El ingreso mínimo vital o renta básica está
provocando movimiento en determinadas esferas políticas de corte neoliberal.
Rechazo incomprensible para mí, por parte de quienes defendieron y dieron a la banca
una inmensa fortuna para rescatarla de la crisis, dinero de las arcas del
Estado (no debemos olvidar que Hacienda somos todos según aquel viejo
aforismo que nos exhortaba a cumplir con los deberes tributarios). Pero hay
algunos, herederos del Rey Sol, que se creen que el Estado son ellos, por lo
que nadie más que ellos han de gestionar la situación para salir de la crisis.
Volviendo a la renta básica, algunos círculos
políticos mantienen que al pobre no se ha de dar nada, que se hace holgazán y,
luego, lo convierte en un derecho. Al pobre se le ha de hacer caridad, darle
limosna, cumpliendo con el mandato de los Santos Evangelios. Al Cesar lo que es
del Cesar, o sea al rico, y a Dios lo que es de Dios… y al pobre la limosna que
Dios dice. Siempre ha sido así, manteniendo al pobre agradecido a su amo por
haber sido bendecido con esa caridad divina que le mantiene en la fe y en la
obediencia.
La caridad genera agradecimiento y sumisión, como
debe ser para seguir el orden establecido. Pero la renta básica se convierte en
un derecho y crea exigencia. El pobre es “bienaveturado” porque tiene la suerte
del premio, a su sufrimiento terrenal, en el reino de los cielos. El pobre rico
sufrirá en desconsuelo, pues antes que él entre el ese reino, pasaría un
camello por el ojo de una aguja. Pero si el rico ejerce la caridad, tal vez,
pueda abrirse la puerta del paraíso.
¿Qué será de nosotros si no se nos permite ejercer
esa virtud teologal, que es la llave que nos abre las puertas de los cielos? dirán
los ricos. Hemos de sembrar la fe en sus espíritus, para que tengan la
esperanza de recibir nuestra caridad. Si no ejercemos la caridad con el pobre,
si el Estado cubre las necesidades básicas en los momentos de crisis, no
tendrán estímulo y se harán parásitos, mientras nosotros, los elegidos por el
sistema, no podremos lavar nuestras conciencias ejerciendo esa gran virtud de
la caridad.
Déjenlo como está, porque el rico sin el pobre no
podrá superar su conflicto de conciencia, no podrá lavarla con la caridad para
seguir viviendo en paz consigo mismo.
Ahora sin sarcasmo: Estos absurdos argumentos que he
descrito, y otros muchos, son, en gran medida, los que sostienen los defensores
del desequilibrio social, los que gestionan la abundancia y dejan caer de sus
mesas las migajas para que se alimenten sus servidores, los que ante cualquier
cambio de orden estructural, que lleve a una justicia distributiva, lo llaman
revolución bolivariana… y, aunque lo pida el Papa, incluso el mismo de Guindos
y otra mucha gente de bien, serán acusados de perversos seguidores de esos
planteamientos. Yo creo que hay una premisa humanitaria de orden social, que ya
soltó el lastre del pasado, para dar paso a la concepción de pueblo soberano,
tal como se recoge en la Constitución, potenciando la idea del Estado moderno
que conjuga los intereses comunes y estructura el sistema con objeto de velar
por el bienestar de los ciudadanos.
Una de las características esenciales de un sistema
democrático, al menos bajo mi punto de vista, es la solidaridad entre la
ciudadanía, la justa distribución del desarrollo económico y la búsqueda
sistemática de la evolución de todos y cada uno de los miembros de la sociedad.
En ese sentido, para que un ser humano pueda desarrollar su capacidad
intelectiva y evolucionar para servir a esa sociedad ha de tener cubiertas
determinadas necesidades básicas que le permitan reorientar su esfuerzo más
hacia el desarrollo personal que ha esclavizarse para cubrir las necesidades
básicas de su fisiología, sin olvidar su acceso el sistema educativo y de formación
para hacerlo partícipe activo y responsable de ese desarrollo social.
Por tanto, en un momento como este, creo y apoyo esa
renta básica como una salida digna y solidaria para los más necesitados, y no
entiendo que haya alguien que la niegue. Es cierto que en el mundo capitalista
y neoliberal, defiende el mercado en plan darwiniano y no quieren someterse a
controles gubernamentales que les obligue, mediante normas y leyes, a criterios de distribución equitativa de las rentas o ganancias producidas.
Hay debate intenso sobre el tema de la Renta Básica
Universal, pero, según muchos politólogos y economistas, sería una buena
respuesta a la lucha contra la pobreza en el mundo, toda vez que, como dice el
sociólogo y politólogo Christopher Zahonero Ballesteros: “(…) la desigualdad, la exclusión, la pobreza y otras problemáticas
sociales no sólo son causadas por el sistema capitalista, sino que son su condición
intrínseca de existencia”. Cuando la robótica viene a suplantar al ser
humano en el trabajo, con el riesgo de excluirlo del flujo económico que le facilite
el acceso a los productos que requiere para subsistir, se ha de plantear este
dilema y dar solución a la situación desde los propios Estados.
El problema para mí, en estos momentos y en nuestro
país, está en que según quien gobierne la salida de la crisis será una u otra.
En un lado está el capital, sus sociedades económicas y el mundo macro empresarial;
por otro la ciudadanía de a pie. Tesitura: ¿Volvemos a centrarnos en salvar a
la banco y a las corporaciones económicas y financieras dejando en la cuneta,
como ya se hizo, a la clase trabajadora y media empobrecida, o salvamos a los ciudadanos
reconvirtiendo la industria y el sistema económico para hacerlo más afín a un
futuro que se ha de diseñar? Entiendo que el poder económico use su fuerza y su
capacidad de crear empleo como elemento negociador, pero no para chantajear y
poner contra las cuerdas al Estado, obligándole a obviar la cobertura elemental
de las necesidades básicas de la ciudadanía. Al fin y al cabo no debe ser
excesivamente complicado, pues se acaba de llegar a un acuerdo sobre la ampliación
de los ERTEs entre la patronal y los sindicatos de la mano del Gobierno.
En esta tesitura lo más conveniente, dado que ya
somos todos mayorcitos, lo lógico, es que el mundo de la política asuma de una
puñetera vez su papel negociador, se sienten a hablar y hagan compatibles los
intereses de todos, consiguiendo acuerdos donde todos ganemos perdiendo lo
menos posible. Pero en lugar de eso, se
ponen palos en las ruedas, quieren eliminar al contrincante para ponerse ellos
y dirigir a su antojo el camino para salir de la crisis por la ruta que pasa
por su casa. No hay nada más que ver como se dinamita al contrario sin darse
cuenta que eso lleva al caos y a tensar una sociedad alienada que se deja
llevar por discursos emocionalmente incendiarios. En realidad, lo que nos
interesa al pueblo llano, es que no se nos distraiga con banalidades
interesadas para, tras la cortina de humo, seguir haciendo de las suyas
mediante la teatralidad histriónica de dolorosas de papel cuché.
Uno no sabe si seguir intentando poner un poco de
cordura o acabar diciendo como indica uno de los sabios refranes: “Para lo que
me queda en el convento me cisco dentro”. Tal vez sea lo más balsámico para
tanta vehemencia y acritud. “Yo ya hice mi trabajo, el que venga detrás que
arree y se atenga a las consecuencias”. El
tiempo del jubilado está más para establecer el equilibrio y la paz interior
que para entrar en combates de un futuro en el que estará ausente, eso sí, por
qué he de renunciar a plasmar lo que pienso y si le sirve a alguien que lo coja
y si no le sirve que lo obvie. Yal vez falte, en esta política, la brillante y
tribal sensatez del anciano, y sobre la testosterona impaciente de los jóvenes,
que pretenden llegar al poder para realizarse como seres mayores y megalómanos,
partiendo, en muchos casos, de su inmadurez psicológica.
2 comentarios:
Ya vemos imágenes de extrema necesidad. Hay un millón de personas en pobreza extrema. La renta básica universal es, ahora, necesario. No entiendo a esos que se oponen. Hasta la Guardia Civil se pone en estado de previsión de revueltas sociales. Un abrazo, Antonio.
Tal vez, los que se oponen es porque quieren mantener las diferencias sociales. Ellos se sienten superiores y dueños de todo. Prefieren la caridad a la justicia social.
Un abrazo, Prudencio
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