(Me gustaría conocer tu opinión sobre este blog para orientarme a la hora de tomar decisiones y cumplir el objetivo que me propuse. Si no te importa, te ruego contestes a una pregunta que aparece al margen izquierdo sobre el asunto. Gracias.)
Vista desde la A92 |
Desde el punto de vista geográfico, la Peña de los Enamorados, ubicada en el término de Antequera (Málaga), es una elevación
orográfica de perfil singular al aparentar la cara de un sujeto tumbado, donde
se observa perfectamente la barba, boca, nariz y la frente cuando se ve desde
la zona de Antequera. No sé qué podrían pensar los hombres primitivos que habitaron
la zona, tal como se puede deducir por los diversos yacimientos arqueológicos
del lugar, pero ese perfil debió dar rienda suelta a la fantasía y, sin dejar
de lado el aspecto mágico de la figura, podríamos pensar que esa inmensa cara gigantesca
recostada indujo a muchas especulaciones. Pero dejemos esto y centrémonos en la
leyenda que narra Guillén Robles, obviando otras, como la de la princesa
Tazgona y el soldado cristiano Tello. Transcribiré, al pie de la letra, el texto de
Guillén Robles:
“…Era alcaide
de Archidona el altivo y valeroso caudillo Ibrahim; digno de los más bravos adalides cristianos, aguerría
constantemente á sus soldados llevando cabo ó rechazando algaradas; apenas le brindaba la casualidad un favorable
resultado caia desde su alcaidía sobre las tierras cristianas, como el alcon
sobre la presa desde las nubes, ó iba á derramar
su sangre en cuanto los audaces fronteros se presentaban en su territorio; tipo
lleno de grandeza y de valor lo respetaban los granadinos, le temblaban los
cristianos y le adoraban los archidoníes, que simbolizaban en su persona la
seguridad de su villa.
Según la
tradición, tenía Ibrahim una hija cuya belleza escedia á toda ponderación;
nobles señores granadíes, bravos mancebos malagueños, opulentos magnates de
Archidona, esclavizados por sus encantos, pretendían hacerla su esposa; pero ni
las enamoradas atenciones de sus apasionados, ni las regaladas músicas bajo sus
agimeces, conmovían el corazón de la noble doncella que se mostraba insensible
á ruegos y quejas, á proezas y galanterías.
Y era que bajo
aquella aparente frialdad, en aquel corazón que se mostraba inflexible é
indiferente, existía una pasión profunda: un apuesto y valeroso magnate granadino
había conseguido interesar á la hermosa dama, hacerse dueño de su corazón, y
venciendo todos los obstáculos que la rodeaban anudar con ella relaciones
amorosas.
Pero un día, el
walí de Archidona manifestó á su hija que uno de sus amigos, cuyas cuantiosas
riquezas corrían parejas con sus años, la había pedido por esposa, y que él se
la había concedido, señalando entre ambos la época del desposorio: otra muger
que la hija de Ibrahim al recibir esta noticia hubiera buscado consuelo á su
desdicha en las lágrimas; pero en el espíritu de aquella dama había un centello
de varonil entereza de su padre; terminada la plática con este, corre á sus
estancias y envía un mensajero á su amante, indicándole que si no quería verla
esposa de su viejo pretendiente, la arrebatara de entre otras muchas doncellas
que con ella habían de ir á solazarse cierto día a una fuente á la abajada de
la villa.
El día
designado, algunas jóvenes de Archidona se entretenían entre juegos y danzas en
los alrededores de aquella fuente; la alegría y el placer animaba todos los
semblantes, y los dichos agudos ó burlescos escitaban sus carcajadas, que
cesaron á la llegada de un gallardo moro caballero en un fogoso alazan.
Alborotáronse
las damas, rebozáronse, y el ginete en vez de pasar de largo, rudo y descortés hizo
saltar á su cabalgadura en un barrizal que formaba el desaguadero de la fuente,
con la intención de salpicar de lodo á aquella alegra concurrencia: las jóvenes
huyeron en todas direcciones y cuando se recobraron del susto, vieron á su
compañera, la hija de Ibrahim, que colocada en el arzon del corcel que montaba
el alarbe desaparecía con él en la llanura.
Rápida, como
siempre lo es la noticia de una desdicha, llegó á oídos de Ibrahim la del rapto
de su hija: sus deudos y servidores al verle saltar sobre su caballo y bajar á
galope tendido hacia la vega, le siguieron apresuradamente: los caballos del
alcaide y los de sus amigos devoraban el espacio como si sintieran la
indignación y el corage que animaban á sus ginetes; al fin distinguieron al
atrevido raptor que galopaba con su presa cerca de la encumbrada peña.
Al descubrir á
sus perseguidores y al ver que iban á darle alcance, el enamorado doncel subió
á la cúspide del peñasco dispuesto á vender cada si vida; la joven, valerosa y
amante, permaneció junto á él en aquellos angustiosos momentos.
Cuando el
alcaide de Archidona comprendió que su hija se separaba de él voluntariamente
su desesperación no tuvo límites; una mancha indeleble caia sobre su honrado
nombre; aquella hija, objeto de su amor y de su orgullo, oscurecía todas sus
hazañas con su liviandad y desenvoltura; entonces se precipitó con su gente á
la subida de la peña: la hija de Ibrahim comprendió que habia llegado la última
hora de su amante, que nada podría detener el brazo irritado de su padre, que había
de ver rodar á sus plantas aquella cabeza querida, objeto de su amor y de su
adoración, y loca, desesperada, abrazóse con el granadino precipitándose con él
desde lo alto del peñasco".
(Guillén Robles elige este relato de la
tradición popular que publicó M, Lafuente Alcántara, también alude a que ambos
jóvenes habían sido enterrados al pie de la Peña…).
"La tradición
indica que después de la muerte de su hija desapareció de Ibrahim la alegría,
la compasión y la generosidad; vámpiro sediento de sangre parecía querer lavar
con la cristiana la deshonra de su hija; siempre severo y sombrío señalaba el
incendio y la ruina con feroces expediciones; mas allá de la frontera cristiana
no había ni ganado seguro, ni camino tranquilo, ni villa por fuerte que fuese
que no tuviera siempre sobre sí, como una angustiosa pesadilla, el temor de
verse atacada por el cruel alcaide; este parecía multiplicarse acudiendo donde podia
emplear su espíritu destructor, y una veces por sorpresa, otras en batalla campal
era el azote de la cristiandad".
… al final, los caballeros de Calatrava de la zona
de Jaén, conducidos por el ambicioso y altivo Pedro Giron y acompañados de otras
fuerzas cristianas provenientes de diversos concejos, como Osuna, Moron y
Carmona, tras un terrible asedio consiguieron rendir la plaza de Archidona en
1462. Ibrahim, viendo su derrota acabó precipitándose con su caballo desde la
muralla, prefiriendo la muerte antes que
entregarse a los cristianos.
Nota: El texto en cursiva es
fiel al original, por lo que las posibles faltas de ortografía han de entenderse como correcta escritura del tiempo en que
se publicó la obra.
2 comentarios:
Una leyenda muy interesante.
Quien sabe cuanto haya de verdad en ella.
Ambos jóvenes mostraron valentía, sobre todo ella,
que se opuso con firmeza a su padre para defender su amor.
Un abrazo
Ya sabes, amiga Myriam, que las leyendas suelen tener algo de verdad inicial... luego vendrá su diriva en función de los juglares que las cantaban, de la neceisdad de llegar al corazón sensible de la gente, de crear héroes y mártires de los valores que se defienden en la leyenda, en este caso el amor a pesar de la guerra.
Un abrazo
Publicar un comentario