Opinión | Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el 21 SEPT 2024 7:01
No ha de
sorprender que en esta tierra de profunda convicción cristiana florecieran
impresionantes iglesias, cuasi catedrales, en localidades de escasa población,
aledañas al Camino de Santiago
Claustro
del Monasterio de San Zoilo. / A. Porras
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Acabo de volver de Carrión de los
Condes, esa zona palentina por donde discurre el Camino de
Santiago, llamado francés, cuna de la vieja España con impronta castellana,
donde la cruz y la espada conformaban una simbología de su espíritu y pujanza
en una misma pieza. Hoja afilada y empuñadura en cruz se daban en la Tizona del
Cid y en las espadas cristianas, en confrontación con la cimitarra de Al
Ándalus.
Son ya muchas las veces que hemos
visitado la localidad de manos de nuestros amigos Pablo y Marisa, en algunos
casos, como este, acompañando a otras amistades que pretendían conocer
la zona y su rico patrimonio, sobre todo religioso, sin olvidar su
gastronomía.
La inmensa llanura se presenta en
el estío con un sol abrasador propio del clima continental: noches
relativamente frescas y días de intenso calor. Zona de trigales donde, en
primavera, el cereal semeja un verde mar que se ondula con el viento cuando el
aire bate el trigo.
No ha de sorprender, pues, que en
esta tierra de profunda convicción cristiana florecieran impresionantes
iglesias, cuasi catedrales, en localidades de escasa población, aledañas al
Camino de Santiago, donde el culto es manifiesto y constante a lo largo del
trayecto, constituyendo una oferta de espacios religiosos para el
acompañamiento espiritual del peregrino.
Nos ubicamos en el hotel Real
Monasterio de San Zoilo, instalado en el excepcional monasterio homónimo, ya
desacralizado, pero que mantiene su monumentalidad en toda su dimensión,
perfectamente conservado, donde son visitables los antiguos espacios
religiosos. Sorprendente es el claustro con su impresionante bóveda y la
iglesia con las tumbas de la nobleza castellana donde, tras la invasión
francesa, solo quedan los sepulcros vacíos. Para crear ambiente, suele oírse de
fondo un canto gregoriano continuo, como un susurro que te transporta en el
tiempo… En sus alrededores, en las afueras de la localidad de la que le separa
el río Carrión, una inmensa arboleda, verde césped y algún que otro canal de agua
fresca y cristalina, le dan un toque bucólico que te llena de sosiego, tan
necesario en este convulso mundo.
Hoy, eludiendo mi habitual
orientación, dedico este texto a esa zona y las localidades menos conocidas que
visitamos, en mi caso por cuarta o quinta vez. He de decir que siendo un agnóstico
convencido, me sigue llamando poderosamente la atención el arte religioso.
En su presencia te ubicas en un tiempo histórico que justifica la magnificencia
del poder eclesiástico y su influencia en una población sumisa a su fe y sus
pastores, donde lo importante era la salvación eterna, siendo este mundo un
valle de sufrir en el camino para ganar la eterna gloria de la mano orientadora
del pastor.
Sorprende, cómo no, que en un lugar
de escasos habitantes (75 en el censo de 2023), como es Támara de Campos,
encuentres la monumental iglesia de San Hipólito el Real. De esta
iglesia, de tres naves, además del impresionante retablo central y otros en
capillas adyacentes de estilo barroco, destacamos la rejería y un singular
órgano sostenido sobre una sola columna de madera, al que se accede a través de
una sólida pasarela; también su púlpito, la impresionante pila bautismal y las
bóvedas con nervadura gótica, en algún caso con estructura de lierne. En suma
toda ella es una obra de arte que no se puede definir en su totalidad en pocas
palabras.
Santoyo es otra pequeña localidad
de 188 habitantes donde podemos ver la iglesia de San Juan Bautista, de la que
destacamos su majestuoso retablo renacentista y la espectacular nervadura de
sus bóvedas. Es muy habitual que al acercarse a una de estas villas quede uno
asombrado por el impresionante volumen de su iglesia y las casas bajas del
entorno que la hacen resaltar aún más.
De Frómista me permito reseñar la
iglesia de San Martín, de un románico ejemplar y la iglesia de San Pedro. Muy
cerca son visitables las esclusas del Canal de Castilla, navegable para
el turismo en algunos tramos.
En Villalcazar de Sirga conjugamos
el yantar con el arte, tras visitar la iglesia de Santa María la Blanca, que no
te has de perder si pasas por allá, con sus tres sepulcros góticos, su retablo
mayor y sus altas bóvedas, es todo un tesoro de arquitectura religiosa.
Degustamos un excelente lechazo, en el Mesón los Templarios, como
ya es habitual cada vez que visitamos la localidad.
Respecto a Carrión de los Condes,
además del monasterio de San Zoilo ya referido, es resaltable la portada
románica y el Pantocrátor y Tetramorfos de la iglesia-museo de Santiago, la
iglesia parroquial de Santa María del Camino, la más antigua de la localidad
(1130), con su pórtico sur de puro románica y un interior que te deja
boquiabierto. Su oferta se completa con sus calles y plaza, casas señoriales
blasonadas, y otros edificios religiosos como la iglesia de San Andrés, San
Julián o la iglesia de Nuestra Señora de Belén que, ubicada sobre una atalaya
al borde del río, te permite una visión espectacular del atardecer y de la
comarca oeste al margen derecho del río Carrión.
No quiero dejar de aludir a la
visita a Saldaña, algo más al norte. Alberga un museo con los restos
arqueológicos de la Villa Romana de la Olmeda, que también visitamos. Pero
lo más espectacular son la Plaza Vieja de Saldaña, porticada con pilares de
madera, donde se han celebrado corridas de toros, la Plaza del Marqués de la
Valdavia, con una construcción típica castellana que conjuga la
tirantas o vigas de madera y el ladrillo, y las fachadas del palacio de los
Valdavia.
Desde allá nos desplazamos,
también, a visitar las tres capitales más próximas, como son: León con su catedral
iluminada por los rayos de sol que la inunda de policromía a través de
sus impresionantes vidrieras, como un sueño de luz. La basílica de San Isidoro
es otra maravilla con sus pinturas románicas en el panteón de los reyes, cuyo
techo es calificado como la Capilla Sixtina del románico. No queda mal una
visita al barrio húmedo para degustar su morcilla y su vino de uva autóctona
Prieto picudo.
Qué decir de Burgos que ya no se
haya dicho, de su catedral de puro estilo gótico, tan majestuosa, donde podemos
observar el retablo de Gil de Siloé de la Capilla de Santa Ana, la tumba del
Cid Campeador y su curioso y famoso Papamoscas, en todo un conjunto artístico
ejemplo singular del gótico francés.
Visitar Palencia vale la pena,
aunque sea solo por conocer a la ‘Bella desconocida’. Así se denomina a su
impresionante y sorprendente catedral dedicada a San Antolín. Es la tercera
más grande de España en cuanto a superficie, aunque carece de fachada
principal propiamente dicha. En la cripta te sorprenderán los restos de un
templo paleocristiano, prerrománico; justo al lado podemos observar una capilla
visigoda mandada construir por el rey Wamba para conservar los restos de San
Antolín.
Concluyo resaltando la
impresionante oferta de arte y arquitectura religiosa de la que puede presumir
nuestro país. En este caso del Camino de Santiago, predominan los estilos
románico y gótico con elementos decorativos renacentistas, barrocos y
neoclásicos. El camino sigue en septiembre muy transitado, lo que garantiza una
buena cosecha económica para los negocios que viven del mismo.
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