Mesa que utilizó D. Antonio Machado en su clase, expuesta en Baeza |
Hoy se vuelve al espectáculo. Otra
manifestación contra una ley de educación; como debe ser en el uso del derecho
a manifestarse, faltaría más. Pero es que a estas alturas aún no han llegado
estos políticos (me refiero a estos y a los otros) a enterarse de que la
educación es una necesidad social de primer orden para conformar ciudadanos de
pensamiento crítico y racional, de fraguar seres humanos activos y
constructivos en la búsqueda del bien común desde la libertad de pensamiento,
todo ello ejercido bajo el paraguas de la convivencia y la concordia.
No se educa para pensar ni, al
parecer, interesa, sino para someter y socializar al niño según el modelo de
sociedad que se pretende. Lamentablemente aún no se ha conseguido, en este
país, consensuar ese modelo, lo que conlleva mantener en el tiempo la
confrontación social que tanto daño nos ha hecho desde el pasado.
Posiblemente no se han enterado o
no se quieren enterar. Tal vez porque no creen en esa libertad de pensamiento o
porque, esa libertad, podría cuestionar el sistema, tanto de credo como de
organización y estructuración del mismo, revirtiendo el ejercicio del poder y
las prebendas que conlleva para determinada clase dominante política, social y,
sobre todo, económica.
¿Estamos, pues, condenados a no entendernos?
Con esta actitud sin duda. En mi generación fueron los curas, básicamente, y la
política educativa tan afín al clero, la que nos marcó. Alguna gente alude a
aquellos tiempos con algo de nostalgia, pero esa nostalgia no deben ser, en
todo caso, por la sistemática educativa, que pretendía la sumisión y lealtad a
un régimen político de idea única, castrador del pensamiento libre y del uso de
la razón crítica, sino por el hecho de que la nostalgia aflora por tiempos
pasados, donde éramos más jóvenes y de los que solemos hacer un recordatorio
selectivo gratificante.
Los modelos educativos deben ser
más universales, más completos y abiertos, más formativos respecto al
desarrollo personal y a la implicación responsable del niño en el devenir de la
sociedad a la que pertenece. O sea, deben estar más enfocados a desenvolver la
espiral de potencialidades del individuo y no a someterlo y coartar su
creatividad y evolución individual.
El ser humano tiene dos vertientes
de desarrollo: uno social y otro individual; la cuestión está en articular
estas dos variables para que el desarrollo del individuo y la sociedad sean
compatibles. Eso solo se consigue definiendo, en ese justo equilibrio entre esa
dualidad social e individual, el perfil de ciudadano que se pretende educar. No
es fácil, no. En primer lugar porque se ha de ver de dónde venimos y cuantos
intereses hay creados desde el pasado; en segundo lugar porque políticamente
estamos en la lucha y la lógica confrontación por imponer un modelo u otro
según el caso al no haberse hecho la transición educativa con éxito; en tercer
lugar por la incapacidad de llegar a un acuerdo en el contenido curricular que
determine el perfil educativo que se pretende… hay otros muchos elementos que
condicionan y bloquean el acurdo: cuestiones de fe, económicas, de clase,
valores y principios según el caso, ideologías, etc. Ahí puede estar el
hándicap para el consenso, en la incapacidad de establecer un modelo que nos
actualice en el desarrollo curricular en el entorno del siglo XXI con todos sus
retos.
Es evidente que en nuestro país, al
igual que en otros y especialmente el mundo musulmán, la religión tiene un gran
peso específico en la educación, que siempre conllevó, además de enseñar la
ciencia y conocimiento curricular, un adoctrinamiento en su fe. Lo curioso es
que no reconozcan que ellos lo hacen y acusen a los otros de ejercer ese
adoctrinamiento ideológico. Entiendo que tras tantos años, yo diría que siglos,
de ser dueños y señores de la educación en España, con algunas excepciones que
llevaron al conflicto, se resistan a los cambios y pretendan influir de forma
determinante en la educación, aunque estemos ya en un país aconfesional, por no
decir laico.
Respecto a la religión a nadie se
le escapa la importancia que tiene y ha tenido en la historia de los pueblos.
Pero en un país libre y aconfesional, la religión forma parte del credo
personal, de la espiritualidad del individuo si se quiere, y es un elemento más
de singularidad de la sociedad, como pueden ser las ideologías, las tendencias
y cualquier otro que aglutine a grupos de intereses o pensamientos comunes. El
Estado no está obligado, no debe estarlo nunca, a educar o implicarse en
adoctrinamientos en cualquiera de esos grupos; pero sí lo está en formar al
niño en el conocimiento de su existencia y su propia historia; es decir que
debería enseñar historia de las religiones desde la asepsia del historiador, al
igual que debería hacerlo con los movimientos sociales. El problema es que el
aspecto emocional que generan las ideas y credos bloquea esa actitud aséptica
pretendiendo contaminarla.
La cuestión, ahora, radica en el
mundo político. Mas los políticos se ubican también en posicionamientos ideológicos
y religiosos que condicionan su disposición al diálogo, por lo que antes de
sentarse deberían desintoxicarse de ellos, abrir su mente y entrar en
disposición de escuchar al otro en lugar de ir a convencerlo y someterlo; deben
considerar que al otro lado de la mesa tiene a parte de la ciudadanía y no a
unos indeseables que quieren someterlos. Esto vale para todas las partes
implicadas.
Lo que está claro, al menos a mi
modo de entender, es que el gran perjudicado será siempre el niño o la niña.
Esta situación me recuerda el sufrimiento de los hijos cuando los padres entran
en conflicto y los usan como arma arrojadiza. No importa el perjuicio que se
les cause, lo que importa es el beneficio que cada uno pueda sacar de la
confrontación ante el divorcio.
El sistema educativo necesita una
continuidad, un plan estratégico a largo plazo donde se perfile la misión del
educador, en forma y fondo, y los objetivos claros que se persiguen en el
proceso. Es cierto que el pasado reciente nos condiciona y que seguimos con
grandes carencias en el sistema, no solo de orden material sino pedagógico;
pero si hemos salido o estamos saliendo y superando ciertas nostálgicas
influencias del nacionalcatolicismo, deberíamos mirar a los países de nuestro
entorno europeo, y ver los resultados de sus sistemas educativos, para tomar
buena nota y poder adaptarlos a nuestra idiosincrasia, sin que esta
idiosincrasia se imponga y condicione la efectividad de los cambios necesarios.
A ver, señores políticos y demás
interesados en el sistema educativo, les sugiero:
En primer lugar, hagan una
autocrítica para percatarse del mal que hacen a la educación con el intento de
imponer su propio sistema, que será modificado en cuanto lleguen los
contrincantes al poder.
En segundo lugar, consensue con
mente abierta:
a) El perfil de ciudadano que
pretenden desarrollar y los valores que lo sustentan.
b) Determinen el curriculum docente
necesario para conseguirlo.
c) Eliminen los adoctrinamientos
del sistema.
d) Doten al sistema del profesorado
motivado y suficiente, cuantitativa y cualitativamente, para obtener ese fin.
e) Consigan la implicación y
colaboración de los padres en ese mismo objetivo formativo.
f) No olviden que los valores de
respeto, paz, solidaridad, equidad, igualdad, fraternidad, libertad, etc. son
los garantes de la convivencia.
g) Comprendan que el proceso de
socialización debe conducir a la convivencia y a la concordia dentro de una
sociedad en paz y feliz, siempre que esos valores sean incluido en el contenido
curricular.
h) y sobre todo, PIENSEN, pero
piensen en el bien común y no en los intereses partidistas o de grupos afines.
Pero no soy yo quien para exigir
nada, mas sí lo soy para pensar y exponer ese pensamiento, por tanto, este
texto no es una exigencia, solo pretende expresar y compartir mis ideas por si
alguien estimas que puedan ser interesantes.
2 comentarios:
AMEN
Abrazos para los dos
con mucho cariño.
Gracias Myriam, otro abrazo para ti con nuestros deseos de salud y suerte
Publicar un comentario