jueves, 2 de agosto de 2018

Pensando sobre migración.


La deuda Europea

1913 distribución de las colonias europeas en África.
Qué curiosa es esta Europa nuestra, este grupo de europeos xenófobos y egoístas que vieron con buenos ojos ampliar nuestras fronteras, colonizar al mundo, extraerle sus riquezas para engordar nuestra economía y desarrollo hasta hacernos imperios dominantes del orbe conocido. Esos sujetos de corazón frío, populistas de corte fascistoide, cuyo credo es la mentira emocionalmente manipuladora, no van más allá de su puro egoísmo ya que son incapaces de empatizar con otra gente.

La historia es cruel, como las hemerotecas. Si miras hacia atrás verás como los blancos europeos, adueñándose del mundo, iban a buscar esclavos a África. Eran ganado, mulos de carga, gente a la que la propia religión las definía sin alma para que la conciencia del esclavista no quedara atrapada por el credo religioso. El negro era una mercancía animal. Quedan importantes testimonios de aquellas barbaridades de los llamados negreros, que han dejado testigos arquitectónicos de su poder y su riqueza. Algunos, como los casos del famoso Marqués de Comillas (Antonio López y López), el Marqués de Manzanedo (Juan Manuel Manzanedo, también cántabro), o nuestro malagueño Pedro Blanco Fernández de Trava, que al igual que el famoso Antonio López y López, debió huir de España a las Américas por asuntos escabrosos.

Esa actividad era un negocio redondo. El tráfico con carne humana, con esclavos, se extendía por doquier, incluso después de prohibirse el mismo en 1817, aunque se siguiera permitiendo la esclavitud. En el libro ‘Negreros y esclavos, Barcelona y la esclavitud atlántica’ (Icaria, 2017) se hace un relato pormenorizado del inmenso negocio que había alrededor del tráfico ilegal de personas esclavizadas por parte de empresarios, navegantes y aventureros catalanes.

Pero fíjense, el número de personas esclavizadas procedentes de África varía, según distintas estimaciones, entre los 10 y los 60 millones de personas entre los siglos XV y XIX. Hablamos, en todo caso, de millones de seres esclavizados, de un mínimo de 10 millones. Inglaterra, Francia, Holanda y los EE. UU. fortalecieron su economía con esta trata… y cómo no, también España. Por eso sentenció Honoré de Balzac: “Detrás de toda gran fortuna siempre hay un crimen.”

Casa de los esclavos en Isla Gorea
La historia, como decía, lo deja claro; si no vete a visitar la famosa isla de Gorea en Senegal y la casa de esclavos con su museo, aunque no se quedan atrás otros lugares de trata en Ghana, Costa de Marfil, Benín o Guinea… mas, si no puedes acudir, puedes ver en internet la información. Yo te sugiero que visites esta página para documentarte mejor si ello es de tu interés, sin entrar en que puedan haber mejores fuentes parea ello, pero que escapan a mi conocimiento: https://es.wikipedia.org/wiki/Comercio_de_esclavos_africanos

Atroz fue la actitud de Europa con el mundo africano negro. Pero no menos fue su intento posterior de colonizarlo e incorporarlo a su imperio, de evangelizarlo y acercarlo a esa cultura que ahora les llama. Siempre tuvo el objetivo de captar riquezas desde su mayor capacidad intelectual y de poder militar. Europa quiso llevar su cultura, religión y estructura organizativa al resto del mundo, pero a su antojo, sin respetar los límites que la historia del lugar había establecido. Metieron en el mismo saco, o Estado, a diferentes tribus, irreconciliables entre sí, como el caso de los hutus y los tutsis en Ruanda cuya confrontación llevo a la muerte a más de 800.000 personas. ¿Había de trasfondo el negocio de la guerra, la venta de armas, la inestabilidad para mejor controlar la zona, o era solo una consecuencia lógica de la delimitación irracional de las fronteras? La dejo a tu interpretación, amigo lector.

Ahora, en pleno siglo XXI, marcado por los hechos de la historia, estamos viviendo las consecuencias racionales de aquello. Sembramos nuestra cultura en África, salimos de ella de una u otra forma tras las guerras de independencia del siglo XX, seguimos con nuestro desarrollo desde el control político y económico a través de muchos gobiernos locales corruptos. Sus recursos siguen estando controlados por las multinacionales y las mafias locales, como es el caso del coltán, ese producto llamado el mineral de la sangre por la cantidad de muertes que conlleva su explotación en la República del Congo, material imprescindible para los móviles de última generación y otros mecanismo de alta tecnología.


Pero la deslumbrante Europa, el primer mundo, atrae a la gente, la antigua metrópolis sigue teniendo imán. Cuando alguien vive en la miseria, rodeado de violencia o de guerra, sometida su libertad a otros mediante dictados religiosos o políticos, cuando la supervivencia resulta altamente dificultosa, aparecen los sueños, los paraísos imaginarios para alcanzarlos. Los descubren las televisiones, las películas, los paisanos que viven allá… y la gente se lanza a la aventura. Son los más fuertes, los más arriesgados, los más temerarios o los más desesperados los que se lanzan a la aventura jugándose la vida. El recorrido es largo, selvas y desiertos, agresiones, violaciones, riesgo de detención, incluso esclavitud, para, al final, enfrentarse a un mar que se ha de atravesar sabiendo que es una gran tumba de decenas de miles de otros que ya lo intentaron. La vida pende de un hilo, se arriesga en el día a día, la ruta es peligrosa, las mafias engañan y prometen hipotecándote la vida, la vuelta atrás inviable, pues es el deshonor y el fracaso.

Es curioso. ¡Cuánto ha cambiado la vida! Antes, los negreros los buscaban en las selvas para esclavizarlos, para someterlos al trabajo forzado. Ahora vienen solos, a trabajar por cuatro ochavos. La peor vida aquí es mucho mejor que la vida de allá. Vienen buscando la tierra prometida, aquella que sus colonizadores le mostraron mientras los iban “civilizando”.

Nuestra sociedad, que está muriendo de egoísmo, se debilita, se extingue, no procrea, envejece y no tiene conciencia de que una nación que no procrea tiene que importar nuevos ciudadanos para que suplen a los que se marchan al otro barrio, que mantengan la actividad productiva, que sostengan la economía y el sistema de servicios públicos, incluyendo las pensiones, que prosigan y hereden el sistema.

¿De dónde podrán salir esos nuevos ciudadanos, esos trabajadores que garanticen el sistema? Está claro que si no los creamos, si no nos reproducimos, habrá que importarlos. Pero si somos inteligentes no habrá que ir de nuevo a buscarlos y forzarlos a venir creando nuevas islas de Gorea, sino que solo habrá que abrir la puerta e ir acomodándolos para que se incorporen al sistema, para que trabajen y consuman, para que creen riqueza y garanticen el funcionamiento de las cosas, de los servicios, las pensiones, las ayudas sociales, etc. ¿No puede hacer Europa una profunda y seria reflexión sobre el mundo del futuro, sobre las consecuencias de la globalización y los necesarios cambios y adaptaciones que comporta? Tal vez la solución esté en acoger esa mano de obra que viene y adaptarla, reconvertirla y ordenarla para que cubran la necesidad de población que se presenta de cara al futuro.


Mientras tanto, hay algunos descerebrados xenófobos que se dedican a crear bulos, a desacreditar a los migrantes creando paranoias contra ellos, a ir sembrando el racismo y el rechazo a quienes, presumiblemente, deberán sostener el sistema cuando nosotros seamos viejos, jubilados o nos vayamos definitivamente.

Si hemos globalizado el mundo de la economía, el mercado, el comercio de materiales, de donde sacan una impresionante tajada las corporaciones internacionales, por qué no incluimos en la globalización los derechos humanos, el trato racional a los demás, el cultivo de una sociedad inclusiva y no xenófoba. 

Según algunos estudios España necesita 7 millones de inmigrantes antes del año 2030 para garantizar el sistema, el Estado del Bienestar y las pensiones, (ver artículo) No estaría mal que fuéramos integrándolos, reciclándolos y adaptándolos a nuestra cultura desde una política racional y transparente. Pero, tal vez eso, sea pedir demasiado. El mundo del futuro se nos escapa de las manos.


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