Estamos viviendo momentos extraños, inauditos. Tal
vez eso nos aboque a supuestos fantasiosos y “teorías conspiranoicas”. De todas formas, a lo largo de la historia, el
ser humano ha mostrado, y sigue mostrando, esa dualidad dicotómica. Se mueve en
un continuum entre dos extremos opuestos; bondad-maldad, altruismo-egoísmo,
amor-odio, inteligencia-brutalidad, paz-guerra, tolerancia-intolerancia, abundancia-miseria,
riqueza-pobreza, etc. Depende de lo que
cultives aflorará de tu interior. Todo ser humano se ubica, bien por principios,
credo, ideología o conveniencia, en un punto determinado de la línea que une
ambos extremos. Ese punto no es fijo, es dinámico y variable en función del
balance personal que hace el propio sujeto, pudiendo ubicarse más cerca o lejos
de un extremo según su puntual razonamiento. Incluso, en determinados momentos,
el propio autoconcepto, permite al sujeto tener conciencia de una ubicación
diferente a la que realmente ocupa. Por ejemplo: “Yo soy bueno porque doy
limosna”, pero hay casos en que esa limosna solo sirve para lavar la conciencia
y permitir el razonamiento que satisfaga al sujeto.
Existe otro elemento interesante relacionado con la
pertenencia al grupo. El marco cultural, ético y moral de un grupo lo define la
cultura social con principios y valores que la sustentan. Está muy vinculado
con el espíritu de los tiempos, que viene a ser el motor, o el marco de
referencia de la sociedad. Ese marco es dinámico y las opiniones emergentes lo
reconducen, mediante un proceso de homogenización social, en otra nueva
dimensión de principios y valores, al que podemos llamar proceso homeostático
continuado.
En estos tiempos estamos viviendo una transformación
interesante en esa vía. Se está pasando a manifestar, con claridad meridiana,
un egoísmo social, de grupo o nación, que conduce a viejos postulados de corte
totalitario y excluyente. El "America First" (América primero) de
Trump es un claro ejemplo de pensar egoísta, ¿pero quién son los first, los
primeros? La insensibilidad de gran parte del pueblo americano, con la miseria
y el sufrimiento de países extranjeros, donde la guerra hace estragos, empobrece,
mata y destruye patrimonio, muestra una frialdad aplastante, una introspección nacional
egoísta. Esa verdad pragmática, donde solo vale lo que vale parta mí, acaba
disgregando al ser humano, apartándolo del valor humanista y aflorando la
absoluta indiferencia hacia los demás.
El peligro está en que empecemos a convencernos de
que no podemos vivir en este mundo tantos millones de habitantes. Que debemos
reducir la población de la Tierra y que, en nuestro interior, se vaya
desarrollando un actitud permisiva que racionalice y acepte, como vía de
supervivencia de la raza predomínate, la tolerancia a esa debacle apocalíptica
que limpiará el mundo de parásitos indeseables para que sobrevivan los inteligentes
y poderosos. Será una raza de gente fuerte, resistente a los virus y agresiones
patológicas, pues ellos habrán sido mutados para no ser infectados. Hitler
levantará la cabeza y no necesitará campos de exterminio, sino virus
serviciales que le harán el trabajo sucio.
Parece fantasía, pero puede llegar el momento en que
la gente acepte y potencie la idea de que sobran los indeseables, los insanos y
miserables habitantes de la tierra que ocupan los espacios que la raza superior
necesita para su expansión. Un nuevo nacismo racista y excluyente que, a través
de la ciencia, de la microbiología y la genética, se permita cultivar y
desarrollar a la especie superior, sumisa al sistema, irrelevante como
individualidad, pero fuerte y resistente al servicio de la sociedad establecida,
donde la creatividad, el conocimiento y la investigación científica estén dominados
por el orden establecido, por el líder supremo. La creatividad, el pensamiento y
la conducta del individuo deberán ajustarse a la norma y la ley que define el marco
que garantiza su absoluta seguridad en el sistema, al que ha de someterse para
neutralizar los sujetos tóxicos, rebeldes y que buscan la destrucción de esa
seguridad que te otorga el Gran Hermano. Nos someteremos a todo tipo de
controles de la mano del líder, para identificar al terrorista asesino que
quiere dinamitar el sistema establecido, el que garantiza nuestra seguridad y
vida alienada.
Tal vez este virus no, pero puede que el siguiente,
natural o artificial, cuando el nuevo espíritu de los tiempos defienda, acepte
y conciba la necesidad de disminuir, selectivamente, los habitantes de la Tierra,
haga el trabajo sucio. Una pandemia asolará el planeta y solo se salvarán
aquellos que tengan recursos para afrontar la crisis, recursos sanitarios y
económicos. Solo será cuestión de saber gestionar la crisis, de preservar lo “preservable”,
y dejar que se elimine lo innecesario para el nuevo orden.
Darwin, desde arriba, horrorizado, verá como el ser
humano domina la evolución con la tecnología y la ciencia, el nuevo dios que
suple al proceso evolutivo de la especies que, a lo largo de milenios, llevó a
la preponderancia del hombre sobre todo lo creado. Entonces, el hombre, el ser
humano, habrá dejado de ser humano y habrá reimplantado en su mente la nueva
inteligencia, sumisa y absolutamente racional, carente de emociones que alteren
los procesos evolutivos de la sociedad del futuro. Nacerá de forma diferente,
comerá diferente, se relacionará diferente… todo será diferente para un ser
diferente. Mientras tanto, puede que la Tierra haya sucumbido definitivamente,
que se parezca más a Marte, desierta, tunelada y con espacios artificiales donde
se ubiquen con absoluta seguridad las nuevas sociedades, sumisas e integradas en
el sistema de los ciborgs. ¿El ser humano del futuro será un ciborg?
Cuando los sentidos se eliciten o estimulen artificialmente,
cuando la realidad del entorno no sea la realidad sino aquello que percibes
como real, cuando tu mente, en una pura abstracción viva una vida imaginaria, cuando
el cuerpo que soporta la inteligencia no sea un cuerpo celular, bilógico
natural, donde las emociones jueguen en la toma de decisiones y en la creación
de opiniones y actitudes vitales, sino que sea un montaje artificial, entre
biológico y mecánico tecnológico, un instrumento soporte de esa inteligencia,
carente de emociones, fría y calculadora, manipulable mediante programación, entonces,
viviremos en un Matrix. Pensaremos, programadamente, que somos sublimes, pero
solo seremos una creación artificial, una nada engañada inmersa en un todo,
como el grano de arena conforma la playa… más o menos como ahora, pero sin espíritu
crítico para sentirte libre en tu pensamiento, en tu creatividad y en tus
emociones… ¿o puede que hasta eso consigan?
Que Dios nos coja confesados, si es que Dios no está
de su parte…
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