martes, 6 de diciembre de 2016

Hoy, la Constitución, cumple 38 años…


Hoy la Constitución cumple 38 años. Durante este periodo no ha ido al médico, a pesar de presentar, en algunos casos, sintomatología alarmante. Algunos de sus miembros tienen problemas de circulación por deficitario flujo sanguíneo, otros presentan desajustes funcionales importantes y la nutrición de sus órganos vitales sigue siendo la vieja alimentación sin novedades significativas, con antiguas recetas de cocina que deberían estar superadas a la vista de los consejos de nutricionistas acordes con los nuevos planteamientos de la ciencia alimentaria.

La única vez que fue intervenida lo fue con nocturnidad y, tal vez alevosía, a escondidas, para quitarle protagonismo y hacerla dependiente de Europa con su artículo 135 sin que el resto del organismo lo supiera, dejando a sus miembros anestesiados y al despertar se encontraron que ya estaba todo hecho.

Da la sensación de que no se ha adatado a los nuevos tiempos, que no entiende de nuevas tecnologías, sigue sin saber usar adecuadamente la telefonía, los medios de comunicación y las redes sociales. Se ha quedado anticuada y su ostracismo bloquea el proceso evolutivo de los pueblos u órganos que la componen. Se ha mantenido en el conservadurismo político y religioso, con un sistema educacional tan obsoleto que cuando se ha intentado inyectarle un nuevo enfoque con la Educación para la Ciudadanía, los propios adoctrinadores religiosos y conservadores han bloqueado el proceso acusándolo de adoctrinador, como si solo ellos pudieran hacerlo, sin pensar que una cosa es educar para ser buen ciudadano y otra inocular un credo religioso partidista o dogmático.

Sí, hoy cumple 38 años, pero sigue siendo sumisa a sus padres, a los que la crearon allá en 1978, pero también lo es de sus abuelos, el viejo régimen y la monarquía anterior. Tal vez cabría pensar, si me permitís el símil, que su padre fue los hijos del abuelo Franco, el franquismo, y la abuela monarquía, mientras su madre fue la hija del exilio desheredado y de la II República fenecida, por tanto un padre cargado de la vitalidad heredada de sus abuelos Franco y monarquía y una madre huérfana y sufridora con un padre emigrante forzoso, al exilio, tras la muerte violenta de su esposa republicana arrojada a la cuneta. Ante esa situación el matrimonio, ese maridaje entre los de dentro y los de fuera, entre los hijos del franquismo y monarquía, con la hija del exilio y la fenecida república, no era simétrico, sino machista. Él mandaba y así formaron a la hija, a la que le llamaron Constitución muy a pesar del padre, desde el sometimiento de la mujer y el domino del macho heredero del pasado reciente. Para más inri se quedaron a vivir en la casa de él, en la España “Una, Grande y Libre” donde todo estaba distribuido y ordenado desde los viejos tiempos y decorado a gusto de los abuelos paternos.

Ahora, ante la edad, no se puede negar que empieza a perder fuerza, que necesita adecuarse a los nuevos tiempos, que se ha de dinamizar para enfrentarse a los nuevos retos, que las generaciones venideras requieren otra dinámica y demandan su adaptación más en consonancia con el entorno. Se ha de rebelar contra las viejas ideas y subir a la barca del progreso social, la igualdad y la justicia distributiva, pues solo vive lo que evoluciona, lo que crece y se adapta, lo que encaja en el contexto y cohabita con y en él. Lo que no camina, lo que se queda atrapado en el pasado, empieza morir o a envejecer hasta quedar obsoleto y, consecuentemente, sucumbir por innecesario y carente de sentido.

La Constitución no está muerta, por supuesto, pero sí requiere de una intervención médica. Decía un médico conocido que a los cuarenta se pierde la garantía… y yo le respondía: Sí, y a los 50 aparecen las goteras, y a los 60 a quien no le duele nada es que está muerto. Nos acercamos a los 40 y es bueno que pensemos en esa garantía, o lo que es lo mismo, en lo que debe garantizar… qué es lo que garantiza, porque habría que ver si no hay muchas otras cosas que debe garantizar y no lo hace.

Una madre, y permitidme que siga con el símil, que pretende educar a sus hijos siguiendo los viejos esquemas que le aplicaron a ella, no es una buena educadora, ni buena madre me atrevería a decir, pues no ve que es necesario ir asumiendo los cambios de esa nueva sociedad donde sus hijos han de bregar el día de mañana y, por tanto, se ha de preocupar de adecuarse a los tiempos, de aprender y saber, de ser flexible y permitir una convivencia desde otra perspectiva, antes de llevar a una confrontación en el proceso de emancipación de sus hijos que acabe en ruptura familiar.

Es buen momento, hoy, ahora, de abrir un proceso de debate para el cambio, para modificar la Constitución y adaptarla a los nuevos tiempos a ver si al llegar los 40, cuando esté a punto de perder la garantía, la podemos tener sana y acoplada a la coyuntura. Ese debate es complicado, porque sus hijos, los que han de modificarla, siguen siendo herederos de viejos planteamientos y no tienen las mismas sensibilidades. Los mayores, los que tienen más ganancia dentro de la economía de la casa, se resistirán ante la demanda de los otros, los que siendo más pequeños reivindican un trato de igualdad y quieren cambiar las reglas para adaptarlas a una mayor justicia distributiva.

Estos reclaman una mayor solidaridad, unas garantías de servicios y derecho a una vida más digna mediante el acceso a una educación de calidad, a una vivienda decente, a un sistema de salud competente, a una vejez digna que palie sus necesidades y cuidados cuando son dependientes de otros y a una ayuda social para aquellos que tengan serias dificultades para subsistir. En suma, reivindicar de esa Constitución que les garantice la solidaridad y el buen funcionamiento de un Estado responsable y comprometido con sus ciudadanos en general y no defensor y apoyo de los grupos de poder que solo pretenden su enriquecimiento a costa de la ciudadanía.

Quieren que en la casa reine la armonía, una casa donde quepan todos sin distinción, reconociendo las diferencias y personalidad de cada uno y estableciendo las sinergias que nos hagan crecer a todos sin conflictos ni desencuentros, debatiendo democráticamente y acordando cuales pueden ser las mejores soluciones para los problemas que se nos vayan planteando.

Por tanto, el Estado debe quedar comprometido en ella para hacer cumplir los derechos del ciudadano que, a su vez, han de estar perfectamente explícitos en su redacción para evitar malas e interesadas interpretaciones: El respeto al librepensar, a las ideologías y los credos, pasa por no favorecer a ninguno de ellos, por el pluralismo político, por la laicidad del Estado, por la educación sin adoctrinamientos religiosos o políticos, salvo la conformación de sujetos libres, de pensamiento crítico y creativo enfocado a compartir y mejorar el sistema de vida de la sociedad. Desde esas premisas creo que se ha de tratar la Constitución para evitar que envejezca, para mantenerla joven y capaz de seguir criando hijos sanos desde la perspectiva de salud biopsicosocial que solemos manejar en los sistemas de salud. Hay que modificarla, que renovarla, señores diputados y políticos. No se nos enroquen, y vayan pensando y consultando a sus pueblos, a sus representados que son los soberanos en un sistema democrático. Eso sí, tampoco se han de enrocar los partidos políticos si entienden que los tiempos están cambiando, pues de esa medicina también han de probar ellos. Si saben hablar y acordar como deben, evitaremos puñaladas traperas entre hermanos, cosa, por desgracia, tan establecida por estos pagos y tan evidenciada a través de nuestra historia… ¿Aprenderemos de una vez a convivir en paz, en justicia y armonía bajo la protección de una Constitución solvente y consensuada donde encajemos todos?





2 comentarios:

Myriam dijo...

Feliz aniversario!

Lo que tu digas, y es cierto que puede reformarse previo pactos, etc, etc, pero ni te digo lo lindo que es aterrizar en el "Adolfo Suarez, Madrid Barajas".

Besotes! :-)

Antonio dijo...

O sea, amiga Myriam, aterrizar en Madrid o en España. Eso me gusta, pero ya se sabe que las constituciones se han de adecuar a la evolución de los pueblos cuando es necesario.

Un abrazo y aunque esta no sea tu Pascua, Felices Fiestas.

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