domingo, 25 de junio de 2023

La florida primavera del enamoramiento

 


Hoy tropecé con esta frase de El Principito que me hizo pensar: “Él se enamoró de sus flores y no de sus raíces, y en otoño no supo que hacer”. 
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El enamoramiento es una fase de delirio donde solo se ven las flores, donde la belleza y el esplendor mostrado por el otro arrebatan, pasionalmente, al enamorado hasta sentirse abducido por esa percepción. Es la florida primavera del enamoramiento. Ciertamente, en esa fase, dado el interés por seducir a la otra parte, se suele poner sobre la mesa todo lo bueno que se lleva dentro: esplendoroso colorido, suaves pétalos perfumados de bonanza, promesas de sabrosos frutos del mañana y un hábitat maravilloso centrado en el huerto del amor, hasta conseguir cautivarlo… evitando o escondiendo lo “menos bueno”, lo negativo.

He usado la palabra “cautivarlo” y lo he hecho a conciencia, porque en ese proceso cabe la idea de hacerlo, o hacerla, mío o mía; es decir, atraer a la otra parte hasta la entrega total, hasta conseguir que sea mi cautiva. Mas hay una cuestión de fondo interesante, si se entregan los dos, o solo uno de ellos es el abducido. Si solo se entrega uno, está perdido, el dominio del amo se impondrá o, al menos, lo intentará. Si son los dos, cabe afrontar el futuro con una mayor equidad, en condiciones de igualdad para “negociar” amorosamente los cambios que vayan surgiendo en la evolución de la pareja.

En todo caso, esa situación inicial de mutuo enamoramiento, es un buen punto de partida para elaborar una buena relación basada en el amor, que surge, únicamente, cuando aflora, tras conocer lo negativo y la realidad del otro. Erich Fromm en su libro El Arte de Amar dice: “Cuando estamos enamorados nos parece que nuestra pareja es perfecta y la persona más maravillosa del mundo. Esa es la diferencia entre enamoramiento y el amor… Empezamos a amar cuando dejamos de estar enamorados.”

Pero, ¿cómo logramos que el enamoramiento al diluirse lo hago consolidando el amor? En el afrontamiento de esa realidad desconocida, que poco a poco se va mostrando, podemos encontrar la clave. Cuando las flores se marchitan, cuando el follaje deja al descubierto la desnudez del tronco y de las ramas que sustentaron su esplendor antaño, cuando la belleza seductora y su oferta pasional y placentera se mitigan, si no amamos la planta, si no conocemos sus raíces y sus esencias ocultas, su fortaleza y proyección de cara al futuro, la arrojaremos a la basura y compraremos otra en florida primavera. Necesitamos, pues, un tránsito para, al dejar de ver esa belleza, al desaparecer los ornamentos que cubrían la estructura, podamos percibir la fortaleza y solidez de la planta, del árbol del que nos enamoramos.

Esa primavera del enamoramiento es el tiempo que tenemos, es el regalo que se nos otorga, para consolidar una relación amorosa mediante una posición y actitud abierta para comprender, no solo la realidad presente, sino asumir los procesos de cambio que vayan surgiendo en el día a día. No cabe aquello de: “Tú ya no eres el o la que eras”, estúpida frase que solo pretende mantener un estado inicial insostenible ante los procesos evolutivos del ser humano y su entorno. La cuestión, para sostener y sembrar el amor perenne, si ello es posible, estriba en crecer juntos, en ayudarse entrambos para caminar unidos y sin dependencias o imposiciones, en ir modificando y comprendiendo el propio concepto del amor, pasando de la belleza de las flores y las hojas a la asunción de las raíces, que son los valores personales y humanos que anidan en cada uno, dejando lo efímero para abrazar lo profundo. Eso solo se puede hacer desde el respeto a la otra persona, a su libertad de criterio y decisión, a su propio proyecto de futuro que debe ser compartido, comprendido y respetado sin interferir en la relación. Por el contrario, sería un acto de amor, bajo mi punto de vista, renunciar a la relación cuando esta implica el sometimiento o la coartación de un proyecto vital de desarrollo personal de uno de los miembros. Sería algo así como “te amo a ti y con ello a tu derecho a la libertad. Estamos juntos porque lo dos queremos, porque hemos fusionado nuestras raíces soterradamente, hasta tal punto que las tormentas y huracanes podrán bambolear las ramos pero las raíces le son inalcanzables”.


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