lunes, 9 de enero de 2017

Pompeya, regreso al pasado.



El 26 de septiembre salimos temprano de Roma. Nuestro objetivo era estar en Pompeya antes de las 11 de la mañana. El autocar circulaba a buen ritmo, mientras algunos nos debatíamos entre la llamada del atractivo paisaje y la pesadez de un sueño mal curado la noche anterior; somnolencia y percepción del paisaje a modo de ráfaga entre cabezadas, que permitía, de cuando en cuando, sorprenderse por alguna imagen digna de ser retenido en la cámara fotográfica. Era un Volvo nuevo de tres ejes, con un conductor avezado en las rutas europeas, un madrileño amable y joven, serio en su trabajo, que generaba confianza. Antes de llegar a Caserta por la E45, un Audi A3 nos adelantó con una velocidad excesiva y nada más superar al autocar hizo un trompo, chocando contra la valla protectora y rebotando hacia el lado contrario. Nuestro conductor, en un arriesgado volantazo lo evitó en primera instancia, pero el Audi, en su imprevisible y alocado movimiento, rozó el eje de la rueda delantera izquierda que, sin causar un daño irreparable, nos implicó en el accidente, por lo que tuvimos que permanecer en el lugar hasta que los carabinieri levantaron el atestado y nos permitieron continuar a nuestro destino. Habíamos perdido casi 2 horas y, si bien no tuvimos que lamentar lesiones de ningún tipo, la llegada a Pompeya se retrasó y la visita se acortó, dejando de ver una considerable zona, pasando solo por los lugares más significativos. (Cliquea en este enlace para información sobre Pompeya)

Pompeya es una de las ciudades del imperio romano mejor conservadas, pues al estar protegida durante siglos bajo las cenizas del Vesubio no se deterioraron sus restos. Eso sí, la uniformidad de sus calles, su suelo pétreo y sus plazas se vieron afectados por los terremotos y las malformaciones consecuentes. Pero pasear por la ciudad es trasladarse 20 siglos al pasado observando cómo eran sus casas, foros, mercados, plazas y lugares de diversión y ocio.

La ciudad fue destruida por una erupción del volcán Vesubio en el año 79 de nuestra era. En realidad se destruyó con cierta singularidad, pues si bien sufrió una especie de bombardeo de Piroclastos o bombas incandescentes lanzadas por el volcán, quedó tapada, envuelta en cenizas, aunque sus habitantes perecieron afectados de los gases tóxicos que emanaban del Vesubio, lo que permitió, cuando se iniciaron las excavaciones, allá por el siglo XVIII, encontrar sus restos entre la ceniza. En 1860, el arqueólogo italiano Giuseppe Fiorelli sugirió rellenar estos huecos con yeso, obteniendo así moldes que mostraban con gran precisión el último momento de la vida de los ciudadanos que no pudieron escapar a la erupción… alguno de ellos se pueden ver en exposición. Realmente fueron dos las ciudades afectadas por la erupción volcánica, pues se suele hablar mucho de Pompeya, pero justo al lado se encuentra Herculano que también fue afectada y se conserva en condiciones parecidas.

Llama la atención el surco dejado por los carros sobre la piedra de la calzada, sus aceras bien adoquinadas, los muros y estancias de las casas bien conservadas, la distribución de las fuentes públicas, el foro y sus templos, teatro y anfiteatro, etc. Como cosa curiosa destaco el Lupanar. Ya sabéis que un lupanar es una casa de lenocinio, un burdel o prostíbulo, o sea una casa de putas. Dado que las prostitutas eran, en su mayoría, esclavas traídas de otros lugares fuera del imperio, por lo que no dominaban el latín, para entenderse con los clientes, y a modo de carta de servicio, tenían unos frescos pintados en la pared de la estancia donde se reflejaban las diferentes posturas para practicar sexo, como los dibujos del Camasutra, para que el cliente demandara el servicio que le gustara y ella supiera qué hacer. Se comenta que ya en 1550 se descubrió la ciudad por parte del arquitecto Fontana pero al encontrar inicialmente algunos de los famosos frescos eróticos, escandalizado debido a la estricta moral reinante en su época, los enterró de nuevo en un intento de censura arqueológica.


Tras esa visita medio frustrada me quedé con las ganas de verla con mayor profundidad, con más tiempo y detalle, pasear por sus calles sin la presión de una guía exigente que te lleva con la lengua fuera; te suelta información que vuela por los aires y te quedas medio a oscuras, perdiéndote infinidad de detalles que solo son perceptibles cuando tú, intencionadamente, te paras a observarlos con mayor precisión. Me gustaría volver y pasear por sus calles y, de camino, ver también Herculano. Está a un tiro de piedra de Nápoles, con un entorno muy estimulante, desde Sorrento al propio Vesubio, al que se pude subir para ver el cráter, aunque ese ejercicio, como lo deje para más adelante me va a ser costoso por lo agotador. En fin, no todo se puede hacer en esta vida, nos falta vida o nos sobran cosas para ver y hacer. Yo, de todas formas os dejo unas fotos parea que podáis pasear y ver aquello que yo fui captando con mi cámara.






























3 comentarios:

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Un reportaje fantástico.

Myriam dijo...

¡Hay cada idiota manejando! y lo peor no es que se mate o quede lisiado,
sino que revienta a otros, menos mal que a Uds nos es pasó nada, Antonio.
¡Bravo por vuestro chófer!

De Pompeya, decirte que disfruté mucho esta entrada.
Fíjate que en un viaje anterior al último, estuve en Nápoles (y
la Isla de Capri, además de en Florencia y Roma) peor no llegué
a visitar ni Pompeya ni Herculano, Una pena, porque las estudié muy
bien cuando hice mi B.A. en Arqueología en la Univ. de Estocolmo (antes de Psicología en Buenos Aires) y tengo mucho material.
Peor como tu bien dices, hay tanto para ver y aprender,
que la vida se nos hace corta.

Besotes x 2



Myriam dijo...

donde dice peor (dos veces) , debe decir PERO, Vale.

Un pato tipea mejor que yo, seguro :-)

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