Hay intervenciones políticas que me dan repelús, pero sobre todo cuando faltan al respeto, cuando se meten en el cuerpo a cuerpo de la política canalla que ejercen algunos partidos, expresiones e insultos lanzados al rival desde la ausencia del sentido democrático del comedimiento y carencia de educación en su forma y tono expresivo. Esas cosas consiguen el efecto contrario, pues se vuelven contra el maleducado, contra el irrespetuoso y dejan de manifiesto un pensar ladino o marrullero que lo ensucia todo, siembra el escepticismo y no pretende la solución de los problemas.
Hoy, en el Congreso, del que ya no nos debería escandalizar nada por su vehemencia y malas artes parlamentarias, cuando un congresista llamaba la atención sobre un problema de primera magnitud en nuestra sociedad, como es la salud mental, sobre todo en estos momentos en que sufrimos el trauma de una pandemia terrible que nos obliga al confinamiento y nos deja secuelas importantes en nuestro estado anímico, además de la economía, alguien gritó al ponente, que era Errejón: ¡VETE AL MÉDICO! Lo curioso es que el ponente no pedía médicos, sino psicólogos.
El señor Errejón, con el que se puede estar o no de acuerdo en muchos temas, trajo a colación el gran problema de la desesperanza, del desaliento y de la depresión que, a caballo de la crisis sanitaria y económica, está aflorando en mucha gente. Un problema que ha de ser considerado por la gobernanza, dada su repercusión en nuestra sociedad, pues la incidencia de las enfermedades mentales, especialmente la depresión y el suicidio, se han incrementado. Quien este tema lo banalice, trivialice o trate con frivolidad solo merece el rechazo más absoluto.
El señor Carmelo Romero (PP), diputado y alcalde del Palos de la Frontera, hoy, como si se tratara de un test, expresó su sentir ante un estímulo verbal dando la repuesta que salía de su subconsciente: ¡VETE AL MÉDICO! Uno se pregunta qué quiso señalar el honorable diputado difamador con ese imperativo. Tratándose de un tema tan serio, estas manifestaciones muestran que, muchos de nuestros políticos, están incapacitados para el debate, pues las cosas serias las frivolizan en esa eterna confrontación irracional que están desarrollando en su lucha por el poder. Yo creo que todos, absolutamente todos los diputados, ante este problema deberían haber hecho piña para pedir al Gobierno que se interesara por esa situación de pandemia paralela o secuela en la salud del ciudadano, reivindicando el reforzameinto y la dignificación de la asistencia sanitaria de la Salud Mental.
Como enfermero especialista en Salud Mental y Psicólogo reclamo al Congreso sensibilidad con el tema, medidas para dotar los servicios públicos de recursos humanos que afronten el problema y apoyen y cultiven la salud psíquica de tantos afectados por la crisis. Me sumo, pues, a la petición del señor Errejón para incrementar esos recursos y no obviar uno de los principales problemas de salud mental de nuestra sociedad.
Ya estamos acostumbrados a que, en la política, se den navajazos traperos cuando hablan de sus actos, de sus conductas delictivas o cuestionables, sean corrupciones, transfuguismos, amenazas de corte cuasi mafioso, enriquecimiento ilícito, o lo que fuera donde andan inmersos en procesos judiciales, pero, al menos, cuando se trata de temas tan serios y generalizables como este, mantengan la cordura y la colaboración para dar soluciones en lugar de usarlos como arma arrojadiza en su política marrullera…
Claro que, a estas alturas, me preocupa también la salud mental de los Próceres, venidos a menos, que pueblan el Congreso. Por tanto, a quien actuara de tal forma, le aconsejaría que acudiera a un psicólogo para racionalizar su pensamiento, para salir del círculo del hooligan que bloquea el discernimiento racional que todo político ha de tener para analizar, de forma exitosa, la problemática que afecta al ciudadano a quien representa. Cada vez vemos, en muchos de ellos, más conductas de confrontación y extrañas jugadas de poder que benefician a sus grupos y no al pueblo soberano, por lo que deberían acudir al psicólogo para abordar sus paranoias, conducta reprobables, filias y fobias, desorientación ética y moral, deslealtades y transfuguismo, cuando no delirios de grandeza y megalomanías mesiánicas basadas en pensamientos enquistados resistentes a la argumentación lógica que los hace presentarse como líderes totalitarios y salvadores del pobre ciudadano al que tratan como si fuera imbecil.
Queremos políticos honrados, de ideología democrática sólida donde la ética, la congruencia y el compromiso con los ciudadanos sea una constante y no hooligans que gritan insultos al adversario confundiendo el hemiciclo con estadios donde juegan la partida su equipo de futbol. Mal ejemplo dan y malas consecuencias ha de tener este adiestramiento a sus afiliados y seguidores. Entramos en campaña, donde el histrionismo mata la razón y la falaz promesa a la esperanza. Pero no ilviden que la esencia de la democracia está en escuchar al contrincante, desde el respeto, para rebatirle con argumentos consistentes y convincentes.
Señores diputados, sean dignos para ejercer una política de altura… hagan autocrítica, catarsis para ejercer decentemente su oficio, o acudan al psicólogo para que les ayude a encontrar su equilibrio mental en consonancia con los intereses de su pueblo. Pero, sobre todo, en este caso, tengan presente que la SALUD MENTAL de un pueblo es la garantía de su convivencia, de su felicidad y su bienestar en concordia, y que la enfermedad es la que da dineros a los laboratorios farmacéuticos y los intereses colaterales.
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