Trump
es un extraño fenómeno, pero que, visto con detenimiento, tiene su explicación.
A mí estos sujetos de corte populista fascistoide me dan miedo. Miedo porque juegan
con las emociones, con las patrias y la confrontación en lugar de con las
sinergias positivas. El problema se da entre las mentes abiertas y cerradas.
Las mentes abiertas son flexibles y razonan, mediante un análisis del entorno
donde valoran más elementos o variables, no dejándose llevar por liderazgos
incuestionables. Las mentes cerradas son estructuradas, movidas más por emociones
que por razones, son más rígidas e impenetrables, más dogmáticas, pero también
son más fáciles de colonizar entrando en ellas mediante el despertar de sus
emociones íntimas. Una vez dentro son más dóciles, sumisas y serviles a su
señor o líder. Al tener menos capacidad o hábito de discernimiento y estar
menos acostumbradas a pensar o solucionar problemas desde el entendimiento, la empatía,
el acercamiento y el debate racional inherente a las mentes abiertas, acaban en
un seguidismo incuestionable.
La
historia reciente nos muestra puntos de inflexión muy interesantes, sobre todo
ante crisis importantes y la necesidad de salir de ellas, que acabaron
entregando a toda una nación a un sujeto mesiánico y enardecido que sabía tocar
la fibra sensible de las mentes cerradas. Un loco aventurero y visionario de
fácil y demagógico discurso que sacaría al pueblo de la crisis, de la miseria y
el miedo al presente y al futuro; el líder salvador, el mesías, que dirigiría y
llevaría al pueblo por el tortuoso camino del éxodo hacia una nueva era, una
nueva tierra prometida en su discurso. Esos líderes enardecidos, visionarios y
demagógicos, ante las crisis, encuentran su público, sus votantes y sus
incondicionales que no se paran ante nada cuando se suben al carro de su discurso;
obedientes, leales, dispuestos a la gloria de dar, incluso, la vida por ese
ideal ya sea político o religioso.
Parémonos
a pensar en las consecuencias del crac del 29, o martes negro, que llevó de una
u otra forma a la gran confrontación de la II Guerra Mundial. En un contexto de
crisis económico internacional, provocado por la Gran Depresión en los EE. UU. iniciada
con el referido crac de la bolsa, el pueblo alemán, humillado en la I Guerra
Mundial y arrastrando la miseria de su destrucción tras el conflicto, encuentra
en Hitler un líder salvador que hará una Alemania grande, poderosa y rica, que
dominará el mundo. Tuvo la habilidad de despertar en su pueblo la autoestima,
de pasar de la humillación y la infravaloración a hacerles creer que eran la raza
perfecta, los herederos de los dioses del olimpo, elevando esa autoestima a
niveles insospechados en los años 20. Hitler era un sujeto insultante,
provocador y bravucón que irradiaba seguridad en sí mismo aunque en el fondo
tuviera grandes complejos. En estos casos cabría pensar que la estructura
social se compara a un cuerpo donde el pensamiento le corresponde al cerebro
que es el líder, mientras los demás obedecen y ejecutan el papel que les ha sido
otorgado, sin pensar, como en los ejércitos; tú eres músculo y trabajas el movimiento,
tú hígado y eres fábrica, tú aparato digestivo y aportas nutrientes… todos a
hacer bien la función, obedientemente sin cuestionar al líder aunque esté loco…
lo importante es que el cuerpo funcione, aunque no sepas dónde te llevan.
Hay
momentos en que una gran masa social es receptiva a ese tipo de sistema
funcional. Hay crisis, hay miedo y quieren a alguien seguro que les guíe y
saque del atolladero. Hay hastío, desencanto, desilusión y aceptan el discurso
falaz de quien les emociona y les enaltece creando nuevas ilusiones y
esperanzas, aunque estas sean más falsas que una moneda de chocolate. Necesitan
creer y acaban dando el voto al charlatán que dice dónde quiere llevarlos pero
no cómo lo hará, porque eso se verá conforme comiencen a andar, requiere fe
ciega y seguidismo incuestionable. Moisés en el Sinaí no tenía rumbo fijo pero
sí el seguidismo religioso de su pueblo… y muchos lo toman de ejemplo para embaucar
a sus seguidores como si Dios fuera el guía, cosa que suelen enarbolar: “Dios
está con nosotros”, dicen.
En
esta nueva era que introdujo la globalización se han producido fenómenos desestabilizadores
importantes. Las grandes empresas traicionan a sus países y se marchan a otros para
obtener más beneficios, donde es más barata la producción, traen el producto elaborado
a su país de origen y lo venden a precios caros ganando inmensas fortunas.
Empobrecen a su país y enriquecen al productor, pero sobre todo se enriquecen
ellos mismos con ese gradiente diferencial entre el precio de producción y el
de venta final. Además crean inestabilidad social en sus países de origen, donde
venden el producto, con el incremento del paro y el forzamiento a competir en
el mercado laboral con los países del tercer mundo, bajando sueldos y llevando a
la precariedad laboral. Como efecto rebote afloran los nacionalismos, los
populismos y la xenofobia al entender que los extranjeros vienen a robar el
poco trabajo que queda y a hacerlo con sueldos inferiores. Por otro lado la avaricia
del codicioso capital, la falta de ética, la siembra y cultivo de la
corrupción, la compra de políticos, el “chanchulleo” y las conductas mafiosas
de determinados colectivos del mundo empresarial y de las finanzas crean un
contexto de inestabilidad y vaguedad. ¿Hasta qué punto, el mundo de las grandes
corporaciones, no ha tomado conciencia de esas acciones, que nos han llevado a
la situación actual, con el desajuste entre sus intereses y los del votante? La
sociedad hastiada, harta, de sus tropelías se ha entregad a quienes les prometen
subsanar la situación, aunque sea un sujeto salido del propio mundo empresarial,
otro gato que gobierne el mundo de los ratones, aunque solo haya cambiado el
pelaje.
El
discurso de Trump tiene aquí un anclaje importante, no nos engañemos. La gente
que lo vota no es tonta, en todo caso pueden ser egoístas e incautos que se
dejan llevar por una parte de su discurso sin ir más lejos en el análisis de
posibilidades de cómo resolver esa situación que denuncia y a qué precio. Pero
el mensaje de exigir la vuelta de la producción y de la repercusión de los
beneficios en su país es una baza importante que usa este señor. Políticos y empresarios
están devaluados, denostados y faltos de credibilidad, lanzados en una carrera
sin límites a imponer sus intereses en el mundo… la gente que ve lo que se les viene
encima se agarran a ese clavo ardiendo para no ser arrastrados por la riada y
perecer ahogados. Para ellos, el rechazo al político corrupto, tiene su
manifestación más dulce en el discurso de un Trump, o similares, que se ríen de
ellos, que denuncia el establishment
como una mafia organizada con la que hay que acabar y reconducirla. Luego, ese
discurso, por lo visto en casos similares anteriores, acaba en una situación
peor aún. Fue maestro, en pequeña escala comparada, nuestro Gil y tal y tal,
que insultaba con sus bravuconerías, exhibía conductas machistas, maleducadas,
políticamente incorrectas, pasando de normas y tomando la administración de su feudo
como algo suyo, favoreciendo a sus empresas y amigos hasta acabar en la cárcel.
En Italia fue Silvio Berlusconi, que conspiró para cambiar leyes y evitar
prisión, el predecesor de Trump en esa filosofía de gestión del Estado a modo
de empresa. Ambos tienen grandes similitudes como muestran en este artículo: ¿En
qué se parece Donald Trump a Silvio Berlusconi? (Cliquea
aquí para cargarlo) De todas formas Gil, en Marbella, era una nimiedad
aislada, Berlusconi en su Italia nos cogía lejos, pero con este nos afectarán
sus decisiones de forma mucho más directa.
Ahora nos queda una etapa muy interesante, cargada
de desasosiego y expectación, pues habrá que ver cómo se resuelve ese choque de
trenes entres los intereses del populismo de derechas, que representa Trump y
los partidos europeos que se identifican con esa forma de pensar incluyendo, si
os parece, al ladino de Putin, y el establishment que se ha visto sobrepasado
por este fenómeno al que pretenderá neutralizar. Nosotros seguimos en medio y
si hay tortas tened la certeza absoluta de que vendrán a nuestro pasmado cutis,
porque siempre pierde el que menos tiene, ya que los grandes Estados se
forjaron con la sangre de la gente sencilla, mientras en los despachos se
hablaba de cómo ganar, aunque se perdiera la guerra. Alemania y Japón perdieron
la guerra y se convirtieron en grandes potencias económicas. Construir lo
destruido da grandes beneficios, moderniza las instalaciones obsoletas derribadas
por las bombas y engancha al pueblo superviviente a un objetivo común donde se
vuelve a dejar la sangre currando para levantar el país caído, por el que
derramó también la sangre… “Vamos daos y que Dios nos coja confesaos” Tenemos
un futuro incierto, pero me temo que no mejor. A ver si ese espíritu defensor
de la democracia americano se impone, aunque la democracia en los EE. UU. tiene
su sesgo al estar en manos del famoso establishment.
4 comentarios:
Muy buenas reflexiones!!!Este hombre tiene al mundo en un ay
Ahí está el problema, amiga M° Ángeles. Eso es lo que hay que nos tiene en un ay...
Es para estar preocupados. Sólo verlo nos genera rechazo. Un abrazo, Antonio.
La verdad es que su propia imagen representa la figura de nuestro Gil y tal y tal, faltón, irrespetuoso, misógino y, dada su procedencia, con la sospecha de que sus negocios y el Estado pueden ser confundidos.
Un abrazo, Prudencio
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