Tumba de las víctimas |
Será una curiosa coincidencia o está hecho adrede. Cuando concluía el día de los difuntos, alguien aparece por la Basílica de la Macarena y exhuma los restos del general franquista Queipo de Llano. Ese día había estado yo en el cementerio para honrar a mis familiares y amistades ya fallecidos. Entre ellos los 15 fusilados y arrojados a una fosa común en un apartado olivar, donde sufrieron olvido y su familia escarnio, miedo y temeroso silencio.
Fueron muertos por sus ideas
republicanas un 15 de septiembre de 1936, cuando las huestes de este señor,
incitador a ello, les asesinaron vilmente. Cuando volvió la democracia, el
primer alcalde, que surgió de las urnas, decidió exhumar los cadáveres de
aquellos “mártires socialistas” y llevarlos al campo santo. Antes, los otros “mártires
franquistas” ya habían sido sobradamente enaltecidos como héroes en todo el
territorio nacional, aunque no en mi pueblo, porque allí los milicianos no
fusilaron a nadie, al menos que se sepa. El alcalde se ocupó de
evitar el derramamiento de sangre de los rebeldes y sus adláteres, lo que no
evitó su propia muerte a manos de los secuaces de Queipo después…
Realmente no fueron 15, sino 16
vidas, pues la pobre Concepción Hidalgo Porras, a sus 33 años, llevaba a un hijo
en su vientre y cometió el error de ir a buscar a su marido para salvarlo de la
muerte, lo que le costó la suya y la de su feto, además del abuso. También fueron
14 hombres, entre 57 y 16 años, según reza en la lápida que hoy resalta su
memoria en una tumba común del cementerio, a la que cada año, por estas fechas,
pongo una vela en señal de recuerdo, con la intención de honrarlos.
Queipo ordenó e incitó al crimen, a
dar café a Lorca, a la violación de las mujeres y a la tortura de los republicanos.
Fue cruel y despiadado en su discurso y en sus hechos, e incomprensiblemente,
yacía a los pies de la Macarena como si de un santo varón se tratara, lo que
ponía en cuestión a la propia Virgen, representada por su hermandad.
Siempre me pareció una deshonra
para la Virgen tener aquel personaje a sus pies. Pero qué culpa tiene la Virgen
si ha sido manipulada siempre por los que se decían sus fieles, le han puesto
coronas, la nombran alcaldesa, en algunos casos, hasta ministras y ministros,
la han querido implicar en las cosas terrenales ante la propia incompetencia del
demandante.
La pasividad conformista, la
complicidad de la Iglesia, con estas situaciones le ha hecho mucho daño a la
religión, pues las élites y el fanatismo religioso han jugado sucio olvidando
el verdadero mensaje de Cristo, arrimando el ascua al interés de su sardina.
Siempre me sorprendió que esa religión, que dice representar el mensaje evangélico,
una vez transcurrido tantos años de aquellos sucesos lamentabilísimos, no hubiera
hecho contrición pidiendo perdón o disculpas por sus actos. No exhumó a los asesinos
inhumados en las iglesias dedicadas al culto. Pero sí elevaba masivamente a los
altares a sus mártires como beatos, mientras que algunos de sus fieles acusaban
de revanchistas y abrir las heridas de la guerra, a quienes pedían la justicia
de la reparación con los que yacían en las cunetas o fosas comunes. No, la
religión no ha estado a la altura de las circunstancias, porque nunca lo estuvo
en estos casos, siempre acogió catafalcos de impresentables en sus lugares de
culto, todo era cuestión de poder y dinero, ¿a cuánto impresentable se dio
sepultura en iglesias y catedrales a lo largo de la historia?
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