sábado, 27 de julio de 2024

¿Viva la libertad, carajo?

 


¡Viva la libertad, carajo! gritaba un loco exaltado, exhibiendo en una mano un artilugio endiablado, con el que quería amputar los derechos otorgados por la propia libertad. Ante lo cual me pregunto: ¿qué carajo de libertad es la que pregona ese loco desbocado? Pelo suelto, ojos saltones, ronca voz que iba gritando ser un rugiente león. Megalómano y narciso, por no decir más preciso que es un puro trastornado por su forma de actuar.

Ya lo trataron de loco, incluso se ha publicado un libro así titulado, que lo dejó retratado. Tiene en su haber la desdicha de un discurso exacerbado donde el insulto y la infamia formaron en su campaña causa de argumentación. Anarcoliberalismo dice el joven que es lo suyo; o sea, que es de puro Perogrullo que esa verdad que predica no es verdad sino una idea que solo ha de convencer a gente de su ralea. La palabra se las trae, pues, si rompe el silogismo, un anarcoliberal ha de ser muy parecido a quien pretende gozar de una libre decisión sin pensar en los demás.

Y aquí aflora la discordia, pues si toma decisiones sin pensar en los demás, ¡manda huevos! las razones en que se ha de sustentar su derecho y libertad. La libertad responsable siempre conlleva algo más. Cuando el mundo liberal, al asaltar la Bastilla, reivindica libertad, la considera esencial como una tercera pata de la justicia social, a la que tanto desprecia este sujeto falaz, donde todo ser humano pueda convivir en paz sumando a esa libertad la igualdad y fraternidad. Quien se olvida de estas últimas no quiere la libertad como forma de concordia dentro de una sociedad, sino imponer su criterio, basado en su propio sesgo, como forma de pensar.

Es egoísmo en esencia, un darwinismo social donde el pobre se somete sin poderlo remediar, si no pasa por el aro andará en lo marginal, pues siempre se ha de imponer el que tenga más poder en un mundo desleal. El pobre será más pobre, y el rico con sus dineros controla lo sociedad para sacar beneficios, sin importar los valores de un solidario humanismo donde reine la hermandad.

Cambio el ritmo, para decir de otra forma que somos muchos los que pensamos que el ser humano es un ser libre y comprometido, cuya principal función, u objetivo vital, es su propio desarrollo en libertad, la autorrealización, enmarcado en una sociedad solidaria, a la que cada cual aporta todas sus potencialidades, en una comunión de intereses, donde se implica en la evolución humanista de esa sociedad que lo integra, para mejorarla en el día a día.

Hay una tramposa idea que se anda vendiendo, desde un populismo crítico, que pretende enganchar a la población, sobre todo a los jóvenes desencantados con la realidad. El desencanto, aunque tiene, o puede tener, serias argumentaciones, también se cultiva desde la mentira, desde la manipulación que hace resaltar el descontento con el mundo de la política, que, además, se presta al deterioro progresivo de sí misma. El bulo y la falta a la verdad, cuando no la felonía, son los enemigos de la democracia, junto a la ausencia de respeto y tolerancia hacia el contrincante, al que se le debe cortesía por ser representante de un pueblo soberano. En este caso cuesta mucho ejercer ese respeto a un político como Milei, aunque su exaltación haya surgido de la voluntad popular del pueblo argentino. Más que respeto induce a una educada tolerancia, ante una realidad impuesta carente de cortesía.

Denostar la política solo puede llevar a que el ciudadano renuncie a su derecho, y responsabilidad, a ejercer la soberanía popular. Puede que ello sea el verdadero objetivo del falaz agitador; o sea, conseguir del votante esa renuncia al derecho al voto para elegir quien legisla y le gobierna, al considerar que todos los políticos son igualmente malos, salvo el agitador. En todo caso, lo que deberíamos pensar es que tenemos el derecho y el deber de elegirlos en democracia y buscar el mejor dentro de la oferta… porque, por mucho que pretendan algunos, no todos son iguales y, tal vez, quien pretenda eso, es el menos de fiar, porque puede que pretenda llevarte al huerto exclusivo de sus intereses sin respetar al contrario.

Todo esto me trae a la memoria un par de escenas que comparto con el lector o lectora: En la película, La decisión de Sophie (1982), dirigida por Alan J. Pakula y protagonizada por Meryl Streep, Kevin Kline y Peter MacNicol, nos muestra la historia de Sophie, una polaca católica que, en la noche en que llegó a Auschwitz, un médico del campo le hizo elegir cuál de sus dos hijos moriría inmediatamente gaseado y cuál seguiría viviendo en el campamento; o sea, le otorga la libertad de elegir quién ha  de morir y quién ha de vivir. Dilema cruel que solo pretendía crear en la madre el amargo sufrimiento que conlleva tal decisión, pero que, en todo caso, implica asumir que el médico nazi tiene el poder sobre la vida y la muerte de sus hijos, al que ella se ha de someter en función de la gracia que le otorga para ejercer su “libre” decisión.

Otro caso que me viene a la memoria es el de mi profesor de Formación del Espíritu Nacional allá por los primeros años sesenta. Para quien no lo sepa explico que, en tiempos del franquismo, existía esta asignatura (FEN) cuyo fin era el adoctrinamiento para divulgar y asumir los principios del Movimiento Nacional; o sea, el nacionalcatolicismo, como ideología y filosofía de vida, donde la libertad brillaba por su ausencia. Este profesor, muy ufanamente, sostenía que la libertad siempre existe y que es un derecho incuestionable del ser humano. Para demostrarlo tomaba el siguiente ejemplo: “Si yo te pongo una pistola en la cabeza y te digo si no haces esto te pego un tiro y te mato, tú sigues teniendo la libertad de elegir hacerlo y sobrevivir o no hacerlo y morir”.

Pongo estos ejemplos de distorsión de la libertad, para mostrar que esta solo existe cuando no hay coacción, cuando la elección, o toma de decisiones, está sometida a unas circunstancias más o menos neutras y/o realistas, que no inciden artificialmente en esa toma de decisiones. Si existiera un anarcoliberalismo no sometido a una ley justa y a normas que facilitaran la convivencia y el desarrollo del ser humano en todas sus dimensiones, fraguando un Estado donde los principios de fraternidad e igualdad fueran excluidos y el concepto de justicia social eliminado, el mundo sería un caos, donde el pez gordo se comería al chico; o sea, un sistema de corte fascista o totalitario, dictado desde un poder omnímodo alejado de la soberanía popular.

Mi pregunta, ya casi retórica, es: ¿De qué carajo de libertad me habla el señor de la motosierra y sus adláteres, incluyendo agasajadores/as? Seguro que solo pretenden confundir los conceptos, redefinirlos y manipularlos para engañar a la gente.

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