sábado, 12 de abril de 2025

Universidad pública vs privada

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 12 ABR 2025 7:01

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/04/12/universidad-publica-vs-privada-116307926.html

Una cosa es la dicotomía privada vs pública y otra clarificar la esencia y función de excelencia, que ha de asumir la universidad como órgano docente de primera magnitud en estos tiempos.


Facultad de Filosofí­a y Letras de la Universidad de Málaga / L.O.

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El asunto de nuestras universidades ha irrumpido en la vida política como una discusión entre pública y privada, una cuestión que siempre sobrevoló el debate y que, indudablemente, merece ser tenido en consideración.

La realidad es que, bajo mi opinión, se está soslayando el verdadero debate sobre el tema. Lo que no quiere decir que esa controversia no merezca ser tratada en profundidad. Una cosa es la dicotomía privada vs pública y otra clarificar la esencia y función de excelencia, que ha de asumir la universidad como órgano docente de primera magnitud en estos nuevos tiempos. La universidad es cuna del conocimiento y del desarrollo humanista, de la ciencia y la investigación, desde el ser humano por y para el ser humano, o sea para la humanidad sin distinción alguna. Es aquí donde, prioritariamente, debería enfocarse el debate.

Los rectores andaluces aplauden que se endurezcan los requisitos para abrir privadas

(Cuestionan la «proliferación» de centros universitarios privados «de dudosa calidad» e instan a delimitar jurídicamente lo que se considera universidad como en el resto de Europa).

El conocimiento es más rico cuanto más se expande y la universidad tiene ese honor y deber como lugar donde se siembra y cultiva. En una sociedad como la actual, es bien cierto que la relación de la universidad con el mundo empresarial y de la producción de bienes y servicios tiene una importancia capital, pues el desarrollo tecnológico y la rápida evolución del conocimiento es un reto que requiere una alianza de todos los agentes implicados en ello. Da ahí que universidad y empresa, ya sea pública o privada, deben compartir objetivos y apoyarse mutuamente para avanzar en una misma dirección, estableciendo sinergias que sumen esfuerzos en pro de unos fines compartidos que beneficien al colectivo social, sin que la universidad pierda su esencia y autoridad.


La UMA celebró esta semana unas jornadas de puertas abiertas / Álex Zea


La universidad como servicio público de calidad

Por otro lado, existe socialmente otra función, idea o propósito, que identifica a la universidad como centro de difusión cultural y promotora del conocimiento de cara al conjunto de la población, o sea al ciudadano en general. Este propósito, sobre todo en la pública, no es otro que el de facilitar a las clases más pobres al acceso a ese conocimiento, posibilitando los estudios a los jóvenes con capacidad para alcanzar objetivos profesionales e intelectuales sin distinción de clase social, económica, ideológica o de credo. ¡Cuántos jóvenes se han visto frustrados en sus deseos de adquirir conocimientos por no tener medios económicos en su familia! Esa injusticia, ese dispendio de potencialidades ha sido una constante. Los hijos de los pudientes pudieron estudiar, pero a muchos jóvenes, con capacidad e inteligencia para el estudio, les fue vetado el acceso por falta de recursos. Es ahí donde la universidad asume uno de sus papeles de servicio público, estableciendo la equidad y facilitando el acceso al conocimiento sin distinción de clase.

Más importante aún es la calidad de la enseñanza. La perversión podría adulterar el mundo universitario si prevalece el interés comercial sobre el docente. Cuando se establece la controversia entre pública y privada no se habla de calidad sino de negocio. Pero lo esencial es la calidad y se ha de ser sumamente exigente con quien quiere crear una universidad como negocio, sometiéndolo a un estándar de control que garantice la excelencia universitaria. Las universidades privadas no pueden proliferar como setas sin control. Por tanto el debate no es si pública o privada, que también, sino si hay calidad o no la hay. Pero habrá que definir qué se entiende por calidad cuando se habla de enseñanza: el contenido curricular, el desarrollo humanístico, la orientación hacia una formación integral, los programas de investigación, los diferentes requisitos en cuanto a espacios, instalaciones, recursos humanos y materiales, capacitación del profesorado, etc. En suma, su adecuación al perfil que se pretende del egresado, que ha de definir la calidad intelectual y profesional de excelencia. Mas no se trata solo de difundir conocimientos, sino de crear actitudes coherentes con la convivencia y cultura social.


Estudiantes de la Facultad de Derecho / Álex Zea


El papel humanista de la universidad

En las circunstancias actuales me inquietan enormemente los acontecimientos que se están dando en el mundo y, dado el sello que me dejó la universidad, tanto en mi faceta docente como discente, me importa el proceso evolutivo de nuestra sociedad y el papel que ha de jugar el mundo universitario. Asunto que siempre me preocupó y por el que sostengo que la universidad ha de retomar su papel humanista y evitar convertirse en una fábrica de técnicos al servicio de la empresa y el sistema. Debe prevalecer la formación integral y la búsqueda del desarrollo intelectual de los sujetos que conforman nuestra sociedad. Decía Albert Einstein que «el verdadero signo de la inteligencia no es el conocimiento sino la imaginación». La imaginación genera la creatividad y la universidad también ha de ser eso, imaginación y creatividad para investigar, descubrir y desarrollar viejas y nuevas propuestas de evolución y progreso técnico y humano. El objetivo social no es crear y tener más medios materiales exclusivamente, sino que estos se orienten a un crecimiento integral del sujeto en consonancia y respeto con su entorno.

Se deben formar personas que critiquen y contrapesen la depredación y al egoísmo imperante en el sistema de mercado libre, que apoyen la sinergia simbiótica, es decir, la confluencia de esfuerzos del colectivo social en un objetivo integrador y solidario. La universidad, como abanderada del desarrollo intelectual, debe apostar por el ser humano, en un sentido amplio y universal, antes que por los intereses comerciales de las empresas y el sistema financiero, que nos ha llevado a esta crisis irresponsablemente. Estamos inmersos en una dinámica donde se ama a las cosas más que a las personas y se someten estas a los intereses mercantiles de esas cosas, convirtiendo a la persona a mero instrumento u objeto del mercado, mientras las cosas se convierten en objetivos de desarrollo. Confundimos el concepto progreso con tener más, cuando el progreso de las sociedades se ha de centrar en el desarrollo de la ciudadanía desde la perspectiva intelectual y humana, usando lo material como elemento ‘higienizante’, con la orientación que plantea Herzberg en su teoría bifactorial de la motivación, para ese desarrollo. En este sentido me permito citar a Emilio Lledó, cuando afirma: «La riqueza de un pueblo no es la del suelo, sino la del cerebro».


Varios estudiantes de la Universidad de la Málaga / Álex Zea


El poder está en la inteligencia

Por tanto, entiendo que la universidad ha de reivindicar su papel de preceptora, para orientar y desarrollar ese cerebro, el intelecto colectivo, hacia un objetivo humanista, que anteponga el interés de las personas al de las empresas, que, en todo caso, han de estar orientadas a un fin que entienda toda actividad creativa volcada y sometida a esa premisa. O sea, que introduzca en la actividad empresarial y su gestión de recursos humanos, esa perspectiva humanista donde el capital más importante sea el propio trabajador y su potencial creativo. Pero, sobre todo, que luche para evitar la proliferación del ser humano mediocre y potencie el idealismo, la ilustración, la investigación y la innovación como elementos de crecimiento personal y social. En frente tendrá a la TV y muchos medios, que buscan la alienación social en base a un mercado libre donde el mediocre, falto de criterio, siga siendo presa fácil de su política consumista y manipuladora.

Finalmente, retomo mis principios ideológicos más elementales y rompo una lanza por una universidad pública de calidad que no se someta a los criterios oportunistas del mundo empresarial, que vele y luche por ese desarrollo humanista e integral de los ciudadanos, en contraposición a aquellas que fraguan técnicos y sujetos modulados y modelados en beneficio e interés de un mundo mercantilista y material, donde no se priorizan ni cultivan los valores humanos como sostén y estructura de una sociedad de futuro. Me temo que nos la están asfixiando, que el mercado lo invade todo, hasta adueñarse de aquello que enriquezca a la oligarquía dominante, a la que solo la inteligencia se le puede oponer de forma racional… y esa inteligencia ha de estar y desarrollarse aquí, en la universidad, que no puede renunciar a su responsabilidad histórica de fraguar al hombre del mañana. El poder está en la inteligencia, demos el poder a la ciudadanía, en este caso, a través de una oferta universitaria de calidad bajo un marco de equidad social y humanismo.

 



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