sábado, 10 de febrero de 2024

Me embarga el estupor ante los hechos

 

Opinión | TRIBUNA


Antonio Porras Cabrera

Profesor jubilado de la UMA

Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00

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Me embarga el estupor ante los hechos. Aun sabiendo lo ocurrido a lo largo de la historia, nunca pensé que en estos momentos, a estas alturas de la civilización, con tanto conocimiento y capacidad de análisis, en un mundo globalizado donde las fronteras no resisten el embate de las ondas comunicacionales, pudiera caer tan bajo el ser humano.

Cuando digo bajo me refiero al atrapamiento en sus instintos más destructivos y letales. Está visto que somos, y seremos, siempre igual, que la historia no enseña y que las emociones machacan la razón con argumentos paranoides. Pensaba que la verdad nos haría libres, pero la verdad es desconocida y manipulada hasta hacernos ver como verdad a la mentira.

Somos incapaces de discernir y elegir el mejor camino cuando se nos somete a un bombardeo de ideas o argumentos que, aun siendo irracionales o, cuanto menos, rechazables ante la simple reflexión, seguimos cuan borregos al líder fornido que lanza sus proclamas falaces con fuerza y convicción, con el que nos identificamos y en quien nos proyectamos. O sea, somos manipulables y, por tanto, manipulados en nuestra opinión.

Pero cuando el líder, a través de sus ideas paranoicas o tendenciosas, va sembrando desconfianza en la gente y en los otros pueblos o partidos, creando odios, marcando como enemigos a destruir en un acto de autodefensa para evitar ser destruidos por ellos, estamos ante el mal vil de los gobernantes. Pero si, además, usa la violencia y busca la guerra como forma de resolución de los conflictos, insufla pasiones a su pueblo cuan Hitler, y otros muchos, en las concentraciones de incondicionales, demuestra que solo pretenden convertirnos en borregos de rebaño para seguir al pastor, cuyos fines son inconfesables. El, o los líderes, ponen el odio y el pueblo pone los muertos y el sufrimiento.

Lanzados por el tobogán de la discordia, de la escalada simétrica, caminamos irremediablemente hacia la hecatombe, y lo sabemos. Los responsables del botón rojo que hará saltar el mundo por los aires, usan su poder como amenaza, y muestran con asertividad su irreductible voluntad de usarlo si fuera necesario… pero, ¿necesario para qué?, es un chantaje inhumano universal, pues no se salvará ni el sursuncorda.

Y uno, en su estupor, se sigue preguntando: ¿Pero qué ha pasado?, ¿cómo se ha permitido que alcancen el poder sujetos irracionales cuyo valor humano es la imposición de su voluntad para mantener, o sostener, un imperio a la vieja usanza, pero con las nuevas tecnologías y conocimientos? ¿No se podría exigir, como virtud esencial del gobernante, su salud mental para mejor decidir sobre su voto los ciudadanos gobernados?, ¿puede ser dirigente de un país un paranoico iluminado y megalómano, desprovisto de emociones y empatía, capaz de encarcelar o mandar matar a quien se oponga a su voluntad y, además, de destruir y arrasar con todo?

Hace un tiempo vi a Putin en un estadio, justificando la agresión a Ucrania, soltando su discurso a sus seguidores, amenazando a los traidores, como si él no lo fuera con los intereses de su pueblo… pero no solo es Putin, veo a Milei con la motosierra, a Trump exhortando a tomar el Congreso, a Kim Jong-un atenazando a Corea del Norte, a Netanyahu justificando el crimen de exterminio que se está dando en Gaza… veo mentiras, desinformación por doquier, mensajes estructurados para comer el coco y sembrar opiniones propensas a su objetivo… en el pasado se vio a Hitler, a Mussolini o Stalin lanzando su arenga ante sus incondicionales llevándolos a la debacle de la II Guerra Mundial. No, no aprenderemos. Ninguna idea es buena si sirve para matar a la gente, para destruir sus casas, para hacerles sufrir, para arrebatarles la felicidad de las pequeñas cosas que le otorgó la vida y su esfuerzo. Quien hace eso es reo de lesa humanidad y merece ser juzgado y condenado por ello.

Pero el borrego, el gregario sometido incondicionalmente al grupo, dará su vida como forma de enaltecimiento personal, será un héroe, asesino, por supuesto, pero héroe para los que piensan como él. Pobre hombre que ha dejado de ser humano para convertirse en máquina, en herramienta al servicio de intereses ajenos, espurios, de oligarcas y prebostes.

Veo las bombas y misiles de última generación, orgullo de la tecnología militar, armas ideadas por gente desalmada cuyo objetivo es matar a gente desarmada y destruir más que ninguna otra, arrasar ciudades… caen sobre Ucrania, sobre Gaza, sobre Siria o el polvorín que es Oriente Medio y otros muchos lugares de menor ‘audiencia’. ¡Qué maravilla!, qué orgullo ha de sentir el inventor y su dueño cuando ve su efectividad. Creo que este mundo está dirigido por locos, por la irracionalidad de los intereses. Lo lógico es que si ha de morir alguien que fueran ellos los que den su vida, pero no, mueren los inocentes y los abducidos… como siempre ha sido y será.

Mientras tanto sigo estupefacto, preocupado, sin saber qué hacer pero sabiendo que poco puedo hacer ante esta gente enferma de alma y mente. La guerra es la guerra, donde ganan los de siempre y perdemos los demás.

viernes, 9 de febrero de 2024

El fracaso de la educación en España

 

Opinión | TRIBUNA


 

Antonio Porras Cabrera

Profesor jubilado de la UMA

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 02 FEB 2024 7:00


El fracaso de la educación en España

Es curioso que no seamos capaces de alcanzar un acuerdo en leyes tan necesarias como la Ley de educación... hasta aquí llega el largo brazo de las dos Españas y su imposibilidad de entenderse

Un aula vacía, en una imagen de archivo. / EUROPA PRESS - ARCHIVO

En este país, que otrora fuera la reserva de no sé qué, dentro de su chauvinismo autocomplaciente, estamos sometidos al seguro fracaso de los planes educativos que se desarrollan, alternativamente, conforme se va cambiando de Gobierno. Es curioso que no seamos capaces de alcanzar un acuerdo en leyes tan necesarias como la Ley de educación y que, con la alternancia en la gobernanza, se produzca una ley que deroga la anterior para mayor despiste de la estructura docente, profesores incluidos, y confusión del alumnado que anda desorientado sin la continuidad que requiere un proyecto de maduración, donde el conocimiento y la formación humanista son tan importantes.

Y es que hasta aquí llega el largo brazo de las dos Españas y su imposibilidad de entenderse, de consensuar y establecer sinergias en beneficio de la ciudadanía. El problema puede que radique en que el perfil de sujeto, de ciudadano, que desea cada partido de esa alternancia, es diferente y, a la vez, irreconciliable; o lo que es peor, que ninguno de los partidos políticos con proyección estatal tenga claro qué ciudadano ha de resultar tras el proceso educativo y la consiguiente socialización.

José Ingenieros (1877-1925), el escritor polígrafo y polifacético argentino nacido en Palermo, describía tres tipos de individuos en su libro El hombre mediocre (1913): el hombre Inferior (inadaptado al que asocia a bellaco), el Mediocre (carente de imaginación y sumiso a la rutina) y el Idealista (que contribuye a la evolución social con sus ideales, por ser de pensamiento imaginario). Ortega y Gasset reformularía estos conceptos en La rebelión de las masas (1929), haciendo especial hincapié en el hombre-masa al que solo le preocupa su bienestar. La pregunta es: ¿qué perfil de ciudadano le interesa cultivar a cada ideología política?

Bajo mi punto de vista, a grosso modo y sin entrar en profundidades donde, indudablemente, aflorarían complejidades para correlacionar las diferentes variables intervinientes, hay dos elementos interesantes y de orden superior, que definen el extremo de la línea continua por donde se mueve la intencionalidad política respecto al tema, en función del modelo de sociedad que se pretenda, y que podríamos establecerlo desde la sumisión por un lado, al librepensamiento crítico por el otro, como terminales de esa línea… Nos movemos, pues, entre, por un lado, la formación de ciudadanos integrados en un sistema de orden establecido, donde cada cual asume su competencia y se subyuga a ese orden aceptando sus objetivos, sin cuestionarlos demasiado, participando del mismo y consolidándolo como si de un órgano biológico se tratara, donde cada célula asume su función dejando la de pensante a la neurona y renunciando a su libertad de discernir más allá de su propio rol social (hablamos de un extremo conservador), lo que nos acerca a un sistema de súbditos; y por otro lado, un sujeto pensante y crítico, un librepensador no sometido a la obediencia ciega, integrado en el sistema como un activo que participa, con su aportación individual de ideas, para hacer de la sociedad un sistema dinámico de progreso y evolución a través de su participación en el diseño de objetivos de futuro, que determinen un modelo consensuado de convivencia ajustado e integrado según el desarrollo de la tecnología y el conocimiento, cuyo objeto final es la excelencia del ser humano como ente pensante, con una concepción que conjugue la unicidad de su individualidad con el componente de compromiso social, en esa dualidad que lo define como individuo social y de progreso.

Entre la dicotomía, individuo al servicio de la sociedad versus sociedad al servicio del individuo, nos movemos; y según que ideologías nos iremos acercando más a un lado o a otro. Por tanto, la clave, según mi modesto entender, sería determinar ese perfil de sujeto, de ciudadano, que más interesa a la sociedad en su conjunto, contando con el potencial de cada individuo y su participación responsable como filosofía política y social.

Indudablemente son valores muy diferentes los que sustentan una formación de espíritus libres o sumisos, de hecho la historia nos lo ha demostrado a lo largo del tiempo y, además, creando conflicto y controversias sociales que, en muchos casos, han terminado en violencia, incluso guerras civiles sustentadas en la intolerancia, el dogmatismo y los intereses. Pero siempre, al final, el poder, según su orientación, buscó formar al sumiso para perpetuarse.

Hay otro factor que también pesa, que es la personalidad de cada individuo, que se forja en las dos variables de temperamento y carácter. No todo el mundo está motivado de la misma forma y por los mismos estímulos. Habría que preguntarse si el librepensador nace o se hace. La conclusión, sea la que fuere, tendrá que considerar ambas vertientes; de ello se desprenderá que el “se hace” implica al proceso educativo, y es aquí donde se incide con esas leyes tan heterogéneas que legisla según quien. Una educación y/o socialización que pretenda la sumisión al poder y minimizar el librepensamiento, dará sus frutos, aunque sean parciales, y reducirá la existencia del ciudadano crítico.

Resumiría todo mi argumentario en un par de frases publicadas en mi libro Muy reales máximas, aforismo y apotegmas… que dicen: “Pensar libremente no solo es un derecho, sino una obligación del ser humano, pues viene a este mundo a desarrollar sus potencialidades y ofrecerlas a la sociedad”, y concluyo con la otra del mismo texto: “El ser humano tiene dos vertientes de desarrollo: uno social y otro individual; la cuestión está en articular estas dos variables para que el desarrollo del individuo y la sociedad sean compatibles”.

miércoles, 7 de febrero de 2024

Benito Pérez Galdós y la España del XIX.

 

(Publicado en el nº 13 de la Revista de Pensamiento y Literatura "La Garbía").

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Una de las obras más interesantes que he leído en los últimos tiempos, no solo por su calidad literaria, su clarividente y rica narrativa y su enjundia y dimensión, sino por su magistral, preciso y extenso trato de la temática histórica de la España del siglo XIX es, sin duda, Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, el insigne y nunca bien valorado escritor canario que vivió en una de las etapas más convulsas y trascendentes de nuestra historia.

Hace tiempo, muchos años, había intentado su lectura pero no estaba preparado para ello y acabé aburriéndome como una ostra y dejando el intento. Hay libros u obras literarias que se han de leer cuando la mente está en condiciones de hacerlo. No siempre se puede, pues a veces es necesaria una actitud, una disposición y estado mental y de conocimiento, que permita la absorción de los temas tratados a la par que despierte el interés necesario para hacerlo, además de disponer del tiempo que requiere una lectura tan extensa.

Son 46 novelas de componente histórico, protagonizadas por personajes varios, lógicamente ficticios, que nos llevan de la mano a través de la historia de España del siglo XIX, en concreto desde 1805 a 1880, publicada en un amplio especio temporal, que va de 1873 a 1912. Empieza con la aciaga derrota de Trafalgar y termina con la restauración borbónica a manos de Cánovas del Castillo en la persona de Alfonso XII. En el ínterin se da un repaso a todo lo acontecido entre uno y otro acto.

Salgo de la lectura con cierto malestar, desasosiego y desesperanza en un pueblo que a lo largo de su historia no ha sabido dar salida a sus conflictos, donde la visceralidad y el dogmatismo religioso se impusieron a la razón, manifestándose en continuas luchas fratricidas enarbolando el desprecio a los demás y a la diversidad. Es la historia de la frustración de una nación, cuyos mandos y ostentadores del poder civil, militar y religioso se encargaron de yugular o condicionar cualquier proceso de desarrollo en la línea evolutiva de Europa. Las asonadas militares nos muestran cuán implicado estaba un ejército caduco, muy tocado por las guerras coloniales, que buscaba el ascenso y los honores en el uso de las armas.

Por otro lado, el llamado Siglo de las Luces, vinculado en su esencia con la Ilustración, que fue un movimiento cultural e intelectual europeo “que apostó por la razón y las ciencias como medio de disipar la ignorancia y avanzar en el progreso de la historia y la sociedad”, tuvo su freno en los Pirineos o, al menos, una importante modulación desde la idiosincrasia de nuestra singular sociedad. Con posterioridad, las ideas de la Revolución Francesa, que cambiaron Europa, se neutralizaron por la pérfida invasión napoleónica y por el avivamiento de la llama opositora por parte de un clero y una nobleza que, salvo casos testimoniales, presentía el riesgo de perder sus prebendas e influencia. Todo ello, en ese entorno, llevó a identificar al ilustrado como afrancesado, por lo que, en el ámbito de la contienda, acabó señalado como alevoso.

Este querer evolucionar, por parte de una masa popular y cierta clase intelectual, y el freno a ello impuesto por los poderes anacrónicos dominantes, revirtieron siempre en sangre y muerte, en miseria y confrontación, en incompetencia política y administrativa. La corrupción de los gobiernos, el nepotismo, las cesantías según quien gobernara, las revoluciones de diferente calibre, hicieron de este país un campo de batalla y discordia, donde se perdió la esencia de nación homogénea y próspera, descolgándose del tren del desarrollo industrial, económico y social que circulaba en los países del entorno. Ya no fue solo el veto a la revolución ideológica que llevó a Francia a la República, sino a la propia revolución industrial y mercantil que dinamizaba la economía mundial.

España perdió escandalosamente esa guerra llamada de la Independencia. Franceses e ingleses, incluso portugueses, se cebaron en la destrucción de la poca industria que existía, en las infraestructuras y vías de comunicación, y en todo aquello que ayudara a empobrecer a la que fuera “in illo tempore” la primera potencia mundial. Borrar definitivamente del mapa de las potencias occidentales a un país como España era eliminar competencia e introducirla en un tercer mundo de miseria donde pescar, explotando sus minas y sus riquezas desde el dinero de las potencias extranjeras y la compra de sus personajes influyentes, así como incrementar la influencia en su caduco imperio hasta conseguir arrebatarle sus dominios y adueñarse de las vías comerciales.

La descripción de esta etapa de singular violencia producida por la invasión napoleónica, a lo que los ingleses le llamaron la Guerra Peninsular, tiene, a mi entender, una magnifica narración en la obra de Galdós. Desde la misma batalla de Trafalgar, pasando por el relato de los sitios de Zaragoza y Gerona, donde el dramatismo, la violencia y el sufrimiento humano tiene gran protagonismo, hasta la crónica de la confrontación a campo abierto, ya sea en la batalla de Bailén, Arapiles o de Vitoria, que tan bien describe… No queda fuera de su relato el singular protagonismo gaditano, con su fortaleza inexpugnable amparada por la flota inglesa, que permitió la elaboración de una de las constituciones más innovadoras y liberales dadas en Europa y el mundo, siendo ejemplo para otras venideras en ultramar.

Luego nos vino un rey, Fernando VII, llamado “el Deseado”, que resultó ser un felón impresentable que no dudó en llamar a los cien mil hijos de San Luis (segunda invasión francesa que no se consideró agresión al defender el absolutismo de la monarquía) para imponer su dominación totalitaria y cruel, con una década ominosa, que llevó la ejecución, de forma alevosa, a Riego (El 7 de noviembre de 1823 Rafael de Riego, hundido moral y físicamente, fue arrastrado en un serón hacia el patíbulo situado en la Plaza de la Cebada en Madrid y ejecutado por ahorcamiento y posteriormente decapitado), Torrijos y sus compañeros en las playas de San Andrés en Málaga, y otros muchos militares y políticos que pregonaban la Constitución Liberal de 1812.

A su muerte dejó la herencia de la ingobernabilidad, de la confrontación entre herederos; por un lado su hermano Carlos María Isidro y por otro su infantil hija Isabel, regentada por su esposa María Cristina Borbón Dos Sicilias. El conflicto “legal” se dio entre la ley Sálica (algo descafeinada, pues mientras en la ley sálica establecida en las leyes seculares no podía reinar una mujer, en este otro caso no podían reinar mientras hubiera un varón en la línea directa de sucesión, situación que persiste en la actualidad) y la Pragmática Sanción (que reinstauraba la de 1789 retomando la sucesión tradicional de las Siete Partidas de Alfonso X de Castilla) no suficientemente promulgada y clarificada en 1830, lo que desembocó en una larga y cruel guerra que enfrentó a Carlistas e Isabelinos (Cristinos) por el tema de la sucesión, desarrollada sobre todo en el norte, donde más abundaban los seguidores del carlismo.

 La primera guerra, de las tres que hubo, tuvo su apogeo con Tomás de Zumalacárregui, general de las huestes carlistas muerto a consecuencia de las heridas recibidas en el cerco de Bilbao, mientras su hermano Miguel Antonio ejercía de jurista  liberal, lo que da una idea de hasta qué punto estaban divididas las propias familias. Esta concluyó, según muchas opiniones, en falso, con el Abrazo de Vergara el 31 de agosto de 1839 entre los generales Espartero y Maroto.

Es de resaltar la extrema violencia y ejecuciones sumarias que se practicaron por ambas partes. El general Cabrera, llamado el Tigre del Maestrazgo, fue uno de los más aguerridos y crueles desde su posición inexpugnable de la fortaleza de Morella. Claro que esto se justificaba, entre otras cosas, en que, tras mandar él mismo el fusilamiento de los alcaldes liberales de Torrecilla y Valdealgorfa, sus enemigos, por orden del general Nogueras, con el consentimiento del general Espoz y Mina, a la sazón Capitán General de Cataluña, fusilaron a su madre como represalia, lo que encolerizó sobremanera a Ramón Cabrera y lo hizo despiadado y cruel. Acabó en Londres, casado con una inglesa y, por lo que se dice, sometido a los designios de la esposa… una cosa es la batalla a pecho descubierto en las guerras y otra la batalla soterrada por el dominio doméstico, donde el militar suele claudicar (tómenselo a broma).

Una características de los carlistas, defensores del Trono y el Altar, dispuesto a morir por Dios, por la Patria y el Rey, es decir del absolutismo monárquico y religioso, era que no fusilaban a nadie sin antes tener un cura para poder ofrecer la confesión al condenado y darle la opción de ser perdonados sus pecados, para no condenarle irremisiblemente al infierno. Curiosa idea, pero bajo mi modesta opinión era congruente con su credo, pues podía enjuiciar y arrebatar la vida, pero sin condenar al alma, que era jurisdicción divina y correspondía a Él el juicio de condena o absolución mediante el perdón a través de sus ministros. Vaya forma de pensar y entender estos caballeretes la justicia. La verdad es que pasar del altar a la batalla era cosa bien vista y muchos los curas que tomaron las armas para defender su credo absolutista.

Por otro lado, el movimiento político era vertiginoso y continuos los cambios de gobierno, donde el Presidente del Consejo de Ministros era extraño que duraran más de uno o dos años. Desde 1833 a 1874 con la restauración con Antonio Cánovas, hubo 72 cambios de estos presidentes, repitiendo algunos de ellos en varias ocasiones, como es el caso Narváez, llamado el Espadón de Loja de tendencia moderada, el propio Espartero que era del grupo progresista o Leopoldo O’Donnell catalogado como liberal. O sea, cambios entre unos y otros en función del viento o lo veleta que afectara a la realeza y los movimientos sociales, sobre todo Dª Isabel II que acabó desterrada y dando paso a la Gloriosa, una revolución casi de guante blanco, que acabó buscando un rey que ocupara un trono poco deseado por su conflictividad. El general Prim consiguió que viniera Amadeo de Saboya, en un intento de proclamar la primera monarquía parlamentaria de España, pero en las vísperas de su recepción en Cartagena, asesinaron a Prim y el primer acto real de protocolo que hubo de hacer fue acudir al entierro de su mentor. Tras dos años de reinado se acaba “largando” a su tierra, junto a su papá, que era el rey de Italia, Víctor Manuel II y dando paso a la Primera República, donde, al amparo de la libertad, aparece el movimiento cantonalista con Cartagena como uno de sus principales bastiones.

Luego vendría D. Antonio Cánovas del Castillo, paisano nuestro como malagueño y conservador convencido, que procuró y consiguió la restauración monárquica con la abdicación de Isabel II en su hijo Alfonso, lo que instauró, por el llamado acuerdo del Pardo, una etapa de alternancia política entre su partido y el de Práxedes Sagasta, conservadores y liberales, que se mantuvo hasta 1909, aunque Cánovas fue asesinado en Mondragón en 1897 por el anarquista italiano Michele Angiolillo, inscrito en el establecimiento (balneario de Santa Águeda) como corresponsal del periódico italiano Il Popolo.

En fin, amigos, que si sois gente de lectura a la que le gusta la novela histórica, podéis daros una vuelta interesante por la historia de España, de la mano de D. Benito y su obra. Materia no os faltará en un sinfín de páginas que os llevará meses leerlas (a mí me ha costado más de siete meses concluir su lectura, que empecé con avidez y en las últimas novelas me fue más tedioso). Eso sí, aunque los datos históricos son de mucha fianza, mirad que los personajes no son reales, salvo los históricos reconocidos, vayamos a entender que existieron en verdad sus protagonistas (aunque a algunos se les pueda poner casi nombre y apellidos), pero sacaréis conclusiones muy interesantes que os harán comprender mejor el porqué estamos como estamos y donde andamos, y que esto no se arregla si no se cambian las actitudes, sobre todo de los políticos, la política educativa y la formación de un espíritu democrático y respetuoso que nos lleve a comprender y compartir la vida y las cosas con nuestros conciudadanos en sinergias que pretendan el bien común.

Me quedo las frases finales que le dice Mariclio, la diosa o musa de la historia, a Tito Liviano, el protagonista final en la novela Cánovas, de la quinta serie:

«La paz, hijo mío, es don del cielo, como han dicho muy bien poetas y oradores, cuando significa el reposo de un pueblo que supo robustecer y afianzar su existencia fisiológica y moral, completándola con todos los vínculos y relaciones del vivir colectivo. Pero la paz es un mal si representa la pereza de una raza, y su incapacidad para dar práctica solución a los fundamentales empeños del comer y del pensar. Los tiempos bobos que te anuncié has de verlos desarrollarse en años y lustros de atonía, de lenta parálisis, que os llevará a la consunción y a la muerte.

Los políticos se constituirán en casta, dividiéndose hipócritas en dos bandos igualmente dinásticos e igualmente estériles, sin otro móvil que tejer y destejer la jerga de sus provechos particulares en el telar burocrático. No harán nada fecundo; no crearán una Nación; no remediarán la esterilidad de las estepas castellanas y extremeñas; no suavizarán el malestar de las clases proletarias. Fomentarán la artillería antes que las escuelas, las pompas regias antes que las vías comerciales y los menesteres de la grande y pequeña industria. Y por último, hijo mío, verás si vives que acabarán por poner la enseñanza, la riqueza, el poder civil, y hasta la independencia nacional, en manos de lo que llamáis vuestra Santa Madre Iglesia.

Alarmante es la palabra Revolución. Pero si no inventáis otra menos aterradora, no tendréis más remedio que usarla los que no queráis morir de la honda caquexia que invade el cansado cuerpo de tu Nación. Declaraos revolucionarios, díscolos si os parece mejor esta palabra, contumaces en la rebeldía. En la situación a que llegaréis andando los años, el ideal revolucionario, la actitud indómita si queréis, constituirán el único síntoma de vida. Siga el lenguaje de los bobos llamando paz a lo que en realidad es consunción y acabamiento... Sed constantes en la protesta, sed viriles, románticos, y mientras no venzáis a la muerte, no os ocupéis de Mariclío... Yo, que ya me siento demasiado clásica, me aburro... me duermo...».

Antonio Porras Cabrera

Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

  Es terrible que hoy, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, las portadas de los medios de comunicación estén...