domingo, 30 de junio de 2024

Fumata blanca

 

Fumata blanca

Opinión | Tribuna

Sede del CGPJ

Antonio Porras Cabrera

Publicado en La Opinión de Málaga el 30 JUN 2024 7:00

El Poder Judicial es el instrumento que aplica la ley, pero no la crea, solo la interpreta y administra, considerando, también, el espíritu que la enmarca

================== 

Ya era hora. Tras más de 5 años con el CGPJ (Consejo General del Poder Judicial) caducado se ha llegado a un acuerdo… ¡Felicitémonos! Un acuerdo que no sabe uno por qué no se había consensuado antes, pues para este viaje no se necesitaba alforjas, aunque sí nos lleva a elucubrar mil y una causas sobre el porqué el PP no ha querido llegar a este mismo acuerdo hace tiempo, salvo ver en su conducta una clara actitud filibustera, o sea obstruccionista.

Ya, de por si, en diciembre de 2018, se tendría que haber renovado el Consejo en base a la Ley Orgánica 4/2013, de 28 de junio, promulgada bajo mandato del propio PP, si no estoy confundido. Lo curioso es que estando prácticamente consensuado, saltó por los aires el acuerdo cuando, al senador popular Ignacio Cosidó, se le ocurrió difundir aquel WhatsApp diciendo que era un buen acuerdo, ya que estaban «controlando la sala segunda [la que juzga a los aforados] desde detrás y presidiendo la sala 61» y el juez Marchena, propuesto para presidir la citada sala, ante tal tesitura, optó por no aceptar el cargo. La jugada era maestra considerando que había demasiados miembros del PP en situación procesal complicada. Por tanto, tenía razón Cosidó por lo beneficioso del acuerdo para el partido. Este texto dejaba en muy mal lugar al gobierno de los jueces, ya que vieron cuestionada su imparcialidad y, desde entonces, la sombra de la sospecha ha planeado sobre el PP al manifestar el Sr. Cosidó su interés en colonizar el Poder Judicial para su propia defensa. 

Otros artículos de Antonio Porras Cabrera

Tribuna

El histrionismo y la política

Tribuna

El singular caso de la ultraderecha española

Tribuna

Los ‘septualescentes’ o septuagenarios

 

Hemos de considerar que el CGPJ elegido con anterioridad, o sea el año 2013, lo fue bajo una mayoría parlamentaria absoluta del PP (186 diputados), que significó un mayor número de magistrados a propuesta del Partido Popular, lo que le permitía cierta ventaja o influencia por afinidad política; o sea, ser controlado políticamente a través de los vocales nombrados por el partido. Esta circunstancia era especialmente importante en tanto que el PP estaba incurso en algunos procesos judiciales de singular relevancia. Tener y mantener el control o influencia sobre el CGPJ era prioritario para afrontar la situación, quedando este bajo la sospecha de la politización. Por otro lado, estando también el PSOE sometido a procesos, quien pudiera ejercer mayor influencia sobre el CGPJ tendría mayor beneficio.

De aquí que no quisieran renovarlo posteriormente, cuando ya no tenía esa mayoría, buscando mil escusas para no hacerlo, incluyendo evitar que el PSOE controlara el Consejo políticamente y otras ya conocidas; pero se olvidaban a conciencia de que quienes lo estaban controlándolo, en realidad, eran ellos. Decir que no quieres que se politice la justicia mientras tú estás influyendo sobre ella es, cuanto menos, paradójico e incongruente, por no decir otra cosa, en este caso secuestro del órgano gestor de los jueces.

De los tres poderes, o patas, sobre los que se sustenta la democracia, el más importante es el Legislativo, que es el representante de la soberanía popular, o sea quien ha de prevalecer para garantizar esa soberanía que le otorgamos todos los ciudadanos con nuestro voto, que es nuestra fortaleza democrática. Él determina quién asume el Poder Ejecutivo, quién ha de gobernar, por elección entre los diputados. Así debería ser también con los órganos gestores de la Justicia, o sea su estructura de mando. Si los propios jueces eligieran a sus mandos romperían el esquema funcional de la democracia, acercándose a otro tipo de democracia, la Orgánica, propia de otros regímenes.  

El Poder Judicial es instrumental por el hecho de ejercer la aplicación de las leyes y su interpretación de acuerdo al espíritu que emana del Legislativo, con absoluta imparcialidad, lo contrario sería prevaricar. Por tanto la libertad del Poder Judicial no debería estar en entredicho por el órgano gestor, salvo que haya un descarado intento de controlarlo, directa o indirectamente, al amparo de las ideologías políticas que todo sujeto ha de tener, sea o no juez, pero nunca juez y parte, que es lo que sospechamos en algunos casos. En conclusión, el Poder Judicial es el instrumento que aplica la ley, pero no la crea, solo la interpreta y administra, considerando, también, el espíritu que la enmarca.  

Por tanto, si el Poder Legislativo elige al Ejecutivo que gobierna la nación, por qué no ha de elegir quien gobierna a los jueces en un sentido funcional, incluyendo que sea a propuesta de los propios jueces, que ofrezcan un elenco de aspirantes a vocales para conformar del CGPJ. Hay una cuestión de fondo que impregna a nuestra sociedad, se trata del nepotismo. Tal vez esa tendencia histórica de arrimar el ascua a la sardina de cada cual cree desconfianzas en los órganos gestores de todo nuestro sistema administrativo. 

En todo caso, la ley por sí misma, ha de tener la fortaleza y la solvencia suficiente para asegurar una correcta interpretación por el juez y amparada por las garantías que ofrecen los posibles recursos ante órganos superiores. Pero, claro, es evidente que hay una sombra de sospecha que se cierne sobre todo este proceso de elección del CGPJ, donde las influencias de las orientaciones políticas de los vocales pueden tener importancia en el desarrollo de su función gestora. Ya saben aquello de la mujer del Cesar, también aplicable a la judicatura, hay que serlo y parecerlo. En este sentido el magistrado ha de ser ejemplar y así lo esperamos por su propia ética y profesionalidad. 

En todo caso, la ‘fumata blanca’ ha aparecido, la anomalía democrática y constitucional se ha salvado y volveremos a tener un CGPJ que debería acometer con diligencia la normalización de la actividad judicial, volviendo a impartirse justicia con mayor celeridad, porque la justicia diferida en el tiempo deja de ser justicia. Para ello hay que dotarle de medios y recursos con los que exigirle al nuevo Consejo que acometa la gestión con solvencia y con la presteza requerida. Es tanto el trabajo acumulado que ponerse al día costará demasiado.

Esperemos que se abra una etapa de respeto y consenso para reforzar la institucionalidad democrática, donde se vuelvan a imponer las elementales conductas basadas en el respeto al contrincante y los acuerdos como forma de establecer sinergias, sin olvidar la heterogeneidad que conforma el mundo de la política. Queda mucho por hacer tras tanto desencuentro. De momento parece que, al menos, se pactan algunas normas para evitar puertas giratorias con saltos de la política a la judicatura, normas que, bajo mi criterio, eran estrictamente necesarias.



 

jueves, 27 de junio de 2024

El histrionismo y la política

 

El histrionismo y la política

Opinión | Tribuna


Antonio Porras Cabrera

Publicado el 27 JUN 2024 7:00 en el diario La opinión de Málaga

 

Una gran parte de gobernantes han tenido o manifestado conductas con alto componente histriónico. Sin ir más lejos, y según mi criterio, grandes reyes o el propio Napoleón

Tiene el histrionismo una doble acepción, por un lado hablamos de una puesta en escena, de teatralización propia del histrión, al que la RAE, como segunda acepción, identifica con «Persona que se expresa con afectación o exageración propia de un actor teatral»… y mucho de teatro hay en la política.

Pero existe otra orientación del concepto referido a trastornos de conductas, dentro de la temática de salud mental, que especifica los síntomas o manifestaciones que pudieran determinar el diagnóstico exacto de un «trastorno de personalidad histriónica», lo cual es más grave.

Otros artículos de Antonio Porras Cabrera

Tribuna         

El singular caso de la ultraderecha española

Tribuna

Los ‘septualescentes’ o septuagenarios

Tribuna

El día después

Según criterios más científicos orientados a precisar el trastorno de la personalidad histriónica de forma clínica, podemos recurrir al DSM V, (el Manual Diagnóstico y Estadístico, el DSM por sus siglas en inglés, es una guía ampliamente utilizada en Estados Unidos para el diagnóstico de los trastornos de salud mental, tanto en adultos como en niños) donde, el histrionismo, se caracteriza por un patrón general de excesiva emotividad y una búsqueda de atención, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos, como lo indican cinco (o más) de los ochos siguientes ítems:

  1. Se siente incómodo en situaciones en las que no es el centro de atención.
  2. La interacción con los demás se caracteriza con frecuencia por un comportamiento sexualmente seductor o provocativo inapropiado.
  3. Presenta cambios rápidos y expresión plana de las emociones.
  4. Utiliza constantemente el aspecto físico para atraer la atención.
  5. Tiene un estilo de hablar que se basa excesivamente en las impresiones y que carece de detalles.
  6. Muestra autodramatización, teatralidad y expresión exagerada de la emoción.
  7. Es sugestionable (es decir, fácilmente influenciable por los demás o por las circunstancias).
  8. Considera que las relaciones son más estrechas de lo que son en realidad.

En todo caso no es mi interés el hacer una disertación sobre el histrionismo como patología psiquiátrica, aunque para los interesados, les remitiré a internet donde encontrarán interesante información al respecto, o a mi propio blog donde allá por agosto de 2012, hablaba de este asunto con mayor profundidad.

Solo aludiré, además de lo ya mencionado, a que las personas con trastorno de la personalidad histriónica suelen expresar sus emociones de manera exagerada. Suelen ser vanidosas y egocéntricas, y se sienten incómodas cuando no son el centro de atención. A menudo son seductoras en apariencia y comportamiento, ya que les preocupa mucho captar la atención de los demás. Buscan continuamente a alguien que les tranquilice, que apruebe lo que hacen, y pueden enfadarse cuando alguien no les atiende o halaga. Suelen ser impulsivos y poco tolerantes a la frustración. Su estilo cognitivo es extremista, tienden a ver todo en términos de blanco o negro. Su discurso a menudo carece de detalles y es exagerado.

Estamos bastante acostumbrados a ver en escena a políticos, hombres y mujeres, que manifiestan algunas, o bastantes, de estas conductas. Una gran parte de gobernantes, sobre todo de especial relevancia histórica, han tenido o manifestado conductas con alto componente histriónico. Sin ir más lejos, y según mi criterio, las presentaron grandes reyes, el propio Napoleón y más recientemente Hitler, Mussolini y otros. Últimamente se han incorporado políticos que resultan disruptivos con el sistema, como son Trump, Bolsonaro y ahora un claro exponente sería el Sr. Milei, sin olvidarnos de Putin y un amplio etc.

En nuestro caso, puede que el ejemplar que más se significa en esta manifestación sea la señora Ayuso, cuyas conductas encajarían bastante bien en lo ya descrito, sin excluir a algunos otros de diferentes ideologías, ya que podemos encontrar un variado elenco de ellos en cualquier partido. Milei, a quien Ayuso homenajeó el 21 de junio con una medalla, es un caso singular con su componente preocupante, dado el uso de la motosierra y ese grito, argumentalmente inconsistente, de ¡Viva la libertad, carajo!, que anda merodeando por las proximidades, provocando, insultando y perdiendo los papeles, si es que alguna vez los tuvo, además de tergiversar el propio concepto de libertad, ausente del acompañamiento de los otros dos valores de la democracia liberal, como son la igualdad y la fraternidad, llevando el concepto libertad a una concepción de lucha darwinista deshumanizada, como he referido en otras ocasiones.

En todo caso, los políticos histriónicos, comparten una forma grosera y agresiva de ejercer la política, dado que en todos ellos es común las importantes dosis de teatralidad en sus actos, el regodeo del discurso, su vanidad, egocentrismo, intolerancia a la frustración, etc. Por desgracia la escenificación forma parte de la seducción y ellos usan esa teatralidad para seducir al ciudadano y captar su voto.

La cuestión sería: Si el histriónico es un ser egocéntrico, vanidoso, a la vez que seductor, extravagante y, en cierto sentido vulnerable, en busca de atención y con reacciones emocionales exageradas… ¿es un sujeto idóneo para ejercer la política? Parece que este desequilibrio, manifestado además desde la beligerancia, no sea un buen aliado para la toma de decisiones y permitir una visión holística de la sociedad, desde la perspectiva de estadista, que se le debe exigir a todo político con vocación de servicio. Su efecto nefasto sobre la sociedad se da en un intento pertinaz de influir en la gente despertando emociones para neutralizar el uso de la aséptica razón, caiga quien caiga, si ello sirve para alcanzar el poder, que es su objetivo final.

Existe otro trastorno, el de la personalidad narcisista, que hoy no trato, pero que tiene algunas manifestaciones comunes o similares al histriónico, aunque son alteraciones diferentes, que también es bastante habitual encontrarlo en el mundo de la política. Tal vez andemos gobernados por gente demasiado trastornada y eso es responsabilidad nuestra que los votamos.

Si los narcisos e histriónicos nos llevan a su terreno mediante al atrapamiento emocional, habremos perdido la partida del uso de la razón y el sentido crítico del pensamiento libre. La libertad, que defiende el ‘anarcoliberalismo’ de Milei y sus adláteres, sin sus acompañantes de igualdad y fraternidad, es un concepto anárquico fundamentado en el egocentrismo del sujeto con escasa empatía y carente de una proyección humanista, por tanto rechazable, bajo mi criterio.

 

domingo, 23 de junio de 2024

Afinidad, respeto, tolerancia...

 


23 de junio de 2024

Porras Cabrera, Antonio


En el mundo de las ideas, del libre pensamiento y el derecho a ejercerlo y manifestarlo públicamente, existen variables o diferentes reacciones ante esas manifestaciones por parte del receptor del mensaje; o sea, de quien las escucha.

Partamos de la base de que la expresión de las ideas, en un sistema de libertad, es lícita. No lo es el intento de someternos a ese pensar colonizando, nuestro propio pensamiento, mediante la imposición del ajeno, cuando lo esencial es educarnos a pensar en libertad y responsablemente.

Si partimos de una actitud constructiva que, teniendo conciencia de que la verdad y la razón están sometidas a variables no siempre compartidas por todos, nos permite, con mente abierta, valorar y discernir sobre el pensamiento ajeno, pero tras esa valoración hay, como mínimo, tres actitudes o posicionamientos respecto a la idea analizada. Podríamos hablar de esos tres términos que propongo considerar según el nivel de conformidad con esa idea expresada, que son: afinidad, respeto y tolerancia, que en ningún caso son lo mismo, observándose importantes matices.

Pero antes quiero traer a colación la palabra EMPATÍA como un referente actitudinal que facilita la comprensión y la capacidad de ponerse en el lugar del otro para mejor interpretar su pensamiento, actitud y conducta respecto a los demás, en todo caso, la empatía allana una mayor afinidad facilitando el ejercicio. Los otros tres conceptos surgen, o deberían surgir, cuando, tras un análisis empático de las expresiones ajenas, optamos por aceptarlas y hacerlas propias o rechazarlas.

Otro factor modulador es la amistad, ya que se fundamente en una consolidación previa de ese sentimiento y a través del tiempo. La amistad conlleva, implícitamente, un sentimiento amoroso al que la RAE define como: “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”; o sea, que existe de por si una cierta afinidad instaurada y fundamentada en el respeto y la credibilidad. “Un amigo es aquel con el que puedes pensar en voz alta”, suelo decir yo. Platón creía que “los verdaderos amigos buscan vivir vidas más auténticas y plenas relacionándose entre sí de manera auténtica y enseñándose mutuamente” lo que implica un cultivo sistemático de la AFINIDAD.

Respecto al concepto de RESPETO a las ideas ajenas, que, lógicamente, va implícito en la afinidad, cabe entenderlo como una actitud personal ante un planteamiento racional y razonable, debidamente argumentado y con ánimo constructivo, que no pretende imponerse, sino aportar esa visión al contertulio como propuesta para ampliar su visión del asunto tratado. Loable planteamiento coloquial sin el ánimo pedante del dogmático. Podemos no compartir ideas, credos, principios o valores culturales, pero respetamos que cada cual defienda y cultive los suyos desde su propia libertad, siempre y cuando esos valores o principios no sean lesivos, delictivos, deleznables e inasumibles por nuestros propios valores, tratados siempre con mente abierta y razonablemente crítica.

Otro asunto es la TOLERANCIA, al menos para mí. Recurro de nuevo a dos acepciones del concepto que define la RAE, como las que se ajustan más a la esencia del verbo tolerar, que de por sí mismo provoca una paradoja con el respeto. Según el diccionario de la RAE, tolerar: Del lat. tolerāre. 1. tr. Llevar con paciencia. 2. tr. Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente.

Respetar es aceptar la divergencia, tolerar es aguantar, sobrellevar determinados pensamientos ajenos a pesar del rechazo a la idea, en base al derecho a la libertad de los demás para ejercer su libre pensamiento, aunque no lo compartas y ni siquiera te apetezca debatirlo. La idiotez se tolera en cuanto el idiota existe, pero no se respeta como algo constructivo. En todo caso, dejaremos de tolerarlo en cuanto pretendan imponérnoslo por la fuerza, la coacción o el adoctrinamiento.


Concluyo:
Afinidad: Coincidencia de ideas que te pueden acercar al contertulio por el sendero de la amistad y el afecto, en el campo de la comprensión y el enriquecimiento mutuo.

Respeto: A las ideas divergentes presentadas desde la lógica argumental con razonamiento crítico constructivo y no dogmático impositivo, aunque no estés de acuerdo con ellas.

Tolerancia: Soportar y aguantar la expresión de las ideas irracionales. Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente. En religión y política serían los planteamientos integristas y dogmáticos, tolerables mientras no vengan a imponerlos por dictado o signifiquen la comisión de delitos al llevarlos a término o implementar la idea rechazada.

Es decir: 1º Bienvenido a quien comparte mi ideología y concepción de la vida; 2º Respeto al juego democrático y las diferencias de opinión dada la diversidad del pensamiento a caballo del complejo evolutivo individual; 3º Rechazo la idea que me agrede y pretende someterme, aunque la tolero como un ejercicio de libertad de pensamiento mientras no intenten implementarla y colonizar mi pensamiento anulando mi propia libertad.

 

jueves, 20 de junio de 2024

El singular caso de la ultraderecha española

 



Opinión | Tribuna

Antonio Porras Cabrera

Publicado el 20 JUN 2024 7:01 en el diario La Opinión de Málaga

 

El singular caso de la ultraderecha española

 

Nuestra derecha no era homologable a la derecha europea; una luchó y derrotó al fascismo y la nuestra se alimentó, en parte, de él…

-------------------------------

Resultan curiosas las conclusiones a las que se puede llegar cuando uno medita sobre el porqué la ultraderecha española no ha crecido tanto en España como en el resto de Europa. Tal vez una de las causas esté en cómo se forma y fragua la derecha en nuestro país en comparación con los demás países europeos, donde los partidos de ultraderecha, tras la elecciones, han dado un salto impresionante, ya sea Alemania, Francia o Italia y otros, sin considerar los ya afianzados, como Hungría.

La historia reciente puede aclarar, bajo mi punto de vista, esta singularidad. En la II Guerra Mundial confrontaron el fascismo y el nazismo con los países regidos por democracias de corte liberal. Ganaron finalmente los segundos, además del bloque comunista, con las consecuencias de la guerra fría, como todos sabemos. Tal vez podríamos decir que aquella guerra no concluyó con la derrota de los alemanes, sino que se prolongó, mediante la llamada guerra fría, por muchos años y, aún hoy día, pudiera ser un fleco la propia guerra de Ucrania, pero ese es otro tema.

La derecha europea, militante de los países democráticos, ganó la contienda a las ‘Potencias del Eje’; o sea, fue su enemiga y vencedora. Surge pues con una actitud de intolerancia con los postulados de ultraderecha que defendían sus enemigos. Situación bien diferenciada se da en la derecha española, que es producto de un ‘proceso evolutivo’ del tardofranquismo que tuteló la transición de manos de un rey que había jurado su lealtad al viejo régimen y bajo gobiernos regentados por miembros del propio Movimiento Nacional, incluidos Suárez y otros, o Fraga con sus adláteres de Alianza Popular.

En nuestro caso, la ultraderecha, surge del propio PP donde algunos militantes, como Abascal, se radicalizan o, tal vez, muestran su verdadera identidad inmersa, antes, en un halo más democrático. A mí me recordaron a la extinta Fuerza Nueva del notario Blas Piñar, que surgió en la transición sin grandes éxitos, pues no era el momento dada la deriva que tomaba el país hacia la democracia. La transición fue un pacto aceptado por el poder establecido, o sea por el tardofranquismo, para virar a la democracia y poder integrarse en la esfera internacional y en las instituciones europeas. Cabían dos opciones, la Ruptura o la Reforma. La primera implicaba redefinirlo todo y llevaba, sin duda, a una mayor confrontación; la segunda, la Reforma, era un cambio descafeinado donde se mantenían los privilegios del poder establecido y los cargos y estructuras del Estado con pequeños cambios normativos para adaptarlos a una Constitución de consenso. Seguían intactas la estructura administrativa y la cadena de mando militar, manteniendo los pilares que soportaban el Estado, incluso el dominio de los resortes económicos en mayor o menor medida. Por tanto, hablamos de banca, ejército, el poder judicial o la propia iglesia, que mantuvo los privilegios que le otorgaba el concordato.

Por otro lado, el régimen había escrito la historia reciente, con toques también del pasado, para su mayor gloria. No se aceptó, ni se acepta aún, una revisión de esa historia partidista que se heredó del franquismo, alegando que cambiar o cuestionar aquel pasado era reabrir las heridas con el riesgo que ello conlleva. Siguieron los muertos republicanos en las cunetas y los nacionales fueron llevados al altar de la beatificación… pero, eso no fue abrir heridas. Perdone el lector que me haya extendido en estos matices pero parece conveniente traerlos a colación.

En conclusión, esto nos deja una situación donde nuestra derecha no era homologable a la derecha europea; una luchó y derrotó al fascismo y la nuestra se alimentó, en parte, de él. Por otro lado era lógico, pues 40 años de formación del espíritu nacional y adoctrinamiento debían dejar huella. No obstante, a este sector de la derecha, hijo del viejo régimen, lo blanqueó su alianza con ideologías democráticas, como la democracia cristiana, el liberalismo, los monárquicos, etc. formando un totum revolutum heterogéneo pero avenido por los intereses de grupo. No había, pues, un rechazo absoluto a la ultraderecha, sino una conveniencia, al menos de momento, de obviarla para parecer más centrados, procurando integrarla en sus propias filas.

Por tanto, el continuum político en nuestro país estaba claramente escorado a la derecha, desplazando el centro, también, hacia ese lugar. Ya les hubiera gustado, a determinados colectivos, que hubiera funcionado la idea del espíritu del 12 de febrero de 1974, que vino a proponer Arias Navarro como forma de salir del pasado y enfrentar el futuro manteniendo el poder y la ideología del Movimiento… no sé si lo recordarán o conocerán las nuevas generaciones.

Concluyendo: Los españoles no vencimos al fascismo, convivimos con él durante 40 años, al final en su expresión más moderada, mientras que en Europa fue vencido, anatemizado y proscrito desde la propia concepción política de la sociedad, que vio y vivió sus fatales consecuencias, y le juzgó y condenó en el juicio de Núremberg. Nuestra derecha ya ocupa un espacio de la ultraderecha por propia convicción, lo que deja reducido el segmento que podría ocupar esa ultraderecha, donde la línea que divide ambas partes es más difusa. La heterogeneidad del PP da pie a que diferentes tendencias impongan su línea según el momento y poder que ostenten, cohabitando posiciones cuasi ultras con las más moderadas. Por otra parte, las estructuras militares, económicas, judiciales, políticas y religiosas están bastante condicionadas por la larga mano del pasado.

La ultraderecha lo tiene más difícil aquí que allende las fronteras porque el PP le tiene comido parte del terreno, escorado más a la derecha que en el resto de Europa. Aquí ya se ha demostrado que la derecha y la ultraderecha pueden pactar y gobernar juntos sin ningún tipo de sonrojo o cortapisa.

Todo esto nos ha llevado, en los últimos tiempos, a someter a la democracia a un test de resistencia cuyo resultado final no está nada claro. ¿Aguantará semejante prueba?

 

Otros artículos de Antonio Porras Cabrera

Tribuna

Tribuna

Tribuna

 

 

sábado, 15 de junio de 2024

Los ‘septualescentes’ o septuagenarios

 

Opinión | Tribuna

 


Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga

15 JUN 2024 7:00

 

Los ‘septualescentes’ o septuagenarios

 

Los ‘septualescentes’ conforman el grupo de los nacidos en torno a los años 50, que en estas fechas andan cumpliendo los setenta y tantos años… Utilizo, e introduzco, el neologismo ‘septualescentes’, en lugar de septuagenarios, para remarcar el carácter singular de este segmento de la población, donde prevalece cierta actitud identificativa con la adolescencia como forma de abrir su mente a las nuevas tecnologías y su proyección social. Son, o somos, jóvenes de setenta años. Hemos estado tan ocupados que no tenemos conciencia de nuestro envejecimiento y nos cuesta aceptarlo.

Es esa generación que ya declina y que fue, en parte, el motor de aquella transición que aquí nos trajo. Los nacidos a mitad del pasado siglo XX, en torno a los 50, fueron sujetos clave en el proceso de desarrollo y cambio de nuestra sociedad. Yo, ya septuagenario, viví, sufrí y gocé, según el caso y el momento, ese tránsito que la generación de los 50 ha realizado.

Otros artículos de Antonio Porras Cabrera

Tribuna

Tribuna

Tribuna

Nacidos en la posguerra, vivieron una infancia difícil, sobre todo los hijos de familias no agraciadas por el «honor de haber ganado la contienda» (aquella pelea entre abuelos, según Feijóo) y ser adeptos al régimen y su parafernalia, sumisos al espíritu del ‘Glorioso Movimiento Nacional’. Fue duro nacer en aquellos pueblos labriegos de la Andalucía profunda, con unos padres que, tras sufrir los avatares y miserias de una guerra fratricida, donde forzosamente hubieron de combatir y/o sufrir las circunstancias, ahora debían luchar, en el día a día, por sacar un mínimo fruto al campo, que requería un inmenso esfuerzo y el sudor del labrador, en un mundo donde reinaba la nada.

Aceituneros sumiso más que altivos, gañanes de arado y mancera en mano tirado por la yunta, segadores con sudor y cubiertos de incómodo polvo, trilla y aventada de la mies, y un sinfín de trabajos penosos y escasamente remunerados, para conseguir un poco de pan, aceite y tocino o alguna otra cosilla para criar a los chavales. Gallinas de corral, conejos, cerdos que reciclaban en su carne los desperdicios, etc. Sufridas madres, arrastrándose bajo el olivo o escardando el trigal, que, luego, una vez cumplida la jornada, tenían en casa otra labor inmensa que hacer para cubrir las necesidades del hogar, sin ayuda, sin tecnología y, a veces, incluso, sin agua para lavar la ropa que debían acarrear desde la fuente pública o acudir al lavadero en un mundo netamente machista.

Eran tiempos de sufrir. Sufriendo, en este Valle de lágrimas, se ganaba la Gloria; el dolor y la pobreza abrían sus puertas. El cura, con sus planteamientos anclados en el nacionalcatolicismo, adoctrinaba y marcaba el camino a seguir, controlando tu pensamiento a través del confesionario. Enseñaban a la gente que su misión era la sumisión, y mediante sus homilías de la misa la hacían sumisa, dejando a los prebostes el derecho a decidir por los demás.

Hubo un momento crucial para la Iglesia, fue el Concilio Vaticano II con Juan XXIII (yo andaba en el seminario), donde aflora otro espíritu discordante con el discurso religioso del clero español. La Teología de la Liberación rompe el esquema y siembra en aquella juventud la implicación en la justicia social y la lucha contra la pobreza. Parte de la Iglesia toma partido por el cambio. Los curas dan la cara, dándose la vuelta en la misa y dejando el latín, y se implican, hasta aparecer la figura de los curas obreros. El jesuita José Luis Martín Vigil publica en 1973 ‘Los curas comunistas’, novelando el tema.

En los años sesenta muchos jóvenes de esa generación dejamos nuestros pueblos blancos, colgados del barranco, como cantaba Serrat. Había que salir de aquella cárcel para llenar de esperanza nuestros corazones, para sembrar la ilusión de un proyecto de vida propio. Fuga masiva a las grandes ciudades, a las zonas industrializadas, habitando viviendas, en muchos casos, inhóspitas e insalubres y, en otros, con el solidario hacinamiento familiar. Tiempos difíciles si querías estudiar, donde había que conjugar el trabajo con los estudios nocturnos.

Empezamos a crecer ideológicamente, nos cuestionamos todo lo aprendido. Dejamos de creer en lo que nos habían dicho que teníamos que creer, porque ya no creíamos en quien nos lo había dicho. Ateísmo, agnosticismo, rechazo a la religión o una nueva alianza con ella.

Mayo francés en el 68, la lucha política y sindical, huelgas reivindicativas, manifestaciones, carreras delante de los grises, golpes, detenciones y palizas en comisaría, etc. van marcando el paso hacia una transición que lleva a la democracia, a la integración en Europa, que ya era irrenunciable, imparable, en un tardofranquismo agonizante.

Mientras, se va redimiendo España de la miseria con aquellos jóvenes adolescentes que asumieron compromisos mayores, trabajando con denuedo e ilusión por conseguir un mañana mejor. Todo fue llegando con grandes sacrificios. La libertad se impuso, la democracia ganó y la transición nos llevó a un régimen constitucional que sembró la ilusión. La España rota se fue reconstruyendo, se apilaron viviendas en bloques inmensos. El barro de las calles de los barrios obreros fue dando paso a las aceras y al asfalto. La llegada de la democracia, trajo la ilusión del voto, el placer de introducir por aquel orificio y por primera vez la papeleta (la Trinca cantaba su canción: Por primera vez, dando un toque de humor al acto de votar).

Ahora, aquella generación que cargó sobre sus espaldas la labor de cambiar a España, se apaga. La Parca nos va diezmando. En cierto sentido, al querer proteger a nuestros hijos de aquellos avatares tan duros, les hemos hurtado su derecho a conocer ese pasado y no pueden extraer las enseñanzas que se requiere para no tener que repetirlo. Con lo que está cayendo se empieza a sospechar que pudieran volver, de la inconsciente mano de populismos, aquellos viejos tiempos.

Nosotros, los ‘septualescentes’, que empezamos a trabajar con 16 años, que hemos hecho un enorme esfuerzo por mantenernos al día en todo, que hemos saltado de una España cuasi analfabeta a otra docta, con la juventud mejor preparada, vemos con tristeza cómo se diluye el resultado de tan probo esfuerzo. La democracia, la soberanía popular, la solidaridad humanista que nos guio, la libertad en su real concepto… todo aquello, que tanto nos costó, corre peligro. Vuelven viejos cantos de sirena para atrapar emocionalmente al descontento en proyectos suicidas bajo la alienación, el gregarismo y la sumisión al líder. Vuelve el odio, la vehemencia, el insulto, la imposición, el rechazo al diferente, la idea de un liberalismo de motosierra al que ya llaman ‘anarcoliberalismo’; un espacio para el darwinismo social: ‘el pez grande se come al chico’. Aflora el individualismo que se antepone a todo lo demás, pasando de: ‘lo mejor y lo primero para mi compañero’ a ‘lo mejor y lo primero, para mí, compañero’.

Malos tiempos para lírica, si no somos capaces de reconducir la situación desde el ejercicio del librepensamiento.

martes, 11 de junio de 2024

Tercetos apostillados

 


Hoy os voy a presentar esta nueva composición poética, diseñada por mí, con una estructura estrófica singular. Se trata, básicamente, de una estrofa compuesta por un terceto (endecasílabo de rima consonante en los versos impares, como es lógico), seguido de dos versos heptasílabos con rima pareada, cuyo contenido alude al texto del terceto, apostillando su significado. He decidido llamarla “Tercetos apostillados”. Este poema que presento, a modo de ejemplo, surge en el Camino de Santiago, de la mano del peregrino que hace un alto en el camino para descansar y proseguir, posteriormente, su ruta hacia el ocaso u occidente. En ese trance de sosiego, se produce la comunión con la naturaleza que describe el poema.

 

Descanso del peregrino

 

Sentado en la vereda que persigo

contemplo el esplendor de los trigales

y el grano de la espiga que es el trigo.

A modo de promesa

habrá pan en la mesa.

 

El canto de un jilguero acompasado

seduce mi mirada con su trino

dejando mi sentir embelesado.

Es un dulce candor

que palia mi dolor.

 

La villa con su torre campanera

escapa del letargo adormecida

danzando con la suave primavera.

De su sueño la gente

despierta a su presente.

 

La lluvia inicia en forma persistente

la suave candidez de su caricia

empapando los campos mansamente.

Es signo de una vida

de gozo prometida.

 

Descansado prosigo mi camino

con mi cuerpo cargado de energía

y la fe de llegar a mi destino.

Andando paso a paso

camino hacia el ocaso.

 

© Antonio Porras Cabrera

 

sábado, 8 de junio de 2024

8 de mayo. Jornada de reflexión

Sopesar las cosas

Hoy es día de reflexión, según dicen… como si no lo fueran los demás días, cuando la reflexión ha de ser una constante en la vida de cualquier ser humano. Mediante ella analizamos el pasado y el presente y vamos intentando comprender la realidad que nos envuelve, la repercusión de nuestros actos, y los de los demás, en la vida personal y en el entorno social.

Ahora, tras los innumerables y variados mensajes que el mundo de la política nos ha lanzado en estas fechas de campaña electoral, pretenden que decidamos, que reflexionemos. No sé muy bien si persiguen que digiramos tanto mensaje, a veces absurdo, contradictorio y malintencionado, excesivamente partidista y poco clarificador sobre una realidad europea, que es la que nos interesa. Se nota la descolocación del PP que sigue, erre que erre, intentando presentar estas elecciones como un plebiscito contra, el llamado por ellos, “sanchismo” en un intento de desconectar a Pedro Sánchez del partido socialista, como intentando separar “sanchismo” y socialismo, tal vez con la intención de anatemizar a Pedro y reivindicar a sus opositores dentro del partido.

Esta especie de locura o insensatez fue caballo de batalla en las elecciones anteriores, “derogar el sanchismo” era el lema, ya sabemos todos como terminó, con la mayor frustración de un parido que vendió la piel del oso entes de cazarlo. Ahora, tras los últimos resultados electorales, donde en Galicia le fue mal al PSOE, en el País Vasco les fue bastante bien y en Cataluña ganaron las elecciones, las cosas siguen prácticamente como estaban, con un PP anclado a la ensoñación y al deseo de acabar como fuere con el liderato de Sánchez, al que acometen por todos los flancos posibles, ya sean propios o de su entorno, con la intención de desprestigiarlo, cosa que vienen haciendo desde el principio.

Seguramente hay suficientes argumentos para criticar a Sánchez, muchos de ellos los podemos compartir, pero cuando se ve el ensañamiento, incluido lo de miento, de una forma tan evidente, solo cabe pensar que el deseo de alcanzar y ejercer el poder que tienen es tan manifiesto que acaba sembrando la duda sobre sus intenciones y ejerciendo de boomerang. Su programa se reduce a resolver los problemas de España quitando a Sánchez. Pero, ¿cuál es en realidad el programa del PP? ¿Es algo oculto que va más allá de lo presentable y solo cabe denostar al contrincante para que, sin pedir mayores explicaciones, se le otorgue el voto como mal menor, como escape a una situación calamitosa?

Pero reflexionemos. La economía va bien, la creación de empleo crece y el paro baja, el SMI sube sustancialmente y las previsiones de crecimiento para nuestro país son bastante buenas comparadas con el entorno. Hemos salido de la pandemia relativamente bien gracias a las políticas de protección a la empresa y al trabajador mediante los ERTEs y una aceptable política de vacunación. El coste de las energías, que estaba disparándose, se consiguió controlar bastante bien con iniciativas que la propia UE acabó asumiendo y adoptando. En resumen, un más que aceptable resultado de gestión, que no permite al PP centrar sobre ella el debate, pues el balance lo dejaría en evidencia. Por tanto solo cabe buscar otros puntos débiles, aunque fueren de menor incidencia, para magnificarlos y hacerlos parecer de una importancia suprema.

No sé qué recorrido pueda tener el caso Begoña, si es que lo hay, pues parece ser que no se sustenta la investigación sobre sólida base, según la UCO y la fiscalía (a las que el PP siembra de sospecha). El caso Koldo parece más consistente y debemos apoyar que se esclarezca, desde la presunción de inocencia, que es una garantía procesal de nuestra Constitución. Pero no se habla con tal contundencia, o se mantiene a bajo nivel, el asunto de la pareja de Ayuso, donde sí están reconocidas y confirmadas las irregularidades por el propio autor, y algunos otros casos que subyacen en el mundo del PP.

No parece lógica su postura, defendida por sus agresivos guardianes, con Tellado a la cabeza, cuando son incapaces de la más mínima autocrítica. La historia del PP está plagada de casos de corrupción, condenas incluidas, con unas obras en su sede pagadas con dinero negro, un tesorero en la cárcel, una historia truculenta de sobres y libretas de anotaciones, una defenestración del líder anterior por sacar a relucir la posible mordida del hermano de Ayuso y un amplio etc. que los cuestiona como ejemplo de limpieza ética a seguir. Parece que la histriónica agresividad es una buena defensa ante el uso de la razón del contrario.

Lo curioso es que, a pesar de todo esto, se ha conseguido demonizar al “sanchismo” apartando la vista de los hechos relatados, obviando sus propios pecados mayores para orientarnos hacia la paja del ojo ajeno. Pero, en fin, todas estas cosas cada cual ha de valorarlas, en un día como este, antes de ir a las urnas, aunque ya se tengan más que valoradas, visto lo visto.

Yo entiendo que para juzgar los mejores programas, lo más adecuado es mirar lo que han hecho y no lo que dicen que quieren hacer. Yo, al menos, ahí centro mi reflexión. El PP gobierna en varias comunidades y nos da información para comparar con los demás.

Lo lamentable es que la campaña electoral de estos días se haya centrado sobre un plebiscito entre PP y PSOE, Feijóo y Sánchez. Se nos ha hurtado el debate sobre la esencia de estas elecciones y siguen, erre que erre, con la eterna diatriba sobre Pedro Sánchez.

Mañana veremos lo que pasa, yo seguiré reflexionando para decidir mi voto. Eso sí, hoy no iré al rezar el rosario a calle Ferraz…

Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

  Es terrible que hoy, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, las portadas de los medios de comunicación estén...