despejarse y, tras concluir, buscó la toballa y se fue secando pausadamente.

Una vez cumplido el ritual del aseo, deyección incluida, el hambre le llevó a la zona de cocina abierta, y aunque le hubiera gustado comerse unas almóndigas, se conformó con los albericoques que le habían dejado en la cesta de bienvenida.  Luego, con la parsimonia que se había propuesto pasar las vacaciones, se fue introduciendo los pantalones con gran esfuerzo, el culamen se resistía a quedar preso en los bluyín. Debió arremangarse bien hasta conseguirlo y pensó que hubiera sido mejor descambiarlos por una talla más grande. 

Después se dedicó a zangolotear por el apartamento observando los detalles del mismo, se paró ante una especie de quitaipón que le recordó el adorno de las mulas cuando era pequeño y guardaba en su memoria, junto a los apechusques de labranza, y fue mirando algunas garambainas de ornamento. Puso la tele y se quedó viendo un partido de béisbol en el momento en que el bateador alcanzaba un jonrón y se anotaba la carrera en su haber.

La terraza ofrecía un bello espectáculo. Al fondo, hasta perderse en el horizonte, el mar era una balsa, reflejaba como un inmenso espejo los dorados rayos del sol, aliado con el arrebol de las escasas nubes que peregrinaban por el éter, brindaba su envidiable superficie, que incitaba al baño, en aquel día claro de un otubre otoñal transgresor del clima con sus 26 grados. Y se dijo: norabuena, ño, asín da gusto vivir.

Tomó otro albericoque y despojado el hueso de la carne, tras deglutirla, siguió jugando con él en su boca mientras se preparaba para pasear tranquilamente, no quería ser un cagaprisas. Aquello era el isagoge de sus vacaciones. Recordó a la chica de la noche anterior y decidió llevarla a la limerencia con su encanto y melifluo discurso, pues le había dado la impresión que era una nefelibata, fácilmente encandilable, con su aspecto de núbil, donde él ejercería de malévolo ñuzco con sus sabrimientos  hasta dejarla obnubilada. En todo caso no pretendía llegar con ella a una follisca, andaría, pues, con la cuita requerida para evitarlo.

Salió a la calle pensando en ella. En ese instante vio bajar a Dolores Delano de un automóvil, un Corsa blanco, que acababa de aparcar y pensó: “nombrando a Roma por la puerta asoma”. Ella, al verlo, se le acercó con una clara y seductora sonrisa en su rostro, mientras Espaminondo, al que solían llamar “Espa” como apócope, observó tanta beldad en su balanceo que se convenció de que aquel sería su segundo premio.


NOTA: En cada palabra "rara" o que pudiera parecer mal escrita, coloco el enlace para que el lector pueda conocer su verdadero significado. Otubre, conceto, toballa, asín, almóndiga, etc. son palabras aceptadas por la RAE, aunque parecen malsonantes. 

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