Cuesta comprender los entramados y
entresijos que mueven la política y a los partidos que la ejercen con permiso
del votante. Todo está bloqueado o, al menos, eso parece. Además, atentando
contra el espíritu de la democracia, se habla de líneas rojas que excluyen y
apartan a otros partidos cuya legalidad es incuestionable para el tribunal
constitucional. Entiendo que no se quiera pactar con quien no se es afín o
pretenda alterar el sistema de forma unilateral, pero de ahí a demonizar a un
partido hay un trecho. Si un partido tiene representación es porque los
ciudadanos han decidido dársela en el libre ejercicio de su voluntad soberana.
Quien desprecia o demoniza a un partido lo hace con todos sus votantes. Otra
cosa, insisto, es que esté en las antípodas ideológicas de uno y, ya de
entrada, se sepa que es imposible el acercamiento.
El batiburrillo que tenemos sobre
el escenario político, es complicado entenderlo, pero quiero compartir con mis
amigos la reflexión y el esquema comparativo que me ha generado el pensamiento
para comprender mejor cómo están las cosas. Lo haré mediante un símil que da
mayor consistencia a la explicación que me vengo dando:
En un principio había dos árboles
frondosos de ramaje complejo cargado de diversidad, incluso, entre sus ramas.
Por un lado el árbol centenario del PSOE con sus diferentes tendencias. Frente
a él, otro surgido de semillas variadas que estaban latentes en la tierra y que
vino a conjugar las ideologías de derechas con el espíritu del pasado régimen.
Otro árbol, cargado también de historia reciente, pervivía mal nutrido por el
sistema de riego, pues representaba la ideología comunista denostada por el
viejo régimen y catalogados de totalitarios, aunque hubiera sido injertado con
el brote del eurocomunismo. Acababa el siglo con tres árboles, uno que
aglutinaba a toda la derecha, incluida la transmutada desde el franquismo, al
que llamaron PP; otro, injertado por Felipe González, había modificado su
concepción ideológica abandonando el marxismo para hacerse socialdemócrata y
ser aceptado por el poder capitalista como agente gestor de los intereses
generales del sistema, llamado PSOE; el tercero, llamado “Izquierda Unida” (IU),
cargado de ideología marxista y marcado por la lucha social de mediados del
siglo pasado, reivindicaba para sí el espacio ideológico que abandonaba el
PSOE, pero a duras penas se conseguía mantener por sus luchas internas, tan
propias de la izquierda.
El primero y el segundo, se fueron
repartiendo el gobierno a la usanza de Cánovas y Sagasta, del bipartidismo
anglosajón. Este sistema de alternancia dio como resultado un alto índice de
corrupción en ambos grupos (PP y PSOE). Ello originó un general descontento que
detonó el 15M en las calles del país. Afloró Podemos, y después Ciudadanos,
trayendo promesas de aire fresco para limpiar la atmósfera política,
perversamente emponzoñada por las emanaciones putrefactas de la corrupción
amparada en el rodillo de las mayorías. IU, tras seguir su camino en solitario,
decide acoplarse a Podemos, lo que marca al movimiento nacido del 15M, que al
absorberlo se va influenciando del espacio que otrora ocupara IU, pero dando
como resultado la no suma de votos, el conflicto interno en los comunistas y
desajustes en la nueva estructura.
Ahora, lo que parecía que podía ser
una solución se ha convertido en un problema. Si era difícil poner de acuerdo a
dos, imaginad lo que es poner de acuerdo a cinco, sobre todo con la aparición
de VOX, que viene cargado de nostalgias del pasado y sus estructuras y esquemas
funcionales. Al final, tras darle vueltas y más vueltas, se van decantando cada
cual para su lugar de origen o de identificación, potenciando los bloques de
derecha vs izquierda.
Y es natural. Veamos cómo y de
dónde surgen cada partido nuevo, según mi subjetivo razonamiento:
El PSOE, por viejo, tiene raíces
muy ancladas y expandidas por el subsuelo, al igual que IU. El brote de Podemos
surge en un espacio intermedio entre PSOE e IU, aflorando una de sus raíces comunes
que germina en contacto con el aire, e intenta reconducir la izquierda en una
nueva dimensión orientada a la utopía marxista que el PSOE ya abandonó, pero de
dónde surgió en su día. Es, por tanto, un nuevo árbol surgido de la semilla de
la izquierda, a la que los socialistas renunciaron e IU no supo o pudo
cultivar. Claro que las tierras de cultivo del campo capitalista no son
adecuadas para que crezcan semillas que lo cuestionen y tiende a identificarlas
como malas hierbas que hay que erradicar. El PSOE reconvertido en
socialdemocracia sí que es aceptado y viable para el cultivo en ese campo.
Pero ¿y de la derecha qué? El árbol
de la derecha, representado en el PP, es frondoso por estar injertado de innumerable
ramas variadas (liberales, conservadores, democristianos, herederos de la
ideología franquista, etc.) se mantuvo fuerte, como un roble, durante mucho
tiempo, mientras era alimentado por el sistema, incluso con caja B, hasta que
empezó a pudrirse por la corrupción.
De la base de su tronco, junto a su
pie, como si de una vareta de olivo se tratara, surgió Ciudadanos con la
intención de crecer libre e independiente, con la frescura que todo brote
aporta, para suplir al viejo árbol enfermo e, incluso, ejercer de árbitro o
bisagra que recondujera la situación hacia la regeneración. Mas, he aquí, que
del gran árbol de la derecha se desgajó una rama, acusándolo de cobarde
(derechita cobarde) reivindicando los viejos principios desde el descontento
que mostraban los integrantes herederos de la ideología franquista. El viejo
árbol se resintió tanto, que le puso a huevo al otro árbol (PSOE) el dominio del
gobierno, por lo que la rama desgajada y el nuevo brote cuan varilla de olivo, decidieron
cerrar el paso a la izquierda.
En estas circunstancias Cs, partido
que reivindica el ideal neoliberal, rechaza, incongruentemente, la negociación
con VOX mientras exige su apoyo, por lo que plantea que él bebe y suma con el
tronco del PP, con quien solo ha de pactar, mientras exige a este que haga
entrar en razones a VOX con quien mantiene vasos leñosos por donde comparten la
savia de ambos, o sea su rama desgajada, y con quien sostiene contactos sin
pudor. Esa falta de conciencia sobre la propia identidad o de la actitud que
ahora se defiende, bloquea a Cs. mostrándolo inconsecuente y obligándolo a
explicar lo inexplicable. Cs. insiste en que VOX forma parte del árbol del PP y
no del suyo, por lo que es el PP el que ha de lidiar con él y someterlo, obviando
a Cs. Situación confusa, pues VOX insiste en que es un árbol independiente y
sus votos son tan válidos como los de los demás y, además, necesarios para que
gobiernen los otros dos partidos, por lo que exige un trato igualitario.
En estas circunstancias, con un
PSOE que quiere gobernar solo con la colaboración de Podemos, sin dejarle
demasiada relevancia en el gobierno; con un Podemos en descomposición por las
fracturas internas y la marcha de la mayoría de sus fundadores, que necesita,
sí o sí, un bocado que llevarse a la boca para neutralizar su crisis; con una
amenaza de nuevas elecciones (cosa que no entendería le pueblo) y la posible
irrupción del partido de Errejón en el segmento electoral de Podemos, solo cabe
esperar o una claudicación de Podemos o una explosión que nos lleve a nuevas
elecciones, de resultados inciertos aunque el CIS diga que gana el PSOE.
El asunto de la derecha no es menos
complicado. VOX y Cs. son agua y aceite a primera vista, pero seguro que pueden
empaparse en el pan que representa el PP y juntarse allá para hablar, lo que quiere
decir que sin pactar entre ellos podrán llegar a acuerdos a través del PP,
aunque tengan que tomar más de un café en el más puro sentido irónico. El árbol
matriz sigue siendo el PP.
A todo esto, la opción clásica de
recurrir a la periferia para sostener el gobierno se ha difuminado al pasar
estos de nacionalistas integrados en el Estado a independentistas críticos con
el mismo, lo que lleva a los partidos, llamados constitucionalistas, a huir de
ellos como apestados para que no se les acuse de apoyar la ruptura de España.
Mientras tanto aquí estamos,
apurando plazos, sin saber qué viene y con los problemas del ciudadano en el
alero esperando que alguien les dé soluciones. O acaso es:
- ¿Una guerra de egos?
- ¿Un choque de trenes entre líderes enrocados?
- ¿Desconfianzas entre ellos por sus deslealtades pasadas?
- ¿O está detrás la lucha por el liderazgo del espacio compartido?
Malos políticos tenemos si no son capaces
de llegar a acuerdos para resolver los problemas, si en lugar de resolverlos
los crean, sin no saben jugar al pacto en el ejercicio de la democracia y
forjar alianzas que permitan el gobierno. Si eso es así, no se resuelve con
elecciones nuevas, sino con el cambio de actitud de los políticos o de los
propios políticos para que otros menos enrocados sean capaces de alcanzar acuerdos
leyendo justamente el resultado electoral. Mientras tanto solo nos queda
esperar pacientemente a que se decidan, gestionando nuestro propio desencanto,
mientras esos árboles echan ramas adecuadas para producir el fruto que se les
pide. La gestión de la democracia se hace mediante consenso, acercamiento y racional entendimiento, a ver si se enteran.
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