lunes, 10 de mayo de 2021

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD.

 

Imagen de Wikipedia


Al recién fallecido escrito Caballero Bonald, le preguntó Juan Cruz en una entrevista publicada en El País, el 11 de abril de 2011: ¿Contra qué escribe? La pregunta se las trae. Yo hubiera preguntado ¿por qué escribe?, lo que implica una motivación intrínseca, un móvil cuasi subconsciente que te instiga a escribir. No es lo mismo escribir a favor o en contra de algo, dependiendo de qué aceptación social tenga ese algo. Escribir a favor es aceptar, escribir en contra es rechazar, pero, si esta escritura se realiza desde una concepción intelectual, implica compromiso y contribución de ideas para clarificar principios y valores culturales y sociales, ya que, al fin y al cabo, ha de ser uno de los compromisos esenciales de todo intelectual, aportando claridad, ética e ideas constructivas desde su privilegiada inteligencia. 

Me dejó intrigado la preguntita y como esta fuera su respuesta: “…mis últimos libros de poesía van contra los sumisos, los obedientes, los gregarios, los hipócritas…”, me pareció un canto a la libertad y autenticidad. Me interesé aún más por su biografía, porque solo con una rica experiencia y cognición puede sostener esa actitud.

Encontré otra pregunta cuya respuesta también me resultó interesante: ¿Para qué le ha servido escribir?, le pregunta Juan Cruz; él responde: “En primer lugar, para justificarme a mí mismo. Escribir me ha recompensado de todo mi pasado, incluso de mi presente”. Aquí hay un importante componente para los que escribimos, que se muestra a través de la trascendencia que pretendemos con nuestros escritos y el autoconocimiento, surgido del histórico análisis de nuestra conciencia y el conflicto interno, que se da entre la propia concepción de la realidad y las vivencias que la conforman en el proceso de socialización.

Siempre pensé que, intelectualmente, puede ser más rico aquel que más vive, pero no por lo que vive sino por cómo soluciona los conflictos y los aprovecha en el entorno que le tocó existir.

Tuvo Caballero Bonald una existencia cargada de vivencias variadas, su relación con Cela y su señora con la consiguiente ruptura final, su experiencia en Colombia, Paris, Madrid, Mallorca, etc., incluida la depresión, su actitud ante el franquismo y su vínculo a su Jerez Natal, aunque sus padres fueran nacidos fuera (su padre era de nacimiento cubano y su madre era francesa), en sus obras persiste el clima y el magnetismo de la marisma que tan bien describe en su novela Ágata ojos de gato.

Es aconsejable, al menos cuando se van los grandes, acercarse y reflexionar sobre su obra para mejor conocer al que nos deja, potenciando la trascendencia de su legado.

D. E. P. Juan Manuel Caballero Bonald

domingo, 2 de mayo de 2021

HOY TAMBIÉN DEBERÍA SER EL DÍA DE LA MADRE TIERRA.

 


Nuestra civilización se adueñó de gran parte del mundo desde la prepotencia y el dogmatismo religioso y cultural. Se les despojó a los pueblos conquistados de sus credos y culturas sin ni siquiera pararse a pensar o conocerlos. Nosotros, la “Civilización occidental”, al amparo de la cultura judeocristiana, rechazamos cualquier otra fe o credo al que identificamos como falso y, a quienes lo practican, como infieles. De ahí nuestra insistencia en llevar la verdad a los “pueblos equivocados” para salvarlos.

Nos desligamos de la filosofía politeísta de los romanos, en la que incorporaban o toleraban la mitología de los pueblos conquistados como forma de integración de la cultura del vencido, por lo que no imponían sus dioses sino que los incluían en un “Olimpo abierto” junto a los otros, aunque prevalecieran, en la escala de poder, los dioses romanos sobre los conquistados; Júpiter sería el número uno. 

Esto nos privó de conocer y valorar otras culturas, sobre todo en lo referente a la vinculación del ser humano con la propia naturaleza. En el caso de los territorios conquistados en América, se obvió la filosofía, podríamos decir ecológica, de los pueblos nativos. Por tanto no tenemos interiorizado el respeto y amor hacia la Tierra en un sentido amplio, como lo tienen los indígenas mapuches, incas, etc. habitantes del cono sur y centro de Sudamérica. Para ellos, el endiosamiento de la tierra significó respeto y amor, consolidó vínculos emocionales, afectos y de atenciones con ella.

El mundo occidental, claramente en expansión, colonizó las tierras para explotarlas, para sacarles la máxima rentabilidad sin pararse demasiado a pensar en los efectos de la desforestación y la sobreexplotación de sus recursos. Bajo mi punto de vista existe una diferente forma de entender esa relación hombre-naturaleza, mientras que los indígenas la ven como una aliada que nos nutre y alimenta, un ente superior que otorga los nutrientes de la vida a todos los seres de la creación, a la que hay que amar y proteger, ya que no es nuestra sino, más bien, nosotros somos de ella; los occidentales la consideran propia desde las palabras bíblicas del Génesis:

1:29 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer”.

“1:30 Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así”.

Este mítico planteamiento tiene dos visiones, que se han venido manifestando a lo largo de los tiempos, según la interpretación que se haga del mensaje: Una es “esto es para comer, cuídalo o te quedarás sin nada”; otra es “todo es para comer cómetelo”. La irracionalidad miope del ser humano le ha llevado a creer que su dominio sobre todo le permitía hasta el exterminio, pues no vio la vinculación interactiva, y sostenida en el tiempo, que debe garantizar la perpetuación de la vida en la naturaleza. Nuestro sistema económico y consumista pasa por encima de esa lógica y arrasa con todo en base a esa miopía egoísta y egocéntrica a que me refería. Lo curioso es que, como estamos “hechos a imagen y semejanza de Dios”, pensamos que somos un dios menor y, en nuestra soberbia y prepotencia desmedida, en lugar de crear vamos destruyendo en el beneficio inmediato; o sea, somos como un Demiurgo en negativo.

Desde hace mucho tiempo, en una concepción de panteísmo, reenfoqué mi visión sobre la naturaleza desde otra perspectiva basada en el posicionamiento de los pueblos primitivos aludidos, con su actitud de respeto y consideración hacia la madre tierra: La Pachamama de la mitología inca, o al todavía más profundo concepto de Ñuke Mapu (Madre Tierra) del pueblo mapuche.

No se piense que esa filosofía era exclusiva del sur, pues, en Norteamérica, los indios también mantenían una relación parecida con la tierra. Es famosa, aunque haya creado cierta controversia, la carta, o discurso, del Gran Jefe Seattle, de la tribu de los Swamish, a Franklin Pierce presidente de los Estados Unidos de América, cuando le ofertó comprar la tierra; de ella extraigo estas dos preguntas que el Jefe le plantea al Presidente:

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?, esta idea nos parece extraña. Si no somos dueños de la frescura del aire, ni del brillo del agua, ¿Cómo podrán ustedes comprarlos?

Esta es otra interesante observación que alude a la Tierra: Somos una parte de ella, y la flor perfumada, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa, son nuestros hermanos. Las escarpadas montañas, los prados húmedos, el cuerpo sudoroso del potro y el hombre..., todos pertenecen a la misma familia.

Tras un extenso discurso, concluye así: ¿Dónde está el bosque espeso?: Desapareció. ¿Qué ha sido del águila?: Desapareció. Así se acaba la vida y solo nos queda el recurso de intentar sobrevivir.

Jefe Seattle (1855)

Todo esto lo expongo como forma de despertar la necesidad de reflexionar sobre ello para evitar el colapso definitivo de nuestra casa, parta llamar a nuestra conciencia a respetar el ecosistema, para comprender que no podemos montar en el carro de ese progreso egoísta de un neoliberalismo que sobreexplota los recursos para sacar beneficio inmediato, sino que hemos de velar por el desarrollo sustentado en un sistema abierto e interactivo sostenible. En este debate existen dos puntos de interés muy significados: Por un lado está cómo, en qué condiciones, dejamos la Tierra en herencia a nuestro hijos; por otro con qué cultura y actitudes dejamos a nuestros hijos en esa Tierra que los ha de alimentar. Traigo a colación un texto publicado el 29 de abril de 2010, en este mismo blog, cuyo enlace es:

https://antoniopc.blogspot.com/2010/04/que-mundo-les-dejaremos-nuestros-hijos.html

 

¡FELIZ DÍA DE LA MADRE… TIERRA!

Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...