miércoles, 24 de febrero de 2021

SOY UN DUDANTE (Si lo quieres comprobar sigue adelante)

 


Dudante es aquel que cuestiona las cosas. Que duda de lo que dicen otros y que, incluso, pone en tela de juicio sus propios juicios. Es decir que las propias conclusiones las eleva a la calidad de duda en la trascendencia, o sea que aquello que hoy se ve como verdad puede que mañana no lo sea, una vez ampliado nuestro conocimiento en la materia sobre la que emitimos el juicio. Por tanto la verdad del ser humano radica en reconocer que las conclusiones de  su pensamiento están mediatizadas por el propio conocimiento de la materia de que trata, sabiendo que mañana tendrá mayor conocimiento, si no lo evitan los dogmas que bloquean el pensamiento. Libérese, pues, del corsé dogmático y abra su mente que, como decía Einstein, “es como un paracaídas, solo funciona cuando se abre”. En el pasado existen ejemplo de bloqueo del conocimiento por el propio catolicismo, en el presente lo existe por otros credos y culturas de la sumisión incluida la nuestra.

Dudo, luego existo, es el equivalente a pienso, luego existo; porque pensar es dudar y quien no duda no piensa y quien no piensa no existe como ser pensante, característica propia de los seres humanos, porque ya da por sentada la verdad anacrónica del momento y elude la verdad venidera en el futuro. Cada día evolucionamos, cambiamos en función de lo aprendido, y mañana, desde la nueva dimensión del conocimiento debemos volver a pensar sobre lo ya pensado y valorar la cuestión según el nuevo momento. Hay “verdades” científicas que trascienden en el tiempo, pero otras, de tipo subjetivo, interpretativo de la propia existencia, son movibles.

No me gustan las fes y los dogmas anclados a lo divino, al credo y las religiones, pues no aguantan la crítica del pensar. ¿Por qué he de creer algo que otros no creen sin cuestionarme donde puede estar la verdad, o si esa verdad es posible para el conocimiento humano? Ninguna fe o credo es creíble para mí cuando veo que existen tantas, cuando veo que son manifestaciones que fraguaron una cultura social excluyente, cuando sirvieron para sembrar guerra y confrontación en lugar de acercamiento, para dominar y establecer estructuras sociales de poder.

¿Qué dios es el verdadero? ¿Tal vez el que cada cual crea? ¿O el único dios es el que conforma un todo panteico, o una energía cósmica que nos coloniza para desarrollarse en nuestro interior mientras crecemos para luego volver al cosmos infinito que se nutre de ella? No lo sé, pero sí sé que cada cual está en su propio camino, que en función de donde se encuentra así será su pensamiento, dependiendo de lo que sabe, de lo que entiende, de cómo computa los estímulos que percibe, siempre sujeto por los limitados órganos de sus sentidos, sus emociones, prejuicios y condicionantes diversos.

El científico duda, hipotetiza y concluye según los resultados de su investigación que se mueve condicionada por el método y los instrumentos que usa para tal fin. Las leyes y principios matemáticos y físicos que conforman el universo es la génesis de una verdad hipotética que se concluye en base a esa premisa, pero también sabe y entiende que existen variables, conocidas o no, que pueden condicionar las conclusiones, y que coexisten verdades ocultas que escapan a nuestro conocimiento actual. .. por eso se investiga. Siempre recordaré, cuando yo estudiaba los antiguos cursos de doctorado, la explicación de un profesor que decía que la investigación es como un panal de abejas con celdas o dependencias donde habita el conocimiento, cada puerta o ventana que abres de un hexágono te lleva a otro lugar donde existen otras cinco puertas que dan a un lugar desconocido cada una.

El ser humano ha necesitado creer en algo para resolver la duda existencial y así evitar la duda que atormenta el pensamiento cuando ese ejercicio es mentalmente lesivo y rechazado por la impotencia de ejercerlo.  En esos casos es más fácil creer que pensar, es más fácil integrarse en un colectivo ideológico que ser crítico disidente. Adoctrinar sujetos que no piensen fuera de lo establecido es la base de la implantación del poder. Si enseñamos a pensar acabaremos siendo cuestionados por aquellos a los que enseñamos y perderemos el poder y la influencia de nuestro propio pensamiento o credo, cayendo en la simetría que no reconoce nuestra superioridad. Debemos mantener la asimetría (yo pienso más y mejor que tú, sé más que tú y, por eso, tú me has de dar la razón y creer en lo que te digo), que conlleva el poder del conocimiento para colonizar las mentes de los demás mediante el uso de nuestro razonamiento en un campo mental de barbecho ajeno.

Pero, por suerte, también existieron aquellos que practicaron el sano “deporte” del pensar para afrontar los retos existenciales y desarrollar la necesidad del conocimiento. No es un hábito educativo implantado, no solemos enseñar a nuestros hijos a pensar, ni tampoco lo hacen en las escuelas mediante los programas establecidos. Nos enseñan a ser, a ser lo que ellos quieren, los integrados, los sumisos, a comportarnos con arreglo a las normas, y quien no lo hace se desacredita.

Pero la sociedad siempre evolucionó por aquellos genios que pensaron, por quienes cuestionaron las cosas, investigaron y crearon, desde el conocimiento y la fantasía, procurando acercarse a la verdad contrastable y no a la verdad impuesta desde la fe y la aceptación de la hipótesis sin confirmar.

Por tanto yo soy dudante. Lo soy porque me gusta conocer y entender lo que veo, contrastarlo y pensar que nada se puede creer o negar si no se tiene la convicción absoluta de ello. Ser dudante es ser agnóstico del credo, aplicado a la religión. Un dudante no es creyente en un dios, ni es ateo, porque esa duda no está resuelta. Un dudante puede ser ignóstico, entendiendo el ignosticismo como la duda sostenida hasta que quien te plantea la cuestión no lo haga con la precisión adecuada para decidirte. Un ignóstico, ante la pregunta de si cree en dios, repreguntará a su vez: ¿Qué es para ti ese dios? Y luego verá si comparte o no ese pensar. Un ignóstico no cree en las religiones como forma de trascendencia, sino como una realidad social inmersa en la cultura del entorno que condiciona las estructuras del pensamiento y el desarrollo de esa sociedad. Duda, en todo caso, si esa estructura o cultura social es la adecuada para el buen desarrollo de la gente y su evolución. Busca sistemáticamente un modelo mejor que eleve el desarrollo personal, intelectual y material de los seres humanos en su conjunto.

Yo, sinceramente, me siento bien siendo dudante, aunque, a veces, me pregunte para qué narices hemos venido a este jodido mundo y luego me responda: Para pensar y desarrollar la inteligencia, para comprender el mundo y mejorarlo, para ser y elevar la perfección de la especie... ¿Será para eso…? No sé, sigo dudando, pero mientras tanto seguiré pensando.

PD: En 2011 escribí otro artículo en este blog sobre la adulteración de conocimiento que puede ser complementario a esto. El enlace es:

https://antoniopc.blogspot.com/2011/01/la-adulteracion-del-conocimiento.html


sábado, 20 de febrero de 2021

EL CONFESOR DESPISTADO


Hola amigos y amigas, la cosa está mal, pero el humor tal vez sea la mejor forma para afrontar con ánimo las peores situacioens. Hoy os dejo este romance satírico que espero os saque una sonrisa.

EL CONFESOR DESPISTADO
(Romance satírico)
A mi pueblo llegó un cura
que acabó hasta los “sermones”
de confesar a las damas
de todos sus tropezones.
Al llegar a la parroquia
pidiéndole confesión
incluían en sus pecados
caídas por tropezón.
El cura muy sorprendido
ejerciendo su bondad
le hacía ver a las damas
que aquello no era maldad
en todo caso sería
accidente ocasional
entendiendo la caída
como cosa accidental.
No sabía el buen prelado
que ya con su antecesor
llegaron a un gran acuerdo
para evitar el pudor;
las señoras confesaban,
al cura, infidelidad
ante su pobres maridos
en flagrante deslealtad.
Aquel viejo confesor
queriendo evitar tensión
dentro del confesionario
propuso una solución,
el sexo extraconyugal
lo asimiló a tropezón
y la señora diría
las veces que tropezó:
“Ave María purísima,
yo le vengo a confesar
que he tropezado tres veces
sin poderlo remediar”.
Él le daba reprimendas
consejos y soluciones
para evitar el pecado
en futuras ocasiones.
El nuevo desconocía
que aquel lenguaje implicaba
un acuerdo con las damas
que a entrambos les aliviaba.
Mas el párroco queriendo
evitar los accidentes
pensó al alcalde del pueblo
ponerlo en antecedentes.
El cura se fue al despacho
para denunciar el hecho
de un resbalón por las calles
que no se ajusta a derecho.
Escuche señor alcalde,
le dijo el de la sotana,
en este pueblo la gente
tropieza cada semana…
¿usted no ve conveniente
el reparar las aceras
y que la gente camine
segura como la seda?
El alcalde conocía
lo del verbo tropezar
confesando los pecados
de sexo e infidelidad.
Lo encontró tan divertido
que no se pudo aguantar
soltando una carcajada
que sonó monumental.
Mas el cura sorprendido
de reacción tan singular
al regidor le responde
sin poderlo remediar:
“Señor alcalde usted ría
pero la cosa está mal,
si no pregunte a su esposa
que es la que tropieza más”.
Autor: Antonio Porras Cabrera
Málaga, 19 de febrero de 2021

EL HOTEL DEL PUERTO ( UN POEMA CON HUMOR)

Ya sabréis, queridos/as amigos/as, que en la ciudad de Málaga se pretende edificar un rascacielos en el propio puerto, dedicado a hotel, donde se podrá disfrutar de unas impresionantes vistas, pero que romperá definitivamente la magia de la farola y su entorno (el faro de Málaga es femenino: Farola). El proyecto es muy criticado por amplios colectivos sociales que lo ven como un atentado urbanístico. Yo, en mis ratos de ocio, producto del confinamiento, me he permitido jugar a lo chino con este invento, y resultó este poema que os transcribo.

EL HOTEL DEL PUERTO
(Faro, farola y falo)
Nuestro faro es femenino
pues de farola se trata
dando luz al marinero
entre los mares de plata.
Mas el chino con sus erres
al faro le llama “falo”
sin saber que ese instrumento
es un pene y no es un faro.
En el futuro ese chino,
cuando aparezca por Málaga,
verá por el horizonte
una torre estilizada.
Le sorprenderá ese “falo”
con su estructura alargada
considerándole un “glande”
de forma desmesurada.
Y se dirá meditando:
“La falola se enamola
de este falo implesionante
pues ese edificio mola
pol detlás y pol delante”.
Yo prefiero que ese falo
no me tape a la farola,
que esta siga siendo faro
lanzando luz a las olas.
Si en el puerto le colocas
un falo a nuestra ciudad
la Málaga femenina
pasará a ser transexual.
© Antonio Porras Cabrera
Málaga, 14 de febrero de 2021
(San Valentín, sin ánimo de zaherir)

jueves, 4 de febrero de 2021

¡BIENVENIDOS LOS SETENTAS!

 

En un febrero gélido de 1951 vine a dar con mi cuerpo en este mundo hace ya 70 años, alcanzada esta meta, seguiremos intentando proseguir la ruta de la vida por senderos y caminos que conducen al ocaso, como el sol, que naciendo en el este, sigue su ineludible destino hasta perderse en el oeste. Nacer y morir, el eterno retorno de la vida y de la muerte. 

Hubo tiempos en que llegar a los setenta era tenido por considerable longevidad. En estos, sin embargo, la ancianidad de antes pasa a ser una segunda juventud u oportunidad para vivir lo no vivido. Eso hacemos los mayores de estos tiempos, o al menos lo intentamos dentro de nuestras posibilidades.

No olvidamos que los setentones de ahora somos los hijos de la posguerra, aquellos que sufrimos privaciones, que, huyendo de la nada, lo dimos todo para alcanzar lo que tenemos. Yo, en este momento, no puedo ni quiero evitar un ejercicio de memoria, un repaso al pasado, a ese tránsito vital que nos marcó, donde fuimos caminando sometidos a los avatares de la vida, a las circunstancias que nos envolvieron en cada momento. Es bueno saber de dónde partimos, cómo caminamos y dónde estamos. Somos hijos del ayer, creadores del presente y testadores del futuro. Que gran responsabilidad implica eso. Fraguamos un mundo nuevo, sacamos todo lo que tenemos hoy de aquella nada y ofrecemos a nuestros descendientes un futuro cargado de valores y defectos, de luces y sombras, pero fraguado con esfuerzo, con las mejores intenciones, sobreponiéndonos a la miseria de nuestra infancia hasta alcanzar los niveles actuales de calidad de vida y desarrollo.

Mi generación, no suficientemente apreciada por muchos jóvenes egoístas de ahora, sufrió la posguerra con carencias de todo tipo, económicas, alimentarias, de ropa, higiénicas, de vivienda y un amplio etc. donde se incluye la libertad. Luchamos lo indecible para escapar de aquella nada y crear un país próspero, donde nuestros hijos y nietos no pasen por las mismas privaciones. Pongamos un ejemplo: de pequeños muchos de nosotros dormimos en un colchón de panochas. ¿Qué es eso?, se preguntarán las generaciones a actuales. La panocha es la mazorca del maíz, esa espiga de considerables dimensiones recubierta de hojas llamadas perfollas, sobre todo cuando se secan. Con esas hojas se llenaba el colchón en la casa del pobre dado que no había recursos para comprar lana.

Pero volviendo al tema, creo que los jóvenes tienen un déficit de información sobre aquellos tiempos y sus peculiaridades, tal vez, si conocieran con realismo aquella situación, resultante, en gran medida, de la guerra civil, tomarían mejor nota del ayer y valorarían más lo que ahora poseen.

Pero, en fin, a cada generación le toca vivir su tiempo, si bien es conveniente aprender del pasado para no repetir los errores cometidos. Hoy, a los setenta años, quiero reivindicar mi generación, hacerla visible en estos momentos tan trágicos donde el virus se ceba especialmente con ella.

Empezamos a trabajar de niños, muchos compaginamos nuestros estudios con el trabajo acudiendo a los institutos nocturnos, y salimos de la miseria con ímprobos esfuerzos. Cotizamos a la Seguridad Social años y años, con lo que se fueron construyendo los hospitales y el sistema sanitario que hoy poseemos, con el esfuerzo de nuestra generación se levantó la economía, se construyeron carreteras y vías, escuelas, viviendas, infraestructuras, etc. En nuestra juventud dimos la cara luchando por cambiar el régimen, reconquistar la libertad robada en una guerra fratricida y cruel, e implantar la democracia para integrarnos en Europa.

Servimos a nuestros padres desde una concepción cultural de dependencia y entrega filial; nos volcamos en ayudar a nuestros hijos para que estudiaran en mejores condiciones que nosotros (los que elegimos ese doble trabajo) y, además de protegerlos y apoyarlos en su desarrollo personal, luego, volvimos a entregarnos en el cuidado de los nietos, conformando un sistema relacional de interdependencia que los descargara a ellos de un excesivo peso.

Pero también, siendo mayores, asumimos los retos tecnológicos que nos sobrepasaban, aprendiendo a usar la tecnología que el vertiginoso desarrollo ponía a nuestro alcance, en muchos casos con la ayuda y orientación de nuestros hijos y de los propios nietos que, con su habilidad de aprendizaje, beben como agua la interacción con la máquina y su complejo mundo funcional. Tal vez seamos la generación que más ha leído a lo largo de la historia de este país, la que ha superado con éxito los mayores retos, la que ha aportado su esfuerzo con más logro evolutivo, la que ha generado más desarrollo positivo.

Ahora, llegados a la jubilación, deberíamos recibir la justa compensación a aquel sufrir con que vinimos al mundo, a nuestro esfuerzo y, cómo no, reconocimiento social. En este momento, cuando estábamos viajando, disfrutando de situaciones especiales en buena compañía con amigos y compañeros generacionales, se trunca todo y acabamos encerrados en casa, confinados, con-finados, en el confín de nuestra vida. Por desgracia, incluso hay jóvenes que nos consideran una carga y claudican al discurso de que ellos nos están pagando las pensiones, olvidando que nosotros ya las pagamos antes y lo que ellos abonan ahora es la suya. Otra cosa es qué hicieron con aquellos fondos los gestores y gobernantes.

Pero, esta generación que ahora se va, a la que el virus ataca y la guadaña de la Parca siega la vida en residencias y hospitales, en sus casas o entre sus hijos, arrebatándole el honor de una justa despedida de sus seres queridos, que se marcha en sepelios furtivos y solitarios, no se merece este final, esta sufrida muerte que te asfixia, esa segregación de las UCIs por causas de la edad, este abandono y forzado rechazo por mor del contagio. Ya no hay besos o caricias que te acompañen en el momento final, frases de consuelo y gestos emotivos de los hijos y nietos a los que se los prohíbe su presencia ante el drama de la transmisión del virus. Malos tiempos para la lírica, como decía la canción de Golpes Bajos. Tal vez nuestro pecado haya sido atentatorio contra la naturaleza y el ecosistema, pues hemos querido cambiar tanto el mundo para sacarle provecho que cometimos errores importantes, agresiones al entorno, al equilibrio ecológico; nuestra ansia por conseguir para los nuestros aquello que nos fue negado en un principio pudo llevarnos a la irracionalidad de ese atentado consumista estrujando los recursos naturales. 

Pero, llegados los setenta, tal vez lo importante sea conseguir, en esta etapa final, una vida sosegada, una paz interior donde reine la bonhomía y cada cual pueda dar testimonio de su vida, de su existencia y ese tránsito desde el nacer al morir al que todos estamos sometidos inexorablemente, para que, quien quiera o le apetezca, pueda tomar nota e integrar en su conocimiento lo vivido en el pasado. Desde esta madurez setentona, ya sabemos cómo es el mundo y la nimiedad que representamos en un cosmos infinito, puede que sea bueno que las nuevas generaciones tomen nota para madurar con mayor precisión y conocimiento de la vida.

Seguiremos aprendiendo hasta el final, hasta que la muerte nos aparte de la vida, porque vivir es aprender mediante la interacción con el medio, una interacción irrenunciable como fuente de desarrollo del conocimiento. Vivir es beber por los poros de la piel aquello que la naturaleza ha puesto a nuestra disposición en la dinámica existencial de cada cual.

 

¡BIENVENIDOS LOS SETENTAS!

 

 

Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...