Sr. Alcalde, miembros de la comisión de festejos, queridos
paisanos y paisanas de Cuevas de San Marcos, querida familia, amigos y amigas
que habéis venido de fuera a disfrutar de la feria. Muy buenas noches.
Ante todo quiero agradecer a la comisión de festejos y en especial
a Rafa Romero, el haberme propuesto para dar el pregón de la feria de nuestro
pueblo. He aceptado gustosamente, como hubiera aceptado en cualquier otro
momento. Lo he hecho porque la feria es una fiesta transversal, sin distinción
de credo, ideología o edad, es la expresión donde converge toda la ciudadanía.
Una feria es eso, un encuentro civil, ciudadano, para compartir ocio, alegría,
amistad y comunicación en buena relación, civilizadamente. Además de un reclamo
para el reencuentro de sus hijos emigrados, con su familia, los amigos y las
raíces que aquí nos dejamos, incluso algunos amores resistentes al olvido en la
distancia.
Me cabe, por tanto, el placer y el honor de ejercer de pregonero en nuestra
feria, anclada ya a la historia de Cuevas. Pero, en el fondo, los verdaderos
pregoneros del pueblo sois vosotros y vosotras, que cada día os volcáis en
hacerlo mejor, más bello, más dinámico, que publicáis por todos los medios a
vuestro alcance las esencias de Cuevas.
Yo entiendo, que el objetivo de mi pregón ha de ser compartir con vosotros el
sentimiento que despierta en mí nuestro pueblo, a la par que pregonar esta
fiesta. Compartir, digo, desde la evolución personal de cada uno a lo largo de la
vida.
Me gustaría empezar haciendo una mención especial a todos aquellos
paisanos y paisanas que tuvieron que marcharse a otros lugares para mejorar su
vida. Sobre todo a mis padres, Antonio el Cosario
y Dolores la Colchona, que tras vivir
muchos años en Hospitalet de Llobregat volvieron a su casa; por desgracia ya han
fallecido, y seguro que hubieran estado disfrutando este momento con nosotros. Mis
padres fueron campesinos de esta tierra. Llevo con orgullo ser su hijo y haber
surgido del pueblo llano, de esa familia donde convergen los Colchones, Chipés, Portugueses, Cosarios,
etc. que me dieron muchos más de 8 apellidos cuevachos. Es cierto que la gente
del pueblo llano, como es mi caso, tiene más difícil su éxito académico y
económico y que gracias al esfuerzo y al ímpetu que nos otorga la huida de la
nada, podemos alcanzar un justo reconocimiento en el mundo intelectual. Mis
éxitos, si es que los hay, y mis publicaciones, se los ofrezco a ellos y al
pueblo que me vio nacer en aquel febrero gélido y lluvioso de 1951.
Y volviendo a la emigración, resalto la distinción otorgada al
matrimonio formado por Rosario y Juan Manuel. En ellos se simboliza el homenaje
que se ofrece a todos los paisanos y paisanas que emigraron en su día. También ofrezco un recuerdo afectuoso a los
que no han podido venir por causas ajenas a su voluntad. Son muchos los que me
han comunicado que les hubiera encantado estar esta noche aquí, con nosotros,
pero no ha podido ser. (Un aplauso para ellos).
Me solidarizo con ellos, porque yo también soy emigrante. Me
marché en 1967 a Barcelona, donde viví 10 años y donde me casé con una paisana,
la “Dolorsitas” de la Luz, que sigue, tras cuarenta y cinco años y compartir conmigo dos
hijos y tres nietos, soportándome pacientemente.
Luego volvimos a Málaga, cerca de nuestras raíces, y ya son más de
40 años viviendo en la ciudad. Ello nos ha permitido un mayor contacto con
nuestra familia de Cuevas, con las amistades y el pueblo en general y disfrutar
de nuestra casa en calle Grama, donde recibimos a los amigos que vienen a
visitarnos al pueblo.
Pero, hay muchos casos como el mío. Por desgracia, o por suerte,
los hijos e hijas de nuestro pueblo estamos dispersos en una diáspora de corte
universal. Esos son también los grandes pregoneros que van llevando a gala por
el mundo el nombre de Cuevas de San Marcos. Por tanto, no hemos roto con
nuestra tierra, bebemos y vivimos esas raíces que nos anclan al pasado, a
nuestros ancestros que regaron estos campos, a veces desagradecidos, con su
trabajo y sudor. Nos marchamos, pero no nos fuimos. Estamos fuera, pero no
renunciamos a nuestro pueblo. Cuando podemos volvemos. Somos muchos, además,
los que seguimos manteniendo una segunda vivienda aquí, donde habita la memoria cabalgando en la nostalgia. Por otro lado,
en la mayoría de los casos comulgamos con un mismo sentimiento… ¿sabéis cómo se
llama ese sentimiento?: El orgullo de
ser de Cuevas de San Marcos. Y aprovechando que soy psicólogo, os haré un
diagnóstico del emigrante: “la mayoría de los emigrantes estamos enfermos… estamos enfermos de nostalgia”.
Y es cierto, porque cuando vuelves, y pasas el puerto del Cortijo
del Pilar, dejando Montenegro a tu izquierda, un sinfín de sensaciones te
transportan al pasado y a cada metro van brotando de la mente los recuerdos. Al
fondo ves el vasto reino de tu ayer perfilado de montañas, que es el valle del
Genil majestuoso, rodeado de montes y de lomas, donde el olivar, en perfecta
formación, cubre la tierra prometiendo su fruto a la almazara. Y vas viendo los
caminos que te llevan a los sueños a través de esa nostalgia; a la izquierda el
camino de la Aceña, con el Genil y sus huertas regadas por el agua de la noria;
agua que bañaba los campos de los Bernardos, Laras, Tonaos y demás, oteados desde
arriba por las huertas de mi familia, los Cosarios; los chapuzones veraniegos en su orilla y mil
recuerdos familiares de noches estrelladas en la era, solo iluminada por la Vía
Láctea con permiso de la Luna, contando las estrellas que se corren y diciendo:
“Una estrella se ha corrio una vieja
se ha morio”. Desde aquí, mi recuerdo a todos los habitantes
de aquella Aceña del pasado.
Volviendo a la carretera, en la curva, más abajo, un arroyo del
Puerco seco, se resiste a borrarse de tu mente y te aflora a la memoria su
lecho de agua cristalina y el molino, ya fenecido, junto al cauce. Al frente se
divisa, al poco, el Martillo profanado por las nuevas construcciones, que
vuelve a despertar viejas sensaciones como lugar de encuentro enamorado en
nuestros tiempos, de flirteos y seducciones, un lugar donde se cultivaba el
enamoramiento. Luego, al volcar la carretera, surge la visión del pueblo, con la
estirada torre de la iglesia, que parece un cisne con ojos de campana,
vigilando el horizonte, sobresaliendo de las casas, para mostrar al visitante
el alma de su gente. Entorno singular, que aprecia, en especial, el hijo
ausente, cuando vuelve buscando las esencias de su gente.
Pero hay otras dos entradas espectaculares, la de Rute por el
pantano y la de Encimas Reales por la Galveña, desde donde ves el pueblo
protegido por la sierra que conforma la figura del león de San Marcos. Esa
imagen es un verdadero símbolo de la Andalucía profunda, de la real, entre
montes y olivares. Te viene a la mente la propia bandera de nuestra tierra
andaluza conformada por el verde de la sierra en su franja superior, el verdor
del olivar en su franja inferior y el blanco de las casas del pueblo en el
centro.
En este punto, viendo Cuevas y la falda de la sierra, con la cueva
Belda, inexpugnable, perforando sus entrañas, surge la metáfora y ves una
especie de útero materno de esa sierra que nos dio a luz, donde nuestros
primitivos antepasados encontraron refugio y un hábitat para sobrevivir en
aquellos tiempos de lucha por la vida. Desde la boca de la cueva oteaban el
valle y seguían el movimiento migratorio de los rebaños de animales para
orientar su caza. De allí fueron bajando, poco a poco, anclándose a su falda.
Somos los hijos de esa historia, de aquellos aguerridos cazadores del
pleistoceno inferior que, al bajar, fueron tomando posesión de Los Llanos y del
valle del Genil como fuente de vida y alimento. Ese sentimiento hizo que en mí
brotaran estos versos que, con vuestro permiso, comparto:
Yo vengo de un pueblo blando
cal en sus casas y encanto
que adormece protegido
de una sagrada montaña.
La semilla de su cueva
dio a su gente
savia nueva de la vida.
Y ese pueblo fue bajando
desde la cueva hasta el llano
y con el tiempo y su mano
a la falda se fue anclando.
Creció a su sombra y amparo
y entre huertas y olivares
verdes campos y almendrales
cuajó la vida en su manto
cual regazo maternal
hasta hacerlo singular
en su gente y en su canto.
(Y tras otras estrofas, concluyo)
Y persiste en el ambiente
cada vez que lo visito
ese recuerdo infinito
de ese tiempo tan presente.
Nosotros, nuestra historia, se ancla en la noche de los tiempos y
guardamos en la memoria relatos de vivencias y leyendas que se fueron fraguando
a lo largo de los siglos. El arcano y falso tesoro de la cueva y el misterioso
diablo, al que cada año atamos en San Marcos, son ejemplos de ello. Mi madre, antes de fallecer, me comentó la
jaculatoria que se ha de decir cuando se está atando al diablo. Dice así: “Por
San Marcos, marcao, aquí dejo atao, a la hora de mi muerte que no te
presentes, a la hora de mi vida que no me persigas”. Qué bonito, no quiere que
el diablo se presente a la hora de su muerte para llevarse su alma, ni tampoco
quiere que le fastidie la vida con sus tentaciones, por eso lo ata
simbólicamente en un jaramago.
Me he permitido hacer esta pequeña reseña de nuestra historia para
recordar quienes somos, de dónde venimos, para saber dónde estamos.
¿Dónde estamos? En este punto quiero remarcar la conveniencia de
hacer siempre autocrítica, pero, en este momento de feria, es bueno resaltar y reconocer
las virtudes que nos motivan:
·
Las
inquietudes constructivas que hoy se dan en las nuevas generaciones;
·
El interés
cultural de las mujeres de Cuevas, como se ha manifestado en la reciente
exposición Luminarias, mujeres
extraordinarias, dando homenaje a la lucha de la mujer por su protagonismo
social y la igualdad y en sus otras actividades culturales, que cubren un
amplio abanico.
·
El desarrollo
e interés por la lectura y otras muchas iniciativas culturales y de ocio que no
menciono por falta de tiempo.
·
No me olvido
de la labor artística y creativa de los hijos e hijas de la villa, manifestada
en la pintura, la escultura, música, publicaciones literarias, y también en la
iniciativa empresarial que redunda en beneficio del pueblo y sus habitantes.
·
En resumen,
aludo a todas aquellas tareas que dignifican y elevan el valor humano,
económico y cultural de nuestro pueblo, consolidando su futuro.
Mi felicitación para quienes potencian, desarrollan y expanden
esas inquietudes. A muchas de esas personas las veo desde este estrado, y pido para
ellas un aplauso.
Bueno, dejemos ya este apartado y vayamos a la feria. Ya estamos
en ella. Iniciemos el verdadero pregón:
Volvemos un año más al alborozo, al regocijo exultante de bullicio
y algarabía. Oímos el reclamo de las Cuevas, que a su feria nos convoca. Ofrece
las vivencias de otros tiempos, saciar nuestra nostalgia y brindar con el
pasado, por un futuro joven cargado de esperanza, que nutra la hermandad que a
todos nos abraza. La feria es un encuentro de todos los vecinos, sin distinción
alguna, ofreciendo al pueblo un campo de ilusiones, de ocio y alegría, que
fragüe la convivencia de estos días en buen ambiente y armonía.
Los mayores, cargados del sosiego que la edad nos aconseja,
también gozaremos de la feria, pero de forma diferente, más tranquilos,
reposados y añorantes de otros años ya pasados. Compartiremos tiempo y viandas con
las amistades. Nos encontraremos con amigos y amigas del ayer y, tal vez,
recordaremos los tiempos de la infancia, de aquellas ferias de septiembre, con
tormentas sorprendentes, con turrones en la calle, cacharritos en la plaza y
tómbolas gritonas de muñecas chochona. Puede que muchos os acordéis de aquellos
gritos en las tómbolas llamando la atención del público:
·
Que alegría que
alboroto y otro perrito piloto.
·
Señora quien
dice que no toca, si no toca un peluche, toca una pelota.
·
Señora! que
mona, que mona, y una muñeca Chochona y una muñeca Chochona.
Los chavales, soportábamos estos gritos agarrados a una
escopetilla de plomos intentando darle a un pitillo, o un palillo, para
impresionar a la chavala y de camino, si ganabas algo, hacerle un regalito,
pero la mayoría de los perdigones se estampaban contra la chapa… De allí a los
coches de choque, a los cacharritos y el tiovivo, a pasear con los amigos, con
la novia, o a una mesa de madera en el paseo con incómodas sillas, para tomar
una cerveza y unas tapas.
Y qué decir a los jóvenes que andan cargados de ánimo, de ganas de
vivir y disfrutar. Les diré a ellos y a todos los visitantes:
Vivid
intensamente estos momentos ahora que estáis cargados de energía y ganas de
gozar, bailad al ritmo de la música, participad de diversiones, de juegos,
pasatiempos y demás, cantad y mostrad la alegría de toda fiesta y bebed con
contención. Disfrutad, pues, con mesura y con nobleza, cultivando la amistad,
para mostrar al pueblo los valores, que garantizan su futuro en paz y en
hermandad.
Nuestra feria ofrece diversiones y música, deporte y competición,
concursos y atracciones… una completa oferta para gozar estos días. Por tanto,
vecinos y vecinas, amigos y amigas, jóvenes y mayores, cuevachos que estáis
fuera, amigos de otros lares, venid en estas fiestas a compartir viandas,
bebidas con mesura y vivid el programa que se ha fraguado para ella, dándole al
ocio el tiempo necesario para alegrar las almas. Y aquellos que nos fuimos,
seremos hijos pródigos que vuelven a su casa.
¡LA FERIA OS ESPERA, VENID A DISFRUTARLA!
Pero hoy, si me permitís, también haremos el pregón a la vieja
usanza:
(Uso el toque de trompetín del pregonero clásico y pregono, en el tono adecuado, de esta forma)
Piii Piiiiii
Se hace saber, a todos los vecinos y vecinas de la villa, que
queda inaugurada la feria del año 2019, de Cuevas de San Marcos
Que se os invita, a participar y disfrutar de los actos
programados, para general regocijo, y hacer de esta feria nuestra fiesta mayor.
Que haya alborozo, deleite, bullicio y algarabía con
responsabilidad, civismo y alegría.
Lo que se hace saber para general conocimiento de vecinos y
visitantes.
Piiii
Y
ahora gritad conmigo:
¡VIVA
LA FERIA DE CUEVAS DE SAN MARCOS!
¡VIVA
LA GENTE DE CUEVAS DE SAN MARCOS!
Gracias queridos paisanos y paisanas, por vuestra atención, muchas
gracias y que siga la feria.