miércoles, 22 de abril de 2020

No tengo nada claro, eso es lo único claro que tengo.



Creo que tengo la cosa muy clara, porque no tengo nada claro. No es un trabalenguas, es una conclusión al estilo socrático. Ya se sabe: “Solo sé que no sé nada”, con lo que entramos en paradoja con la propia alusión que le hago a la frase, iniciada con ese “Ya se sabe”. O sea, "no tengo nada claro, eso es lo único claro que tengo".

Decía Bertrand Russell un aforismo clarificador: “Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas”. Yo digo que “la duda es la madre del conocimiento”, y no meto mi frase porque yo me sienta inteligente, sino porque estoy convencido de que el que no duda no progresa. Traigo, también, a colación otra frase de Einstein: “La mente es como un paracaídas, sólo funciona si se abre.” Curiosamente, la ingeniosa Mafalda, coincidiendo con el científico, decía en una de sus viñetas: “El problema de las mentes cerradas, es que siempre tienen la boca abierta”. Es más, no hay nada más peligroso que un idiota que se cree en posesión de la verdad; porque esa actitud, que encubre su ignorancia e incapacidad de razonar, puede llevar a la catástrofe, por aquello de que “cuando un tonto coge una vereda, ni la vereda deja al tonto ni el tonto deja la vereda”, como dice el refranero popular. El dogmatismo ideológico y religioso es claros ejemplo de la mente cerrada a la que alude Einstein, cuando aceptan el dogma sin someterlo a la razón. 

De dogmáticos políticos estamos hoy bien servidos. Puesto que nuestros políticos y ciudadanos beligerantes maestros frustrados aspirantes a tertulianos televisivos, afloran por doquier, no por defender con la lógica del argumento sus ideas, sino por haber aprendido las técnicas de confrontación de ideas que nos muestran los famosos tertulianos de los debates televisivos, donde parece más que un coloquio, o debate constructivo, una pelea de sordos que solo reciben el eco de propia voz. Se llaman periodistas defensores de la verdad y del buen ejercicio de su profesión para ilustrar e iluminar las mentes del pueblo con una información veraz. Pero, en el fondo, cuando los ves en el ejercicio de tertulianos, observas, o intuyes, en muchos de ellos, que son periodistas venales, defensores a ultranza de una posición política, lo que les descalifica como periodista libre y asumen el papel del político de turno. El domingo, creo que fue, vi una tertulia de expertos en epidemias y médicos de diferentes entidades y responsabilidad, y fue una tertulia constructiva, donde se respetaba el orden en el uso de la palabra, se asentía ante los argumentos ajenos y, si no se estaba de acuerdo, se decía con delicadeza y sin descalificar al adversario. Ejemplar actitud vi, también, en el ayuntamiento de Madrid con el apoyo de la concejala de Más Madrid expresándolo al alcalde públicamente y la respuesta de este coherente, resaltando sus diferencias políticas, pero dejando claro que eso ahora no podía interferir en un objetivo común, como era la lucha contra la pandemia. Pocos ejemplos como este se ven entre dos sujetos tan dispares y alejados, el PP de Casado y el Más Madrid de Errejón.

Cuarenta años de democracia y no se nos ha enseñado a debatir desde la idea para la que se crea el debate, o sea para intercambiar opiniones a fin de que todas las partes, una vez puestas las ideas sobre la mesa, puedan nutrirse de ellas según su propio aparato digestivo, seleccionando aquello que encaja en la posible verdad y dejando con respeto las divergentes, cuestión que es el nutriente de la inteligencia. No, en este país tomamos la vereda y, si se acaba, seguimos adelante.

Comento todo esto a modo introductorio, porque confieso mi sufrimiento psicológico, y no soy de confesión desde mi pubertad. Sí, psicológico. ¿Qué eso?, os preguntaréis. Pues es una extraña sensación de desagrado, de frustración, de apatía, de desasosiego y rechazo, producido por la situación actual. Es un desencanto por descubrir que el entorno no se ajusta a lo que te creías. Tal vez fuera una ilusión, un espejismo, una quimera, una utopía, cuando uno pensaba que esta sociedad es una sociedad madura, coherente, capaz y solidaria, teniendo conciencia de unidad, de grupo fraterno que rema en un mismo sentido, y más cuando hay tormenta. Pero parece que no. Lo digo por la incapacidad de establecer sinergias, concordancias, para dar solución a una crisis nunca vista, que nos coge a todos en fuera de juego y hemos de ir aprendiendo en el día a día. Cada día vamos descubriendo más gente tóxica a nuestro alrededor, a unos se les ve el plumero al defender claramente intereses partidistas, otros hacen de correa de trasmisión con más o menos conciencia de que lo están haciendo, y otros… en fin que anda uno reubicando a los conocidos en los lugares que le son propios, al igual que, supongo, hacen con uno mismo. Eso es bueno, aunque yo defino al amigo como aquel con el que puedes pensar en voz alta. Hay gente, amigos o conocidos, con la que da gusto hablar, intercambiar ideas desde el respeto, sin imposición ni petulancia (no confundir petulancia con asertividad, aunque esto mismo que estoy diciendo pueda parecer una petulancia), de ellos se aprende porque son nutrientes con su asertiva humildad y su posición argumentada. No quiero nombrara nadie, pero tengo bastantes con quienes es un placer hablar. Sin embargo, es bueno no entrar al trapo del provocador, muchas veces ignorante, que se cree en posesión de la verdad absoluta siguiendo consignas e ideas que no son propias, sino producto de un adoctrinamiento. Hay otra frase muy interesante que dice: “Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia”,  creo que el autor es Mark Twain.

En estos momentos, como en el futbol, existen muchos entrenadores de sofá. Y, como en el futbol, no es la razón la usada para emitir juicios, si no la emoción del hooligan, en muchos casos. Esas posiciones desde la visceralidad no son constructivas, sobre todo cuando rezuman planteamientos partidistas antes que patrióticos. Considerando que la patria la conforman las personas que viven en un territorio, antes que el propio territorio, según mi opinión, es patriota el que busca el bien de la ciudadanía y no el que pretende arrimar el ascua a su sardina o alcanzar el poder para imponer su modelo de patria sometiendo a los demás. Hacer patria es sembrar concordia, respetar las reglas del juego democrático, hacer prevalecer el interés común sobre el de grupos, unir fuerzas con aquellos que la integran para acometer, unidos y seguir el rumbo que marca el capitán del barco, para salvar la situación.  Pero, además, luchar en el día a día parta lograr que esa sociedad prospere desde la individualidad del ser humano, que es la base que sustenta toda cultura social, y de cuya interacción resulta el verdadero progreso integral, no me refiero al consumista y material en exclusividad.

Pero mala cuestión es si en plena tormenta provocamos un motín para cargarnos al capitán mientras vemos a los demás barcos que pasan por la misma tesitura, luchando también contra los elementos y con resultados similares. Nos tocó ser punta de lanza, sobre todo en algunas comunidades autonómicas, principalmente Madrid, mientras otras son menos afectadas, como la nuestra, Andalucía. Curiosamente las dos bajo el gobierno del mismo partido. Habrá que ver, cuando lleguemos a puerto, qué ha pasado, no solo para pedir responsabilidades políticas, o de cualquier otro orden, sino para aprender a resolver los problemas y no volver  a tropezar con la misma piedra, este o el otro partido.

Mientras tanto, reniego de aquellos que andan metiendo cizaña, me revelo contra los miopes que no ven más allá de lo que les presentan a primera vista, y siguen a Vicente, o sea, van donde va la gente, sin criterio propio. Rechazo a los carentes de empatía que no intentan acercarse a los demás para comprender el momento que pasan. Hoy, viendo un reportaje sobre las penurias que pasan los pobres inmigrantes que recogen la fresa en Huelva, dudé de la humanidad del ser humano, sobre todo de ciertas esferas ideológicas y políticas.


Os dejo una serie de aforismo para pensar:
















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