El otro día os narré, en mi muro de
facebook, cómo se había hecho la foto que coloqué en mi perfil y mi primera
experiencia de navegación. A partir de aquí, en plan de añoranza, reviví y
reflexione sobre mis vivencias marineras posteriores, llegando a considerarlas
como una especie de experiencia espiritual, donde el sentido de lo enigmático y
la vida se enlazan para crear un momento de exaltación que hace levitar el
espíritu sobre las aguas.
El mar es insondable. Navegar es no
pisar tierra, dejarte llevar por el bamboleo del agua en conjunción con el
viento. Es como un reto a desenvolverte en un medio desconocido y extraño al
medioambiente del hombre. Una huída de la realidad, de los pies en la tierra,
para ubicarte en la fantasía de un horizonte que se pierde en su linealidad,
marcando el enigma del más allá, de la superficialidad de la nada, pero de la
diversidad de las profundidades. Esa monotonía, ese paisaje perenne, te da alas
para el pensamiento, para la reflexión en paz y sin interferencias de los
accidentes orográficos que pueblan la tierra. Libertad y respeto a las aguas, a
su poder envolvente, a lo desconocido e imprevisible, a la transparencia que
aglutina miles de forma de vida diferentes.
Pero, algo llama desde esa
inmensidad al ser humano. Es su cuna, su génesis biológica, su anagnórisis
ancestral, que pretende una regresión a los principios del ser, de la vida,
para comprender sus secretos. Hasta la propia Biblia, es su intento de explicar
la creación, habla de: “El espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las
aguas”. En todo caso, la ciencia viene a dar más luz a ello y nos explica cómo la
vida se fraguaba entre las aguas, de donde salimos todas las especies desde la
concepción darwiniana. Nosotros somos agua, agua en un 73 % aproximadamente.
Sin el agua no hay vida y hasta las bacterias más resistentes acaban formando
esporas para sobrevivir a su ausencia.
Es aquí donde mi imaginación
volaba, donde encontraba un campo de meditación ausente del mundanal ruido conjugado
con esa brisa y mar; un mundo de estímulos sensoriales especiales. Línea del
horizonte en lontananza, suave brisa acariciando la piel, música de la quilla al
separar las aguas y envolverse en su canto, mano izquierda en la caña y en la
derecha la pipa, a popa Málaga con su perfil que se pierden en el horizonte del
ayer…
Con ese escenario tan inmenso,
envuelto entre agua y aire, entre el planeta y el firmamento, entre el fluido
de la vida y el cosmos, sientes que eres nada en esa inmensidad, que esa
infinitud que te acompaña es incomprensible y enigmática para el hombre que
siempre quiso etiquetarlo todo y, cuando no lo pudo, creó los credos para
anclarse en una explicación de lo inexplicable.
Sea como fuere, mi sensación era de
apertura hacia otro mundo inmenso, de fuga del terrenal y acercamiento a ese
firmamento que se unía al mar en el horizonte. Detrás queda todo, delante el
reto de lo inescrutable… , estimulante singladura. Entonces cobran su sentido
estos versos:
Mi barco velero
La
suave brisa
inflándole
el velamen
empuja
suavemente a mi velero
en
todo su esplendor.
Tensa
el obenque
y
la ajustada botavara,
jugando
con amuras,
ciñe
con arte milagroso
hinchando
la mayor.
La
inquebrantable caña
resiste
la disputa intransigente
entre
la orza y el timón
ciñendo
con viento de estribor
en
suave derrota y leve inclinación.
El
foque tensando va su cuerpo
en
juego con la brisa que le riza
para
ayudar a la mayor
y
tremolando brinca
a
capricho y antojo del timón.
El
mar, levemente rizado,
abre
su cuerpo a la incursión
y
el agua se aparta en borbotones
al
empuje de la quilla y su presión.
Al
fondo un horizonte de utopía
fija
la proa y la ilusión,
a
popa abierta Málaga
saluda
desde lejos con su adiós.
Cuaderno
de bitácora
con
rumbo hacia otro mundo
cargado
de sosiego y de dulzor
evade
de la nada de la vida
creando
un insólito escenario
preñado
de belleza y de abstracción.
Autor: Antonio Porras Cabrera
De mi libro: Eclosión
2 comentarios:
Buena manera de comenzar el día leyéndote...
Gracias, Mª Ángeles. El símil es bueno, la vida es un mar inmenso e insondable. Nosotros el barco que lo surca, la vida es la travesía. El horizonte la utopía que nunca se alcanza pero que nos orienta el rumbo. Yo lo veo así.
Un abrazo
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