Este año 2020 no ha sido un año a celebrar. Nos lo ha hecho pasar muy mal; se ha llevado vidas de seres queridos de muchos de nosotros y nos manda, en oleadas, a la Parca para cobrar sus presas. Esta ha contado con la inestimable colaboración de los inconscientes, negacionistas e insolidarios, que ha reclamado su libertad para no someterse al confinamiento, sin comprender que la libertad cobra su sentido en la racionalidad y en el compromiso con los demás, respetando y guardando los intereses propios y ajemos en mutua concordancia; por tanto, no es hacer lo que uno quiere sino lo que se decide hacer cuando se valoran, razonable y solidariamente, los problemas propios y del entorno, de uno y de la comunidad o sociedad donde se habita, para ser un agente de solución y no un potenciador del problema.
Otra incongruencia irresponsable, de efecto pernicioso en momentos como este, ha sido la confrontación política irracional y, yo me atrevería a decir, canallesca; donde en lugar de coordinar esfuerzos y establecer sinergias, hemos vuelto a ver el uso irracional del problema en la lucha partidista… España no se merece eso y menos aún con las consecuencias que conlleva, o sea la potenciación de la debacle. Aquella idea de “mientras peor mejor” para la oposición es una deslealtad irresponsable que muestra la verdadera catadura de quien la defiende.
Los gobiernos estaban condenados a “cagarla”
ante un enemigo ignoto, cuyo malévolo potencial y verdadera forma de actuación se
desconocía en gran medida. Sin embargo, en lugar de remar y bogar con un mismo
rumbo y reconocer, todos, su limitada competencia para resolver el asunto, se montó
un verdadero guirigáis tendente a una rebelión a bordo, creando un conflicto de
contenido político y no sanitario, sobre la legitimidad del gobierno y otras
lindezas, tal vez con la intención de hacerlo caer en el peor de los momentos…
En otra esfera diferente se ubica
el mundo sanitario, que ha sido sometido a una prueba de resistencia nunca vista.
Pero, otra vez más, nuestro sistema sanitario
público, a pesar de la falta de inversión y de la torpeza política, ha
afrontado con heroicidad el reto y, dejándose la piel y la vida en el intento,
han ido afrontando el problema con valor y profesionalidad. Tal vez, este año,
podamos decir que ha sido el año en que se libró la primera batalla contra la pandémica
muerte, donde nuestros sanitarios confrontaron hasta neutralizar su virulencia,
dejando el campo en condiciones de derrotarla con la nueva arma de la vacuna. Ellos
son, como digo, los verdaderos héroes de esta guerra vírica, a quienes hemos de
estar agradecidos en sentido general.
Todo lo ocurrido merece una
profunda reflexión, una catarsis, donde la autocrítica y el pensamiento
racional y razonable no sea mediatizado por los hooligans que todo lo enmierdan,
máximo cuando el más inepto e irracional se atreve a emitir juicios de valor
sobre temas científicos al amparo de bulos y manipulación en las redes sociales.
Habrá que analizar los errores cometidos por el gobierno central y por los gobiernos
autonómicos, incluso, los de más baja representación, para valorar sus
actuaciones y su competencia en el ejercicio de la gobernanza.
En todo caso, tras pasar y superar
este aciago año, nos queda la esperanza de que en el próximo podamos iniciar el
proceso de resolución de la pandemia. Ese es mi deseo para todo el mundo y, en
especial, para los conciudadanos con los que compartimos el hábitat. Mesura,
pues, en las fiestas y salud solidaria para el 2021.
Mis deseos quedan transcritos en el
canto que conforma el árbol de Navidad que acompaño.
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