Tumba con los restos de los fusilados |
Hoy 15 de septiembre, se cumplen 80 años de uno de
los hechos más lamentables y luctuosos que se dieron en la historia de mi
pueblo (Cuevas de San Marcos). Las tropas, por decir algo, pues eran una banda
de caballistas organizada por falangistas y otros voluntarios, acompañados de
un capitán, dos oficiales y tres soldados, entraron en el pueblo en una segunda
intentona (la primera fue fallida resultando dos muertos por las defensas
milicianas en la zona del puente Armiñán). La entrada, ya sin resistencia, fue
de extremada violencia y se produjeron asesinatos que aún hoy pesan en la
memoria de los pocos supervivientes que quedan. La represión posterior duró tiempo y fueron "eliminados" muchos otros sospechosos y opositores a la ideología de los rebeldes.
Como mi intención no es otra que dejar constancia
histórica de los hechos y rendir homenaje a los vilmente asesinados por las tropas rebeldes y sus acólitos, no encuentro nada mejor que recurrir a
un testigo excepcional que en su memoria sin sombra relata valientemente los
hechos.
Todos los años, por estas fechas, me vienen a la
mente aquellos sucesos trágicos, que mi madre, viva aún, con el miedo metido en
la piel, me relataba. Por eso y a modo de homenaje, en 2010 colgué en mi blog un
recordatorio (cliquea
aquí para ver el enlaces) para que no se olviden las barbaridades que
pueden acometer los seres humanos, sean
del bando que sean, pues en los dos se dieron, aunque en mi pueblo no hubo
muertes producidas por los republicanos gracias al buen hacer de algunos vecinos,
con el alcalde socialista a la cabeza (Francisco Pérez Sánchez), que supieron
controlar la ira de algunos dispuestos a ello. Ojalá nunca se vuelvan a repetir
aquellos nefastos hechos y jamás se dé otra guerra cargada de tanto odio como
aquella…
Dejo, pues, la palabra a José Terrón Arjona que, no
habiendo cumplido aún los 12 años, vivió aquellos momentos tan trascendentes.
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-ENTRADA DE LAS TROPAS GOLPISTAS:
ETAPA DE VENGANZA Y SANGRE-
(Nota: Copia textual y fiel
del libro: MOMERIA SIN SOMBRA (Relato vivido de hechos y aconteceres en cuatro
décadas de la historia de Cuevas de San Marcos) de José Terrón Arjona, páginas 81, 82 y 83.)
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El día 15 de Septiembre de 1936 las tropas
nacionales, como ellos se definían, no encontraron resistencia para entrar en
el pueblo. Todos los de alrededor ya estaban bajo su mando, solo quedaba éste y
estaba medio vacío, casi todo el mundo se había ido a los campos. Ya silbaban
las balas por el pueblo cuando salían los últimos milicianos del cuartel;
fueron Manuel López Martos "el Casarón" y José Arroyo, los dos iban
con sus fusiles; mi madre les preguntó que adonde iban, y le dijeron que a la
Sierra, que allí tenían un mortero. Nosotros nos fuimos a la casa de "la
Pintá" (hoy la tienda de Alberto), pues esta parte del paseo era muy
peligrosa y las tropas buscaban el centro del pueblo.
Entre las 10 y las 11 de la mañana ya estaba el
pueblo en manos de los invasores; las fuerzas eran casi todas de Caballería y
el resto venían en camiones, ya estaban informados de que no habría defensores.
Al mando de las fuerzas venían el capitán López Tiendas, dos oficiales y tres
soldados (la única quinta en activo era la del 35), todos los demás eran
voluntarios del régimen que se habían organizado en Lucena, Cabra y algunos
pueblos cercanos. Fueron los que más daño hicieron, para vengar a sus dos
compañeros muertos en el tiroteo del Puente.
El primer asesinado fue Bautista Burgos, que vivía a
la entrada de la calle del Pozo, fue abrir la puerta de su casa y dispararle.
El segundo fue Juan Ramón "el de los Climas" en la calle San Juan. Dos
casas por debajo de éste mataron a "los Guitarros" padre e hijo, de
75 y 41 años, éste soltero, dejando solas a dos mujeres de avanzada edad (posteriormente
dijeron que había sido una equivocación).
El mando militar se alojaba en casa de Dolores Luque
Prado – “la Sacristana", y el cuartel quedó como puesto de mando con los
seis guardes civiles que se habían llevado dos meses antes, que se habían
pasado de bando y vinieron a la toma del pueblo (las mujeres, que se habían
quedado aquí también volvieron al cuartel). Los jefes estuvieron 5 o 6 días, y
siempre contaron con la información de unos pocos chivatos del pueblo,
comenzando una etapa muy sangrienta.
Recuerdo que eran sobre las dos del mediodía cuando
vino al cuartel una mujer con un brazalete blanco. Estaba en mi puerta y le
contaba a mi madre que venía para que le dieran un papel para poder traerse a
sus familiares que estaban en La Membrilla. Esta mujer era Concepción Hidalgo
Martínez "la Canaria", de 33 años, y en el cortijo estaban también su
marido José Benítez Campos y los tres hermanos "Pesares", marido y
cuñados de una hermana suya. Enfrente de ella se encontraba un pequeño grupo de
Caballería, con los caballos amarrados en la baranda de la Iglesia, estaban
desmontados charlando de sus fechorías; con ellos estaba "el Pollo",
de Encinas Reales, casado con una mujer del pueblo y que había sido municipal
con el régimen republicano. "La Canaria" habló con él y le informó de
todo lo que pretendía. "El Pollo” le dijo: ¡Vete tú tranquila que nosotros
los traeremos al cuartel! La mujer marchó y "el Pollo" le dijo a sus
compañeros: ¡Por Revientacostales llegaremos muy pronto! ¡Sí! Llegaron y los
mataron a todos, incluida Concepción que estaba embarazada. Ninguno de los
asesinados tenía por qué temer, el mayor de ellos era Francisco Senciales de 59
años, y el más joven Emilio Carrasco Burgueño de 16 años. ¡Qué héroes! ¡Que
hazaña más cruel e indigna! ¡Matar a un grupo de personas sin que puedan
defenderse!
Ese mismo día en la Cruz Roja, metido en cama y
herido por la bomba lanzada días antes, estaba Antonio Benítez
"Patasa". Esos días no había médico ni practicante, el mancebo de la
botica era el encargado de curarle, pero eran tan pocos los medicamentos que
tenían que la herida de la pierna se gangrenó. Era el único que se encontraba
en el local; desde el cuartel fueron allí cuatro o cinco "valientes"
que lo sacaron de la cama y lo mataron a golpes en el patio, sin disparos. Yo
no fui testigo, pero por el patio de la casa contigua, de la casa de "los
Sandungos", que estaba separado por una pared muy deteriorada y con agujeros,
y además era más alto (con lo que era difícil ver que estaban vigilando), la
hermana de "Patasa" y Prudencia "Sandungo" lo estuvieron
viendo todo. Esto lo sé porque estuve muy ligado a esta familia, de aprendiz de
carpintería, y casi todos los días se refería este episodio tan dramático y
cruel.
No quiero dejar en el olvido a otro joven que
también murió en esos primeros días víctima de la Caballería; solo tenía 16
años, su nombre José López Pérez "Fajablanca". Ese día se encontraba
en el campo guardando cabras: después de unos días de búsqueda su familia lo
encontró muerto, había sido fusilado.
Y así continuaron en los días siguientes; todos los
que encontraban en el campo y otros que sacaban de sus casas, en la pared de la
Torre que da al cuartel, de pie y esperando un juicio que era muy corto: el
trayecto del cuartel al cementerio.
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Lápida con el nombre de los 15 fusilados el día 15 de septiembre de 1936 |
Gracias, José, por dar fe de lo ocurrido y visto por
ti. Hay algunos matices, como el segundo apellidos de Concepción Hidalgo, que
creo que era Porras según la lápida del cementerio, u otras nimiedades que no
le restan importancia o crédito al relato. Yo aconsejo la lectura de tu libro
para que la gente sepa algo más de nuestra historia desde la crónica de una
persona que vivió esos momentos. Cuevas tiene derecho a conocer su pasado, ya
sin acritud, pero con la necesidad de la verdad de los hechos. Hoy debemos
llorar todos, desde el recuerdo, las muertes causadas en nuestro pueblo de la
mano del dogmatismo y el totalitarismo ideológico, hace ya 80 años. Se perdona,
pero no se olvida, porque el olvido es la peor de las injusticias, sobre todo
cuando aún viven familiares de los asesinados que guardan celosamente el
recuerdo de esas muertos y el sufrimiento posterior, cuando ser familia de los represaliados
ya era de por sí una marginación y un señalamiento vergonzoso en una sociedad
que criminalizaba al vencido.
5 comentarios:
Ya fue dicho: "Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen". Y yo digo: - Malditos los que las justifican y se aprovechan de ellas. Quienes derraman la sangre de inocentes no tienen derecho a que la suya corra por sus venas.
Es increíble que todos esos crimenes de guerr sigan sin juzgar. Lo q ocurre en este pais ni tiene nombre.
Totalmente de acuerdo, José. Lo que pasa es que las guerras se fraguan tensando la cuerda del desencuentro en tiempos de "paz", sembrando las emociones de ira y odio basadas en esos desencuentros en lugar de buscar el acercamiento a través de la palabra y el diálogo, convirtiendo el contrincante dialéctico en enemigo a derrotar y eliminar.
La creación de los estados de opinión y desencuentro forma parte de una política predeterminada o del fracaso del político, vaya usted a saber. En todo caso es una imposición de los intereses de unos sobre los otros. El asunto es complejo y solo se ve en la maldad y en la capacidad destructiva del ser humano sobre su propia especie.
Un saludi
Hola, gracias por dejar tu comentario. Es cierto lo que comentas, pero la cuestión puede estar en cómo se pactó la transición. Ahora, tras cuarenta años de teórica democracia ya se debería haber superado aquello y haber dado solución al problema de forma razonable, pero fíjate que existe una firme oposición par parte de algunos colectivos ¿herederos de aquella ideología? que se resisten a zanjar la herida.
Un abrazo
Horroroso lo que cuentas, aunque sospechábamos todos algo parecido. Dicen que las guerras civiles son las peores. Por los dos bandos se cometieron barbaridades, aunque en nuestro pueblo fueron solo los ´nacionales´. Hay un apunte que me parece importante. Aunque en general en todos los pueblos y las ciudades se mataron mucha gente solo por pertenecer al bando contrario, ´los nacionales´tenían la orden de su alto mando de hacerlo, asesinar a todos los rojos. Así, el ´Generalisimo´tendría menos oposición después de la guerra. Los partidarios de la República democrática no tenían del gobierno esa orden criminal. Malditos sean todos los partidarios de la guerras.
Un abrazo, Antonio.
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