jueves, 7 de abril de 2016

Cavilaciones sobre qué será de nosotros

El miedo y la inseguridad que lleva al miedo

(Me gustaría conocer tu opinión sobre este blog para orientarme a la hora de tomar decisiones y cumplir el objetivo que me propuse. Si no te importa, te ruego contestes a una pregunta que aparece al margen izquierdo sobre el asunto. Gracias.) 

A veces me pongo a escribir sin orientación previa. Es como si intentara parir una serie de ideas que se han inseminado en mi mente a través del tiempo y, en especial, del momento presente. Sale lo que sale, como cuando antiguamente, no habiendo ecografías para identificarlo, no se sabía si sería niño o niña. Hoy me senté y me salió esto que os propongo como lectura.

Ya no sé si siento vergüenza, indignación, ira o no sé qué… lo que sí sé es que siento la impotencia de quien ve como pasan delante de sus ojos un sin fin de delincuentes que evaden sus impuestos, engañan a la ciudadanía y se sienten, de algún modo, impunes ante la ley. Empezamos a pensar que estamos gobernados, a nivel mundial, por una pandilla de gente confabulada en crear leyes para proteger sus prebendas y las de los suyos, mientras caminan en la vía de dominar el mundo, obviando los intereses del conjunto de la sociedad.

Lo malo de todo ello es que se amparan en posturas borreguiles de una ciudadanía domesticada, manipulable y dócil que se rebela contra los simples delitos  y no reacciona ante los grandes desfalcos y hurtos de guante blanco, que sigue votando a corruptos si son de su partido; vamos que son como los hooligans amaestrados en el futbol.

Estamos en una etapa llamada de ingeniería financiera, que suena bien y parece que deba aceptarse por ser de elevada inteligencia su aplicación. Admirables sujetos fueron modelos a seguir en el mundo de las finanzas; aquellos yupis americanos de los años 80, materialistas y arrogantes, admirables por su tren de vida con gran dosis de amoralidad, o la moda del pelotazo en España, personificado en el propio Mario Conde como gestor de éxito hasta que Banesto se fue a pique.  Es cierto, ingeniería viene de ingenio y de ingenieros e ingeniosos es crear estructuras insospechadas de donde sacar beneficio en un sistema de economía especulativa, que no es lo mismo que la economía productiva.

La economía productiva es aquella que  crea bienes  tangibles o beneficios sociales que mejoran la calidad de vida del ciudadano; otra cosa sería si la creación de bienes, o plusvalías, va acompañada de un justo reparto entre el inversor y el productor, entre el capital y la mano de obra o sujeto que elabora el producto. Mientras la especulativa hace subir el capital a base movimientos especulativos, transacciones de dudosa ética, incluso, alegal, o ingeniería mercantil creando productos financieros de engañosa calidad y garantía, sin que de ellos se desprenda una producción material o de mejora social salvo para el especulador y su grupo. O sea, se crean canales por donde circula la pasta pero orientada a los bolsillos de los poderosos.

Tengo la sospecha de que en este nuevo mundo de la globalización está todo calculado por los que intentan imponerlo a su modo y para su propio bien. Romper barreras aduaneras, producir a bajo precio en países pobres para vender el producto a alto precio en países desarrollados, crear leyes protectoras de ese movimiento de capitales, establecer y consolidar trato preferente en algunos países (paraísos fiscales) con leyes preservadoras de sus intereses... En suma, crear un nuevo marco internacional por donde jugar a escabullirse para evitar pagar impuestos y mantener a los estados, cuyo poder pretenden  anular, o minimizar, con objeto de imponer un nuevo orden desde el capitalismo salvaje o ese neoliberalismo que odia los controles del mercado que se imponen por las leyes emanadas, en teoría, de parlamentos democráticos. Buscan el cambio de poder mediante la modificación del sistema… son antisistema que pretenden crear otro partiendo de este, sin que se note, planificadamente, hasta llegar a revertir el poder desde los estados a las multinacionales, a las empresas, al mundo financiero, a través de un orden legal que les garantice una defensa perfecta contra la imposición de la voluntad democrática de los pueblos.

Su hándicap está en controlar el poder político, en tutelar el poder legislativo, en desmontar un sistema que les obliga a someterse, en escapar del control social que les exija doblegarse ante los intereses del conjunto de la ciudadanía, en controlar el mundo desde la frialdad de sus despachos exentos de responsabilidad trascendente. Sus decisiones son privadas… pero sus estrategias condicionan el mercado mundial y lo manipulan desde el poder controlador sobre las transacciones.

Principales problemas para conseguirlo: los políticos díscolos y los medios de comunicación insumisos… pero donde hay dinero y esa filosofía de compra mercantil la cosa es fácil, se procede a comprar con la técnica del palo y la zanahoria. Si haces lo que te pido te doy la zanahoria, pero si no lo haces te doy el palo en el lugar que más te duele. De todas formas la financiación de los partidos puede ser una buena forma de establecer su control e influir en su orientación, al menos eso parece que funciona en los EE. UU.

Pero… ¿Cómo hacer todo eso? Si nos paramos a pensar un poco, descubriremos los pasos que van dando en el día a día. Provocar una irresponsable crisis financiera, apareciendo la oportunidad de tantear la actitud de los gobiernos, ya controlados desde organismos económicos internacionales, dejando patente su  incapacidad para resolverla con el actual marco legislativo. Al enfrentar los políticos a la crisis sin posibilidad  de respuesta y control del mercado financiero, se evidencia la incompetencia política y la necesidad imperiosa de intervención de la banca, canalizando la gestión económica mundial a través del mundo financiero, para lo que primero se ha de salvar de la banca rota ante una mala gestión privada; luego, en el mundo político e ideológico, denostar y descalificar al político opositor, incluso comprarlo si ello es factible, a la par que apoyar y elevar a los afines, y desprestigiar a los estados y sistemas de gobierno mediante la creación de un nuevo espíritu de los tiempos donde el sujeto, desconfiando de sus propios gobiernos, se deje gobernar por la filosofía mercantil, o sea, de mercado libre, creyendo que las empresas son más de fiar que los políticos. 

Sus negocios están en controlar todos los recursos, en administrar y comercializar hasta los más elementales y necesarios para la subsistencia, la educación, la salud, las energías, etc... No se extrañen ustedes que dentro de nada se nos cobre por respirar o por un sistema respiratorio que evite la contaminación. Ya se vende el agua con la excusa de esa contaminación y su pureza, sabemos que el sistema capitalista tiende a controlar la propiedad de todo y ese todo es absolutamente todo. Pero para producir cambios importantes, que permitan estas cosas, es necesaria la crisis, pues esta da pie a producir ajustes que podemos orientar hacía el fin que se persigue. La frase de un político del PP previa a las elecciones de la pasada legislatura, diciendo que dejen que se hunda el país que ya lo salvaremos nosotros… viene a decir que mientras peor mejor. Mientras más destrucción más libertad se tiene para la reconstrucción; a veces, incluso, para demoler y reedificar una nueva estructura hay que derruir lo viejo creando lo nuevo si lo viejo no sirve como soporte.


Pero vayamos al cambio de actitudes y de opinión pública. Se debate, con razón, sobre la corrupción del mundo político; se utilizan mercenarios de la palabra o ideólogos intransigentes para defender posturas con objetivos precisos, solo hay que ver la tele; no se habla o se debaten a fondo los escándalos financieros de sujetos de corte mafioso, no se cuestionan los sueldazos de prebostes de la empresa privada bajo la filosofía de su privacidad, sin analizar que juega con los intereses de la ciudadanía para enriquecerse y que el estado debería defender a esos ciudadanos de los atropellos que sufren. Pero, dentro del gran proyecto que se vislumbra en la sombra está reducir los estados, en una fase inicial, a meros miembros recaudatorios para pagar los servicios que las empresas ofrecerán al ciudadano en cumplimiento de los derechos constitucionales; o sea, privatizar lo público para que la empresa haga negocio. Ellos piensan que el Estado no tiene que formar y dirigir empresas, sino administrar los impuestos para dar los servicios al ciudadano pagando esos servicios a la empresa privada que los presta en función de la ley de mercado libre. En una segunda fase, con un estado cada vez con menor peso, las empresas contratarán con los sujetos sus servicios de forma directa, ya sean asistencias sanitarias, cobertura legal, jubilaciones, etc. siempre y cuando puedan permitirse estos el pago de las cuotas correspondientes, como ya viene siendo en los EE. UU. y Europa, concluyendo en una privatización total de los servicios públicos. Resultado, no todo el mundo tendría acceso a determinados servicios sanitarios, educativos o sociales, aunque se garantizaran unos mínimos por parte del Estado.

Las políticas restrictivas del gasto inversor de los estados tienen un objetivo claro, este es el empobrecimiento del patrimonio estatal. Siguiendo las teorías Keynesianas el Estado debería invertir para dinamizar la economía, dando trabajo a las empresas para producir bienes públicos, vías de comunicación, infraestructuras, incremento de servicios públicos, etc. de esta forma se da trabajo, crece el PIB y se incrementa el patrimonio estatal enriqueciendo al país. Pero eso no interesa cuando lo que se pretende es asfixiar a  ese Estado, lo contrario sería darle oxígeno para que siguiera creciendo y dominando, o influyendo en el mercado desde lo público. De lo que se trata es de desmantelar los servicios públicos para adueñarse de ellos, y los planteamientos keynesianos van por otra línea opuesta que llevan a la expansión de lo público y del incremento de servicios a la ciudadanía.

Pero sigamos analizando el cambio pretendido. En todo tránsito, o cambio, se dan una serie de hechos que pueden ser traumáticos por lo novedoso y agresivo al sistema y que, también, pueden provocar reacciones imprevisibles, por parte de colectivo sociales, que los impidan al verse afectados por la pérdida de un Estado del Bienestar, por lo que se han de neutralizar antes a esos colectivos mediante la captación, desacreditación o la compra. Pero si esos cambios se van introduciendo poco a poco, con la mesura necesaria para que la gente vaya adaptándose al nuevo orden mediante la tolerancia, y vamos estudiando, en una acto de pura psicología social esos procesos, iremos conociendo y controlando las conductas grupales y podernos manipularlos y reorientarlos hacia el fin previsto.

Si queremos que una sociedad se someta a un sistema de control total, podríamos hacerlo con su consentimiento, si sus integrantes entienden que es beneficioso para el colectivo. Consideremos el terror y la inseguridad como elementos claves; ¿hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra libertad y privacidad para evitar el terrorismo y sentirnos seguros? ¿Estaría dispuesta la gente a implantarse chips para, de esta forma, estar todo el mundo controlado y eliminar el riesgo de atentados terroristas, por ejemplo, mediante el control sistemático de los sujetos? Si el Gran Hermano, controlado por los centros de poder y su tecnología que, en teoría, buscarían el bien común, es el valedor de los principios y valores de la sociedad, nos promete y garantiza una vida feliz si estamos sometidos a las normas, pero para ello hemos de aceptar un sistema de control humillante que garantice la “bondad” del sistema, ¿aceptaríamos ese control humillante “en nuestro propio beneficio”? Ya vemos como se pasa los controles en los aeropuertos, en muchos casos de forma despótica y maleducadamente, desde la sumisión absoluta, con el miedo a que se nos confunda con un terrorista. Estamos en el inicio, en el ensayo, y todos aceptamos esos controles para evitar un mal mayor.

El colectivo social, la sociedad en su conjunto, tiene un subconsciente y es manipulable. Por tanto, si se dominan los medios de comunicación, que son los que crean estados de opinión y tendencias de pensamiento y actitudes sociales, estaremos en disposición de controlar y dirigir el proceso evolutivo de una sociedad en cambio hacia el lugar que nos interesa. Cada día, cuando vemos la televisión, podemos vislumbrar esa tendencia. Cómo se tratan las noticias, los titulares tendenciosos, las opiniones interesadas, la manipulación argumental de las cosas, la inducción del pensamiento, etc. son formas claras de influencia por parte de los dueños del cotarro y su línea editorial.

El ser humano es individual y social, tiene esa doble dimensión. Lo interno y lo externo, su singularidad frente a la colectividad, su rebeldía frente a la sumisión, su ser individual frente a su ser social; ello le lleva a la conflictividad interna desde la perspectiva, eso sí, egoísta y de subsistencia, mediante la confrontación del desarrollo individual, o de su intelecto, y la integración social y el prestigio que conlleva. La socialización le induce a adaptarse a las normas sociales de una forma clara mediante la introyección de estas en el proceso educativo, teniendo como gratificante el reconocimiento y la integración social.

Pero solo hace falta modificar esas normas, cambiar el sistema, bien sea de forma pausada o traumática (piénsese en una guerra) para estar en otra sociedad distinta diseñada por intereses de poder mediante el uso y control de los medios influyentes. Esta nueva situación será asumida por los sujetos mediante esa socialización. Pero vayamos más lejos. ¿Se puede planificar la implantación de una nueva sociedad predisponiendo a los sujetos a aceptarla de antemano? Si se cree en la profecía autocumplidora y en el llamado efecto Pigmalión colegiremos que es posible. Podemos analizar el uso de películas futuristas, premonitorias, hipotéticas situaciones de futuro presentadas por visionarios que predisponen a aceptar esas situaciones y allanamos el camino para que se den como si fueran profecías; ya sabemos que desde tiempo, en nuestra cultura judeocristiana, el profeta tiene un gran prestigio y buscamos el cumplimiento de esas predicciones, incluso con cierta morbosidad. A modo de profecía, en este momento me viene a la memoria películas como Cobra, de George P. Cosmatos, o la más reciente Matrix.  En todo caso el cine de ciencia ficción abre las posibilidades, a través de la imaginación, de sociedades futuras y nos sitúa en disposición de aceptar y asimilar esas nuevas sociedades como posibles.

Finalmente, para mí, existe una tensión interna entre el ser individual y el social. El social lo andan modulando los poderosos y padres de la sociedad, los pastores que controlan el rebaño, lo educan y conforman en función de sus intereses; pero el individual, que resulta ser el oponente crítico al anterior mediante el ejercicio de la libertad de pensamiento y de discernimiento, lo hemos de modular nosotros mismos en una lucha de influencias, donde se juega la prevalencia de lo social sobre lo individual o viceversa. La pregunta sería: ¿El sujeto está para servir a la sociedad o la sociedad para servir al sujeto? O lo que es lo mismo: ¿Modelamos al sujeto para que asuma y se someta a una sociedad definida o le damos libertad para que decida qué tipo de sociedad quiere tener en función de su proceso evolutivo?  En todo caso: ¿Cómo se compaginan estas dos cosas para que se pueda desarrollar el potencial de los sujetos en beneficio de la evolución de la sociedad donde se integran?


Me niego a hacer del ser humano un borrego al servicio de los pensantes, privándole de la potestad de pensar racionalmente mediante la alienación y el dogma. Defiendo el libre ejercicio del pensamiento para que, responsablemente, ese sujeto sea motor y partícipe de la evolución de su sociedad mediante su autorrealización.  

Bueno, esto resultó de esta cavilación de hoy, seguramente la cosa tendrá matices, otras lecturas y tal y tal, pero hoy lo vi así...


2 comentarios:

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Ayer preparando la presentación de mi novela para Valladolid hacia una reflexión sobre escribir: es vomitar lo que bulle dentro, te ayuda a ver claramente lo que sientes, a ordenar las ideas..., entre otras muchas cosas.
Y sabes? La política me apasiona, pues bien desde que empecé con los lios de la novela, allá por el mes de febrero, se me han olvidado estos impresentables y cuando de vez en cuando regreso, los veo donde los dejé. Para mí la globalización puede llegar a ser buena, pero como siempre, la mano del hombre lo estropea casi todo.
Buen finde, querido amigo

Antonio dijo...

Pues sí, amiga Mª Ángeles, la globalización debería ser buena si no fuera porque se globaliza o se tiran fronteras para la circulación de los capitales, del mercado, pero no de los valores de humanización y los derechos humanos. La UE que debería defender en primer lugar los intereses de sus ciudadanos, lo que hace es defender los intereses de su comercio justificándolo en que eso beneficia a los ciudadanos, pero dejando en la estacada a muchos de ellos, lo que es una contradicción.
El asunto está en que, bajo mi modesta opinión, se globaliza para ganar dinero el mundo de las multinacionales, no para elevar el nivel d vida y la calidad de la misma de la propia humanidad. Esta globalización no es la buena porque es engañifa.
Un abrazo y buen fin de semana.

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