Monumento a las victimas en la estación de Atocha (Madrid) |
Hoy se cumplen 10 años del fatídico
día en que murieron 191 ciudadanos españoles víctimas del más cruel de los
atentados terrorista de nuestra historia reciente (ver).
Yo solo quiero dejar constancia del hecho para que la memoria no permita el
olvido de tan execrable acto.
No puedo olvidar la sensación
que me produjo la noticia. Fue una
mezcla entre ira, desazón, indignación, estupor, incomprensión, confusión,
incredulidad, vergüenza humana, etc. Un acto injustificable bajo ningún
concepto. Cuando empezaron a decir que había sido ETA, he de reconocer que me
sentí profundamente dolido al pensar que unos sujetos de mi misma cultura, de
mis mismos principios occidentales, educados bajo el credo religioso y social que
compartimos en el mundo occidental y democrático, pudieran haber llegado a
enloquecer a semejante nivel. No comprendía cómo podíamos haber generado
sujetos que fueran capaces de matar indiscriminadamente por una idea. No justifico
causar la muerte a un semejante bajo ningún concepto, pero en este mundo de
locura siempre se alabó la heroicidad de quien es capaz de matar por ideales y
eso me apenaba, pues yo creo en la palabra como arma o instrumento de confrontación
de ideas y no en los fusiles y las bombas.
Me resultaba extraño que, tras la
experiencia del atentado de Hipercor de Barcelona, con 21 personas fallecidas,
ETA hubiera cometido el mismo error. Ellos deberían saber que su apoyo en la
sociedad vasca tenía unas líneas rojas que habían sido traspasadas y que, si
volvían a pasarlas les reportaría una desvinculación de la base popular del
pueblo vasco, una pérdida de popularidad en cierto sector de sus bases. No, ETA
no podía haber sido. A las 11 de la mañana se lo comenté a una compañera. No me
encajaba en absoluto una acción así por parte de ETA en esos momentos. No
porque no tuvieran determinados miembros la frialdad de hacerlo, sino porque no
le era rentable estratégicamente.
Por la tarde, sostuve la misma
tesis delante de una vecina esposa de un exguardia civil, que juraba y
perjuraba que había sido ETA. Le argumenté que el hecho no se ajustaba a las
normas de actuación de ETA, pues ellos, siendo unos criminales, sabían que
podían producir hasta cierto daño y que, pasado ese daño, les era
contraproducente ante la conciencia de los apoyos sociales de la ciudadanía
vasca más beligerante, por lo que solían avisar para causar daño material, pero
no víctimas, al menos en esos momentos. O sea, no tenían la rentabilidad que
les interesaba. En mi caso, veía mucho más claro la mano del integrismo
islamista. El caso del 11-S con las Torres Gemelas de Nueva York, donde dejaron
de manifiesto su desprecio a la vida del infiel, su capacidad dañina y destructiva,
su motivación para matar indiscriminadamente a seres humanos indefensos e
inocentes, era un aval incuestionable que garantizaba la imputación de la
autoría a estos sujetos irracionales y alienados.
Luego, mientras las víctimas y sus
familiares sufrían la desesperación y el dolor, cuando no la muerte, el juego de
los intereses políticos dejó claro que el ciudadano le importa un bledo a
determinados colectivos del poder. Lo importante eran las elecciones que se
celebraban dentro de tres días y había que neutralizar los efectos negativos
del atentado, a la par que sacar un máximo provecho de los hechos. Si era ETA
se presentaba un excelente momento para demonizar el independentismo vasco y
dejar contra las cuerdas a la asociación terrorista, pues el crimen les
descalificaba, les convertía en inhumanos, en bestias salvajes que han perdido
la dignidad y se han convertido en alimañas ponzoñosas que no tienen alma
humana, valores, ni principios que les permita justificar su existencia. Su
execrable crimen dejaba claro que todos debíamos unirnos para aniquilar
semejante amenaza, especialmente sus valedores vascos, apoyando, con nuestros
voto, a quienes se habían identificado como adalides de la lucha contra ETA. Su
base social, que la tenía, debía abandonarlos salvo ser considerados cómplices de
semejante barbarie. Estoy convencido de que ningún vasco bien nacido apoyaría a
alguien que mata indiscriminadamente a trabajadores y trabajadoras que acuden
pacífica, e inocentemente, a su puesto de trabajo. No, no hay ideología o
posición que valide un acto semejante, tan criminal y alevoso, que vea un
enemigo en la persona que responsablemente acude a su trabajo.
Por otro lado, si era Al-Qaeda, se
levantaría un debate social donde, tras la foto de las Azores, se podría
interpretar que la histriónica aparición de nuestro presidente nos habría
colocado en el punto de mira de los terroristas. Por tanto, la gente podría
interpretar una causa-efecto no deseado para el gobierno del PP, que tenía unas
excelentes perspectivas de alzarse con la victoria electoral en ese momento.
Ello llevaría a dar el voto a la oposición y negárselo al PP por la nefasta
gestión de la crisis de Irak y su alianza con Busch y su agresión
injustificable.
Pero, una vez más, hay otras
alimañas o carroñeros que se nutren de la desgracia. Aflora el cultivo de la
confusión, de las hipótesis indocumentadas y tendenciosas, de los protagonismos
personales de histriónicos comentaristas y analistas políticos y sociales, que
llevan a teorías conspiratorias, a teóricos inductores que no andaban en
desiertos ni en montañas… Intentos de sembrar el desconcierto y levantar la
sospecha irracional, sobre el papel jugado por el partido contrario como agente
conspirador que favoreció el hecho, cuando no como inductor, dejan en evidencia
la calaña de quien es capaz de recurrir a esa ceremonia de la confusión para
obtener renta política.
La verdad estaba velada. La sospecha
de engaño era patente y la sociedad española, que no es tonta, andaba con la
mosca detrás de la oreja. Una vez más, determinados políticos juegan a la
ceremonia de la confusión, como decía. Se dan instrucciones incompresibles para
potenciar la idea de que ha sido ETA y se pasa, casi de soslayo, por la hipótesis
islamista. La convicción de que el PP mentía en su propio beneficio, de que
ocultaba la verdad por interés de partido, sobrevoló el escenario y perdieron
las elecciones. No obstante, el PP, siguió erre que erre con la teoría
conspiratoria incluso una vez juzgados y condenados los autores de la masacre.
No hay cosa más lamentable que un partido que no es capaz de asumir sus
responsabilidades y contar y admitir la verdad de los hechos, aunque no le
beneficie.
Luego vinieron los enfrentamientos
y las divergencias entre las asociaciones de víctimas, que nos fueron dejando
un amargo sabor de boca, como si en lugar de defender a las propias víctimas, en
algunos casos, anduvieran defendiendo a los posicionamientos políticos de partidos
afines y su propio protagonismo. En este país, al final, acaba uno observando
que cuando se crea una organización con determinados objetivos altruistas, se puede
acabar derivando en el mantenimiento de la estructura en beneficio de los sujetos
que la dominan.
El tiempo, que todo lo cura, o lo
sedimenta para analizarlo mejor sin excesiva emotividad que condicione el
análisis, acaba poniendo las cosas en su sitio. El PP ya no habla de
conspiración, de ETA como autora, de la conexión ETA-Al-Qaeda, no desautoriza a
los jueces que dictaminaron la autoría del integrismo islamista. Tal vez sea
porque ahora está en el poder, que es lo que pretendía entonces, sostenerlo y
no perderlo. Al fin y al cabo todo se remite a eso: LO IMPORTANTE ES EL PODER.
Yo aprovecho para hacer mi
reflexión y dejar constancia del dolor que me produjo aquel acto salvaje. Para,
desde el recuerdo, homenajear a las
víctimas y sus familiares, a madre, como Pilar Manjón y otras muchas, y padres
que sufrieron la amputación de su familia llevándose a un miembro de la misma.
Detesto a quien en nombre de su dios se permite asesinar a las criaturas que
ese mismo dios ha creado, como si le estuviera enmendando la plana. No creo en
esos dioses, pero me gustaría que existieran para que, cuando llegara ese
juicio final, les pidieran responsabilidades a esos criminales que en su nombre
se permiten matar a esos seres que ese dios, como digo, les otorgó la vida. No
habrá vírgenes esperando al héroe triunfador que se inmola, sino demonios de
conciencia que le arrastrarán al averno. No es bueno corregir a dios, es mejor
dejar que él tome sus decisiones y no interferirlas.
2 comentarios:
Fueron momentos de confusión , de líneas colapsadas, de miedo, de angustia. Yo estaba embarazada y tuve miedo de que mi hijo llegara a un mundo patas arribas...horrible, aún hoy se me pone la piel de gallina al recordar el miedo, y la respuesta masiva de toda España.
Fue un acto criminal que nos mostró cuan indefensos estamos ante la maldad, amiga Alicia.
Un saludo
Publicar un comentario