Hoy, mientras navegaba por internet, me deleitaba
con los sones de la América profunda, con las imágenes de sus montes, ríos y
bosques mientras el espíritu de sus antiguos pobladores danzaba por los aires a
caballo de las notas musicales de la música andina. Llevado por ese baile,
volando con la brisa, en una caricia imaginaria con el cóndor, que surcaba por
los cielos de los Andes, quedé suspendido en ese extraño éxtasis que te
arrebata del mundanal ruido y te devuelve a la esencia de la naturaleza, de la
madre tierra que nos da la vida, el sostén y los sentires y emociones del espíritu
ancestral de nuestra génesis. Y me acordé de los primitivos habitantes de América
en toda su extensión, de su filosofía de vida, de cómo asumen como
hermano a todo ser viviente o no, pero presente en su mundo. Ellos, siguiendo
el espíritu de sus dioses, en una identificación cósmica, estaban en comunión
con la naturaleza, con el hermano sol, la hermana luna, la hermana águila, etc.
pues todo formaba parte de la creación donde fueron evolucionando juntos, de la
mano y en armonía, haciendo el camino de la vida que a cada uno le tocó vivir,
pero con el respeto y el rol de cada cual.
Y mientras esta melodía me sumía en la dulzura de un
pensamiento sosegado, dejando volar mi mente como si de un viaje astral se
tratara, irrumpió, en la tele, la imagen de un sujeto agresivo, verborreico e
histriónico, que me devolvió a la realidad. Un sujeto elegido recientemente
presidente, que quería hacer muros, impedir la llegada de otra gente a aquella
tierra que en su día les fue arrebatada, por sus ascendientes, a los nativos
que tanto la querían y respetaban. Entonces comprendí cuán diferente concepción
de la vida y su armonía con el mundo que los rodeaba, tenían los nativos
americanos en comparación con quienes les invadieron para dominar su hábitat y
reducir su cultura y sus dioses a la nada.
América fue un mundo de sorpresas, de riquezas incalculables,
de tierra no explotada, y eso sorprendió y asombró a los europeos, a los que
fueron desde aquí para enriquecerse, para dominar la tierra y sus productos,
para explotarla y sangrarla hasta agotarla, para conquistarla. Los inmigrantes
de este lado del Atlántico no tenían esa visión cósmica y sagrada de la vida,
veían las cosas con otro prisma. Su
credo religioso llevaba implícita la soberbia y el dominio sobre todo. Tenían
fe ciega en que su Dios creador les había otorgado el poder sobre todo bicho
viviente y la totalidad de la creación. Al sexto día dijo Dios: «Ahora hagamos
al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Tendrá poder sobre los peces
del mar, sobre las aves del cielo y en toda la tierra. Reinará sobre los
animales terrestres, y sobre todos los que se arrastran por el suelo». Qué curioso, siguiendo con esta explicación metafórica de la creación, no dijo que los eliminaran, que
los explotaran, que los masacrara… Dijo que reinaría, que tendría poder sobre
ellos. Pero el hombre, en su falaz interpretación, como hace siempre en beneficio
propio, quiso ponerlos a su servicio, esclavizarlos y explotarlos como seres
inferiores, dando rienda suelta a su codicia y egoísmo dentro de una cultura
estratificada de dominio de todo el entorno. El indio gestionaba bien la
relación sostenida con el entorno, el blanco no, pues a medio y largo plazo resultaría
como el caballo de Atila.
Me quedé reflexionando si vale la pena esta tecnología
para usarla como se está usando. Si tiene sentido este ritmo endiablado de
consumismo atentatorio contra la propia naturaleza. Si no estaremos perdiendo
la esencia del ser humano equilibrado para convertirnos en meros saprofitos, que
se alimenta de un mundo en plena descomposición al que secan y destruyen. Sí,
es la soberbia del dominio tecnológico, del poder de las armas de guerra, de delirio
megalómano de gente inmadura psicológicamente, que solo pretende reafirmarse
desde su inseguridad manifiesta, desde su analfabetismo existencial, desde su
puerilidad inmersa en una cultura de confrontación que busca el poder de unos
sobre otros para dar satisfacción insaciable a su codicia.
Trump ha reavivado las conciencias de mucha gente de
bien. Ahora nos preguntamos, tanto o más que antes, dónde nos lleva esa política
egocéntrica de dominancia. ¿No estaremos abocados a un conflicto irresoluble, o
de muy mala solución, donde el desencuentro acabe con el más mínimo atisbo de
paz entre esos pueblos que, en su día, convivieron pacíficamente? Si queremos
un mundo de paz, coherente y en respetuosa convivencia no podemos prescindir de
la sensatez en nuestros dirigentes, de la madurez psicológica, del sentido
común que es el que defiendo los intereses comunes de todos los hombres y mujeres
de la tierra en relación con su entorno. Los dirigentes impulsivos, cuyo vínculo
predominante con sus votantes es el emocional y no el racional, ejercen la
demagogia y la engañifa para conseguir sus objetivos personales, que en muchos
casos no dejan de ser superar sus frustraciones y dar satisfacción a sus ansias
de poder…
Creo que voy a volver a escuchar esa linda música y
dejarme llevar por sus notas para volar como el cóndor sobre valles y montañas,
ciudades, pueblos, ríos y lagos antes de que esta gente irracional acabe
destrozándolo todo. Soy una gota de agua en este inmenso océano que no puede
cambiar nada, solo la gota de agua, mientras ayuda a las otras gotas, con las
que tiene contacto, a buscar también su camino de purificación intelectual y
espiritual en comunión con todo el universo. ¿Me acompañas?
4 comentarios:
Cada mañana antes de ponerme a escribir, mi pequeño/gran placer es pasearme con mi taza de cafe por las nubes. Visito a los amigos, leo los periódicos y... un sabor amargo, agridulce se posa en la cabeza. Antonio, creo que el ser humano está en un momento de inflexión y ha retrocedido; está perdiendo sus valores, está perdido.
Te acompaño, además esa canción es... ¡HERMOSA!
Besos
Creo que tienes razón Mª Ángeles. Nos están haciendo retroceder. Pero cuando los pueblos y su gente quieren caminar hacia adelante y el poder con sus intereses se opone a ello, hay que empujar más, hasta volver a caminar hacia adelante. Las crisis son crisis porque ya no sirve parte de lo que antes servía, porque hay nuevas cosas que nos sitúan en otros marcos y escenarios y se ha de cambiar. Es pues una oportunidad para seguir adelante, pero hay quien se empeña en buscar viejas soluciones para nuevos problemas.
Tal vez, nosotros, los que escribimos nuestro pensar, los que pensamos lo que escribimos, debamos seguir diciendo lo que decimos para neutralizar el pernicioso efecto de lo meramente emocional que nubla la razón.
Un abrazo, amiga.
Sí, es hermosa la canción y bello el paisaje, digno de ver y acompañar en el tránsito.
Vamos allá, Myriam. Besos
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