sábado, 19 de noviembre de 2022

El moderno mito de Sísifo


 

Hoy conocí a Sísifo. Los dioses inmisericordes, ante su afrenta, le habían condenado a ejercer eternamente un trabajo infinito, debiendo rodar una piedra ladera arriba sabiendo que, antes de alcanzar la cumbre, voltearía de nuevo hacia abajo, para volver a empezar. Había perdido el sentido de la vista y su visión de la vida era absurda, incongruente y simplona, todo su mundo se concentraba en su tarea quedando cegato para el resto de su entorno.

Con aquel trabajo titánico fue descubriendo cómo se transformaba su cuerpo, crecía su musculatura y se iba perfilando su anatomía con una precisión asombrosa… y se enamoró de su cuerpo, vivió para él y a él le dedico su tiempo, su esfuerzo y atención. Se preocupaba de su salud física y andaba ejercitando su musculatura, ya no como suplicio, sino para remarcar su esbelta figura. Todo lo demás le era indiferente. Le importaban un bledo los conflictos sociales, el hambre o la miseria, incluso la cultura que solo tenía sentido para él si se llamaba culturismo. Viendo su espléndido aspecto, su tonificada musculación y el escultural aspecto de dios griego con su armoniosa belleza, daba por bien empleado el tiempo dedicado a subir la inmensa piedra montaña arriba, sabedor de que volvería a rodar hasta el valle para darle de nuevo la oportunidad de ejercitarse subiéndola, una y otra vez, a la retadora montaña, en un eterno retorno, un ciclo vital cerrado en círculo, donde solo el hedonismos de un ego centrípeto podía justificar tal desmesura. Amó a la piedra. Ella era su compañera, la amiga que le permitía su desarrollo, que afianzaba su belleza corporal, a la que abrazaba en pleno esfuerzo, queriendo acariciarla en una alianza de propósitos, donde él tenía un fin y ella era el instrumento para conseguirlo.

Sí, había descubierto, en el castigo de los dioses a su osadía, el gran regalo que le otorgaron al dictar una sentencia, o castigo ejemplar, a la que había reconvertido en oportunidad para perfeccionar su soberbia figura de cuerpo escultural. Aquel trabajo inútil pasó a ser útil… pero solo para él. Su mente obsesionada, por y para ello, dejo de pensar en otra cosa y fue aumentando su ceguera, menguando su cerebro pensante, concentrándose en un solo objetivo: conseguir cada día incrementar su desarrollo muscular, marcar las fibras o haces musculares, aflorar sus venas delimitando a la perfección su anatomía. Cada músculo reivindicaba su presencia, se hacía notar en su singularidad anatómica, para tomar un protagonismo preciso en el conjunto de aquella complexión tan envidiable.

En este estado andaba yo, contemplando a Sísifo voltear la inmensa piedra, cuando acabé percatándome de que aquel joven sudoroso, jadeante y magníficamente musculado, no movía una piedra, sino unas tremendas pesas con mancuernas que una y otra vez elevaba en el aire con esfuerzo. Con orgullo decía que cada día pasaba horas y horas en el gimnasio, dosificando un trabajo cuyo objetivo único era tonificar su cuerpo. Era feliz en aquel espacio que componía su mundo. Pagaba religiosamente su cuota mensual por el uso de aquellas instalaciones, para hacer un esfuerzo socialmente improductivo, pero que a su ego le satisfacía.

 Mientras observaba los chorros de sudor resbalar sobre su cuerpo, no sé por qué, me vino a la memoria una escena de mi infancia, donde los gañanes del cortijo, apegados a la labranza, sudaban embarrados, por el polvo del verano o de la trilla mezclado con sudor, para llevar a casa un sueldo miserable. ¡Cómo ha cambiado el mundo!, me dije pensativo. Aquel gañán trabajaba para ganar una miseria y poder subsistir él y sus hijos; este joven se mata trabajando sin nada producir, sino un gasto a su bolsillo. Vi a Sísifo en él, condenado a aquel trabajo inútil, improductivo, para dar satisfacción a los dioses del Olimpo: al dios dinero que residía en el gimnasio, al dios soberbia que habitaba en su interior, al dios Apolo en la perfección de su belleza, al hedonismo, al ego presuntuoso o la petulante vanidad.

Concluí que la base de la vida está en la ponderación, en el ejercicio necesario, en el alimento requerido, en el equilibrio entre el yang y le yin. Porque nada, absolutamente nada, es absoluto… 

viernes, 4 de noviembre de 2022

Desahucio en la Macarena

Tumba de las víctimas

Será una curiosa coincidencia o está hecho adrede. Cuando concluía el día de los difuntos, alguien aparece por la Basílica de la Macarena y exhuma los restos del general franquista Queipo de Llano. Ese día había estado yo en el cementerio para honrar a mis familiares y amistades ya fallecidos. Entre ellos los 15 fusilados y arrojados a una fosa común en un apartado olivar, donde sufrieron olvido y su familia escarnio, miedo y temeroso silencio.

Fueron muertos por sus ideas republicanas un 15 de septiembre de 1936, cuando las huestes de este señor, incitador a ello, les asesinaron vilmente. Cuando volvió la democracia, el primer alcalde, que surgió de las urnas, decidió exhumar los cadáveres de aquellos “mártires socialistas” y llevarlos al campo santo. Antes, los otros “mártires franquistas” ya habían sido sobradamente enaltecidos como héroes en todo el territorio nacional, aunque no en mi pueblo, porque allí los milicianos no fusilaron a nadie, al menos que se sepa. El alcalde se ocupó de evitar el derramamiento de sangre de los rebeldes y sus adláteres, lo que no evitó su propia muerte a manos de los secuaces de Queipo después…

Realmente no fueron 15, sino 16 vidas, pues la pobre Concepción Hidalgo Porras, a sus 33 años, llevaba a un hijo en su vientre y cometió el error de ir a buscar a su marido para salvarlo de la muerte, lo que le costó la suya y la de su feto, además del abuso. También fueron 14 hombres, entre 57 y 16 años, según reza en la lápida que hoy resalta su memoria en una tumba común del cementerio, a la que cada año, por estas fechas, pongo una vela en señal de recuerdo, con la intención de honrarlos.

Queipo ordenó e incitó al crimen, a dar café a Lorca, a la violación de las mujeres y a la tortura de los republicanos. Fue cruel y despiadado en su discurso y en sus hechos, e incomprensiblemente, yacía a los pies de la Macarena como si de un santo varón se tratara, lo que ponía en cuestión a la propia Virgen, representada por su hermandad.

Siempre me pareció una deshonra para la Virgen tener aquel personaje a sus pies. Pero qué culpa tiene la Virgen si ha sido manipulada siempre por los que se decían sus fieles, le han puesto coronas, la nombran alcaldesa, en algunos casos, hasta ministras y ministros, la han querido implicar en las cosas terrenales ante la propia incompetencia del demandante.

La pasividad conformista, la complicidad de la Iglesia, con estas situaciones le ha hecho mucho daño a la religión, pues las élites y el fanatismo religioso han jugado sucio olvidando el verdadero mensaje de Cristo, arrimando el ascua al interés de su sardina. Siempre me sorprendió que esa religión, que dice representar el mensaje evangélico, una vez transcurrido tantos años de aquellos sucesos lamentabilísimos, no hubiera hecho contrición pidiendo perdón o disculpas por sus actos. No exhumó a los asesinos inhumados en las iglesias dedicadas al culto. Pero sí elevaba masivamente a los altares a sus mártires como beatos, mientras que algunos de sus fieles acusaban de revanchistas y abrir las heridas de la guerra, a quienes pedían la justicia de la reparación con los que yacían en las cunetas o fosas comunes. No, la religión no ha estado a la altura de las circunstancias, porque nunca lo estuvo en estos casos, siempre acogió catafalcos de impresentables en sus lugares de culto, todo era cuestión de poder y dinero, ¿a cuánto impresentable se dio sepultura en iglesias y catedrales a lo largo de la historia?

El desahucio forzado de Queipo se justifica, más bien, en que era un okupa, en un espacio religioso de amor maternal, de entrega a los demás, de todos eso valores que se le otorgan a la Virgen, y que este señor no merecía como ya demostró. Le deseo un eterno descanso, o lo que haya estimado el Juez eterno para él, al amparo de su familia, allá donde ellos estimen oportuno, en su intimidad, que seguro los tendrá cerca…  cosa que no podrán hacer muchos de los familiares de sus víctimas, que siguen en fosas comunes por su criminal actuación, por deshumanización y vileza… ¿Cómo pudo aguantar la Macarena la presencia de semejante genocida? No creo que fuera su compinche, su protectora de un llamado hermano mayor honorífico de su Hermandad. ¡Como las cosas terrenales nos hacen perder la fe! Ya no crees en ningún dios, cuando dejas de creer en aquellos que te decían lo que tenías que creer...

Las víctimas

Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...