La deuda Europea
1913 distribución de las colonias europeas en África. |
Qué curiosa es esta Europa nuestra, este grupo de
europeos xenófobos y egoístas que vieron con buenos ojos ampliar nuestras
fronteras, colonizar al mundo, extraerle sus riquezas para engordar nuestra
economía y desarrollo hasta hacernos imperios dominantes del orbe conocido.
Esos sujetos de corazón frío, populistas de corte fascistoide, cuyo credo es la
mentira emocionalmente manipuladora, no van más allá de su puro egoísmo ya que
son incapaces de empatizar con otra gente.
La historia es cruel, como las hemerotecas. Si miras
hacia atrás verás como los blancos europeos, adueñándose del mundo, iban a
buscar esclavos a África. Eran ganado, mulos de carga, gente a la que la propia
religión las definía sin alma para que la conciencia del esclavista no quedara
atrapada por el credo religioso. El negro era una mercancía animal. Quedan
importantes testimonios de aquellas barbaridades de los llamados negreros, que
han dejado testigos arquitectónicos de su poder y su riqueza. Algunos, como los
casos del famoso Marqués de Comillas (Antonio López y López), el Marqués de
Manzanedo (Juan Manuel Manzanedo, también cántabro), o nuestro malagueño Pedro Blanco
Fernández de Trava, que al igual que el famoso Antonio López y López, debió
huir de España a las Américas por asuntos escabrosos.
Esa actividad era un negocio redondo. El tráfico con
carne humana, con esclavos, se extendía por doquier, incluso después de prohibirse
el mismo en 1817, aunque se siguiera permitiendo la esclavitud. En el libro ‘Negreros
y esclavos, Barcelona y la esclavitud atlántica’ (Icaria, 2017) se hace un
relato pormenorizado del inmenso negocio que había alrededor del tráfico ilegal
de personas esclavizadas por parte de empresarios, navegantes y aventureros
catalanes.
Pero fíjense, el número de personas esclavizadas
procedentes de África varía, según distintas estimaciones, entre los 10 y los 60
millones de personas entre los siglos XV y XIX. Hablamos, en todo caso, de
millones de seres esclavizados, de un mínimo de 10 millones. Inglaterra,
Francia, Holanda y los EE. UU. fortalecieron su economía con esta trata… y cómo
no, también España. Por eso sentenció Honoré de Balzac: “Detrás de toda gran
fortuna siempre hay un crimen.”
Casa de los esclavos en Isla Gorea |
La historia, como decía, lo deja claro; si no vete a
visitar la famosa isla de Gorea en Senegal y la casa de esclavos con su museo,
aunque no se quedan atrás otros lugares de trata en Ghana, Costa de Marfil, Benín
o Guinea… mas, si no puedes acudir, puedes ver en internet la información. Yo
te sugiero que visites esta página para documentarte mejor si ello es de tu
interés, sin entrar en que puedan haber mejores fuentes parea ello, pero que
escapan a mi conocimiento: https://es.wikipedia.org/wiki/Comercio_de_esclavos_africanos
Atroz fue la actitud de Europa con el mundo africano
negro. Pero no menos fue su intento posterior de colonizarlo e incorporarlo a
su imperio, de evangelizarlo y acercarlo a esa cultura que ahora les llama.
Siempre tuvo el objetivo de captar riquezas desde su mayor capacidad
intelectual y de poder militar. Europa quiso llevar su cultura, religión y
estructura organizativa al resto del mundo, pero a su antojo, sin respetar los
límites que la historia del lugar había establecido. Metieron en el mismo saco,
o Estado, a diferentes tribus, irreconciliables entre sí, como el caso de los
hutus y los tutsis en Ruanda cuya confrontación llevo a la muerte a más de
800.000 personas. ¿Había de trasfondo el negocio de la guerra, la venta de
armas, la inestabilidad para mejor controlar la zona, o era solo una
consecuencia lógica de la delimitación irracional de las fronteras? La dejo a
tu interpretación, amigo lector.
Ahora, en pleno siglo XXI, marcado por los hechos de
la historia, estamos viviendo las consecuencias racionales de aquello.
Sembramos nuestra cultura en África, salimos de ella de una u otra forma tras
las guerras de independencia del siglo XX, seguimos con nuestro desarrollo desde
el control político y económico a través de muchos gobiernos locales corruptos.
Sus recursos siguen estando controlados por las multinacionales y las mafias
locales, como es el caso del coltán, ese producto llamado el mineral de la
sangre por la cantidad de muertes que conlleva su explotación en la República
del Congo, material imprescindible para los móviles de última generación y
otros mecanismo de alta tecnología.
Pero la deslumbrante Europa, el primer mundo, atrae
a la gente, la antigua metrópolis sigue teniendo imán. Cuando alguien vive en
la miseria, rodeado de violencia o de guerra, sometida su libertad a otros
mediante dictados religiosos o políticos, cuando la supervivencia resulta
altamente dificultosa, aparecen los sueños, los paraísos imaginarios para
alcanzarlos. Los descubren las televisiones, las películas, los paisanos que
viven allá… y la gente se lanza a la aventura. Son los más fuertes, los más
arriesgados, los más temerarios o los más desesperados los que se lanzan a la aventura jugándose la
vida. El recorrido es largo, selvas y desiertos, agresiones, violaciones, riesgo
de detención, incluso esclavitud, para, al final, enfrentarse a un mar que se
ha de atravesar sabiendo que es una gran tumba de decenas de miles de otros que
ya lo intentaron. La vida pende de un hilo, se arriesga en el día a día, la
ruta es peligrosa, las mafias engañan y prometen hipotecándote la vida, la vuelta atrás inviable, pues es el deshonor y el fracaso.
Es curioso. ¡Cuánto ha cambiado la vida! Antes, los
negreros los buscaban en las selvas para esclavizarlos, para someterlos al
trabajo forzado. Ahora vienen solos, a trabajar por cuatro ochavos. La peor
vida aquí es mucho mejor que la vida de allá. Vienen buscando la tierra
prometida, aquella que sus colonizadores le mostraron mientras los iban
“civilizando”.
Nuestra sociedad, que está muriendo de egoísmo, se
debilita, se extingue, no procrea, envejece y no tiene conciencia de que una
nación que no procrea tiene que importar nuevos ciudadanos para que suplen a
los que se marchan al otro barrio, que mantengan la actividad productiva, que
sostengan la economía y el sistema de servicios públicos, incluyendo las
pensiones, que prosigan y hereden el sistema.
¿De dónde podrán salir esos nuevos ciudadanos, esos
trabajadores que garanticen el sistema? Está claro que si no los creamos, si no
nos reproducimos, habrá que importarlos. Pero si somos inteligentes no habrá
que ir de nuevo a buscarlos y forzarlos a venir creando nuevas islas de Gorea,
sino que solo habrá que abrir la puerta e ir acomodándolos para que se
incorporen al sistema, para que trabajen y consuman, para que creen riqueza y
garanticen el funcionamiento de las cosas, de los servicios, las pensiones, las
ayudas sociales, etc. ¿No puede hacer Europa una profunda y seria reflexión
sobre el mundo del futuro, sobre las consecuencias de la globalización y los
necesarios cambios y adaptaciones que comporta? Tal vez la solución esté en
acoger esa mano de obra que viene y adaptarla, reconvertirla y ordenarla para
que cubran la necesidad de población que se presenta de cara al futuro.
Mientras tanto, hay algunos descerebrados xenófobos
que se dedican a crear bulos, a desacreditar a los migrantes creando paranoias
contra ellos, a ir sembrando el racismo y el rechazo a quienes,
presumiblemente, deberán sostener el sistema cuando nosotros seamos viejos,
jubilados o nos vayamos definitivamente.
Si hemos globalizado el mundo de la economía, el
mercado, el comercio de materiales, de donde sacan una impresionante tajada las
corporaciones internacionales, por qué no incluimos en la globalización los derechos
humanos, el trato racional a los demás, el cultivo de una sociedad inclusiva y
no xenófoba.
Según algunos estudios España necesita 7 millones de inmigrantes antes del año 2030 para garantizar el sistema, el Estado del Bienestar y las pensiones, (ver artículo) No estaría mal que fuéramos integrándolos, reciclándolos y adaptándolos a nuestra cultura desde una política racional y transparente. Pero, tal vez eso, sea pedir demasiado. El mundo del futuro se nos escapa de las manos.
Según algunos estudios España necesita 7 millones de inmigrantes antes del año 2030 para garantizar el sistema, el Estado del Bienestar y las pensiones, (ver artículo) No estaría mal que fuéramos integrándolos, reciclándolos y adaptándolos a nuestra cultura desde una política racional y transparente. Pero, tal vez eso, sea pedir demasiado. El mundo del futuro se nos escapa de las manos.
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