Ya se sabe que el humor es un sano ejercicio y, especialmente,
sirve para sublimar frustraciones acaecidas por las imposiciones o hechos
incontrolables que nos llevan al desencanto. Con Franco se reía mejor, decían
algunos. Tal vez porque no se podía rechistar ni argumentar contra él y los
suyos y una forma de romper esa losa era ridiculizar al culpable.
Pero, yendo al grano, en todo contrato a dos deben
quedar claras las cláusulas del mismo. Mas cuando el contrato es a dos, y otro
ausente, que forma parte de la parte contratante de la segunda parte,
ejerciendo como parte contratante de la tercera parte, pero hablando por la
boca de la parte contratante de la segunda, la cosa se complica para entender a
la parte contratante de la primera parte. (El lector avezado ya sabrá a quienes me
refiero con las partes contratantes, pero por si acaso, aclaro: Parte
contratante de la primera parte = Ciudadanos; parte contratante de la segunda
parte: PP; parte contratante de la tercera parte que habla por boca de la parte
contratante de la segunda parte = VOX).
Ahora, con esta iniciativa incoherente de contrato,
podemos (con minúscula, o sea verbo y no sustantivo) hablar y plasmar la
estupefacción que nos causan los políticos, algunos más que otros. Sobre todo
detectar los grados de cinismo, egoísmo partidista, cainismo, nepotismo,
incongruencia, maledicencia, falaz engañifa, mercadeo de sillones para bien
asentar el culo, y un amplio etc. que atenta al buen ejercicio de la democracia, por falta de principios
democráticos en los propios partidos políticos que dicen defenderla.
Uno de los sujetos que más está descentrando el
rosario argumental de sus principios teóricos es Ciudadanos y su líder Rivera
junto a su musa Arrimadas. Sus teóricos acuerdos con el PP, incomprensibles
dada su posición de intento descarado para sorpassarlo, chocan con la lógica
más elemental. Es evidente que, ese PP corrupto al que quiere sorpassar con el
discurso de la regeneración, tiene otro hijo ideológico en VOX, al que no va a
dejar e intentará hacerlo volver al redil de la familia para tener más fuerza,
aunque sea aceptando su emancipación ideológica, y al que quiere representar en
la negociación del contrato con Cs. Pero, como ya decía en otra entrada
anterior, en el fondo, Ciudadanos también es hijo ideológico del PP, por lo que
se ve obligado a entenderse con él para no renunciar a la familia, plantando
cara al vecino con el que anduvo flirteando, de puerta a puerta, para ver donde
se domiciliaba en su momento de ruptura con papá.
Es aquí donde aflora el discurso errático de Cs que
se puede traducir en esos contratos legendarios de Groucho Marx, con la parte
contratante de la primera parte y los cambios que se pueden hacer del contrato,
eliminando clausulas y texto en función de otra frase, que quedó para la
historia de la inconsistencia ideológica, como es: “Estos son mis principios;
si no le gustan tengo otros”. Ciudadanos divaga y empieza a hacer aguas por
doquier. Tal vez el barco tenga alguna vía de agua bajo la línea de flotación,
que a primera vista no se observa, pero que es percibida por los expertos buceadores
de la política. En todo caso, al ciudadano medio le cuesta comprender sus
solapados acuerdos con VOX y su negativa a apoyar al PSOE, aunque sea con la
abstención, empujándolo a acuerdos con el independentismo al que tanto
denuestan.
Mientras, en esa especie de camarote de los hermanos
Marx, se sigue dando un tumultuoso alboroto y vocinglería que no deja oír las
esencias de los discursos, pero que, subliminalmente, dan pie a exquisitas (en
sentido humorístico) interpretaciones rayanas en el más puro humor de lo
absurdo. Vayan, pues, con cuidado, porque la siembra de incongruencias da por
fruto seguro la risa y el desapego a caballo del ridículo.
A veces, la ceguera del resplandor inmediato nos
impide ver la verdad. Luego, cuando alguien, que observa desde más lejos, te
advierte de su visión, acabas desmontando la opinión que, desde esa proximidad,
se fue fraguando. Europa, con su amigo Macron a la cabeza, contradice sus actos
y amenaza con romper con ellos; algunos, como Miguel Ángel Berzal, de Pozuelo
de Alarcón, se va dando un portazo mientras dice: “Me voy con viento fresco.
Ciudadanos es un timo político”; o Le Monde, que evidencia y ridiculiza a
Ciudadanos por sus pactos con la ultraderecha, comentando: «Ya no engaña a
nadie».
De todas formas, no es necesario recurrir a estas
fuentes, solo con tener un pensamiento propio y una mínima y aséptica capacidad
de análisis, se puede llegar a conclusiones interesantes, como la incoherencia
de sus demandas y discursos, de lo que es y representa el señor Rivera en ese
grupo mesiánico que vino a regenerar la política y que acaba atrapado en las
garras de la degeneración que iba a corregir.
La parte contratante de la primera parte, tal vez acabe
siendo la parte contratante de la última parte en las próximas elecciones, si
no es capaz de encontrar su espacio, aquel que dijo representar y con el que se
ubicó ideológicamente en la Europa liberal. En todo caso, el espacio de
cualquier partido serio, sea el que sea, nunca debe ser el camarote de los
hermanos Marx, dejando la proclama de “Más madera, es la guerra” en su aventura
del oeste americano. Los ciudadanos votamos este pluripartidismo, buscamos la
coherencia y el sano contraste para, al albur de la diversidad, poder dar cabida
a las diferentes visiones y tendencias de una España diversa, sin tapujos y
dentro de una concordia, que permita la convivencia ciudadana, sin sembrar odios y
rechazos, entre la gente humanamente sencilla. Creo que no lo han entendido. No
lo han entendido porque ellos no leen lo que decimos nosotros, sino que interpretan aquello que
les interesa para mantener la tensión y el conflicto que aporte votos en el
debate de las soluciones a través de una manipulación emocional.
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