lunes, 18 de noviembre de 2024

Reflexión sin ofender a nadie

 


Fotograma de Un mundo feliz

He de confesar que no me gusta nada la actual tendencia y desarrollo de la convivencia en España. Sobre todo en el sentido de la interacción entre los políticos y, por ende, entre los propios ciudadanos que hemos iniciado un proceso de confrontación bastante irracional, siguiendo la ruta que el mundo de la política partidista nos marca. Cada vez observo más radicalismo y más intransigencia, más enquistamiento del pensar y menos disposición a analizar las cosas desde una perspectiva amplia, como creo que debe ser. Cada vez se ven mentes más cerradas con escasa función crítica desde el sosegado razonamiento constructivo. En lugar de disposición a comprender el mensaje del otro aflora la idea de imponer el pensamiento propio contra viento y marea, aunque, en el fondo, carezca de la solvencia argumental que lo sustente. Eso forma parte de nuestra cultura mesiánica que bebe de los planteamientos dogmáticos judeocristianos y musulmanes heredados de nuestros ancestros. La verdad es nuestro marchamo desde ese dogmatismo que nos muestra secularmente nuestro credo religioso, ciego y sordo a cualquier otra argumentación que lo cuestione… ¡Palabra de Dios, amén! No se admiten controversias, eso es cosa de herejes... metafóricamente, a la hoguera con ellos, pues son enemigos de la “verdad”. Y esa actitud se aplica a todo. La escuela de los tertulianos de la TV y radio nos lo presenta en toda su crueldad. ¡La verdad os hará libres!, pero nos sometemos a la mentira disfrazada de verdad para esclavizar nuestras ideas.

Lo malo es que, cuando pensamos que la libertad nos ampara, estamos aprendiendo a ver las cosas desde el canuto que nos ofrecen los partidos que confrontan y, en lugar de aflorar el sentido común para neutralizar esa confrontación irracional, desde la visión amplia que ofrece el entorno con su extensa perspectiva, la alimentamos como hooligans sumisos renunciando a nuestra libertad de pensamiento, a nuestro derecho a discernir personalmente para sacar nuestras propias conclusiones. Nos sometemos sumisos a las ideas que nos proporcionan las opciones políticas en función de la proximidad que sintamos cada cual. Si eres militante, incluso simpatizante, de un partido le compras su discurso sin ambages, sin cuestionarlo siquiera… y miras por el canuto que te ofrecen para ver una realidad sesgada, cuando no manipulada. Hay que contextualizar ese redondel que ves por el canuto, porque en el entorno hay elementos que condicionan y conforman esa limitada realidad que te muestra. La pluricausalidad es la madre de todo movimiento o acto existencial, si no eres capaz de verla no comprenderás lo que ves por el tubito.

Cuando paso por determinados muros de Facebook, de gente a la creía solvente e intelectualmente independiente, me sorprende, en muchos casos, el nivel de insulto y descalificación política que veo, basado en eslóganes y frases prefabricadas sin fundamente real, salvo el aspecto emocional que pretenden despertar desde las consignas emitidas con interés partidista. Eso, al menos, permite conocer mejor sus ideas y poder ubicarlas en el lugar real que se merecen. Me cuesta, aunque lo intento, comprender la motivación que puede tener una persona con capacidad de librepensar para dejarse llevar por consignas, llegando al insulto y la descalificación de los contrincantes políticos y, con ello, en ocasiones, a todos los que apoyan o votan al criticado, pues el insulto se generaliza a ellos. Eso es la antidemocracia, cuando dicen defenderla.

Como forma de entender mejor esta situación suelo hacer un ejercicio muy sencillo: Cambio al personaje protagonista. ¿Qué ocurriría si en lugar de Feijóo el que dice esto fuera Sánchez, o viceversa? ¿Qué se diría si lo que ha hecho el novio de Ayuso fuera la mujer de Illa, por ejemplo? ¿O si Koldo y Ábalos fueran del PP, o la Gurtel del PSOE, o si el PSOE hubiera tenido un tesorero como Bárcenas?, etc... Y así, voy cambiando los actores, hasta sacar mis propias conclusiones, que no son otras que una actitud destructiva y partidista a ultranza en el mundo de la política, sin importar sus consecuencias en la convivencia ciudadana; posiblemente solo pretenden acceder al dominio del poder para hacer de su capa un sayo, movilizando emocionalmente a un electorado que se somete a la consigna que se le lanza, a la par que usan todo el poder e influencia en medios de comunicación y estructuras del Estado.

Así se deteriora la política que es imprescindible para la buena gobernanza de un país, porque sin política no existe la posibilidad de una gestión razonable. Esa razonable gestión que debería someterse al criterio racional del votante en lugar de arrastrarlo a la insensata confrontación desde el disparate manipulado, sembrando un caos que facilita y promueve el miedo y la desconfianza, circunstancias ambas que promueven la aparición de “mesias” salvadores de una patria diseñada y definida en función de sus intereses absolutistas y dictatoriales.

Es lógico que cada cual arrime el ascua a su sardina, pero dentro de un orden, de un respeto a las diferencias y al papel que cada cual ha de ejercer desde su responsabilidad, exigiendo esta desde la verdad y no desde la manipulación y la mentira o la creación, incluso, de bulos que dinamitan la propia convivencia social, con tal de obtener ganancia o ventaja para el partido.

Pero en el fondo siempre ha sido así, el poder es deseado. Lo malo es que en estas circunstancias habría que exigir para qué lo quieren utilizar y cuáles son sus verdaderos objetivos ocultos… El mundo camina hacia una etapa diferente, donde podemos perder mucho y ganar poco, a la vista de cómo van posicionándose otros de cara a un futuro bajo el influjo de las tecnologías y la gestión de los datos, eso de la Big Data manejada por la Inteligencia artificial. No nos engañemos, mientras la gente anda discutiendo si son galgos o podencos, los otros, los que saben lo que quieren, andan haciendo su trabajo que, en gran medida consiste en procurar que se lo hagan los ciudadanos ganándolos para su causa, con su voto, alienándolos con sus mensajes de desesperanza colectiva, como forma de crear una estado de opinión favorable para sus intereses... El espíritu de los tiempos, el concepto de "Zeitgeist", tan interesante en la dialéctica hegeliana, es la base del cambio, el campo que permitirá pasar de un Estado de soberanía popular a otro de dominio e imposición del poder de los grandes, de las élites, de los “machos Alfa” que nos liberarán de pensar asumiendo ellos todo el poder para la gobernanza… entonces viviremos en un mundo feliz si nos dan el “soma” que nos induzca a la felicidad sin preocupación alguna.

No sé si es eso lo que queremos…

 

 


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Posiblemente esté entre las personas que dices, pero mi nivel de rechazo a la derecha es tal, que con solo oírlos me pone mala, procuro no insultar, peo no me callo, púes creo que hemos estado demasiado tiempo callados, soy María Mérida, gracuas Antonio.

Antonio dijo...

Seguramente, Mari, el insulto se pueda controlar, pero el rechazo a deperminadas ideas es normal que se tenga.

Anónimo dijo...

A mí me pasa un poco como a María Mérida, que ya no me callo cuando alguien empieza a despotricar cerca de mí.
Es cierto que procuro ser respetuoso e intento no bajar al instintivo de mi persona, pero creo que lo ponen difícil.
Creo que en España hace falta mucha (pero mucha) didáctica democrática, pero mucho me temo que los que tendrían que llevarla a cabo están enredado en el fango.
En fin...

Antonio dijo...

Tal vez a los que tendrían que hacer la didáctica democrática no le sinterese hacerla. Un pueblo desinformado y sin criterio, inmerso en un caos y sin rumbo, es más manejable que otro bien informado y con capacidad de pensar libremente.

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