Tal vez la Navidad sea una fecha
especial porque llegado el fin de año te incita a la reflexión, al balance de
todo lo que has vivido y visto a lo largo de ese tiempo, pero desde un espíritu
que busca la bondad, el propósito de enmienda y pretende mejorar el año
venidero.
Lamentablemente la historia nos
demuestra que el ser humano sigue siendo, después, tan inhumano como lo era
antes. Solo ha hecho un receso, una parada de meditación, de expresión
bondadosa, que no va más allá de pasado Reyes Magos, donde vuelve a las
andadas, una vez su conciencia centrifuga la inmundicia que acumula su
espíritu…
Este año ha sido malo, pero no por
la pandemia, ni por la crisis económica y otros males verbalizados en los
medios, aunque ya superados, sino porque seguimos sembrando el odio y la
confrontación. Hay agentes del mal por doquier, gente que por su boca echa
hiel, incapaz de razonar y discernir cuales son las formas sobre las que se
sustenta la convivencia.
Sobre todo en el mundo de la
política y la gobernanza, siguen las descalificaciones y el cinismo viendo la
paja en ojo ajeno y no la viga en el propio. La negra sombra del pasado asoma
por las esquinas brazo en alto con sus viejos cánticos de guerra. Las leyes
solo sirven cuando les dan la razón y siguen, erre que erre, descalificando al
que piensa diferente, reivindicando el marchamo de patriota para sí mismos y
todo lo demás es traición que merece ser colgada por los pies.
Esa prepotencia y arrogancia, la
transmiten a sus seguidores que, con suma desvergüenza, pregonan a su antojo
irracionales consignas que atentan contra la concordia y el espíritu del
entendimiento, que sustentan las normas básicas de convivencia.
Se ha perdido el norte y, por si
fuera poco, también los papeles. La estrella polar se ha diluido y ya no marca
el camino que debiera indicar. Dejamos de bogar al horizonte de utopía donde,
ya, lo importante no es el ser humano y su mejora de vida, su desarrollo
integral como elemento que conforma un todo universal en comunión, donde su
intelecto eleve su condición de vida en el camino a la excelencia de nuestra
sociedad, sino que se pretende su sumisión a los bajos instintos consumistas y
ególatras aventados por la pala de populistas, que gritan descarados “Viva la
libertad, carajo”… y uno se pregunta ¿qué carajo es esto? ¿Cómo podemos haber
caído en manos de histriónicos sujetos que repelen la razón y confunde tan
profundamente el concepto de libertad?
Para colmo nuestro corazón se
encoge en estos días, se constriñe hasta tal punto que bloquea los sentimientos
de felicidad a la vista de tanta barbarie. La sangre en Ucrania brota a
borbotones en una guerra aviesa de malas intenciones. Los actos terroristas de
Hamas, dieron paso a otros actos de terror liderados por un sujeto que raya en
la vesania, que manda bombardear indiscriminadamente a un pueblo donde
niños e inocentes caen como moscas a
modo de venganza psicopática.
Este año, los Reyes Magos se darán
la vuelta cuando vean que la estrella que lleva a Belén es un misil que surca
el cielo con su halo de fuego para destruirlo. No sé si se salvará el niño,
María y José… la mula y el buey. Yo ya he visto demasiados niños llorar de
desespero su dolor y orfandad sin mula y si buey.
Las guerras siguen sembrando muerte
y destrucción, los dictadores y manipuladores de la verdad nos venden cortinas
de humo para ocultar sus verdaderas intenciones. Aparecen megalómanos
adelantados al futuro, que siembran su mañana de poder y gloria en una distopía,
que cada vez toma más fuerza, ofreciendo un negro futuro para ese mañana que ya
no veré… ¿Cuántos Elon Musk se repartirán ese mundo?