sábado, 15 de junio de 2019

Albert (Rivera) Marx, o la parte contratante de la primera parte.



Ya se sabe que el humor es un sano ejercicio y, especialmente, sirve para sublimar frustraciones acaecidas por las imposiciones o hechos incontrolables que nos llevan al desencanto. Con Franco se reía mejor, decían algunos. Tal vez porque no se podía rechistar ni argumentar contra él y los suyos y una forma de romper esa losa era ridiculizar al culpable.

Pero, yendo al grano, en todo contrato a dos deben quedar claras las cláusulas del mismo. Mas cuando el contrato es a dos, y otro ausente, que forma parte de la parte contratante de la segunda parte, ejerciendo como parte contratante de la tercera parte, pero hablando por la boca de la parte contratante de la segunda, la cosa se complica para entender a la parte contratante de la primera parte. (El lector avezado ya sabrá a quienes me refiero con las partes contratantes, pero por si acaso, aclaro: Parte contratante de la primera parte = Ciudadanos; parte contratante de la segunda parte: PP; parte contratante de la tercera parte que habla por boca de la parte contratante de la segunda parte = VOX).

Ahora, con esta iniciativa incoherente de contrato, podemos (con minúscula, o sea verbo y no sustantivo) hablar y plasmar la estupefacción que nos causan los políticos, algunos más que otros. Sobre todo detectar los grados de cinismo, egoísmo partidista, cainismo, nepotismo, incongruencia, maledicencia, falaz engañifa, mercadeo de sillones para bien asentar el culo, y un amplio etc. que atenta al buen ejercicio  de la democracia, por falta de principios democráticos en los propios partidos políticos que dicen defenderla. 

Uno de los sujetos que más está descentrando el rosario argumental de sus principios teóricos es Ciudadanos y su líder Rivera junto a su musa Arrimadas. Sus teóricos acuerdos con el PP, incomprensibles dada su posición de intento descarado para sorpassarlo, chocan con la lógica más elemental. Es evidente que, ese PP corrupto al que quiere sorpassar con el discurso de la regeneración, tiene otro hijo ideológico en VOX, al que no va a dejar e intentará hacerlo volver al redil de la familia para tener más fuerza, aunque sea aceptando su emancipación ideológica, y al que quiere representar en la negociación del contrato con Cs. Pero, como ya decía en otra entrada anterior, en el fondo, Ciudadanos también es hijo ideológico del PP, por lo que se ve obligado a entenderse con él para no renunciar a la familia, plantando cara al vecino con el que anduvo flirteando, de puerta a puerta, para ver donde se domiciliaba en su momento de ruptura con papá.

Es aquí donde aflora el discurso errático de Cs que se puede traducir en esos contratos legendarios de Groucho Marx, con la parte contratante de la primera parte y los cambios que se pueden hacer del contrato, eliminando clausulas y texto en función de otra frase, que quedó para la historia de la inconsistencia ideológica, como es: “Estos son mis principios; si no le gustan tengo otros”. Ciudadanos divaga y empieza a hacer aguas por doquier. Tal vez el barco tenga alguna vía de agua bajo la línea de flotación, que a primera vista no se observa, pero que es percibida por los expertos buceadores de la política. En todo caso, al ciudadano medio le cuesta comprender sus solapados acuerdos con VOX y su negativa a apoyar al PSOE, aunque sea con la abstención, empujándolo a acuerdos con el independentismo al que tanto denuestan.

Mientras, en esa especie de camarote de los hermanos Marx, se sigue dando un tumultuoso alboroto y vocinglería que no deja oír las esencias de los discursos, pero que, subliminalmente, dan pie a exquisitas (en sentido humorístico) interpretaciones rayanas en el más puro humor de lo absurdo. Vayan, pues, con cuidado, porque la siembra de incongruencias da por fruto seguro la risa y el desapego a caballo del ridículo. 

A veces, la ceguera del resplandor inmediato nos impide ver la verdad. Luego, cuando alguien, que observa desde más lejos, te advierte de su visión, acabas desmontando la opinión que, desde esa proximidad, se fue fraguando. Europa, con su amigo Macron a la cabeza, contradice sus actos y amenaza con romper con ellos; algunos, como Miguel Ángel Berzal, de Pozuelo de Alarcón, se va dando un portazo mientras dice: “Me voy con viento fresco. Ciudadanos es un timo político”; o Le Monde, que evidencia y ridiculiza a Ciudadanos por sus pactos con la ultraderecha, comentando: «Ya no engaña a nadie».

De todas formas, no es necesario recurrir a estas fuentes, solo con tener un pensamiento propio y una mínima y aséptica capacidad de análisis, se puede llegar a conclusiones interesantes, como la incoherencia de sus demandas y discursos, de lo que es y representa el señor Rivera en ese grupo mesiánico que vino a regenerar la política y que acaba atrapado en las garras de la degeneración que iba a corregir.

La parte contratante de la primera parte, tal vez acabe siendo la parte contratante de la última parte en las próximas elecciones, si no es capaz de encontrar su espacio, aquel que dijo representar y con el que se ubicó ideológicamente en la Europa liberal. En todo caso, el espacio de cualquier partido serio, sea el que sea, nunca debe ser el camarote de los hermanos Marx, dejando la proclama de “Más madera, es la guerra” en su aventura del oeste americano. Los ciudadanos votamos este pluripartidismo, buscamos la coherencia y el sano contraste para, al albur de la diversidad, poder dar cabida a las diferentes visiones y tendencias de una España diversa, sin tapujos y dentro de una concordia, que permita la convivencia ciudadana, sin sembrar odios y rechazos, entre la gente humanamente sencilla. Creo que no lo han entendido. No lo han entendido porque ellos no leen lo que decimos nosotros, sino que interpretan aquello que les interesa para mantener la tensión y el conflicto que aporte votos en el debate de las soluciones a través de una manipulación emocional.



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