La nieta de Carrero Blanco consideró “un disparate” la petición de prisión de la Fiscalía para Cassandra Vera.
(La Vanguardia)
Dentro
del mundo esperpéntico que se está instaurando es nuestro país de la mano de lo
absurdo, la intolerancia, la hipocresía, los malos modales, la falta de respeto,
la chulería de algunos medios y sus “periodistas”, etc., estamos asistiendo al sumun a través de la,
para muchos, irracional aplicación de la justicia, fundamentada en la ley
mordaza, en un sistema cada vez más disparatado e insensato donde la sociedad
ha entrado en la dinámica del dislate, perdiendo la verdadera esencia donde se
enmarca la libertad del ciudadano en un plano de equidad. Se entiende como
desmedido el castigo por hacer unos chistes cuando pululan por ahí, libremente,
sujetos que han causado muchos más daño con sus actos que un Twitter más o
menos irrespetuoso o, incluso, ofensivo.
Mientras
determinados medios y sus mentores pueden insultar y amenazar o referir que les
despierta el instinto asesino la vista de un representante del pueblo, como es
el caso de Jiménez los Santos en referencia a Podemos y otros, se acaba condenando
a prisión a una chica por hacer chistes, o si quieren mofa, de un hecho
acaecido hace más de cuarenta años. La ley debería tener en cuenta el equilibrio
entre el delito y la pena, la proporcionalidad en este sentido es básica. ¿Acabarán
prohibiendo o censurando los carnavales por las letras de las chirigotas
gaditanas ofensivas a los mangantes insertados en el gobierno o los partidos
políticos?
Ven
esto pero no el desprecio a las víctimas del franquismo y a los muertos que no
son afines a los que gobiernan, por lo que no se castiga ese ultraje y se sigue
menospreciando a esas víctimas que permanecen en las fosas comunes y cunetas
desde hace 80 años; eso sí, a los suyos se le llevó a sus mausoleos de gloria,
incluso a los altares, se rebuscaron sus restos para dignificarlos y se
proclamaron a los cuatro vientos los hechos criminales de las hordas rojas con
cierta morbosidad ejemplarizante, vendido sus propios crímenes como hechos heroicos.
Luego quieren dejar todo como está, no mentar la bicha para evitar volver a la
confrontación reviviendo esas injusticias, corriendo un estúpido, sí estúpido, velo
sobre los crímenes de la pasada dictadura, dejando impune a la ideología
responsable de ellos. La otra, la ideología contraria, ya fue juzgada y
condenada durante los 40 años. Si se pide pasar página, no es conveniente hacerlo
desde el olvido sino desde la reconstrucción de una realidad histórica manipulada
y tergiversada por el vencedor, que, al parecer y siendo todos demócratas,
sería el enemigo a criticar como un sistema dictatorial, al que condenamos como
defensores de la libertad… o tal vez es que hay demasiados demócratas conversos
que guardan bajo su piel la camisa azul de un pasado oculto. No, no me hablen
de justicia por condenar a un Twittero que hace chistes sobre Carrero, cuando lo que pasa con esas víctimas
del franquismo es más humillante para ellas y sus familias, que demandan de
continuo localizarlas. La democracia no se alcanzará hasta que en España no
reinen los partidos verdaderamente demócratas, lo otro será manipulación intencionada
a caballo de la engañifa.
Somos
muchos los españoles que nos sentimos asqueados al ver cómo se tratan los casos
según de quien se trate, ya sea por esta u otra causa de instrucción. Esta sociedad cada vez más corrompida, putrefacta
desde los principios que deberían consolidar la democracia y los valores de
lealtad hacia el pueblo, no pretende la justicia sino la sumisión y el
mantenimiento en el poder de las oligarquías dominantes, aunque sea a base de leyes
mordaza suficientemente ambiguas y atentadoras contra la libertad, para condenar
a unos y salvar a otros. El responsable primero es el legislador que otorga la
ley con la que el juez condena al aplicarla, luego estará la interpretación de
la misma según el magistrado que te toque y su imparcialidad, muchas veces
cuestionada.
Aquí
quiero hacer un paréntesis y volar hacia el pasado, pues el detonante de esta
reflexión ha sido el caso Carrero y los twitter de Cassandra. La muerte de
Carrero a mí me jodió y no porque fuera afín a sus ideas. Me explico: En 1973
estaba haciendo la mili y el 21 de diciembre de ese año me iba de permiso de
Navidad para no volver, pues me licenciaba el 15 de enero: Navidad en familia,
mi novia me esperaba, perdía de vista la jodida mili y esa mañana, cuando tenía
el petate preparado para largarme al día siguiente, me sorprende la noticia de
que habían volado el coche de Carrero con él y dos personas más dentro. Eso me
jodió y debí permanecer allí hasta enero. En el campamento reinaba el
desconcierto, no se sabía si era por una explosión de gas o qué podía haber
sido, pero el mundo militar andaba desasosegado, expectante y en estado de máxima
alerta. Yo estaba en San Clemente, por encima de Figueras y a 7 kilómetros de
Francia. Ya corría el rumor de acuartelamiento, de peligros indefinidos, etc.
que nos condenaban a estar allá toda la Navidad, como así fue. Fueron momentos
de zozobra e inquietud. En algunos casos se recibió la noticia con satisfacción
manifiesta, sobre todo en aquellos jóvenes más críticos con el régimen. Pero
permitidme un repaso a los hechos, y sus antecedentes, que se dieron aquel 20 de
diciembre.
Carrero
Blanco, para quien no sepa la historia o no haya vivido aquellos tiempos, era
el heredero de Franco, Presidente del Gobierno (o primer ministro) bajo la batuta del Jefe del
Estado que, a la sazón, era el mismo Franco. La dictadura se mantuvo tanto
tiempo por eso, por definición, dicta-dura, un dictado de la voluntad del dictador
sin considerar la del pueblo llano, impuesta a la fuera, por la dureza de sus
métodos represores… duramente. El disidente, siguiendo la tendencia establecida
desde la famosa guerra civil, era considerado traidor a la patria, ya que
España era Una (la que ellos quería), Grande (según el criterio) y Libre (para
los que se plegaban o comulgaban con la voluntad del amo). Esa España, donde no
se soportaban las diferencias, la diversidad de opinión, la libertad incluso de
pensamiento, estaba regida por la doctrina Católica como religión oficial y por
sus valores dogmáticos, totalitarios, impuestos, hasta hacer a la gente sumisa (su misa),
dejando claro cuál era su misión (sumisión). El juego de palabras encaja
perfectamente, pues a través de la misa se hacía a la gente sumisa, y la sumisión
era el objetivo o misión de ese adoctrinamiento.
Y
tú, querido amigo lector que no viviste aquellos tiempos, has de saber que la
Iglesia acabó cambiando a través del Concilio Vaticano II, de la mano de Juan
XXIII. Ello creó un conflicto dentro de la misma, donde los reaccionarios obispos
y clérigos defensores del régimen se enfrentaron a los innovadores que
defendían el tránsito hacia la democracia. Recuerdo el grito de los
franquistas: “¡TARANCÓN AL PAREDÓN!” porque el arzobispo de Madrid, monseñor
Tarancón, defendía ese tránsito. Todo el mundo sabía que era imprescindible el
cambio para reintegrarnos al mundo europeo, que estaba allende los
Pirineos, que nos separaban de Francia y de algo más. Pero, en su proceso
soberbio de trascendencia post mortem, el caudillo había previsto seguir secuestrando
la voluntad popular, dejando a un rey monigote como Jefe de Estado, mientras
ejercía el poder su delfín como Presidente del Gobierno. Aquello estaba atado y
bien atado, se decía por aquellos tiempos. Lo que pasa es que no todo el mundo
tenía la voluntad de seguir el camino marcado, desde los partidos políticos en
el exilio, apoyados por las democracias europeas, hasta los intereses económicos
de dentro y fuera del país. Había que cambiar, era evidente, si se quería volver
al redil de los ganadores de la guerra mundial, que derrotaron a los amigos de
los vencedores en España, y que soportaron al régimen franquista porque sacaron
tajada de ello, bien con las bases americanas, bien con el chantaje comercial.
Si
se quería cambiar había que modificar el escenario y los actores. Juan Carlos,
el futuro rey, era influenciable a través de su propio padre y de los intereses
de los monárquicos españoles, que habían colaborado con Franco por puro
pragmatismo. Su papel podía ser históricamente trascendente o dejarse llevar
por el proyecto franquista y pasar a ser, posiblemente, Juan Carlos el Breve.
Optó por lo primero y esa renta le ha permitido seguir durante tantos años al
frente del reino, siendo inimputable, o sea con las manos bastante sueltas para
hacer y deshacer, lo que deja una sombra de duda sobre ciertas actuaciones.
El
caso de Carrero era diferente. Franquista convencido, militar con su
almirantazgo, fraguado políticamente en la cuna de la dictadura, era un hueso
duro de roer. Sus convicciones, su lealtad al "sagrado" Movimiento, su inquebrantable
credo en el Nacional-Catolicismo, etc., era un hándicap muy importante.
Estorbaba, sobraba, a los intereses del cambio, pero no solo al mundo interno
de la sufrida España, sino al mundo externo del marco político y económico mundial.
Por tanto, un manto de ambigua sospecha se extendió sobre su muerte. Es cierto
que a Carrero Blanco le dinamitaron el coche de una forma un poco extraña, dado
el trabajo que realizaron los ejecutores del atentado sin ser detectados por
las fuerzas de seguridad, sabiendo que todos los días iba a misa, a una hora y
por la misma ruta, lo que demuestra la incapacidad de los servicios secretos para
detectarlos, bien por incompetencia, por prepotencia o, incluso se dijo, por connivencia.
La tesis de la CIA parece descartada, pero en aquellos tiempos se especulaba
con que la Inteligencia Americana estaba tras el atentado o, al menos, lo supo
y dejó hacer. El hecho es que el 20 de diciembre de 1973, el coche de Carrero,
voló a 35 metros de altura con sus tres ocupantes dentro, saltó la fachada del
colegio de los Jesuitas y dio con sus huesos en el patio, hasta tal punto que,
en un primer instante de estupor no encontraban el Dodge Dart blindado hasta
que lo descubrieron destrozado con sus tres ocupantes dentro. (VER
AQUI).
La
muerte de Carrero Blanco, de alguna forma, rompió la atadura del futuro con el
pasado y condicionó la posterioridad del país. Abrió la puerta a una mayor
influencia de las fuerzas a fines al cambio y conmocionó a los leales al caudillo
que vieron como se les iba de las manos el delfín ideológico de Franco. Luego,
con mayor o menor acierto, se gestionaría le cambio sin la figura de un Carrero
Blanco para tutorizarlo o condicionar a Juan Carlos y sus seguidores en el
proceso. El presente de España, sin entrar en valorarlo cualitativamente, quedó
condicionado un 20 de diciembre de 1973 con el vuelo forzado del Dodge Dart de
Carrero.
Luego vino lo que vino y estamos donde estamos. Lo malo es que en lugar
de condenar a los que nos sumieron en el ostracismo y en la dictadura, parece
que volvemos a ensalzarlos y arremetemos contra quienes los critican. De aquí a
volver a convertir en héroes a los golpistas solo hay un paso, el paso de cargarse
el espíritu demócrata y alabar al dictador. No quiero decir con esto que no se
exijan a la ciudadanía buenas y educadas formas de actuar, pero ¿quién pone el
límite y a quienes afecta?