miércoles, 28 de diciembre de 2016

La izquierda rota


En esta reflexión, que publico el 28 de diciembre, día de los santos inocentes, no tienen que ver ninguna intención con relación a esa festividad. Si alguien piensa, tras leer esta entrada, que nos toman por tontos e inocentes, está en su derecho de hacerlo, y yo lo compartiré, sabedor de que desde siempre se nos toma el pelo y seguirá así por mucho tiempo si no somos capaces de someter el mundo de la política a la criba de nuestro pensamiento crítico.
Con mis mejores deseos para el próximo y trascendente año, que les sea propicio y gocen de la felicidad merecida.
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La izquierda se empezó a romper hace años, cuando el socialismo dio paso a la socialdemocracia de la mano de Felipe González, cuando se sometió a un liderazgo personalista asumiéndolo como guía de la manada, cuando se acabó plegando definitivamente al modelo neoliberal y aceptando el libre mercado como motor económico. Pretender el mantenimiento de un Estado del Bienestar desde el propio Estado, con servicios bajo su domino y administración, entró en colisión con la filosofía económica de la derecha liberal. El neoliberalismo le declaró la guerra a los Estados y empezó la batalla por el control de las empresas de servicios dentro de la sanidad, educación, suministros básicos, etc. La derecha, como buena aliada, se sumó a esa iniciativa y solo encontró el hándicap de la voluntad popular y su voto, que resultó fácilmente manipulable en función de la capacidad de despertar emociones que permitiera esa manipulación mediática y la posibilidad de crear estados de opinión favorables, como pueden ser la desconfianza en sus líderes políticos, cosa conseguible si se lograba corromperlos y someterlos a los intereses de las grandes corporaciones.

De esta forma la izquierda también fue corrompiéndose, apartándose de su ideología primigenia, mutando sus líderes, sometiéndose al ejercicio de la desvergüenza que representan las puertas giratorias, abandonando la defensa de los trabajadores y ciudadanos de a pie y ejerciendo la sumisión a las políticas y orientaciones de los grupos de poder económicos, que fueron atrapando a los partidos con sus deudas millonarias, con el control y conocimiento de la vida y actividades privadas de los políticos y usando las referidas puertas giratorias como forma de comprar voluntades.

La izquierda, representada por el PSOE, se derechizó, pasó a llamarse centro izquierda y posteriormente, cuando parecía que lo que vendía era ser de centro, se identificó con la ideología de centro, que uno no sabe muy bien cuál es, salvo el pragmatismo a la americana. La otra izquierda, la comunista, quedó huérfana al caer la URSS en manos del sistema capitalista y apropiarse del entramado empresarial del Estado Soviético importantes grupos de poder que resultaron, en gran medida, de la descomposición del sistema. Ello arrinconó a la ideología comunista identificándolos como dictadores en contraposición al bello concepto de la democracia, cuando esa democracia era teórica, pues si bien el ciudadano tenía libertad para elegir solo podía hacerlo entre “susto o muerte”, ya que el sistema no permitía una verdadera democracia económica con libertad y soberanía popular para implantar políticas que favorecieran la justicia distributiva y la solidaridad social, dado que estábamos inmersos en el complejo mundo de la globalización. Este punto queda claro por el torticero, alevoso y nocturno acuerdo de cambiar la Constitución en su artículo 135, con los socialistas en el poder, para favorecer el pago de las deudas con la gran banca antes que dar respuesta a las demandas y necesidades sociales del colectivo ciudadano de cada Estado o país. Este hecho, y algún otro, dejaron sin credibilidad a la izquierda, representada en España por el PSOE, llevándolo a la debacle en las elecciones de 2011.

A la vista de las injusticias y el mal trato dado al ciudadano necesitado, los desahucios, el paro, los recortes, el incremento de la pobreza, el trabajo precario, la deuda pública galopante, etc. surgen una reivindicación, mayoritariamente desde la izquierda, que se manifiesta en las calles y plazas con la pretensión de aglutinar a todos aquellos que se han sentido traicionados y desengañados por el mundo de la política; son los indignados…

Ante todo esto, el PSOE, que ya se desvistió de su ideología luchadora, está en offside dejando un vacío en el espacio de la izquierda con un sector desencantado y huérfano que no tiene a ningún partido político con el que identificarse. Ese espacio, entre la socialdemocracia escorada a la derecha y el comunismo, está vacuo y la gente ubicada en él busca el clavo ardiendo donde agarrarse para salir del atolladero. Pero el PSOE, ya instaurado en la crisis perpetua de sus valores primigenios, al que se le ha pedido reiteradamente un rearme ideológico, sigue sometido a las leyes del mercado y a las políticas neoliberales que cada vez se adueñan más de los resortes políticos y del control de la economía mundial mediante la globalización. El PSOE, tras la gestión de la crisis, ya no le sirve a ese sector de descontentos.

Surge Podemos con la intención de cubrir el espacio vacío. Entra fuerte y recoge el fruto de la semilla que sembró el descontento con la actuación de los partidos clásicos. El sistema, basado en la ideología neoliberal, como ya he referido, se echa a temblar y busca cómo neutralizarlo. Entonces, sabedor de que posee mayoritariamente el dominio sobre los medios de comunicación, empieza a crear estados de opinión donde se acabe desmontando a los que se han ubicado en ese espacio vacío para recoger y canalizar el descontento. Hay que neutralizar a Podemos, esa organización populista (ya no se acuerdan cuando Fraga y sus muchachos se definían como populistas en su pasado hasta llamarse Partido Popular), e intentar vincularla con Venezuela y países con gobiernos de corte dictatorial para su descrédito. Es ese cinismo político, de doble cara, donde mientras se dice eso se le venden armas y se mantienen relaciones comerciales y políticas de primer orden con países de muy dudosa ética democrática, donde los derechos humanos, tan utilizados de arma arrojadiza en otros casos, pasan a un lugar de importancia insignificante. Podemos queda estigmatizado para mucha gente por ese “difama que algo queda”, además del rechazo que despierta su ideología en una amplia capa social vinculada al abanico que va desde la derecha al centro izquierda. Este podemos que cuestiona la vigencia constitucional y reclama su adecuación a los nuevos tiempos y exigencias de los pueblos de España, considerando que esta se fraguo en un momento político delicado, en el que se debió ceder ante las presiones del tardofranquismo, también entra en colisión con los partidos constitucionalistas, que no quieren ni oír hablar de referéndum segregacionistas o independentistas en tato defienden la ley constitucional que, entienden, no lo permite.

En estas circunstancias también aflora Ciudadanos como la potenciación de un partido catalán de corte derechista y constitucionalista, que se implanta en el resto del Estado, como catalizador del descontento de la ideología de derechas ante la avalancha de corrupción que está salpicando escandalosamente al PP. Esta oferta política controla la fuga del descontento hacia un Podemos, que se ha definido inicialmente como transversal, y la reconduce hacia la derecha, con el componente de préstamo del voto y posibilidad de volver a su punto de origen, o sea al PP, en cuanto escampe y/o se supere el rechazo que genera la corrupción.

En estas circunstancias y momento hay dos conflictos intrapartido que merecen ser considerados especialmente y que afectan a la izquierda, por lo que la dividiré en tres niveles: la izquierda centralizada, o sea el centro; la izquierda socialdemócrata o centro izquierda, y la izquierda socialista y/o comunista. En todo caso, la indefinición de los partidos para ubicarse en uno de estos espacios crea confusión entre las bases y el votante, cuestión que se observa en el frustrado intento de establecer un consenso para conseguir un gobierno de izquierdas o, como mínimo, de cambio para desalojar al PP, que da al  traste con el liderazgo de Pedro Sánchez en el PSOE.

Por un lado está el conflicto interno del PSOE, con una Gestora cuestionada, un pedro Sánchez defenestrado a pesar de haber sido elegido por las bases, su apoyo solapado al gobierno de Rajoy por pasividad, sus barones conspirando, la vieja guardia tutelando el golpe de gracia a Pedro y persuadiendo para abrazar la práctica neoliberal… En suma, mostrándose cerca o tolerante con las políticas del PP y dejando al margen la ideología socialista que reivindican sus bases.

El otro conflicto se da en Podemos, donde un grupo afín a Iglesias, de corte más intransigente o radical, colisiona con otro de tendencia más orientada a ejercer una política contingencial, donde se vislumbra una confrontación de posiciones ideológicas, entre los más y los menos radicales, y sobre la figura y ejercicio del liderazgo. Tal vez cabría decir entre la idea de líder que dirige desde un proyecto con poder más personal y la del líder que canaliza y coordina las sinergias para implementar el proyecto de partido. En ese sentido se pueden establecer las desavenencias entre Iglesias y Errejón.

De todo ello, y referido a la izquierda rota, podríamos decir que hay:
a) Un PSOE dividido en un grupo que apoya, o es connivente con la derecha y otro, el derrotado de momento, que es beligerante con ella.
b) Un Podemos más vehemente y beligerante con el PSOE y otro, más pragmático, tendente a entenderse y pactar con ellos.

Para expresarlo gráficamente, si dividimos el espacio de la izquierda en cuatro partes de derecha a izquierda, resultaría:
1º cuarto Susana Diaz y la Gestora actual.
2º cuarto los defenestrados seguidores de Pedro Sánchez.
3º cuarto los Errejonistas más propensos a entenderse con el PSOE.
4º cuarto los de Iglesias de corte más marxista y beligerantes.

¿Ante estas circunstancias qué pasará? Todo depende de lo que ocurra en los congresos de ambos partidos. Pero si ganan los extremos, es decir Susana e Iglesias, dejando vacío el hueco del 2º y 3º cuarto a los que me he referido, cabe la posibilidad de que se produzca una doble escisión para formar un partido alternativo que ocupe ese espacio de la izquierda, porque la izquierda sigue estando rota y no se cose o se zurce tan fácilmente si no es con el hilo conductor de la ideología. El tan traído y llevado rearme ideológico ha de ser la sutura que permita su encaje en el mundo del siglo XXI que acaba de comenzar.

¿Veremos a los Pedristas y Errejonistas de la mano caminando por esa senda de una izquierda ubicada entre Susana e Iglesias? El tiempo nos lo dirá, pero el sistema tenderá a domesticar a Podemos para desvestirlo de su vehemente beligerancia prefiriendo una izquierda más centrada en el abanico de la izquierda, donde se encuentren los huérfanos que el PSOE ha dejado por el camino trazado por los barones y los descontentos con el Podemos más personalista de Iglesias. Mientras tanto el PP sigue feliz y el neoliberalismo le toca las palmas, sabedores de que el problema no es coser al PSOE, sino suturar al conjunto de la izquierda. Hasta que eso no se produzca el PP no tendrá rival de calado.


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