No sé si habéis observado, amigos y amigas, que este
mundo es una continua descompensación. Soy de los que piensan que la vida
consiste en buscar ese equilibrio y, en su busca, bamboleamos por ella, pasando
de uno a otro lugar al amparo de nuestra inseguridad. Es, en cierto sentido, un
mundo dicotómico donde la bondad equilibra la maldad, la paz a la violencia,
amor al odio, la luz a las tinieblas… a así sucesivamente vamos encontrando los
antónimos que nos definirían los contrarios de cada palabra. O sea, y volviendo
al tema, que si trazamos una línea recta, nosotros nunca vamos por esa línea,
sino que zigzagueamos, andando en zigzag y pasando de un lado a otro de la misma.
Somos, mayoritariamente, ciclotímicos en mayor o menor grado, nuestro estado de
ánimo es variable. Es como si fuéramos una cometa sujeta por un hilo a un tren
que se mueve en una vía recta, pero que nos hace bambolear pasando de un sitio
a otro de la vía en función del viento que nos va soplando en cada momento y de
la forma en que esté construida la cometa, es decir, de la personalidad de cada
cual, su historia y experiencias, su capacidad de afrontamiento y resolución de
problemas, su educación y conocimientos, etc… Esto dará como resultado una
forma distinta de vencer la resistencia del viento y su empuje, o lo que es lo
mismo, una diferente forma de afrontar los problemas y las circunstancias que
la vida le vaya presentando. Pero, en todo caso, siempre andará, más o menos,
en zigzagueo.
Y he aquí, en esa experiencia de separación de la
línea recta, donde se encuentra el conflicto y la necesidad de volver a la
rectitud, pero también la novedad, la experimentación vital, la transgresión y
los sentimientos fuertes que conlleva los excesos emocionales, la locura de la
vivencia efectiva. Pero siempre, como elemento de referencia, encontraremos la
propia conciencia que, al fin y al cabo, es la que determina la valoración,
orientación o evaluación de la correcta forma de hacer el camino.
Las teorías sistémicas de la dinámica familiar y
social definen, para establecer la normalidad en las conductas humanas, una
plataforma homeostática delimitada por dos líneas, una superior y otra
inferior, que serían los límites permitidos para las conductas, de tal forma
que cualquiera que se excediera de esos límites sería considerada como conducta
anormal y reprobable por la sociedad. Por lo que, para ser considerado sujeto normal,
habría que mantener la conducta dentro de los niveles de esa plataforma. Eso
sería una forma de encorsetar, en la normativa social, los altibajos que todo
individuo tiene.
Pero, volviendo al tema, si el equilibrio emocional
y psíquico es la ausencia de variaciones y alteraciones emocionales, la lógica
aplastante y racional o la adultez tal como indica Berne en la teoría del
análisis transaccional (el estado del yo Adulto lo definió como
"caracterizado por una serie autónoma de sentimientos, actitudes y pautas
de conducta adaptadas a la realidad actual". Es el estado más racional y realista. Un estado desde donde se analiza información, se ordena y se toma la
decisión que se cree más acertada, sin dejarse influenciar por las emociones ni
las normas), en ese caso, el equilibrio estaría fundamentado en la ausencia
o control de las alteraciones emocionales para que no se extralimitaran y, por
consiguiente, se mantuvieran dentro de la plataforma homeostática.
Pero, en todo caso, tenemos conciencia de cuando nos
pasamos o no llegamos, de la extralimitación de los niveles, y ese rebotar
entre las paredes del cauce por el que transitamos es el que nos descompensa,
el que nos lleva a centrar nuestra atención y orientarla hacia la vuelta al
equilibrio dentro de los cauces establecidos.
No obstante, no podemos olvidar que la vida se
fundamenta en la actividad y ésta tiene su mayor expresión en los desequilibrios
entre dos polos, el positivo y el negativo. Nuestro corazón funciona porque hay
una diferencia de potencial que permite una descarga eléctrica que estimula el
músculo. Si me permitís, aunque no sea muy ortodoxo, lo explicaré con el ejemplo
de la Guerra de las Galaxias, donde se daba la lucha entre dos fuerzas, la del
lado oscuro y la del lado luminoso: En el lado oscuro de la fuerza, las
personas que lo utilizaban, obtenían su poder de oscuras emociones como el
miedo, ira, odio y agresión. Los Sith fueron los mayores
practicantes del lado oscuro y eran los enemigos mortales de la Orden Jedi,
que seguía el lado luminoso de la Fuerza. Así pues, el lado luminoso
de la Fuerza era la faceta alineada con el bien, la benevolencia y la curación,
mientras que el lado oscuro de la Fuerza era el elemento alineado con el miedo,
el odio, la agresión y la maldad. Esta idea, que aparentemente es novelesca, ancla
sus principios en la historia, en las religiones y en la propia energía que
mueve al mundo. Dios y el Diablo, el mal y el bien, el polo positivo y negativo,
las cargas bioeléctricas con sus diferencias de potenciales, la propia sinapsis
eléctrica de nuestras neuronas… todo ello se mueve por el desequilibrio y la
necesidad y tendencia a neutralizarlo.
En suma, somos seres desequilibrados y por eso
funcionamos buscando el equilibrio. El día que desaparezca el desequilibrio y
la necesidad de equilibrarse estaremos muertos, como la computadora que se
quedó sin corriente y sus bits no son posibles porque ya no recibe información para
diferenciar el positivo del negativo en esa corriente. Por tanto, necesitamos
ese desequilibrio para existir, pues no percibiríamos el bien sin saber de la
existencia del mal, el amor no sería nada sin el conocimiento del odio que le
diera valor comparativo, no existiría el polo positivo sin el negativo que le
repeliera como oponente, etc. Tal vez por eso, estamos condenados a gestionar
esas diferencias de potencial entre los extremos que nos hacen vivir, sin
permitir que acaben con todo, manteniéndolos en los niveles adecuados para que
el desequilibrio se convierta en equilibrio constructivo y no nos lleve al
desastre final bien por fusión y neutralización, bien por dispersión y
explosión en una especie de Big Bang que nos disperse definitivamente en el cosmos.
¿Podremos conseguir el equilibrio pero inclinado
hacia el lado positivo? Tal vez se pueda correr la plataforma homeostática
hacia ese lado, dejando lo peor como lo menos bueno y no como lo malo. Pero… ¡¡¡somos
tan complejos!!!
2 comentarios:
Buenos días, Antonio... Somos desequilibrados por las vivencias, por las educaciones erróneas que a veces nos quieren inculcar, por tradiciones absurdas, por falta de una cultura buena lejana de ideologías., muchas veces nos educan inculcando una ideología ¡craso error!
Buenos días, Mª Ángeles. Comparto tu reflexión.
Un abrazo y feliz año nuevo.
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